Capitulo 07 - Con mi jefe militar

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Ahora sí, gracias por esperar, espero les guste:

Caminé hacia el ascensor con la caja a cuestas. No dijo ni una palabra hasta que llegamos al departamento, y a decir verdad, me estaba incomodando. Quería cortarla ahí porque sentía que ni valía la pena ratonearme con que estaba solo y podía llegar a pasar algo.
—¿Acá está bien? —pregunté mostrando lo poco cómodo que estaba.
—La puerta de la cocina, atrás, si podés. —indicó con esa seriedad que seguía sin darme esperanzas.
Dejé la caja donde me indicó. Me sequé la transpiración que me generó toda la acción desde que llegué, más los nervios que me dio saber que estaba solo. Estaba por dar media vuelta para irme cuando de repente lo sorprendo intentando pasar por detrás de mí, sabiendo bien que no podía pasar sin llevarme por delante. Se sonrió perversamente al ver que casi me roza el culo con su bulto, ¡al fin había una buena señal de su parte!
Quise esperar un poco más, entonces, le dije para pasar al baño. Dejé mi campera sobre la silla, y cuando volví listo para agarrarla e irme, vi un vaso arriba de la mesa. Él aún estaba en la cocina.
—Tomá, debés tener calor —dijo, no sé si con un tono bueno ó si en forma de orden.
Yo la verdad que necesitaba un trago de algo porque tenía la boca muy seca. Sin dudar, le di un sorbo. Me extrañó sentirle un gusto un poco raro. Al seguir tomando no pude evitar querer saber si el agua tenía algo ó el vaso estaba mal lavado, ahí fue cuando me lleve una sorpresa.
El vaso estaba limpio, el agua parecía que hubiese sido mezclada con sal, al principio esa sensación fue también la que tuve pero observando mejor me di cuenta que había unas cositas chiquitas flotando dentro del agua. Él apareció.
—¿Te gustó? Es muy nutritiva esa bebida —se apoyó sobre el borde de la puerta de la cocina. Dejó escapar nuevamente una sonrisa perversa.
—¿Sal? —pregunté inocentemente sin rendirme a deducir qué era.
Se agarró groseramente el bulto.
—Leche, y recién ordeñada, tomátela toda. —más sátiro creo que no le pudo salir.
Mi mandíbula casi se cae de mi cara cuando dijo eso. Miré el vaso y con ese dato ni dudé de que había mezclado su propio semen con agua. Tampoco dudé de que sin dudas era un morboso y un perverso de mierda que disfrutaba del jueguito empleado – jefe.
Dejé el vaso. Encaré a la cocina.

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