Gaby, mi recién descubierta cuñada Virgen a los 28- part 2

no se que paso con la primera parte pero Poringa me lo corto antes de terminar :S aqui lo sigo xD

2da parte!

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Se acercó y me dio un coqueto beso en la comisura de los labios. Me encontraba perplejo, en verdad había logrado mi cometido, Gaby se comportaba como una leona en celo, y paseaba su escultural anatomía frente a mí para provocarme como agradecimiento por haberla hecho sentir mujer.


Terminé de preparar el jugo y lo puse en sendas botellas refrigerantes. Salimos a la cochera, subimos a mi auto y salimos con rumbo al club en donde nos esperaban mis amigos. En el camino iba pensando en lucir mi nueva “adquisición” frente a mis ex compañeros de parvulario, sin embargo, si bien confiaba en ellos y sabía que podría contarles cualquier cosa sin correr ningún peligro, siempre existía la posibilidad de encontrarnos con alguna “vieja guacamaya” que pusiera en riesgo todo. Además, pensándolo mejor, para que demonios iría a jugar tenis, si podía ir a jugar volleybol con los balones de mi cuñada. Tomé el celular y marqué a Juan, le dije que tenía que atender algo “urgente” en la oficina y que tenía que salir para allá de inmediato, él atinó a responder:


- ¿En domingo?, nos vas a dejar plantados pinche Toño.


Le dije que lo dejáramos para la próxima semana, ya los resarciría con un buen whisky en la partida de dominó del jueves siguiente. Gaby me miró con cierta preocupación y un dejo de tristeza:


- ¿qué ha pasado? ¿es verdaderamente muy urgente?


- Gabriela: la urgencia que tengo es la de tenerte una vez más entre mis brazos


Di vuelta en U en la siguiente intersección rechinando los neumáticos, alcancé la avenida de los Insurgentes en un par de minutos, y enfilé a toda velocidad hacia la colonia Roma. Al llegar toqué el claxon para que el vigilante abriera, me miró sorprendido y dijo:


- ¡Licenciado Antonio, que milagro verlo en domingo!.


- Tengo que atender unos pendientes don Margarito, pero no se preocupe, usted siga en lo que está. Mire le presento a mi cuñada Gabriela, es hermana de mi esposa.


Que don Margarito me viera entrar con una mujer podía resultar riesgoso, pero al presentarla como mi cuñada, todo se volvía totalmente inocente. Abrió la puerta de entrada y estacioné mi auto al fondo, como siempre. Cortésmente el entrado en años vigilante se acercó a abrir la puerta de mi acompañante, casi se infarta al ver salir al monumento de mujer que se erguía cuan larga era fuera del auto, dio un par de pasos hacia atrás y la miró; yo creo que lo traicionó el subconsciente, porque dijo con voz entrecortada:


- Pero que guaaaapa está usted señorita…


Pasada solo una fracción de segundo, me miró y se disculpó. Gaby agradeció el cumplido con una sonrisa y entramos a la oficina. Don Margarito no podía retirar la mirada del maravilloso culo de mi compañera, y eso creaba más excitación en el ambiente.


Entramos a mi oficina, un privado en el cuarto piso del edificio, personalmente había supervisado la decoración de ese lugar, porque gusto mucho de escuchar música a alto volumen y no quería que el personal se distrajera o molestara en mis largas sesiones melómanas. Mi oficina entonces era un bunker aislante del sonido, ideal para lo que estaba a punto de ocurrir.


