Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Parte

"Vámonos Carlos, pide un taxi y volvamos al hotel, por favor" – la noté crispada, impaciente por acabar aquella velada; No quise insistirle mas y comenzamos a caminar hacia la entrada principal, bordeando el edificio y dejando a un lado la entrada a la discoteca.
El silencio se tornaba incómodo por momentos, no sabía como arrancar una conversación; María caminaba a mi lado con los brazos cruzados mirando al frente, muy lejos.
Las imágenes se me venían a la cabeza como ráfagas, ¿cómo era posible que hubiera llegado tan lejos? No tenía ninguna intención de hacer algo así, jamás se me había pasado por la cabeza engañar a María y sin embargo acababa de hacer el amor con Elena, sobre el césped, como un adolescente.
La preocupación por encontrar la forma y el momento de contárselo se veía distorsionada por la reacción que mi cuerpo manifestaba ante los recuerdos. Si me arrepentía de algo era de no haber tenido ocasión de reposar junto a ella, de desnudarla y hacerla le amor largamente.
Llegamos a la recepción sin hacer dicho una sola palabra; No había nadie y aun tardaron un momento en atender nuestra llamada; mientras tanto María daba pasos sin rumbo por la recepción mirando al suelo con los brazos aun cruzados.
"¿María, qué ha pasado?" – Se detuvo y volvió sus ojos hacia mi, su mirada era fría, estaba llena de preocupación.
"Buena pregunta, ¿Qué ha pasado? Dímelo tú porque creo que también tienes cosas que contar ¿no es cierto?" – su tono no denotaba enfado pero si exigía una respuesta, María intentaba reprimir sin demasiado éxito su enfado aunque yo no lograba saber si era debido a mi comportamiento con Elena en el baile o a lo que hubiera podido suceder con Pablo. Aun así, una chispa de peligro se encendió en mi cabeza, me sentía culpable y aunque en ese momento no podía saber que me había visto en el césped con Elena, mi culpabilidad me quitaba espontaneidad.
"¿Qué quieres decir?" – acerté a preguntar sin mucha decisión, me sentía inseguro y temía que María, que me conoce muy bien, lo notara.
"Os he visto" – la frase cayó como una bomba; No debía precipitarme, aun no sabía lo que en realidad había visto, pero si la peor de mis hipótesis se confirmaba se avecinaba una discusión como jamás habíamos tenido; por un momento imagine la impresión que le habría causado verme sobre Elena haciendo el amor con ella en el césped; Otra posibilidad es que no hubiera llegado a tanto y solo nos hubiera visto tonteando en el césped. Pero no lo sabía. Intenté ganar tiempo.
"Me has visto, bien, y yo a ti, ambos nos hemos visto y desde luego no parecías molesta" – María se detuvo y se volvió hacia mi.
"Te he visto tumbado con ella en el jardín, acariciándola, yo buscándote y te encuentro así" – aun no tenía la seguridad absoluta, pero todo apuntaba a que no me había llegado a ver follando.
"Pues estamos igual, yo salí a buscarte, de pronto no os vi en el baile y me preocupé…" – María me interrumpió irónica
"Ya veo yo que preocupación tenías"
"¿Estás celosa?"
"No Carlos, no estoy celosa, estoy enfadada, no quería llegar a esto y tu me has empujado…" – la llegada del personal del hotel detuvo nuestra discusión.
Pedimos un taxi y nos dirigimos a la discoteca a recoger nuestras cosas, en silencio, sin pronunciar una sola palabra, recorriendo el camino mas largo que jamás he hecho, devanándome los sesos buscando la frase que rompiera el hielo que nos separaba.
Estábamos en el guardarropa cuando apareció Pablo que nos había visto desde la pista, Elena le seguía unos pasos por detrás, de nuevo ninguneada por él.
"¿Qué pasa, no me irás a decir que te vas?" – se dirigía a María y su expresión rozaba la desesperación, le miré en silencio antes de contestarle.
"María no se encuentra bien, hemos pedido un taxi, no te preocupes"
"Pero Carlos, no hace falta, ya te dije que tengo reservadas dos habitaciones"
María se volvió hacia mí, furiosa y no intentaba ocultarlo.
"¿Cuándo pensabas decírmelo?" – me sentí tremendamente violento por esta escena delante de ellos, lo ultimo que quería es que descubrieran nuestro juego.
"María, cálmate, lo había olvidado… no le di importancia" – Elena y Pablo nos miraban sorprendidos, yo intentaba zanjar la discusión antes de que fuera demasiado tarde. Pero ella estaba encendida.
"No, si es por hacerme una idea de cuales eran vuestros planes" – todos nos mantuvimos en silencio ante este arranque de genio, entonces María zanjó la bronca – "Venga vámonos" – tomó el bolso de la repisa del guardarropa y comenzó a caminar hacia la salida, entonces se detuvo, se volvió a Elena y se despidió de ella – "Lo siento, no ha sido la mejor manera de conocernos" – Elena le respondió algo breve que no alcancé a escuchar, María le dijo adiós a Pablo sin acercarse y continuó caminando sin esperarme. Los tres no miramos intentando excusarnos sin palabras y la seguí.
Al salir al jardín tuve que acelerar el paso para alcanzarla.
"María, espera, espera por favor" – cuando logré ponerme a su altura intenté detenerla pero retiró mi mano con una brusquedad que me sorprendió.
"¡Déjame en paz!"
"¡Te equivocas, por favor, escúchame!" – inesperadamente se detuvo y se enfrentó a mi.
