La puta de mi mujer

Desde luego mi mujer no es muy adicta al sexo. Cumple con su débito matrimonial normalmente, se corre o lo simula, y pare usted de contar. Algunas veces llega tan pronto al orgasmo que se descubre con toda claridad, ya que una mujer que sea tan rápida es una calentona que está dispuesta a otro, y otro... y ella, en cambio, a los poco movimientos se queda quieta dejándome "in albis". Y yo creo que la culpa es mía. Pese a que de novios nos echamos bastantes polvos, todos fueron, como vulgarmente se dice, a salto de mata, desparramando la vista a todos lados por si alguien llegaba y nos interrumpía, ya que lo hacíamos en los sitios más inverosímiles e insospechados, por ejemplo, tras de unas rocas en días de excursión, en una oficina vacía por las tardes, pero en peligro de que llegara alguien, en algún callejón oscuro y solitario, incluso dentro del mar, cosa harto difícil, separados de la playa pero casi a la vista de los bañistas.

En fin, que aprovechábamos cualquier ocasión, pero en realidad gozábamos poco y solo apagábamos algunas veces las calenturas. Principalmente yo pues ella, casi siempre, quedaba frustrada. Cuando nos casamos yo fui muy inexperto y me dediqué a hacer las cosas por la vía normal, sin mucha imaginación, así que cuando intenté darle por detrás sin haber dilatado previamente el orificio, se quejó y abandoné. Cuando quise que me la chupara y dejé que se tragara mi semen, surgieron los inconvenientes al decir que le daba asco. Yo no realizaba mucho el calentamiento previo y así salían las cosas. Es una extraordinaria mujer a carta cabal, que me quiere profundamente y es incapaz de la más mínima infidelidad, pero que ha caído casi en la frigidez por mi inexperiencia y ahora yo no puedo despertar su libido.

Un día, tomando unas copas, hablé del tema con mi amigo Paco, en esos momentos que exponemos nuestra vida sin tapujos ante el compañero. Y Paco me comprendió. Es un buen amigo pero nadie lo hubiera creído cuando me dijo muy serio:

- Para que tu mujer despierte, si es que todavía tiene remedio, debería tirármela yo.

Entonces me montó un plan maquiavélico que a duras penas y tras varios días de pesar los pros y los contras, acepté como último recurso. A grandes males, grandes remedios. Aquella noche estábamos en la cama leyendo. Mi mujer advirtió que la bombilla de la lámpara de su mesilla de noche estaba fundida, por lo que se arrimó a mi para aprovechar la luz de la mía. Yo la toqué un poco.

- ¿Qué te pasa... quieres jaleo?. ¡Apaga la luz! - dijo.

Mi mujer hace el amor a oscuras. Apagué la luz, le hice un par de caricias y me levanté al baño, donde le día el relevo a Paco, desnudo, tras haber usado mi pasta dentífrica y perfumarse con mi colonia habitual. Le dí el pijama y entró en la alcoba.

- ¡Que perfumado! - exclamó ella.

Sentí el ruido del somier y respiré en la seguridad de que mi mujer no podría encender de improviso la luz de la mesilla de noche, pues yo me había encargado de fundirla por la tarde. La cama comenzó a crujir, a escucharse rumor de cuerpos, besos y un comienzo de gemido muy bajo, cosa que se prolongó bastante. Yo escuchaba desde la puerta y tenía una erección que causaba hasta dolor.

- ¡Ignacio, como estás hoy! - decía ella, revolviéndose en prolongados estremecimientos, hasta que dijo - ¡Déjame poner encima!.

Mi mujer prefiere ponerse encima para moverse a gusto. En el acto pegó un chillido y comenzó a moverse y a llorar como cuando tiene el orgasmo, o lo simula. Luego un golpe fuerte en la cama y pronto tuve a Paco a mi lado. Me entregó el pijama y se metió en un cuarto que hay junto al baño. Lo hizo bien, pues enseguida apareció mi mujer que me vio abrazado al pijama y la polla en posición de presenten armas.