Gaby entró al baño, y mientras tanto telefonee a mi esposa, le comenté del cambio de planes y ella preguntó si podía ayudar en algo, le dije que no era necesario, la vería en casa de sus papás para la comida. Preguntó por Gaby, le dije que estaba bien, que ya encontraría con que entretenerse…


Cuando Gaby salió del baño parecía una niña, reconociendo cada espacio en mi oficina, paseando descaradamente su cuerpo por cada rincón, llamando mi atención, al parecer el día de hoy ella quería tener el control de las cosas. Se acercó a mí, me empujó lentamente hacia el escritorio, me senté en él y comenzó a besarme. Mis manos comenzaron a acariciar su cabello, su rostro, su cuello, y al llegar a sus tetas ella se separó de mí y me hizo una negativa con uno de sus dedos, muy lentamente y moviendo su cuerpo cadenciosamente como al ritmo de una canción fue quitando su blusa, quedó de espaldas a mí y yo estaba ansioso por ver una vez más sus hermosas tetas, giró rápidamente, y ahí estaban, cubiertas únicamente por su brassiere, se veían mejor de día, parecían más erguidas que la noche anterior.


Gaby se acercó a mí, y tomó mi cabeza, comenzó a restregar mi cara contra sus pechos, yo intentaba desabrochar a mi eterno amigo, pero en cada intento ella se movía y hacía mi labor imposible; sus manos bajaron a mi ya abultado pene y comenzó a acariciarlo, intenté atraerla hacia mí para restregarlo contra su sexo, pero una vez más se alejó, siguió con su desesperante striptease, giró nuevamente 180º y bajó lentamente las mallas, y me llevé la más grande sorpresa: no llevaba ropa interior, sus nalgas estaban ahí, desnudas, magníficas. Terminó de quitarse las mallas quitándose al mismo tiempo los zapatos tenis y volteó, me miró como una gata en celo y preguntó:


- ¿Te gusto más así, al natural?


- Tú me gustas como sea preciosa.


Volvió a acercarse, la única prenda que llevaba ahora era su brassiere, intenté en vano desabrocharlo una vez más, me hizo poner en pie, hizo que le diera la espalda y comenzó a rozar suavemente sus tetas contra mi espalda, la sensación era indescriptible. Hizo una pausa, y comenzó a besar mi cuello y mis orejas. Giré desesperado, y ella estaba totalmente desnuda frente a mí, sus preciosos pezones lucían erectos, su sexo se mostraba impúdico a mi vista, su perfecta anatomía era un atentado a la cordura.


Yo estaba completamente vestido, intenté quitarme mi playera pero no me lo permitió. Me estaba dando una sopa de mi propio chocolate, la noche anterior la había llevado al extremo de suplicarme que la poseyera, y al parecer esa era su intención en este nuevo capítulo de nuestra recién comenzada historia. Era una excelente alumna, aprendía muy rápido, supe entonces que acababa de encontrar un tesoro escondido, Gaby sería mía durante un largo periodo de tiempo. Decidí doblegarme a sus eróticas intenciones, entregando mi voluntad a la suya, si ella quería provocarme, yo estaba dispuesto a ser la “víctima”.


Gaby se puso en cuclillas, desató las cintas de mis tenis lentamente, los retiró junto con los calcetines y subió lentamente acariciando los vellos de mis piernas hasta llegar al short que llevaba puesto, introdujo sus manos por ambas piernas entre el short y mi piel, hasta casi tocar mi pene que ya estaba más que listo para la batalla. Una vez más se detuvo, ¡demonios!, había creado un monstruo. Bajó sus manos y repitió la operación no menos de 10 veces, me estaba volviendo loco; una de tantas veces tocó mi pene con ambas manos, reaccioné inmediatamente tomando su cabeza y acercándola a mi entrepierna, no ofreció resistencia alguna. Sacó sus manos de entre mi short y lo desabotonó, bajándolo junto con mis boxers de un jalón hasta el suelo. Mi verga quedó ahí, a la altura de su rostro, rebotando como un resorte. En ese punto ella se quedó congelada, sabía lo que quería hacer pero no se aventuraba a hacerlo, levantó la mirada y asentí con la cabeza.