"¿Qué mas sorpresas me teníais preparadas? ¿Cuándo me pensabas decir lo de las habitaciones, antes o después de que Pablo me quitara la bombacha?" – miré a mi alrededor preocupado por si alguien nos estaba escuchando, ella detectó mi mirada y continuó atacando – "¿Ahora te preocupas por lo que pueda alguien pensar de tu mujer? ¿un poco tarde, no?" – continuó andando decididamente hacia la entrada principal; Divisé un taxi que llegaba en ese momento y que se detenía en la entrada, María se dirigió a él y se montó dejando la puerta abierta, cuando llegué, le di el nombre de nuestro hotel y partimos en silencio.
Hubiera querido poder seguir hablando con ella, explicarle que todo había sido un malentendido, pero el taxi nos privaba de la intimidad necesaria. Hicimos todo el camino en silencio, en mi cabeza bullían las imágenes, María entornando los ojos mientras Pablo besaba su cuello, el roce del vientre de Elena en mi sexo, el olor de su pelo, sus pechos desnudos tendida en el césped, el calor tibio de su sexo, María vencida en el banco del jardín y Pablo sobre ella…
Entramos en el hotel y pedimos la llave en recepción; Si durante el trayecto había deseado hablar con ella, ahora un sentimiento fatalista me dominaba y me rendía ante los hechos: María estaba enojada conmigo como jamás lo había estado y a mi me faltaban argumentos creíbles incluso para mi mismo,
Cerré la puerta tras de mi mientras la miraba avanzar hacia el interior de la habitación; No podía dejar de admirar su forma de andar, esa suave danza ondulante de sus caderas. Se descalzó sin agacharse, elevando alternativamente sus piernas y dejando caer sus zapatos en desorden, se mantenía de espaldas a mi y al no sentirme entrar se volvió, sus ojos fríos se clavaron en los míos.
- "¿Te vas a quedar toda la noche ahí?"
Se volvió de nuevo sin esperar respuesta y empezó a desprenderse del vestido, yo avancé hacia el sillón y empecé a desnudarme. Eran casi las cuatro de la madrugada y a pesar del exceso de alcohol estaba totalmente despejado, necesitaba una ducha pero no era el momento para proponer una ducha conjunta. María se dirigió hacia el baño tan solo con el tanga puesto y cerró la puerta tras de si, señal inequívoca de que no quería mi compañía.
Terminé de desnudarme y me dirigí al minibar, al otro lado de la puerta sonaba el agua de la ducha, destapé un botellín de ron y una Coca Cola, tomé dos hielos en un vaso y bebí aun sabiendo que había superado ampliamente el nivel de alcohol a partir del cual sufriría de jaqueca a la mañana siguiente.
La mañana siguiente, a menos de tres horas, la jornada en la que se clausuraba el curso y en la que tendría que dar algún tipo de explicación a Pablo. La tentación de evitar ese desagradable momento casi me vence pero un atisbo de sensatez me hizo sobreponerme.
Cesó repentinamente el sonido del agua en el baño, unos minutos después apareció secándose el pelo envuelta en una toalla que marcaba otra vez las distancias, jamás se tapa al salir del baño, excepto esa noche.
Sin decirnos nada, entré en el baño con el vaso en la mano, una mirada de María censuró en silencio esa ultima copa. Cerré la puerta y abrí el grifo de la ducha dejando que se refrescase el ambiente cargado de vapor que había dejado María.
Tirado en el bidet estaba su tanga, doblado cuidadosamente formando un pequeño paquete, por un momento pensé si mi sospecha de que Pablo tocaba su sexo cuando llegamos Elena y yo habría sido cierta, mi intuición me decía que en el momento que aparecimos Pablo tenía su mano entre sus muslos, pensé que María estaría excitada desde el baile, desde que le cedió abiertamente su cuello, se bien como reacciona su sexo antes esos besos, lo he sentido en mis dedos mil veces y hoy no habría sido una excepción.
Sin pararme a pensar lo que hacía, recogí su tanga del bidet y lo desdoblé, aun estaba caliente; Miré su interior y distinguí claramente una gruesa línea de humedad atravesando la base de la prenda, pude imaginar los dedos de Pablo presionando el tanga entre los labios de su coño, empapándolo con la humedad que él mismo había provocado en mi esposa, mi polla comenzó a reaccionar al tiempo que llevaba la prenda a mi nariz para olfatear como un animal el rastro de la hembra.
La puerta del baño se abrió repentinamente, antes de que mis reflejos abotargados por el alcohol pudieran reaccionar, María me sorprendió con su tanga en mi nariz y mi mano masturbando lentamente mi polla.
"¡Estás enfermo!" – tiró con desprecio la toalla al suelo, cogió su cepillo del pelo y salió dando un portazo.
Tras la ducha tardé aun veinte minutos en salir del baño. María había apagado las luces y me deslicé en mi lado de la cama intentando no rozarla.
El teléfono sonó, como cada mañana, a las siete en punto, apenas había maldormido dos horas, me dolía la cabeza, me dolía todo el cuerpo. Habitualmente María se despierta conmigo y aunque se queda en la cama charla conmigo, aun adormilada, mientras me arreglo. Aquella mañana fue diferente, me duche y me vestí en soledad.
"Luego hablamos" – dije desde la puerta, aguardé un momento pero no hubo respuesta.
Esperé un taxi en la puerta del hotel agradeciendo el frescor de la mañana, me sentía hecho polvo físicamente y destrozado anímicamente.
