Cumpleaños feliz con una camarera colegiala.

Íbamos tres amigos a celebrar mi cumpleaños a un karaoke, ellos eran Mario y Juan, yo Alejandro. El local estaba bastante lleno y tuvimos que sentarnos en una mesa cercana a la barra. Una de las camareras, todas iban vestidas con un estilo de colegiala de minifalda muy corta, se nos acercó a tomar nota de qué íbamos a pedir, ninguno de nosotros tenía claro que se iba a pedir así que los invité a unos chupitos para abrir la noche. La camarera tenía el pelo no muy largo, liso y era de color castaño oscuro, llevaba unas gafas que hacían muy sensual su rostro. Estaba muy bien dotada de pecho, además, se les transparentaba el sujetador debajo de la camisa, cosa que resultaba muy morbosa.

Las otras dos camareras que vestían igual que ella a excepción de las gafas tampoco estaban nada mal, una morenaza alta que imponía bastante y una rubia más baja que no estaba nada mal. Pero yo ya había puesto mi objetivo en la chica de gafas.

- !Buaah¡ !qué morenaza¡ me la está poniendo dura. – dijo Mario
- Sí que vienes tú salido hoy, de todas formas está mejor la rubia, mira qué culito tiene.- dijo Juan
- Haced lo que querais, yo me quedo con la de gafas, joder qué caliente me pone vestida así y
con esas gafitas que le dan un morbo especial - dije yo.
- Jajaja - rieron ambos a la vez
- Pues aprovecha que es tu cumpleaños - sugirió Juan
- Eso, eso, a ver si al menos tú mojas hoy, que es tu día. - inquirió Mario.
- Ni lo dudeis - respondí yo

Fue pasando la noche y bebiendo más y más, poco a poco fui conquistando a la camarera con miraditas, roces, caritas y, finalmente, cuando ya estaban próximos a cerrar se me acercó ella y me dijo:

- Ya te vale chico, que estás toda la noche haciendome morritos.
- Es que chica, hoy es mi cumpleaños y tú estás que me pones a cien. - le dije.
- Pues felicidades y gracias por el cumplido, no siempre tienen los tios cojones a decirmelo a la cara, la mayorbparte de las veces se quedan embobados mirándome y se van sin decir nada los muy cobardes. – dijo ella.
- Gracias a ti tía buena. eso es que sólo te encuentras con los típicos cerdos que mucho miran pero que no tienen cojones a hablar con una preciosidad como tú. Seguro que la mayoría son de esos que se piensan que estás fuera de su alcance de tan buena que estás, y es verdad, pero a veces hablando se consigue mucho más que mirando como un baboso. - le dije yo.
- Y arrimando cebolleta también, eh - dijo Mario
- No seas cerdo tío. - saltó Juan.
- No, si tiene razón, a las tías nos gusta que nos entren, sentirnos atractivas y ser las que mandamos, por eso hacemos hasta concursos entre nosotras mismas. - se sinceró la camarera.
- Oye, todavía no nos hemos presentado. - dije yo
- Es cierto, yo soy Ana.- respondió ella.
- Ah, yo soy Alejandro, y ellos son Mario y Juan. - dije yo, en ese momento ella hizo un movimiento para acercarse a mí y darme dos besos y aproveché para dárselo en la boca.
- !Oye, tú¡ ¿qué te crees que haces? - se sobresaltó Ana.
- Besar a la chica más guapa del local, ¿es delito? - dije yo con tono de indiferencia
- Que sepas que eres muy descarado, pero... me gusta. - acabó diciendo ella poniendo una gran sonrisa en su boca.
- Claro que te gusta, si lo sabía yo, tanto tiempo aquí de pie trabajando, seguro que estás un poco cansada y por eso quieres tener un poco de diversión.

