Todo empezó en Roma

Con la pija erguida, todavía en la boca empapada de semen de Sofía, Pedro se incorporó, se la quitó y se puso a espaldas de ella, la alzó de las nalgas y comenzó a lamerle los labios de la vagina. Estiró su lengua y con un movimiento arriba abajo, lentamente primero, subiendo el ritmo con cada suspiro de Sofía, comenzó a chupársela. Metió la punta de su lengua entre los labios, se puso saliva en el dedo medio y casi al instante comenzó a tocarle los alrededores del ano con movimientos circulares, acercándose cada vez al precioso agujerito. Notó que ella se excitaba más y más, despidiendo un líquido dulce de sus labios vaginales. Con su bigote cosquilleaba la conchita de Sofía y eso la calentaba al punto se hacerle soltar un suspiro con una pequeña risita. Al mismo tiempo le introdujo toda la lengua en la vagina e inició una penetración anal con su dedo mayor. Agitando su lengua notó que su dedo ingresaba cada vez más fácil hasta llegar a meterse todo en el culito. La verga de Pedro estaba dura como un caño de metal, y transpirada como si le hubiera hecho hacer gimnasia con una toalla. Quería penetrarla sin esperar un minuto más. Sofía estaba arrodillada, con su torso recostado en la cama, mostrándole todos sus agujeros, sus cachas, la raya y todos sus 19 años. Pedro se arrodilló detrás de ella, puso la punta de su pija entre los labios, comenzó a pasarle la punta por todo el labio, de arriba para abajo. Cuando frenó y se dispuso a introducírsela Sofía se levantó y se tiró sobre la cama, boca arriba. Juntó sus piernas, se las agarró con sus brazos y se las llevó al pecho, quedando su conchita y su colita como a 45 grados, perfecto para cogerla por cualquiera de los dos lados. Pedro saltó sobre la cama, apoyó la punta otra vez en la vagina. Sofía se la tomó nuevamente con la mano, dándose vuelta, poniéndose en cuatro y comenzando a chupársela otra vez. El pito de Pedro estaba rojo fuerte, caliente como una bombilla con los primeros mates, mojada, transpiraba sexo. Después de un minuto de chupada feroz, Pedro se la sacó y velozmente se puso atrás de Sofía. Cuando se la iba a meter finalmente, Sofía bajó la cola y le negó la penetrada. Le confesó que era virgen de ambas entradas y que así quería seguir. Pedro no lo entendía pero la chupada que le dio para compensarlo le hizo olvidar esa confesión. Había notado que los labios eran demasiado perfectos como para una chica que la mamaba con tanta experiencia. Se excitó como nunca, su corazón latía al doble de su ritmo normal, sintiendo como del interior de su cuerpo avanzaba el semen como un torrente, un torrente que finalmente se descargó en la boca de Sofía. Otra vez lo succionó para sacarle hasta la última gota. Se lo limpió con la lengua y con los labios hasta dejarlo casi seco, con un poco de saliva nada más. Se vistieron y salieron d excursión.

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