Llegué al aula veinte minutos antes del inicio del curso, al fondo del corredor vi a Pablo que había madrugado mas de lo acostumbrado. Le miré pero no hice intención de avanzar hasta donde se encontraba, no tenía ninguna gana de comenzar una explicación dudosa. Pablo, al ver que me detenía en la puerta del aula caminó despacio hasta mí
"¿Tienes la misma resaca que yo?" – no esperaba esa entrada y me hizo darme cuenta de que no tenía motivos para estar enfadado con él, a fin de cuentas éramos nosotros quienes habíamos jugado con él.
"Necesito una aspirina" – nos dirigimos hacia la cafetería que estaba abriendo sus puertas.
"Lamento mucho haber metido la pata con lo de las habitaciones, fue una torpeza por mi parte Carlos, lo siento" – De nuevo me desarmaba, me sentía empáticamente unido a él
"María odia las mentiras y las encerronas y se lo tomo así"
"Lo comprendo pero… no se, Carlos, me pareció excesiva su reacción, te trató como si fueras… su marido, joder! Te asignaba una responsabilidad que no tienes, coño!" – No sabia que responder, aquellas frases eran algo mas que un argumento, eran una red echada al mar para ver qué caía dentro; Lo que contestase a continuación iba a ser escrupulosamente analizado, estaba claro que había una sospecha en el aire. Me entretuve buscando la atención del camarero mientras preparaba una respuesta convincente
"A veces pienso que toda la magia de la relación que tenemos María y yo se perdería si estuviésemos casados, es demasiado posesiva, muy mandona, fíjate que han sido cuatro días y ya estamos de bronca" – Me gustaba mi argumento y por la reacción de Pablo supe que le había convencido.
"Es cierto, es una mujer acojonante, pero para un par de noches o tres" – bebió de su café y continuó – "¿me voy a quedar con las gana de follármela?"
"Me temo que si, está cabreadísima, no creo que aparezca hoy a mediodía, lo mas probable es que salgamos de viaje esta misma tarde" – argumenté lo que realmente pensaba, en estas circunstancias no me apetecía nada pasar el sábado en Sevilla.
"¡Joder, la tuve a punto anoche! Si no llegáis a aparecer lo habría conseguido" – me sorprendió su seguridad, ¿Tan entregada la había tenido? Necesitaba saber mas.
"Muy seguro estás, pero no creo que te hubiera sido tan fácil llevártela al hotel" – entonces oí la confirmación de mis sospechas, lo que deseaba y a la vez temía escuchar.
"Joder Carlos, Estaba a punto de bajarle la bombacha, las tenía ya en mis manos, empapadas tío, empapadas!, y ella abrió las piernas, iba a meterme por dentro de la bombacha y cuando estuviera tocándola el coño la habría dejado lista para irnos al hotel, joder! Entonces aparecéis vosotros!" – hablaba exagerando un tono lastimero, buscando la broma que relajara la frustración que sentía.
Pero mientras hablaba, yo me excitaba progresivamente imaginando su cuerpo entregado, sus piernas abiertas aceptando la caricia en su coño, mojándose, dispuesta a follar con Pablo.
"Si llego a tener cinco minutos mas te aseguro que me la llevo a la cama"
"Te equivocas" – Pablo me miró con cierta superioridad en sus ojos y sonrió.
"Carlos, la tenía ganada, le bajé vestido, le saqué las tetas en el jardín y no protestó, le subí la falda y le acaricié el culo y lo único que dijo fue que tuviera cuidado que nos podían ver…" – hizo una pausa viendo la impresión que causaban sus palabras en mi – "… te digo que faltaba muy poquito para que me pidiera que la follase" – sentía una presión en el pecho que me ahogaba, al mismo tiempo mi polla luchaba contra la presión de la ropa.
"No se qué decirte, no suele acostarse tan pronto con la gente"
"Pues conmigo si y si me ayudas, esta noche me la follo…" – me miró acercándose a mi rostro – "… o nos la follamos juntos, ¿qué te parece?" – un disparo de excitación me sacudió, esa era una imagen que me asaltaba desde que comencé a pensar en el intercambio: verme con ella y otro hombre en la misma cama. Pero sabía que era demasiado pronto.
"Ya veremos, según esté a mediodía, ya te diré"
"¡No, joder! Intenta que podamos irnos a comer juntos, dile que quiero invitaros por lo de ayer" – Pablo no estaba dispuesto a conformarse con mis argumentos.
"Lo intentaré pero no va a ser fácil" – quería dejarle tranquilo, confiado y evitar así que tomase alguna iniciativa que María no deseaba.
"Estoy pensando en irme para el hotel e invitarla aun café de desagravio, seguro que no me lo rechaza"
"Ni se te ocurra" – mi respuesta brotó rápida, en un tono seco y cortante. No estaba dispuesto a causarle a María ni un solo mal rato mas. Pablo me miró sorprendido por mi frase pero algo vio en mi expresión que le frenó.
"Joder Carlos, solo un café" – le corté en seco.
"Pablo, he dicho que no" – la seguridad de mi voz y el tono beligerante de mi expresión volvieron sorprenderle.
"No entiendo por que te lo tomas así"
"Tu déjame a mi, de momento no quiero que intervengas, María además de todo es una buena amiga y se que ahora lo ultimo que necesita es verte" – intenté suavizar un poco la situación – "Créeme, si tienes alguna oportunidad yo se cómo conseguírtela" – Pablo sonrió y cedió, justo lo que yo buscaba con mi maniobra de dilación.
"De acuerdo, lo dejo en tus manos"
Entramos en al aula, intentaba concentrarme en la sesión pero mi cansancio y la multitud de imágenes que me desbordaban impedían que prestara atención. Una hora mas tarde me levanté excusándome con un gesto hacia el ponente y salí del aula, Pablo me miró interrogativamente pero le hice una seña de que esperase, necesitaba espabilarme y estar solo.