En ese momento Mario y Juan estaban hablando entre ellos y se mostraron muy emocionados con su conversación, que seguramente trataba sobre mí y mi ligoteo. Los vi y se me ocurrió una idea:

- Mira a ellos dos, están muy solos, ¿y si les presentas a tus compañeras para que se diviertan un rato? - sugerí.
- No sé, ahora todavía están terminando de trabajar, luego, ¿vale? - respondió
- Lo que ellos digan, ¿qué os...
- FENOMENAL - dijeron al unísono interrumpiendo mi frase.
- Bueno, pues luego os las presento, la verdad es que antes me han contado que os han visto majos y, para qué engañarnos, guapos, jeje. - dijo Ana.
- Pues estupendo. ¿Tú ya has terminado? - pregunté
- Yo sí, es que yo entré una hora antes que ellas. - me respondió
- Entonces tendrás que ir a cambiarte, supongo.- dije
- ¿Es que no te gusto así? - dijo Ana.
- Ehhh... - me pilló un poco sorprendido - sí, me encanta, ya te he dicho que me pones a cien -y sin pensarmelo le planté otro beso en los labios y le metí lengua, ella, esta vez, se dejó, y aproveché para comenzar a tocarla acabando mi mano en su culo. Menudo culito tenía, y más debajo de aquella faldita.

Mario y Juan se quedaron con la boca abierta, y cuando dejamos de besarnos nos quedamos largo rato mirándonos fijamente a los ojos.

-¿Qué tal si os invito a que os quedéis cuando cerremos? El jefe se irá a las 2 y podemos quedarnos esta noche aquí, tranquilos que yo convenzo a Paula y Elena para que se queden, si seguro que estarán encantadas. – dijo ella.
- Estupendo – dije – y así podremos tener algo más de intimidad – añadí yo con picardía.
- Ok, pues voy a decírselo a las chicas, a ver qué les parece. Os aviso ahora guapos.
- Muy bien Ana, muchas gracias por todo. – respondí.

Estábamos los tres muy sorprendidos por lo bien que estaba yendo la cosa. Estuvimos un buen rato fantaseando con ellas hasta que volvió Ana y nos dijo que las dos aceptaban. La noche no podía ir mejor, ya habíamos ligado, al menos yo, hasta que cerraron estuvimos conociéndonos mejor en los dos sentidos de la expresión, estuvimos hablando y sobándonos mutuamente.

Algo más tarde de las dos echaron el cierre y se fue el jefe dejándolas a ellas responsables del local. Entonces fue cuando se arrimaron las chavalas y empezamos a hablar los seis, parecía que por un casual del destino los tres habíamos elegido bien, ellas también parecían coincidir con nuestras elecciones. La noche estaba ya en un momento muy caliente, y la cosa no había hecho más que comenzar.

Ellas también se sirvieron algo para beber, aunque tuvieron que pagarlo para que el jefe no se mosqueara, volvieron a encender el karaoke y empezaron cantando Ana y Paula una canción de Julieta Venegas, Ana tenía una voz preciosa y no cantaba del todo mal, a Paula le salió algo peor pero porque no se sabía la letra. Nosotros tres teníamos algo de vergüenza, pero me armé de valor y salí con Ana a cantar una canción de la oreja de Van Gogh, yo lo hice fatal, pero Ana salvó la actuación con su bonita voz, después de aquello estuvimos un buen rato riéndonos Mario, Juan y yo, cuantas bromas me gastaron aquella noche, fueron tantas que perdí la cuenta.

Luego llegó el turno de Elena, la morena. Ella todavía cantaba mucho mejor que Ana, tenía una voz hermosísima y parecía que hubiese salido de un coro divino. Al terminar estuvimos casi 2 minutos aplaudiéndola sin parar, ella se sonrojó mucho y se sentó junto a Mario muy pegadita a él. Entonces él aprovechó para abrazarla con su brazo derecho. Cuando llegó el turno de Juan tuve que llevarlo yo por la fuerza porque no quería salir, decía que le daba mucha vergüenza, convencí también a Paula para que cantara junto a él y finalmente accedió, su actuación todavía fue más ridícula que la mía porque no paraba de reírse continuamente. Luego salí yo junto a Mario para cantar una canción de Pereza, he de reconocer que él lo hizo mejor que yo aunque yo ya tenía mayor seguridad en mí mismo, pero eso no te da el don de la canción, cosa que nunca tuve.

