Semen por cinco

Ellos eran mayoría y no me quedó más posibilidad que rendirme y dejarlos hacer.
Era la segunda vez que caminaba por esa zona de Salvador, la conocía bien.
Ya me habían avisado que era peligrosa, pero nunca creí en esos relatos estigmatizantes.
Arreglamos por wassap, subí al colectivo y fui.
Mi extrema calentura por los negros me impidió pensar en la inseguridad.
Pero ahí estaba, entre cinco hombres más grandes que yo, en una casa un poco apartada del resto, con música -Axé- a un volumen importante.
Ninguno me maltrató o intentó lastimarme, pero persistía la duda de por qué ellos eran cinco cuando en realidad me encontraría con uno solo.
Me dio miedo, lo reconozco.
Pero mi calentura fue más poderosa.
Mi contacto me quitó la ropa rápidamente y se dedicó a acariciarme la piel.
El estaba visiblemente excitado. Sus amigos, sentados con una lata de cerveza en la mano cada uno, también.
Me obligó a arrodillarme y a llevar a la boca su virilidad negra, sabrosa. En ese instante me sentí un poco el dueño de la situación a causa de mis dientes. Pero él retomó el dominio empujando el enorme glande hasta mi garganta.
Apenas recuperé la respiración normal, vi que mis voyeurs estaban todos masturbándose o dejando a la vista su erección negra.
Ninguno hizo ademán por querer sumarse y eso me intrigaba.
Yo seguía comiendo ese pedazo negro como podía, sin quejarme.
La combinación de libido y miedo a esa altura era majestuosa.
Sorpresivamente, un chorro de leche caliente y espesa fue a golpear contra mi paladar, en varias embestidas furiosas. No tuve más opción que sucumbir y dejar que, como jugo de masculinidad, terminara en mi garganta muy lentamente.
El festejó su eyaculación con los brazos en alto y algunos comentarios entrecortados a causa de la respiración y, mientras se dirigía a su silla vacía, se levantó el siguiente.
Su amigo hizo lo mismo: acercó su enormidad negra a mis labios húmedos de semen que se abrieron a la espera de otro espasmo de leche. Este tardó mucho menos. Pero me sorprendió igual. Me llenó la boca de semen caliente. No terminaba nunca de salir jugo de ese hombre. Y él no quería sacar su dureza de mi labios.
Para cuando llegara el tercero ya estaba más entrenado. Lo dejé entrar y, apenas presentí por su respiración agitada que vendría el orgasmo, me acomodé de tal manera que el fluido fue a dar contra mi paladar y no hacia el fondo de mi garganta. Ese orgasmo lo disfruté y no tuve miedo de atragantarme. Se fue sereno, relajado y laxo.
Quedaban dos. Se acercaron juntos. Se habían masturbado un buen rato y sólo me pidieron que abra la boca. Lo hice. Sentí contra mi lengua un chispazo caliente que se fue derramando hacia adentro. Dejé su glande sin rastros de semen con el trabajo de mi lengua maltratada.
El útlimo me pidió lo mismo, pero no quiso acabar a la distancia, sino que quiso colocar su dureza sobre mi lengua. Lo apreté con los labios sin moverme y derramó la leche caliente sobre mis dientes y en toda mi boca. Muy espeso y en gran cantidad.
El sabor de cada uno era distinto.
Pero en mi boca quedó una mezcla rarísima que tardó días en irse.
Cinco hombres llenaron mi boca con su semen en un breve instante.
Pero cuando creí que allí había terminado todo y me disponía a vestirme e irme de ahí, en realidad recién había comenzado la fiesta.

6 comentarios - Semen por cinco

josegroso
muy bueno...como sigue???