Gaby tímidamente tomó mi pene totalmente erecto entre sus manos, y muy despacio lo llevó a su boca, primero puso la punta en sus labios, los humedeció con su lengua y sentí su roce en el glande, abrió su boca y lo introdujo, como saboreando cada fragmento, sentía la humedad de su cavidad bucal, su lengua lo tocaba parcialmente mientras la iba penetrando. Hubo un punto en el que no pudo más, hizo entonces el recorrido en dirección opuesta, su lengua revisaba una vez más cada resquicio y liberaba lentamente mi pene de su nueva casa. Por mi parte no podía más, creí estar experimentando las mismas sensaciones que Gaby la noche anterior, deseaba desesperadamente penetrarla de inmediato, hacerla mía, con lujo de violencia y pasión, pero ella aún no estaba lista, se quedó durante varios minutos haciendo el primer oral de toda su vida, descubriendo nuevos sabores y sensaciones, reconociendo un terreno nunca antes explorado.


Me quité la playera quedando a su entera disposición, estaba a punto para penetrarla en cuanto ella me ofreciera su sexo abierto de par en par. Acariciaba su cabeza, y ayudaba en el viaje de entrada y salida de mi pene, como podía tocaba sus tetas, me quedaban muy lejos. Quería devolverle el favor, pero sabía que tenía que dejarla tomar la iniciativa.


Una mujer con iniciativa puede ser un regalo de dios; y Gaby se estaba educando en los placeres del sexo, si en ese momento la hubiera tomado para corresponderla, ella hubiese pensado que la mujer se tiene que dejar hacer, pero no es así, la mujer está en posibilidad de hacer cuanto quiera, y su hombre debe estar dispuesto a vivirlo y aguantarlo, en el mejor sentido de la palabra. Estaba entrenando un esparring para el cuadrilátero que es la cama, y ella aprendía de maravilla, se sacaba un diez.


Gaby terminó su tarea, estuve a punto de terminar en su boca un par de veces pero como pude me contuve, ella parecía saberlo, en ambas ocasiones notó como me retorcía de placer y ella aumentaba el ritmo, tenía que detenerla para evitar una catástrofe; ya llegaría el tiempo de terminar en su boca y experimentar toda clase de guarradas, pero aún no, su inocencia era un arma de dos filos y no podía equivocarme.


Se puso en pie y esta vez fue ella quien me guió a una mesa que tengo en una improvisada sala de juntas dentro de mi oficina. Al ir tras ella una vez más quedé maravillado con su portentoso físico, aún desnuda nada temblaba, todo estaba perfectamente en su lugar. Al llegar a la mesa se recostó de espaldas como pudo, el frío de la madera erectó sus pezones. Francamente no veía como poder poseerla en esa posición, la mesa podría ser muy incómoda, entonces la tomé de las piernas, las abrí y la jalé hacia mí quedando ella con la espalda recostada en la mesa, y yo de pie frente a ella con sus piernas abrazando mi cuerpo a la altura de las nalgas.


Quise bajar a besar su sexo, pero ella me contuvo, definitivamente tenía el control de la situación. Con sus piernas me atrajo a su entrada, obedecí como un esclavo, introduje de un jalón mi sexo en su coño, ella emitió un potente grito:


- Ahhhh, ahhhhh


Y comencé mi labor desesperadamente, entraba y salía de ella mientras sobaba sus tetas, pellizcaba sus pezones, jalaba su cuello hacia mí; ella se agarraba los cabellos, prácticamente los jalaba con todas sus fuerzas, me atraía más y más con sus piernas, llevábamos un ritmo increíble, definitivamente estábamos hechos para coger el uno con el otro, su cuerpo se amoldaba a mí como un guante a una mano; me doblé hacia el frente para besarla, supe entonces que era exactamente lo que estaba esperando porque me tomó de la nuca y nos sumergimos en un delicioso beso en el que labios, lenguas y encías se encontraban y se disfrutaban. Mientras tanto seguía penetrándola, quería llegar lo más profundo posible, quería tocar su fondo y dejarle sentir que el único pene que podría concebir en ese lugar era el mío.


