Mi Tía, mi amigo y yo (Episodio 4)

Hace tiempo que con Julio veníamos planeando la fiesta de cumpleaños de la yegua de mi Tía, en ese año cumplía 38, lo recuerdo porque acababamos de cumplir 18.

Unas semanas antes decidimos que ese día debía ser inolvidable. Para ello nos pusimos manos a la obra a pensar en algo que nos calentara al grado máximo. Coincidía con Julio que no habría nada más excitante que Tía se tragara nuestra leche, pero no sabíamos cómo realizar esa fantasía. Poco a poco el plan estaba perfilado.

Aprovechando nuestra calentura adolescente y la gran cantidad de pajas que nos hacíamos decidimos recolectar nuestra leche abundante durante días. Así cada tarde, cuando nos quedábamos sólos, nos perdíamos en algún lugar escondido al resguardo del calor y como acostumbrábamos nos masajeábamos las pijas mutuamente imaginando el destino de la leche, así, muchas veces de pie y mirándonos fijamente a los ojos sin decir nada, cada uno pajeaba al otro, despacio hasta desagotar esas vergas hinchadas y hambrientas de sexo. A veces nos hacíamos hasta 3 pajas cada tarde, entre cada una descansábamos y fumábamos. A veces nos ayudábamos mutuamente con nuestras bocas babeantes. Nos mamábamos mutuamente con el fin de acelerar el proceso, una vez que teníamos la leche caliente en nuestras mandíbulas, la escupíamos en el recipiente que destinábamos a reunir nuestra cosecha.

Al cabo de los días teníamos casi medio litro de semen joven que guardábamos cuidadosamente en la heladera.


Y llegó el gran día. Nos levantamos desnudos y excitados como nunca, al llegar a la cocina, vimos a mi Tía ansiosa y especialmente puta, llevaba un tanguita negro de hilo dental y tacones altísimos de yegua puta, fumaba mientras nos preparaba el café negro y humeante. La abrazamos cariñosamente, Julio por delante y yo por detrás, estuvimos un ratito así, cuidando de que la muy zorra sintiera nuestras pijas a punto de reventar, en la concha y en el orto. Disimulaba como si no notara absolutamente nada.

Al llegar el mediodía y acabar de comer con abundante vino, trajimos nuestro "regalo": un pastel de frutillas que habíamos comprado y nuestra "salsa" para endulzar aún más las frutillas que habíamos batido cuidadosamente con azúcar, el aspecto era realmente apetitoso. Lo acompañamos con una botella de champagne helado.

La putona barata estaba emocionada que sus dos "sobrinos", así nos llamó, hubieramos tenido semejante detalle para con ella.

Cortamos el pastel y embadurnamos las porciones de salsita espesa y blanca como la leche...

No puedo describir lo que sintió a probar ese néctar, sus ojos se pusieron vidriosos como adivinando de qué estaba hecho ese manjar delicioso, nosotros también lo saboreábamos ansiosos ya que no nos sorprendía ese sabor agri-dulce. Esta enloquecida, se chupaba los dedos y quería que le pusieramos más "salsita", a tal punto que en un momento sólo quizo beber con una cucharita nuestro néctar en forma de sirope. Era hermoso ver como se tragaba el semen espeso, disfrutándolo, dejándolo caer sobre las comisuras de sus labios y con su lengua rebanando cada gota, sus tetas estaban hinchadas y ni hablar de nuestros vergones. Era un espectáculo inolvidable, los tres desnudos y excitados, bebiéndo leche de los ultimos 15 días.

No dijo que le diéramos la receta, que quería prepararla siempre, le encantaba y le recordaba un sabor que no podía ahora concretar, con Julio nos mirábamos de manera cómplice. Al hablarnos era alucinante ver como su lengua permanecía blanca de la leche que se estaba tragando, a veces le costaba que pasara por su garganta pero se esforzaba mientras se relamía. Limpió con su lengua el recipiente si dejar ni una sola gotita, mirándonos entre divertida y caliente.

Fumamos y tomamos un café en la penumbra de la cocina, intentando que el calor de afuera no penetrara en ese santuario.
Luego decidimos acostarnos los tres juntos para no romper esa magia que se había creado. El champagne y el vino, sumado al delicioso postre nos había sumergido en una atmósfera de ensoñación. Tía había bebido demasiado y era hermoso verla desde atrás desnuda y en tacones como se tambaleaba al dirigirse al dormitorio, detrás la seguíamos nosotros con nuestras pijas a punto de explotar y soñando con que ese podía ser un gran día.

Ella se acostó en el medio, y a los poco minutos estaba sumergida en un profundo sueño. Con Julio inmediatamente supimos que hacer. La boca de mi Tía permanecía semiabierta y húmeda como pidiendo que le introdujéramos el nabo en su mandíbula babeante.

Sigilosamente y sin apenas movernos,acercamos las cabezas de nuestros miembros como estacas. Frotamos la punta, una con la otra encima de su boca, lentamente pero de manera firme, estaban muy lubricada. Era tremendamente excitante esa imagen, ela dormía, pero parecía aguardar su regalito de cumpleaños. Seguimos así, punta contra punta, cabeza contra cabeza, frotándonos y mirando su boca entreabierta. La leche empezó a brotar de ambas vergas de manera suave y abundanete, la eyaculación fue larguísima ya que cuidabamos que cayera de a gotitas para no despertarla. Ella apenas movía su boca, imperceptiblemente se iba tragando toda nuestro néctar caliente. ¿Dormía o simulaba? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que no quedó ni una sola gota fuera de su boca.

Al despertarnos de la siesta, nos dijo que quería que le preparáramos esa "salsita" muchas veces más.

1 comentario - Mi Tía, mi amigo y yo (Episodio 4)

patyjuan69
excelente amigo a ver cuando pones fotos de tu tia pero grandes y claras