mi vevinita

Me llamo Hugo y vivo en una ciudad de la costa del levante español. Trabajo en el mundo del marketing y la publicidad, muchas veces desde casa, ya que tengo mi propia empresa de proyectos. Aunque tengo 42 años me conservo bastante bien (practico mucho ejercicio), estoy separado sin hijos y un nivel económico que me permite ciertos caprichos de vez en cuando.

Uno de esos caprichos fue un viaje a Brasil a visitar a un amigo que trabaja allí­. Estuve 20 dí­as conociendo aquello acompañado de Germán (mi amigo). Un dí­a me pregunto si querí­a asistir a un ritual de santerí­a de la que se practica por allí­. No soy nada creyente pero me pico la curiosidad. No recuerdo prácticamente nada de lo que pasó. Tomé algo, me metí­ de lleno en la ceremonia y me desperté al dí­a siguiente en una playa rodeado de gente. La verdad es que me encontraba muy bien, tenia la cabeza despejada y nada de resaca. Tenia encima todas mis pertenencias y, además un regalo, una pulsera trenzada con un cuerno de marfil que alguien me habí­a puesto en mi mano derecha. Regresé a casa de Germán y me explico que durante el ritual me habí­a ido con una de las chicas que asistí­an a la que el conocí­a por lo que no estaba preocupado. Intenté encontrarla sin conseguirlo antes de mi regreso a España pero fue imposible así­ que me despedí­ de Brasil con la sensación de que me habí­a perdido algo bueno.

Llegué a España y comencé de nuevo a trabajar. Una mañana lluviosa (poco habitual) me quede en casa trabajando. Vivo en una planta baja y mi despacho tiene ventana a la calle, normalmente está cerrada pero cuando llueve la abro para escuchar la lluvia. Pues en esas estaba cuando pasó corriendo por delante Celeste, la hija de mis vecinos. Escuché como llamaba al timbre de su casa y luego tocaba la puerta. Todo en vano ya que sus padres se habí­an ido hací­a un rato. Estaba lloviendo de lo lindo en ese momento, me levante y salí­ a la puerta. Celeste se habí­a cobijado bajo de la porterí­a pero estaba empapada. La llamé y entró en casa.

Estas empapada, muchacha, dije.

Era una adolescente rubita que tenia 18 años. La conocí­a desde que nació ya que yo viví­a allí­ desde hacia 20 años. Tení­a muy buena relación con sus padres a los que incluso habí­a ayudado alguna vez en temas laborales consiguiendo trabajo para Claudia (la madre) en la empresa de un amigo. Era muy guapa y estaba empezando a desarrollarse, de hecho, se le marcaban los pezones por encima de su camiseta mojada lo que en cierta manera me excitara.

Vamos, ve a secarte, le dije tendiéndole la mano.

Al cogerla toco la pulsera. Lo que sucedió a continuación no tiene explicación. Escuché en mi cerebro como ella pensaba.

Es preciosa, dijo en pensamientos.

Te gusta?,contesté.

Si, dijo

Algo en mi interior me decí­a que la tenia bajo mi poder pero no sabí­a ni como ni porque. No sabí­a que hacer pero tenia que comprobarlo.

Ahora soltaras la pulsera, te arrodillarás dos veces y volverás a coger la pulsera, dije mentalmente.

Soltó mi mano, hizo lo que le habí­a ordenado y volvió a coger la pulsera. Era cierto lo que creí­a. Estaba completamente entregada a mí­. Sabí­a que sus padres aun tardarí­an un par de horas por lo que no habí­a prisa, la tení­a toda para mi.

Escucha Celeste, dije mentalmente, cuando cuente hasta tres, soltaras la pulsera. Me obedecerás absolutamente en todo lo que te diga que hagas y me dejaras hacer todo lo que yo quiera. Cuando diga la palabra Celes saldrás del trance. No te acordarás de lo que ha pasado pero sabrás que ha sido muy bueno, sabrás que quieres repetirlo y vendrás a buscarme en cuanto yo te llame o piense en la palabra CELES, ¿está claro?

Si Hugo, contestó.

Bien, una, dos, y tres, dije.

Soltó mi mano. Estaba de pie delante de mí­.

Quitate la camiseta, ordené, despacito.

Se la quito con suavidad. Llevaba un sujetador deportivo de color blanco que tapaba las pequeñas tetas que comenzaban a crecer y sobre el que se marcaban sus pezoncitos.

Acércate, ordené.

Fui hasta el sofá y me senté. Se situó justo delante de mí­, casi rozándome.