Estuvimos así algunos minutos, me detuve, y salí de ella, quiso retenerme con sus piernas pero se lo impedí. La ayudé a levantarse, la hice girar y recliné su cuerpo sobre la mesa. Esta vez sus pechos descansaron sobre la superficie y su culo se mostraba majestuoso ante mí. Acaricie sus nalgas, estaba extasiado, no era posible tanta belleza y sensualidad en una sola persona; me regodee tocando ese enorme trasero, acariciando desde sus muslos, pasando por sus nalgas y llegando hasta su deliciosa cintura e incluso hasta su espalda. Gaby estaba recargada en la mesa, con sus brazos extendidos y lista para la nueva experiencia, me dijo:


- Métemelo ya Toño, no puedo más…


Introduje entonces mi verga totalmente erecta en su sexo, su vagina me recibió maravillosamente, y la penetración fue mucho más profunda que en las dos ocasiones anteriores, pude notar como su excitación crecía hasta niveles inimaginables, Gaby gritaba:


- Más, más, más


En cada embestida su cuerpo brincaba, sabía que le estaba encantando. Comenzó a moverse a mi ritmo, mientras mi verga salía de ella, ella movía su culo en dirección opuesta, y cuando la penetraba, ella lo acercaba y refregaba hacia mí sin piedad. Comencé a trazar semicírculos con mi verga dentro de ella, y entendió muy bien el mensaje porque hizo exactamente lo mismo, era delicioso entrar en ella, éramos una máquina de coger perfectamente ajustada, sus movimientos estaban en directa proporción a los míos y su goce estaba ligado absolutamente al mío.


En cierto momento me detuve, y ella lejos de quedarse contenta con mi decisión siguió moviéndose con la misma intensidad, mi verga se convirtió en una suerte de asidero de su coño, y ella misma hacía que entrara y saliera a gran velocidad con sus movimientos. Era una sensación indescriptible, tenía ese monumento moviéndose para mí, agitando su delicioso culo en todas direcciones sin perderse de mi pene; mi eyaculación era inminente, pero tenía que esperar a que ella terminara, no sabía si lo lograría. Siguió moviéndose como una licuadora, estaba como poseída, sus gritos retumbaban en las cuatro paredes de mi oficina:


- Más, más, quiero sentirte más adentro


Ante tan impactante espectáculo supe que no podría aguantar más, y empecé a contraer mis músculos para dejar ir toda mi energía en un flujo de semen en el interior de mi cuñada; para mi fortuna, Gaby comenzó a moverse con mayor intensidad, y dos o tres embestidas después comenzó a gritar sin tapujo alguno:


- Antonio, Antonio, que rico coges, q u e r i c o c o g e s….


Ese fue el acabose, dejé ir todo mi semen a su interior, ella dejó de moverse en el momento justo en que mi última gota me abandonaba y se integraba a sus flujos vaginales, fue apoteósico, era la segunda vez que hacíamos el amor y terminábamos simultáneamente. Se de cierto que la mayor parte de las parejas nunca logran esta hazaña en toda su vida en común, y Gaby y yo lo habíamos logrado sin siquiera proponérnoslo.


Caí rendido encima de ella y comencé a besar su cuello y orejas. Ella ronroneaba como una gata y me dijo con voz muy queda:


- Que rico, no quiero que esto termine nunca.


Yo sabía que a partir de la noche anterior había ingresado en un intrincado laberinto que probablemente me llevaría a una tragedia; después de todo estaba tirándome a la hermana de mi esposa. El riesgo era inminente, si mi mujer se llegara a enterar no solo se sentiría traicionada por su esposo sino también por su hermana, y este sería un golpe brutal en su vida; tan solo de pensar en mis suegros, que desde que me conocieron me abrieron las puertas de su familia y me hicieron sentir como un hijo más o en mis padres que seguramente se sentirían decepcionados por mi conducta. Sin embargo nada de eso importaba ya, me había subido a un veloz tren que no tenía destino fijo y que podía descarrilar en cualquier momento y estaba dispuesto a asumir las consecuencias cualesquiera que fueran, si en el proceso podía disfrutar del delicioso y virginal cuerpo de Gabriela.
Al llegar a casa de mis suegros para comer, mi esposa plantó un efusivo beso en mis labios, y al saludar a mi cuñada, noté como su rostro de mostrar una enorme sonrisa revelaba una incipiente molestia:


- Qué raro Gaby, hueles a la loción que Toño acostumbra usar.