Me dirigí hacia la cafetería pero retrocedí y salí a la calle, no deseaba que Pablo me encontrase si es que cedía a la idea de seguirme fuera.
Camine unas calles y entré en un bar semivacío, me senté en una mesa pegada a una cristalera y pedí un café,
Me sentía abatido, triste por este enfado, preocupado por la reacción de María, temía que lo que me había contado Pablo la afectara tanto como para culparse por lo sucedido y, si su sensación de culpa perduraba, podía ser algo que se interpusiera entre nosotros como nada antes lo había conseguido.
Estaba inmerso en estos pensamientos cuando noté vibrar mi móvil, lo tenia silenciado en el aula y apenas lo había notado en mi bolsillo; Cuado lo descolgué María ya había cortado. Detuve mi primera reacción para devolver la llamada y me concedí un tiempo para analizar la situación.
María estaba enfada conmigo, ofendida por lo que ella consideraba una ocultación por mi parte y una trampa tramada con Pablo; Llevaba sin dirigirme la palabra desde la noche anterior; Ahora me llamaba al móvil, a media mañana cuando sabía que aun no estaba en el descanso.
¿Qué me podía encontrar? Si María no mantenía su silencio me hacia pensar que quizás quería suavizar las cosas, era lo mas probable, jamás habíamos mantenido un enfado mas de unas horas, pero también cabía la posibilidad de que hubiera estado dándole vueltas a lo sucedido y estuviera tan enfadada que quisiera ponerme las cosas claras, no lo podía saber. Cogí el móvil y la llamé.
"Hola" – su voz sonaba suave, aun seria pero sin rastro de la dureza del dia anterior, sentí como un peso desaparecía de mi.
"¿Me acabas de llamar?"
"Si, ¿te interrumpí la clase?"
"No, acababa de salir a la calle a tomarme un café"
"Estarás cansado, claro" – la alegría me desbordaba pero no quería que me lo notase.
"Un poco, no conseguía concentrarme"
Hubo una pausa, sentía su respiración al otro lado
"Creo que no me tenia que haber puesto como me puse" – comprendí que le debía haber costado mucho pronunciar esa velada disculpa.
"Era lógico que pensases que era una encerrona, te lo tenía que haber dicho cuando me lo contó"
"Estaba muy nerviosa, quería irme y no te encontraba y cuando te vi allí tumbado con Elena… no se qué sentí"
"Celos, supongo" – le lancé un cebo que sabía que mordería, su orgullo no iba a admitir que se había sentido celosa y la obligaría a desvelar sus verdaderas sensaciones.
"En absoluto, ¿Cuándo me has visto celosa? Fue… otra cosa"
"¿Qué fue?" – tardó en contestar.
"Miedo"

"Inseguridad"
"¿Qué mas?"
"Peligro"
….
"Rencor hacia Elena"
"¿Todo muy priCarlos, verdad?"
"Si"
"¿Y ahora, que sientes?" – de nuevo hubo una larga pausa
"Ven y te lo digo" – el corazón me dio un vuelco
"Estoy ahí en diez minutos"
"No tardes"
Desde la cama María escuchaba mis movimientos por la habitación sin moverse, sin dirigirme la palabra, se sentía enfadada con todo y con todos y yo era el objetivo más a mano para descargar su enfado.
-"Luego hablamos" – María resistió la tentación de responderme, había escuchado en silencio todos mis movimientos en la ducha, en el baño y luego al vestirme; Durante todo ese tiempo había luchado consigo misma para no levantarme el castigo que su silencio suponía para mí. Continuó callada mientras me notaba esperando en la puerta, le dolía hacerme esto pero estaba molesta conmigo, con ella, con todo el mundo.
Cuando escuchó cerrarse la puerta de la habitación estuvo a punto de saltar de la cama y llamarme; Un nudo le atrapó la garganta, me imaginó triste y deseó no haber sido tan dura conmigo.
El ruido del carrito de las limpiadoras en el pasillo la despertó una hora más tarde; Aún somnolienta se levantó de la cama y se sentó en la taza a orinar; Durante unos breves segundos todo era normal, tranquilo, como cualquier otro día hasta que todo su cuerpo reaccionó a los recuerdos que se abalanzaban sobre su mente, inconexos, mezclados, superpuestos; La tensión se instaló en sus músculos, el ahogo en su garganta, las palpitaciones en su pecho; Un difuso desasosiego, casi un malestar rompió la tranquilidad que había sentido al levantarse.
Le dolía la cabeza con ese dolor clásico provocado por el exceso de alcohol, tenía la boca seca, era el momento de una larga ducha. Abrió el grifo y puso el tapón de la bañera; Mientras esperaba a que el agua tomara la temperatura adecuada se miró al espejo, unas leves ojeras declaraban su mal estado físico, miró su pelo y decidió que debía lavárselo. Entró en la bañera que se iba llenando poco a poco con el agua de la ducha y dejó que su cuerpo se relajara con el agua tibia, casi fría; Cerró los ojos, apoyó las manos en la pared y dejo que el agua golpeara su nuca.
La culpa, por encima de todas las otras emociones, era la que más le atacaba en ese momento, ¿Cómo había sido capaz de dejar que Pablo llegara a tanto? Las imágenes se agolpaban su mente y cada vez se sentía más avergonzada, más incómoda. Se vió en el baile acariciada por Pablo, sintiendo sus labios en su cuello y mis ojos en los suyos. Recordó lo que sintió cuando más tarde, en el jardín, la mano de Pablo avanzó hasta su nalga por debajo de la falda, la respiración se le había cortado durante un breve segundo, consciente de que debía parar aquello y alarmada ante su incapacidad para hacerlo; En esos momentos temió ser vista por alguien y ese temor superó la otra sensación que recordaba: placer, morbo, excitación.