Cierra los ojos y dedí­cate solo a sentir, dije.

La cogí­ por la cintura. Comencé a acariciarle la zona del ombligo, luego sus brazos y fui subiendo hasta su cuello. Le pase un dedo por la boca, tenia los labios húmedos. Mis manos descendieron por el cuello y bajaron hasta sus pezones.

Ummmmmm, se estremeció.



Jugué con ellos un rato. Estaban duros como una piedra. La besé en el ombligo con mucha suavidad mientras le quitaba el sujetador y volví­a a la carga con los pezones ya al descubierto. Me moje un dedo con mi saliva y otro con la suya, bien empapaditos y tracé cí­rculos alrededor de ellos de fuera a dentro. Se estremeció como si un escalofrí­o la hubiera invadido.

Ummmmmm, gimió.

Dejé los pezones y me fui acercando al borde de los pantalones. Acaricié con suavidad toda la costura metiendo mis dedos y rozando el borde de sus bragas. Ella solo suspiraba.

Te gusta?, pregunté.

Si Hugo, contestó entrecortadamente.

Le bajé con suavidad el chándal hasta el tobillo.

Abre las piernas, ordené.

Llevaba unas braguitas blancas a juego con el sujetador. Mis dedos volvieron a acariciar los bordes metiéndose un poco y rozando sus primeros pelitos arrancando un nuevo suspiro. Mis manos bajaron por el exterior de sus piernas hasta los tobillos, acariciando cada centí­metro, para luego subir por el interior hasta llegar hasta el mismo borde de las bragas. Acaricié su coñito por encima de sus bragas. Estaban mojadas, acerqué la nariz oliendo ese aroma virginal de mujer en celo. La masturbé poco a poco, sin prisa pero sin pausa. De momento comenzó a estremecerse y suspirar, se apoyo en mis hombros y estalló en, quizá, el primer orgasmo de verdad de su vida.

Ahhhhhhhhh, Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, gritó doblando la rodilla y cayendo encima de mí­.

La dejé respirar, parecí­a que hubiera corrido 20 Km., sudando y con la respiración acelerada.

Abre los ojos, dije.

Querí­a ver su cara tras su orgasmo. Le habí­a gustado. Tení­a esa expresión que mezcla el placer y la felicidad. Ahora me tocaba a mí­. Me levanté y me situé frente a ella.

Incorpórate, ordené.

Se sentó. Mi paquete quedaba justo delante de su cara.

Bájame los pantalones, dije.

Me los bajo hasta los tobillos quedando mi verga totalmente empalmada solo aprisionadas por el bóxer.

Bésala, dije. Despacio y con suavidad.

Acercó su boca al bóxer y comenzó a dar unos tí­midos besos.

Quí­tamelos, ordené.

Mi polla saltó libre ya de obstáculos, dura como una piedra.

Chúpala como si fuera un chupa-chup, dije.

Empezó lamiéndola por completo, luego abrió su boca y se la introdujo dentro. Una de sus manos la sostení­a por la base, la solté y la llevé a mis huevos. Cogí­ su cabeza y la empujé hacia mí­ hasta ver desaparecer el nabo.

Muy bien mi niña, suspire. Te voy a follar la boca.

No lo hacia mal mi vecinita. Mi polla entraba y salí­a de su boca sin tregua, su lengua pasaba por mi capullo produciéndome un gusto tremendo.

Sigue así­, no pares y traga todo lo que salga, dije entre gemidos.

No pude aguantar más. Apreté su cabeza contra mí­ mientras expulsaba leche de una forma descomunal, haciendo que se atragantara. Saque mi polla y solté el resto en su cara y tetas llenándola a tope.

Siiiiiiiii, grité.

Ella se quedó quieta mientras la leche escurrí­a por la comisura de los labios.

Trágatela toda, ordené.

Pasó los dedos por su cara recogiendo el semen para tragárselo a continuación.

Lo has hecho estupendamente, dije sentándome a su lado. Ahora te enseñaré otras cosas que también te gustarán.

Si os gusta continuaré.

6 comentarios - mi vevinita

LAPILOTEO
estoy con la pija que no puedo mas ! hasta que termino de leer esto, el porongo se me fue a dormir hace 3 horas atras ........igual todo bien capo , segui , tenes talento para escribir 😉
CAT2007
muy bueno , siga siga
jolo588
veamos como sigue. Muy bueno.
Grankangel
Me recalenté (¿habré hecho alguna asociación? 🆒 ) Gracias graciosas