Había cometido mi primer y gravísimo error, por la mañana me había literalmente bañado en Fahrenheit, y después de restregar mi cuerpo al de Gabriela durante un par de horas, el suyo había absorbido mi aroma como si sus poros hubieran actuado como tubos capilares. Traté de mantener la calma en espera de la respuesta; mi cuñada, con una tranquilidad pasmosa y una desfachatez a toda prueba comentó:


- Ja, después de bañarme vi el frasco en tu cómoda y se me antojó, así es que me la puse en todo el cuerpo, me gustó mucho, está deliciosa.


¡Pero que descaro!, definitivamente Gabriela estaba mostrando una nueva faceta de su personalidad, acababa de inventar a bote pronto una mentira totalmente creíble para sacarnos del problema. Supe entonces que para seguir con nuestro erótico juego debería tener mucho más cuidado, lo que había ocurrido ese día podría despertar en mi mujer sospechas innecesarias que de repetirse constantemente acabarían por tirar el teatrito que había levantado en menos de 24 horas.


La comida transcurrió sin sobresaltos. Los padres de mis mujeres estaban sorprendidos con el cambio de apariencia de su hija mayor, su mamá comentó que ya era hora de comenzar a vestir como una mujercita, Gaby mi guiñó un ojo y le dijo:


- Si mamá, esto de ser una mujercita me está gustando mucho. Creo que se lo debo a mi hermana.


Mi mujer sonrió satisfecha, todos parecían muy contentos con el reciente cambio de look de Gabriela.


En los días posteriores tuve que salir en viaje de trabajo fuera del país, por más que intenté cancelarlo no fue posible, no quería que las cosas con Gabriela se enfriaran y que a mi regreso nuestra situación hubiera cambiado. Por la mañana, tarde y noche llamaba a mi esposa para ver como iba todo por la casa, pero durante todo el día enviaba mensajes llenos de lujuria a Gabriela.


Dicen que el teléfono celular es el principal implemento con el que una esposa puede descubrir una infidelidad, pero eso no me iba a pasar a mí. Antes de salir de viaje, en el aeropuerto, compré un teléfono de prepago, extraje el chip y lo guardé en un pequeñísimo compartimiento secreto de mi cartera. Cada que enviaba un mensaje a Gabriela, extraía el chip de mi número original, que afortunadamente salía con suma facilidad, ingresaba el chip de mi “hot line” y leía y enviaba mensajes, acto seguido reintegraba el chip original y guardaba el otro en mi cartera. Era un proceso largo y tedioso, pero era la única forma de no dejar rastros de mis conversaciones con Gabriela; decidí también no usar ese número para hacer o recibir llamadas, ya que mi mujer podría tenerlo a su alcance en cualquier momento e hilar con mucha facilidad los hechos. Si Gabriela me hablaba tendría que hacerlo a mi teléfono personal, y yo podría entonces contestar con toda confianza, y si yo llamaba a mi cuñada, podría hacerlo con toda inocencia. El único riesgo era que mi mujer descubriera el chip en mi cartera, cosa poco probable porque yo mismo tardé en descubrir ese espacio varios días después de comprarla.


En mi primer mensaje a Gabriela, escribí:


- Hola leoncita. Soy tu amante bandido. Para seguir esta comunicación debes prometerme: no utilizar mi nombre real, no llamarme a este número y borrar este mensaje de inmediato.