¿Cómo había ido capaz? Ahora se recordaba sentada en el banco, vencida sobre el hombro de Pablo mientras éste acariciaba la parte interna de sus muslos, subiendo lenta e implacablemente mientras ella, envuelta en una nube de dejadez e irrealidad se rendía ante la certeza de lo inevitable, sabiendo que de un momento a otro esa mano tocaría su sexo y, sin embargo, no había hecho nada para evitarlo como si no estuviese en sus manos hacerlo. Recordó como sus piernas se abrían sin remedio enviando un mensaje que su boca se negaba a pronunciar, y el instante en el que sintió el contacto de los dedos en su sexo, un roce que derivó en presión y cómo su cuerpo reaccionó igual que si hubiera recibido una descarga eléctrica.
El alcohol, sin duda había sido el alcohol el culpable, se dijo mientras terminaba de aclararse; Cerró la ducha y se tumbó en la bañera casi llena.
No solo había sido el alcohol, otras veces había bebido en exceso y jamás llegó a perder el control como esta noche. Mi actitud había sido el detonante, mi forma de mirarla, la excitación y el placer que mostraban mis ojos al verla con Pablo había sido la causa real que la había llevado a esa situación. Se sentía arrastrada por mis deseos, lo que había comenzado como un juego, una inocente travesura se estaba convirtiendo en algo mucho más serio. Por eso estaba molesta conmigo.
No acababa de entender por qué deseaba tanto verla en brazos de otro hombre, le había sorprendido desde que me vio excitarme cuando me contó lo sucedido en el parque, era agradable verme así, muchas veces habíamos jugado con fantasías de intercambios y sabía bien cuánto me excitaban; Pero ahora se trataba de algo mucho más serio, Pablo la había besado, le había tocado los pechos, el culo, había rozado su coño… Se asustó al reconocer la excitación naciente en su cuerpo y, como si huyera de ello, salió de la bañera y comenzó a secarse.
De pronto, sobreponiéndose a los recuerdos de Pablo, surgió otra imagen: me vió besando a Elena, acariciando su cuerpo y recordó mi mirada mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja. Sintió un nudo en el estómago que se volvió más intenso cuando su memoria le trajo las imágenes en la que estábamos tumbados en el césped; Tan solo me había visto de espaldas pero mi postura, incorporado sobre un brazo y vencido sobre ella abrazándola le hacían imaginar caricias que conocía, palabras ya escuchadas.
¿Celos? Se negaba a aceptarlo, no cabía dentro de su modelo de sí misma una conducta posesiva e inquisitiva; Jamás había entendido cómo una relación de amistad y sinceridad podía llegar a derivar en una dialéctica de exigencias, reproches y obligaciones.
Pero ahí estaba, las sensaciones no la engañaban, sentía que Elena le robaba algo, sentía que yo, de alguna manera, dependía un poco menos de ella. Alarmada por lo que estaba experimentando reconoció los signos claros de una reacción atávica ante la propiedad usurpada.
Pero también reconoció otras sensaciones que modulaban y daban nuevo sentido al conjunto: Morbo, placer al verme acariciando un cuerpo de mujer, destellos de excitación viendo a Elena pegada a mí. Fue en ese momento cuando entendió por primera vez por qué yo me excitaba al verla con Pablo.
Tras secarse el pelo, eligió la ropa interior, se puso una camiseta y una falda y bajó a desayunar. Estaba inquieta, a medida que pasaba el tiempo se escandalizaba mas por su comportamiento de la noche anterior. Sin embargo, no podía negar algo que estaba ahí, en su cuerpo. Los recuerdos de la noche anterior la excitaban, podía esconderlo, podía evitarlo, pero era real.
Mientras se preparaba unos cereales con leche en el buffet del hotel, María no dejaba de darle vueltas a las escenas de la noche anterior. ¿Qué habría sucedido si no hubiésemos aparecido Elena y yo? ¿Hasta donde habría permitido a Pablo avanzar?
No lo sabía, no podía saberlo aunque temía reconocerse vencida, entregada en aquellos momentos, Una parte de ella hubiera deseado sentir más intensamente esos dedos a través de su braga, otra parte más sensata le recordaba la buena suerte que había tenido al no llegar a mas.
Llegar a más… ¿Por qué la atemorizaba de esa manera? ¿Hubiera acabado acostándose con él? Y si así hubiera sido… ¿Qué temía? Yo no me oponía, al menos desde un punto de vista teórico, no parecía que un polvo aquella noche hubiera provocado en nuestro matrimonio ningún problema.. Quizás al contrario, pensó. Entonces… ¿A qué le temía? No lo sabía pero una escena imaginaria después de hacer el amor con Pablo, aun tumbada en la cama con él, le provocaba un temor irracional.
Necesitaba hablar conmigo, necesitaba conjurar estos fantasmas agarrándose a la seguridad que le proporcionaba mi presencia en su vida. Marcó mi número pero no obtuvo respuesta, comprendió que me encontraría en mitad de una sesión.
Terminó el desayuno y se levantó de la mesa, fue entonces cuando percibió la incipiente humedad en su sexo; Abandonó el restaurante y se dirigió a los ascensores, le sorprendió pero al mismo tiempo le agradó la reacción de su cuerpo, era una leve transgresión de lo correcto, una intima violación de las normas que quedaba oculta ante los demás pero muy presente ante ella: se excitaba al recordar su aventura con otro hombre; Nadie podía saberlo, nadie podía imaginarlo, en su intimidad si quería podía vivir esa reacción libremente, sin adoptar la censura obligada por las normas, no tenía por qué recriminarse por ello, no había nadie ante quien mostrarse digna, decente, escandalizada. Era un asunto entre ella misma, sus deseos y sus prejuicios.