Para cerrar Paula puso varias canciones de fondo mientras cada pareja se quedó en un rincón del local, en varios sofás que habían repartidos por el lugar.

Fue en ese momento cuando comenzamos a besarnos apasionadamente Ana y yo como si esa fuese la última vez que podíamos disfrutar del placer de una relación con otra persona, mientras nuestras lenguas se buscaban la una a la otra en nuestras bocas, nuestras manos recorrían cada rincón de nuestros cuerpos. Cuando fui a meter mi mano dentro de su falda eché un fugaz vistazo a mis amigos y sus parejas y vi que ambas parejas se estaban dando el lote igualmente, aunque parecía que Mario era el más avanzado porque ya había desabrochado la camisa de Elena. Pude verlo a pesar de que apagaron las luces porque todavía entraba algo de luz desde las farolas de la calle.

Entonces no me lo pensé dos veces y le metí la mano por debajo de la falda para acariciar su coñito, pude notar debajo de su tanga que estaba completamente depilada y eso me puso todavía más cachondo, ella me apartó un momento y se abrió la camisa sin desabrocharse los botones, por lo que la mitad salieron despedidos por todas partes, de ese modo pude reconocer esos dos pechos tremendos que tanto había sobado en esos últimos minutos. Se acercaba un momento crucial, me tocaba desabrocharle el sujetador y me estaba poniendo nervioso porque ese no fue nunca mi punto fuerte, pero ese día nada me podía salir mal y se lo quité a la primera, allí estaban, esas dos protuberancias femeninas que a los hombres nos vuelven locos, eran del tamaño perfecto y me llamaban, a mí, yo era el elegido, al menos esa noche.

Instintivamente llevé mis labios a sus pechos buscando sus pezones que estaban duros como una piedra, no quise ser injusto y chupé ambos con más ganas que un bebé hambriento, seguidamente fui subiendo hasta su cuello donde me detuve un buen rato hasta que volví a sus labios deseosos de ser besados. Me quité yo el jersey y me pegué mucho a ella, la tenía agarrada por el culo mientras nuestras bocas eran nuestro punto de unión máximo. Al acabar nuestro largo beso, Ana fue bajando por mi pecho hasta llegar a mis pantalones, fue desabrochando uno a uno los botones de mis vaqueros hasta dejar mis calzoncillos a la vista con un bulto que indicaba mi nivel de excitación, me levanté y ella me bajó los pantalones lentamente mirando fijamente mi miembro viril. Se la veía deseosa de probarlo, estuvo manoseándomelo un momento por encima del calzoncillo, pero, de repente me bajó el calzoncillo y me agarró la polla con una mano mientras hacía movimientos de sube y baja, ¡me estaba masturbando!, he de reconocer que era la primera vez que una tía me hacía una paja, me la habían chupado varias veces, pero nunca me habían hecho una paja, a secas. Aún así no tardó mucho en abrir su boca y meterse toda mi polla dentro de ella, me estaba haciendo unos movimientos de lengua que jamás me habían hecho.

Cuando estaba ya al borde del orgasmo le avisé, pero ella no se paró en ningún momento y exploté dentro de su boca, se estaba tragando toda mi leche, cada vez estaba más alucinado con ella. No dejó ni rastro de mi leche, se la tragó toda, y fue volviendo otra vez para arriba a besarme de nuevo. En ese momento, se oyeron unos gemidos procedentes del lugar en donde estaban Mario y Elena, por lo visto ya habían empezado a follar.

-Oye cómo se divierten – me dijo Ana - ¿te ha gustado mi mamada?
-¿Qué si me ha gustado? Ha sido la mejor que me han hecho en mi vida. Prepárate porque es mi turno.