Unos segundos después ella respondió:


- Está bien León. ¿Cuándo voy a volver a verte? Estoy ansiosa por sentirte otra vez.


El teléfono celular se convirtió en un inmejorable aliado para mantener muy caliente mi relación con mi cuñada. Nuestras conversaciones por mensaje subieron de tono, al punto de que tuve que masturbarme hasta dos veces en un día pensando en ella. Pasaron los larguísimos días y pude regresar a casa, después de haber resuelto algunos conflictos con proveedores en el extranjero.


Mi esposa se ofreció a recogerme pero yo tenía otros planes, mi vuelo arribaría a las 3:00 PM, le dije que tenía que atender a un cliente a las 4:00 cerca del aeropuerto y llegaría por la noche a casa. Cuando colgué el teléfono, mandé un mensaje a Gaby con el siguiente texto:


- Hoy serás mi Escort, ve al Camino Real Aeropuerto, a las 3:30 de la tarde. Pide por la suite del Ing. Pedro Segura, y espérame unos minutos.


Ella respondió:


- De acuerdo Leoncito


Esperaba que esta nueva argucia funcionara como las anteriores, era común que para recibir clientes del interior de la república o del extranjero reserváramos en hoteles cercanos al aeropuerto, de esa forma, no perdían tiempo en traslados, los teníamos muy cómodos, y en ocasiones, cuando de negociaciones importante$$$ se trataba, contratábamos servicios de acompañantes para “entretener” a nuestros cansados hombres de negocios. El Camino Real era nuestro consentido, ya que tiene un puente que te conduce directamente al aeropuerto, muy buenas instalaciones, y ciertos elementos del personal del hotel se habían convertido por así decirlo en nuestros amigos, además de tener una tarifa preferencial. Todo lo anterior estaba perfectamente justificado y documentado en la contabilidad de la empresa, así es que además de todo, haría mi inusual aventura “deducible de impuestos”.


Llamé al hotel y pedí una reservación a nombre de la empresa para el Ingeniero Pedro Segura, pedí hablar con el responsable de turno y le dije que antes del Ingeniero llegaría una representante nuestra y que hiciera el favor de entregarle la llave, además, pedí el número de habitación que asignarían; escuché una risita cómplice al otro lado del teléfono y no pude más que sentirme satisfecho por disponer de los medios necesarios para llevar mi aventura de la forma más segura posible.


En el aeropuerto de Dallas estaba muy emocionado, decidí comprar un perfume para mi hermosa leoncita y que mejor que la parte femenina del Fahrenheit: Poison; entré a una tienda Duty Free y compré el perfume, pedí que lo envolvieran para regalo y al pagar noté una sonrisa coqueta en la vendedora que me preguntó:


- Is it a gift for your loving wife?


Y yo, en un tono totalmente natural respondí:


- No, it is for my beautiful and horny lover…


La muchacha sonrió nerviosa y no atinó a decir una sola palabra más. Salí de la tienda con una enorme sonrisa, en realidad Gabriela había implementado un cambio en mi personalidad, de ser un tipo más bien tímido, me había vuelto extrovertido e incluso sugestivo; la semana que estuve fuera del país, en más de una ocasión me encontré sonriendo o platicando con mujeres desconocidas, e incluso salí a cenar un par de veces con la directora de ventas de uno de nuestros proveedores, una gringuita de larga cabellera rubia y lindo cuerpo; estaba seguro de que pude haber acabado en la cama con ella, pero no podía quitarme a Gaby de la cabeza. Nunca había sido infiel a mi mujer, de hecho me sentía muy afortunado de haber encontrado una mujer tan hermosa, y ahora que lo era, no podía ser infiel a mi amante: que paradoja.


Durante todo el trayecto sentía la opresión en el estómago del primer amor, en realidad tenía la certeza de no estar enamorado de Gabriela, lo que experimentaba era un deseo profundo de posesión. Deseaba poseer a Gabriela como el pobre desea poseer dinero, como el que cultiva tierra ajena desea poseer la propia, como el hambriento desea comida. En solo un par de días Gabriela se había convertido en el centro de mis pensamientos: una obsesión.


Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México fui el primero en salir del avión, prácticamente corrí al carrusel del equipaje, esperé con cierta desesperación a que mi maleta apareciera, y como siempre sucede, mientras más prisa tienes de salir del maldito aeropuerto, resulta que tu maleta es la última en aparecer, después de que el resto de los pasajeros del mismo vuelo salieron y te miraron con cara triunfal. Tomé mi maleta y salí corriendo a migración, pase los trámites de rigor, el semáforo en la aduana, y para mi mala suerte me tocó en rojo.


- C h i n g a d a m a d r e


Los tipos de la aduana revisaron meticulosamente mi maleta, llena de ropa sucia, insistían en encontrar algo, como si de un narcotraficante se tratara, o quizás de un contrabandista de joyas o de especies, que se yo. Me parece que vieron en mí la desesperación de salir cuanto antes, y eso me convirtió en blanco de la revisión. En fin, los nervios me estaban traicionando y no podía permitir que Gabriela me viera así, necesitaba tranquilizarme, mi conducta tendría que ser plenamente controlada.


Salí del aeropuerto, atravesé el puente hacia el hotel, llegué al lobby, prácticamente iba corriendo. No quería que nadie me reconociera, si bien no era un lugar que frecuentara, ya he dicho que algunos empleados me conocían. Fui directamente al elevador, piso 6 habitación 609.


- Carajo, que buena suerte, no podía haber sido un mejor número.


Llegué a la habitación un tanto agitado por la carrera, hice una pausa para recomponerme y toqué 3 veces: tac tac tac. Nadie respondía, eran pasadas las cuatro de la tarde; volví a tocar: tac tac tac. Esperé unos segundos, Acaso sería posible que Gabriela no hubiera asistido a nuestra cita, o peor aún que se hubiera cansado de esperar y se hubiera ido molesta por mi retraso. Maldición, maldito aeropuerto, maldita migración, maldita aduana; el enojo subía a mi cabeza en un torrente de adrenalina y bilis combinado que sabía me haría estallar en cualquier momento. Insistí sin éxito, Gabriela no estaba detrás de la puerta, la aventura no continuaría el día de hoy.

Enfilé al elevador bufando de coraje y mentando madres en voz baja. Metros antes de llegar, escuché el timbrazo y vi salir una maravillosa imagen: Gabriela, lucía un vestido gris con rayas en colores obscuros de alguna tela que lucía muy elástica, la parte superior se ceñía perfectamente a su busto, sus pechos se levantaba majestuosos por debajo de la tela; la parte inferior le llegaba solo por debajo de sus nalgas, casi a medio muslo, dejando al descubierto sus portentosas piernas morenas, como la noche de nuestro primer encuentro, sin medias; y sus zapatos, sus zapatos la hacían lucir increíblemente sexy, se trataba de zapatillas de tacón alto, con tiras que se amarraban alrededor de sus piernas, justo por debajo de sus rodillas. Llevaba su cabello suelto y le llegaba por debajo de los hombros. De plano parecía una escort, pero de las que salen en las películas, que te imaginas que esas mujeres no son reales, que seguramente están en otro plano de la existencia.

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espero que este tambien lo hayan disfrutado y en seguida les guindo la tercera parte, que creo que seran 4 :S jejej

saludos desdee venezuela!!

P.D espero que P! no me corte este tambien ggggrrrrr

6 comentarios - Gaby, mi recién descubierta cuñada Virgen a los 28- part 2

infimo
seguramente se te corta debido a lo extenso, imagino que hay cierta cantidad de caracteres que no puedes exceder
carmenmelo
jejejeje
tambien esta buenoo
y tambien tienes que subir una foto de tu cuñadaa
jodidio16
Genial esta historia me tiene mal