Subió a la habitación, se desprendió de la falda y la bombacha y eligió otras del cajón; Se dirigía al baño cuando sonó mi llamada.
¿Por qué le afectaba hablar conmigo desnuda? ¿Por qué percibía tan intensamente su húmedo sexo mientras escuchaba mi voz? Aquella sensación tan nítida matizó sus frases, sabía desde un principio que deseaba suavizar la tensión entre nosotros pero el hecho de hablar conmigo desnuda de cintura para abajo, sintiendo la humedad creciente en su coño hizo que se entregase sinceramente al pequeño interrogatorio al que la sometí aumentando su excitación hasta el punto de incitarme a acudir a su encuentro.
María colgó el teléfono e inmediatamente se arrepintió de hacerme abandonar el curso, mis preguntas tan directas habían provocado en ella unas emociones que no quería despertar; Sin embargo a medida que cedía a mi interrogatorio la fuerza del deseo comenzaba a desarmarla hasta el punto de pronunciar aquel reclamo: ‘ven y te lo digo’.
Era una insinuación en toda regla, una provocación a la que sabía que yo no me resistiría.
Y ahora se arrepentía, no quería seguir el juego con Pablo y temía que ahora yo pensase lo contrario.
Pero deseaba, necesitaba tenerme.
……
Me desquicié esperando un taxi que parecía no llegar nunca, dejaba en el aula mis papeles y mi portafolio, ya volvería a por mis cosas, no me importaba nada, tan solo deseaba llegar cuanto antes al lado de mi mujer.
Era la segunda vez en este viaje que resolvíamos un enfado en la cama; Mientras circulaba por las atestadas calles de Sevilla pensaba en el reencuentro con ella, deseaba acabar con esa frialdad con la que nos habíamos separado aquella mañana. Por el tono de nuestra breve conversación sabía que María buscaba romper el desencuentro.
Y yo, además de eso, quería respuestas, la primera de todas a la pregunta que le había lanzado apenas unos minutos antes: Qué sentía ahora al recordar lo sucedido la noche anterior.
Golpeé con los nudillos la puerta de nuestra habitación y enseguida escuché sus pies descalzos avanzar apresuradamente por la moqueta. Abrió la puerta refugiándose tras ella y cuando entré se arrojó a mi cuello besándome con urgencia.
"Lo siento, lo siento, cariño no quería que te fueras así y sin embargo no era capaz de hablar" – seguía besándome mientras sus palabras brotaban sin cesar – "cuando cerraste la puerta me entró una pena..." – no la dejé continuar.
"Ya pasó cielo, no importa, yo también lamento…" – me interrumpí al darme cuenta de que en realidad no lamentaba nada, la besé para ocultar mi renuncia a continuar la frase, ¿de qué debía arrepentirme?, ¿de excitarme al verla besando a Pablo? ¿de desear verla en sus brazos? ¿de querer oír de sus labios como la había tocado el coño?
No, no me arrepentía por pensar así, no lamentaba lo sucedido y es más, hubiera deseado continuar, más allá, mucho más allá.
Pero no se lo podía decir, aun no; continuaba besándola en silencio, dejando que estas ideas cuajaran en mi mente.
"Vas a perder la clausura por mi culpa" – me dijo mientras avanzábamos por la habitación cogidos de la cintura
"No te preocupes, volveré mas tarde y recojo mis cosas"
Se sentó en el borde de la cama, yo acerqué el sillón y me senté frente a ella, con sus manos en las mías. En silencio nos miramos a los ojos, envueltos en nuestros propios pensamientos que no nos atrevíamos a pronunciar.
"¿Estás bien?" – sonrió, bajó los ojos y luego me miró de nuevo.
"Dentro de lo que cabe, si"
Me quedé mirándola en silencio, vestía tan solo una camiseta blanca que dejaba al descubierto su estómago y unas bragas también blancas, estaba hermosa, sensual, poderosamente atractiva, mantenía mis manos sobre sus muslos sujetando las suyas, sus pezones se marcaban con claridad sobre la fina tela de la prenda, como un fogonazo apareció en mi mente su expresión entregada mientras Pablo besaba su cuello durante el baile y recordé las palabras de Pablo: le había tocado el coño, había sentido su tanga mojado por la excitación que él le provocaba.
"¿Qué me miras?" – su tono coqueto y juguetón me hizo volver de mis ensoñaciones, sonreí pero no le contesté.
"¿En qué piensas, di" – su voz daba a entender que imaginaba lo que pensaba.
"Recordaba" – María sonrió.
"¿Has hablado con Pablo?"
"Sí, claro" – mi escueta respuesta provocó un leve gesto de impaciencia.
"¿Y? ¿Qué te ha dicho" – me lo pensé un momento antes de responder y esa espera acentuó la ansiedad que mostraba su rostro.
"¿Te excitaste ayer?" – abrió mas los ojos en un involuntario gesto de sorpresa, luego desvió la mirada, cuando por fin sus ojos volvieron a engancharse en los míos, su expresión era otra.
"Si"
"¿Te excitó que te besara?" – sus ojos se volvían profundos por momentos, su expresión denotaba deseo.
"¿Qué te ha contado?" – no respondí, aun esperaba su respuesta a mi pregunta. Ambos mantuvimos la mirada hasta que cedió y respondió.
