Ismael en mis sueños

El día había sido agotador, a pesar de estar de vacaciones.
Por la mañana había decidido hacer la tradicional excursión a la isla de enfrente, que terminó por consumir todo el día.
No fue aburrida, pero sí muy lenta y llena de gente mayor que no paraba de reir de los chistes malos del coordinador del barco.
Así que, ni bien llegué a la ciudad, me fui a correr por la playa y regresé al departamento para darme una linda ducha y dormir.
El wifi de la casa me habilitó los mensajes en espera de todo el día: todas invitaciones para cojer "ya", pero de cinco horas atrás.
El último de todos, el de Ismael, sólo decía:
"Avísame cuando estés libre".
Le avisé, me tiré en la cama y me dormí.
Pasada un poco más de media hora respondió y comenzamos a chatear.
Lo concreto fue que alrededor de las diez de la noche tenía a un perfecto desconocido tocando timbre en la entrada del edificio.
Sólo sabía su nombre y su perfil en internet.
Era un hombre de alrededor de cuarenta años, moreno y de facciones muy nobles y sin un solo vello en la cara ni en la cabeza.
Su porte me impresionó, por su altura y tamaño. Un hombre grande, ancho.
Siempre pensé que los negros parecen más grandes de lo que son.
Y apenas vi a Ismael me aconsejé interiormente de no dejarme traicionar por esa sensación tan bella.
Creo que nos saludamos y, ya dentro, tomamos una cerveza fría.
Se quitó el abrigo y pude apreciar la belleza de sus músculos.
Era un hombre hermoso, al que deseaba surcarle los recovecos de sus pliegues con mis besos y caricias.
Hablamos de todo: de nuestros orígenes, de nuestras ex parejas, de la política, del sexo... Allí descubrí su erección, como algo que se movía rítmicamente entre sus piernas.

- ¿Estás cómodo?
- Muy cómodo, me gusta mirarte, susurró.

Acerqué mis labios a los suyos y mis manos a su pecho. Su corazón latía excitado. Y sus labios carnosos llenaban de calor mi sentidos.
Sus manos grandes me tomaron del cuello y, sin resistirme, descendí hasta su virilidad negra.
Dejé entrar en mi boca sólo el capullo enrojecido y húmedo, arrancándole un gemido de placer.
Lo hice mío, pensé.
Muy lentamente me detuve a jugar con mi lengua sólo allí, dónde el placer es más intenso.
El me retribuía con sus caricias y pedidos para que no me detuviese.
Su pene negro era grande.
No podía llevarlo por completo a la boca.
En un determimado momento, sentado en el sillón, se acomodó mejor y comenzó a moverse casi espasmódicamente, sin control.
Mis labios y mi lengua resistían cada embate de toda esa fuerza sensual dentro mío.
Sus manos me inmovilizaron, al punto de sólo poder abrir la boca y dejarlo entrar y salir.
Todo lo estaba haciendo él.
Los golpes de su glande violáceo iban a parar justo contra mi paladar.
Primero fue un leve sabor extraño sobre mi lengua, preanunciando el momento indicado.
Con sus manos sosteniendo mi cuello y mi cabeza, imposibilitado de distanciarme un milímetro, recibí en lo más profundo de mi garganta un latigazo tibio de esperma como jamás lo había experimentado.
O por lo menos, nunca de esa manera.
Y lentamente se fue confundiendo con mis propias sensaciones.
La rara mezcla amarga y placentera no me daba espacio para pensar.
Sólo podía mirar los ojos de Ismael y ver su placer dentro mío, orgásmico, masculino.
Su respiración veloz fue volviendo a la normalidad.
Y su miembro tieso, a la posición de descanso, aún sin salir de mi boca.
No quedó rastro alguno de su semen negro.
Tomó un poco de agua, hablamos un rato, nos saludamos y se fue.
Volví a la cama y me dormí.

Al día siguiente me desperté temprano, con la salida del sol.
El cansancio del día anterior ya había pasado.
Al revisar el celular veo los mensajes de la noche anterior:
El último, el de Ismael:
"Avísame cuando estés libre".

...

"Ey, ¿no vas a avisarme?"

...

"Es una pena, me hubiese gustado conocerte. Besos. Adiós".

3 comentarios - Ismael en mis sueños

dedevoto
Epa, mirá...., muy bien contado Felicitaciones