Y efectivamente, fui bajando, deteniéndome en sus pechos y mientras fui quitándole la falda con las manos. Vi su tanga que era de color rosa y blanco, lo toqué y estaba mojadísimo, así que decidí que ya era hora, primero acaricié su clítoris a través de la tela de su tanga, vi la cara de placer de Ana y le bajé su tanga, entonces se me ocurrió una idea perversa, me lo llevé a la nariz y olí los aromas de sus flujos vaginales, ya no podía más, ella me miró mientras los olfateaba y me dijo sonriente:

-Vaya, veo que te gusta mi olor íntima, si quieres puedes quedártelos de recuerdo – me dejó con los ojos como platos.

Acto seguido llevé mi cara entre sus piernas y comencé a lamerle todo su coñito, poniendo especial énfasis en su clítoris, ella estaba comenzando a levantar su cuerpo de placer, también emitía algunos gemidos que intentaba disimular sin ningún éxito, le metí dos dedos en su rajita mientras seguía con su clítoris en mi boca, ella estaba ya muy excitada y fue entonces cuando busqué el condón que llevaba en un bolsillo del pantalón y me lo puse. Ella, mientras tanto, seguía estimulando su clítoris, entonces llegó el momento clave, introduje mi polla en su coño y comencé con unas lentas embestidas, ella tenía una cara de placer absoluto con los ojos cerrados. Poco a poco fui dándole ritmo al tema, ella emitía cada vez gemidos más fuertes, y a mí también se me escaparon algunos, cuando estábamos a punto de corrernos empezó a chillar sin ningún pudor, a pesar de que no estábamos solos en el local, aunque los demás estaban también en lo suyo. Y nos corrimos simultáneamente, ella levantó su cuerpo y me besó apasionadamente.

-Joder, me ha encantado, es el mejor polvo de mi vida – me dijo ella, entonces se dio la vuelta y se puso a cuatro patas sobre el sofá, fóllame desde atrás.
-¿Seguro? – pregunté.
- Segurísimo, hazme tu perra.

Esas palabras me motivaron todavía más y no dudé ni un segundo en meter mi polla de nuevo en su coñito ya abierto y empezar de nuevo con las embestidas, en un principio de puse en su misma postura, pero sobre ella y con las manos en sus pechos. Pero no me resultó muy cómoda la postura y no tardé en agarrarla por sus caderas para acompasar el ritmo de mis embestidas… Ana gritaba como una descosida, incluso llegó a estimularse su clítoris con una mano. Esta vez me corrí yo antes que ella, pero seguí hasta oírla gemir de placer intenso.

Entonces caí rendido al sofá, estaba sudando como un cerdo y algo cansado de tanto embestir, pero ella quiso darme el postre y me hizo otra mamada de regalo, aunque esta vez a un ritmo suave.

Cuando terminó nos volvimos a besar y nos abrazamos mutuamente, mientras tanto, se oían los gemidos de Paula y Juan que todavía estaban dándole al tema.

No fue hasta las seis y media de la madrugada cuando empezamos a vestirnos para irnos, Ana me dio su sujetador y anotó en una de las copas su número de teléfono, debía ser de una talla noventa y dos como mínimo, pero no fue lo único, también me regaló su tanga que emanaba una fragancia deliciosa, tal y como me había prometido aquella noche.

Desde entonces, Ana y yo somos novios, y hemos echado ya varios polvazos, aunque ninguno tan intenso como el primero, en cuanto a Juan y Paula también corrieron la misma suerte que nosotros y todavía son novios, pero Mario no duró más de mes y medio con Elena que no soportó que Mario le fuese infiel.

3 comentarios - Cumpleaños feliz con una camarera colegiala.

elchere
excelente relato y muy cachondo
alevd93
jajaja mario pelotudo! le metio de todo, hasta los cuernos!