"Si"
"¿Y él? ¿supo que estabas excitada?" – me miró intentando averiguar qué pretendía.
"No sé,… sí, creo que si"
"¿Se lo dijiste?"
"¡No!" – protestó.
"Entonces… lo sintió… en sus dedos" – María clavó su mirada en mí, se sentía acosada pero no es mujer que se deje avasallar, su mirada me retaba, esa mirada que tiene cuando está intensamente excitada, esa mirada que me abruma hasta dejarme rendido ante ella.
"Habéis estado hablando" – afirmó.
"Contéstame" – el silencio apenas duró un segundo, pero estuvo lleno de sentido, de intenciones, de palabras no dichas pero entendidas por ambos.
"Si" – sentí como mi corazón golpeaba con fuerza en mi pecho, recorrí en un segundo su cuerpo con mis ojos, sus pezones se marcaban agudamente en la tela, mucho más abultadamente que antes, María se removía de vez en cuando apretando sus muslos, yo sentía la tensión de sus músculos en mis manos. La miré a los ojos, su mirada me desafiaba, yo quería oírlo de sus labios.
"Lo notó en sus dedos, notó que estabas excitada"
"Si"
"Te tocó el coño"
"Me tocó la bombacha" – no dijo ‘tanga’, en su lugar empleó deliberadamente la palabra ‘bragas’
"Y estaban mojadas…" – me miró sin contestar, su respiración se había acelerado – "… como ahora" – dirigí mi mirada a su pubis, reconocí la bombacha que llevaba puestas, un culotte breve, casi tanga por detrás, volví mis ojos a los suyos y de nuevo bajé a su pubis, María entreabrió ligeramente sus muslos
- "¿Ahora están mojadas, verdad?"
"Si"
"¿Mas o menos que anoche"
"No se" - María subió su pierna izquierda y puso el pie por debajo de su muslo derecho.
"Menos, seguro que menos que anoche, llevabas bailando con él un buen rato dejándote tocar, besándote con él, ¿hubo algo más que hizo que te mojaras?" – yo sabía qué; Pablo me había contado como le levantó el vestido y tocó su culo desnudo, en el jardín donde podían ser vistos. Esperaba que María me lo contase.
"Cuando salimos al jardín…" – su voz era un susurro, casi un gemido – "… me beso y…" – sus manos se movían por sus muslos – "… de pronto sentí su mano por debajo de la falda, por detrás, subió y…"
"Y te tocó el culo?"
"Si"
"si, qué?" – me miró, entendía que yo no quería evasivas ni medias frases y noté que aceptaba el reto, que mi insistencia no la iba a acobardar.
"Me tocó el culo"
"¿Os vio alguien?"
"No, creo que no" – me levanté del sillón y me senté a su lado, la rodeé con mi brazo izquierdo mientras mi mano derecha comenzaba a acariciar sus muslos, la bese, suavemente , repetidamente
"¿Te gustó?"
"Si, pero…"
"Dime"
"Estaba intranquila, nos podían ver"
"Pero te dejaste"
"Si"
"¿Y si os hubieran visto?"
"No sé, le hubiera quitado"
"No creo, ¿y parecer una niña asustada?" - Estaba convencido, si María se hubiera sentido observada habría hecho cualquier cosa menos dar una imagen de mujer avergonzada o seducida contra su voluntad, por muy violenta que se hubiera sentido habría tenido más peso para ella su propia imagen de mujer fuerte, decidida y dueña de sus actos.
"Qué más te hizo?" – continuaba besándola mientras me hablaba, sentía su aliento en mi rostro, su olor me excitaba cada vez mas.
"Me tocó el pecho"
"Las tetas" – corregí, deseaba un lenguaje más vulgar, sus ojos se volvieron a mí, turbios por el deseo.
"Me tocó las tetas"
"Eso está mejor. ¿Qué sentiste" – entornó los ojos.
"No se"
"Si lo sabes"
"No… en serio"
"Si lo sabes" – mi boca le hablaba pegada a su oído, mezclándose con mis besos
"Electricidad… placer…"
"¿Te gustó?"
"Si"
"Y dejaste que te tocara las tetas" – un leve impulso hacia atrás la venció sobre la cama, mi mano alcanzó su braga, estaba caliente, apreté mi dedo medio a lo largo del surco de sus labios, hundiendo la ligera tela, un gemido escapó de su boca.
"Si, le dejé"
"Eres una golfa" – abrió los ojos
"Y tú, un cabrón; ¿Qué hacías con Elena?" – una breve imagen me asaltó, Elena debajo de mí, la presión de su coño engulléndome sin dificultad. El momento de mi orgasmo golpeando su pubis con fuerza. No podía contárselo.
"Meterle mano" – sonrió de una manera obscena.
"Cuéntamelo" – calibré qué debía contar y qué callar
Y comencé a hablar, interrumpido a veces por las preguntas de María que revelaban una urgencia por saber; cada pregunta suya era el producto de su creciente excitación y cada respuesta que yo le daba provocaba un nuevo brote de placer, un placer insospechado para ambos. Sus manos me acariciaban con avidez, poco a poco su camiseta había acabado enrollada mas allá de sus pechos hasta que conseguí quitársela, sus dedos acariciaban el bulto que crecía en mi bragueta.
"¿Le pediste que se quitara la bombacha?" – no salía de su asombro. - "¿Y el sujetador?" – sus ojos estaban completamente abiertos. - "¿Y se lo quitó?" – sentí abrirse la cremallera de mi pantalón y la mano de María invadiendo mi bragueta.
"Se fue al baño y se lo quitó, si" – María gimió por mi confesión, por el trabajo que mis dedos hacían en su coño y por el instante en el que liberó mi polla del slip.