- ¿Todavía estás así? - exclamó.

Sonrió, se lavó sus partes en el bidet, me dio un beso muy fuerte y una suave caricia en el pene y volvió a la cama. Cuando la seguí, después de haberme masturbado furiosamente, ya estaba dormida. Entre sueños, oí como Paco salía de la casa cautelosamente.

- Después de esta exploración, a tu mujer solo le falta una noche para que te quede a punto de caramelo - me dijo Paco en el bar - ¡Y anoche se corrió de verdad!.

El argumento se repitió por la noche punto por punto, hasta que Paco entró en la alcoba. Entonces lo seguí y me quedé a los pies de la cama. Los besos y gemidos comenzaron enseguida y se percibía un inquietante ambiente y un olor a lujuria. Estuvieron mucho tiempo excitándose y mi mujer se calentaba cada vez más, lo que observaba por sus roncos ronroneos. De pronto dijo:

- ¡No, por ahí no, ya te lo he dicho otras veces...!. ¿Y ahora, qué quieres hacer ahí abajo...me vas a meter la lengua? - comenzó a respirar fuerte - ¿Ahora el dedo...no ves que no entra?. Que me irritas... bueno, prueba despacio con la lengua y el dedo... sí, ya entra la puntita... sigue despacio... el dedo va entrando... un poquito más... ya entra... ya entra... ¡No, esa cosa no... esa sí que no entrará... aaah... despacito... muy despacio, empuja despacio... así, así... empuja que ya va entrando... así... aaah...!.

Y aquel fue el momento en que Paco la envainó por el culo hasta el fondo. Me senté al borde de la cama para sentir el violento movimiento de aquellos dos cuerpos, como si también participara.

- ¡Que bueno, que bueno... lo que me había perdido... sigue empujando... sigue!.

Mi mujer ya estaba desatada, entregada total. Yo no podía ver, pero olía su sudor, percibía su anhelante respiración, oía sus gemidos. Alargaba el brazo y tocaba carnes sudorosas y me corría en un chorreo incontenible mientras sentía como latigazos en las sienes. Paco ya lo tenía claro. Le había metido ahora la polla en la boca, pues la oí chupando con ansia, y luego se corrió sobre sus pechos, pues ella decía con frases que no prodigaba mucho:

- ¡Así, tu leche en mis tetas, así... así...!.

Le volvió a dar por el culo, la jodió por todas partes y cuando la tenía gimiendo agotada, se levantó y seguido por mí, se fue al cuarto junto al baño. Yo esperé largo rato la llegada de mi mujer, pero no lo hizo y observé que había encendido la lampara de mi mesilla de noche. Entré en la alcoba y allí estaba ella esperándome, abierta de piernas sonriendo, despeinada y con grandes manchurrones en la cara del semen de Paco, humedades de su sexo, leche de Paco en todo su cuerpo que relucía, y que se mezcló con leche mía, pues me lancé sobre ella y le eché el más maravilloso polvo de mi vida. ¡Y a plena luz!. Desde entonces soy feliz y jamás mi mujer ha vuelto a necesitar motor de arranque para empezar a joder por todas partes. Es más, ella casi siempre toma la iniciativa.


La puta de mi mujer

5 comentarios - La puta de mi mujer

davi_manya
Ja precisaba una buena cogida, cosa que vos n podias darle! Ese es el tipo de mujer qe si te la cojes bien te hacen de todo, si en algun momento se da cuenta que no fuistes vos preparate xq te va a llenar de guampas x las pijas qe se va a comer 🙎‍♂️ Buen relato!
complice69
Que rico!!! haberla complacido tanto y vos estando bien cerca!!
ikkki
wow!!!! buen relato... +5
qoqopelado
Muy bien, esa treta tambien la utilizé con mi mujer, ha tenído mucho exito, ahora esta insaciablemente puta!!!