"¿Y cómo sabes que se lo quitó" – buscaba oírlo de mi boca, exactamente como yo antes había necesitado escucharla relatar cómo la había tocado Pablo.
"La toqué, bailando, y luego en el jardín"
"La tocaste…" – no pudo continuar, su cuerpo comenzó a temblar dominado por el preludio de un orgasmo, aceleré el movimiento de mis dedos dentro de su coño, sentí sus dedos tropezando con mi mano e instalándose en su clítoris.
"La tocaste el coño" – repitió cuando se recuperó.
Si, primero la palpé bailando, la noté desnuda, luego en el jardín la toqué por debajo de la falda" – María continuaba acariciándose mientras me escuchaba, aquello era más de lo que había imaginado. María estaba ante mí masturbándose al escuchar cómo yo le contaba que había estado con otra mujer.
"¿Te la habrías follado, verdad?" – La responsabilidad por mi ocultación se me hizo presente. Tenía la oportunidad de contarle todo, era el momento idóneo envuelta como estaba en una profunda excitación.
Sin embargo, fui incapaz, algo me detuvo y para cuando quise reaccionar era tarde.
"Dime, ¿te habría gustado follártela"
"Si" – aquella palabra convertía una omisión en una mentira, la primera mentira que había entre María y yo.
"A mí también" – la ambigüedad de su frase me sacó de mis reproches. Reinicié mis caricias en su coño.
"¿A ti también, qué?" – me miró entre traviesa y sensual, siendo plenamente consciente del efecto de su frase.
"Me hubiera gustado verte"
"¿Verme follar?"
"Si!" – fue casi un grito sofocado – su mano seguía frotando mi empapado glande, llevándome al borde de la eyaculación. La besé, emocionado por lo que significaba su declaración.
"Creí que querías decir otra cosa"
"¿Qué" – mi leve pausa escogiendo las palabras fue demasiado para la urgencia que sentía María - "Dímelo"
"Creí que decías que a ti también te hubiera gustado follar" – se revolvió en la cama – "Dime ¿te habría gustado follar con Pablo?" – de nuevo se removió apretando mi glande entre sus dedos, sentí como aceleraba el ritmo en su clítoris, un gemido escapó de su boca "Dímelo, ¿querías follar con Pablo? "
"Si!" – su cuerpo botó en la cama sacudido por un nuevo orgasmo o quizás por la continuación del anterior, sentí los espasmos de su coño apretando mis dedos.
"Y yo, quiero verte follar con él, quiero ver cómo te folla, como se corre dentro de ti" – mis palabras provocaban gemidos en María; me monté sobre ella y la penetré lentamente intentando evitar mi inminente eyaculación, me quedé quieto en su interior, sintiendo los espasmos rítmicos de su coño.
La besé mientras comenzaba a moverme con cautela, quería posponer lo inevitable, alargar aquel momento lo máximo posible
"Eres una puta" – María sonrió.
"Y te gusta que lo sea"
"Mucho" – sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de mi pelvis, no pude aguantar más, todo mi cuerpo se puso en tensión, detuve los movimientos de mi cintura y dejé que el orgasmo me invadiera nublando mi vista, sintiendo como mi polla cobraba vida propia y cabeceaba con fuerza, como un reptil, María rodeaba mi cintura con sus piernas atándome a ella.
El sonido del móvil nos despertó, nos había vencido el cansancio acumulado por la noche anterior; Sobresaltado me incorpore y contesté.
"Espero no interrumpir, tengo tus cosas, esto ya se ha acabado, te he excusado como he podido, en quince minutos estoy ahí y te lo doy, bueno, si necesitáis más tiempo espero" – su tono socarrón indicaba que mi voz me había delatado.
"De acuerdo, si, media hora" – colgué y miré el reloj en el móvil, era mediodía.
María había escuchado la breve conversación tumbada hasta que oyó mi última frase y se incorporó de un salto.
"¿Has quedado con él?" – la miré, estaba seria.
"Ya se ha clausurado el curso, viene a traerme mis cosas" – María se levantó y se dirigió al baño.
"No quiero verle" – su tono no admitía discusión.
"No te preocupes, le recibo abajo, ya pondré alguna excusa, diré que te has ido de compras" – Me miró desde la puerta del baño, su cara reflejaba determinación.
"Carlos, no quiero sorpresas"
Entré tras ella, María se protegió el cabello con un gorro de plástico y se introdujo en la bañera. Me acerqué a la taza y comencé a orinar.
"No te preocupes, no le verás si no quieres, pero va a ser un poco raro que te marches de Sevilla sin al menos despedirte" – María asomó por una rendija.
"Me da igual, no quiero volver a verle"
"Como quieras"
Me duché a continuación, fue una ducha menos rápida que la de ella, me demoré pensando en todo lo sucedido en tan pocos días.
María tenía razón: había que terminar aquello de una vez, partiríamos esa misma tarde de regreso a Madrid. Intentaba montar una excusa consistente para justificar la ausencia de María, desde la bañera le grité.
"Le diré que te has ido a despedirte de nuestros amigos sevillanos"
"¡Ni se te ocurra!" – no hablaba en serio y María lo sabía.
"Bueno, entonces le diré que te has marchado de compras con alguna amiga, no vas a tener solo amantes en Sevilla, digo yo"
Me terminé de vestir, María miraba un documental en la televisión vestida tan solo con un tanga azul. Sentí como mi sexo despertaba de nuevo ante el magnífico cuerpo de mi esposa; imaginé a Pablo paseándose por la habitación viendo lo que yo veía, pero deseché esas ideas de mi cabeza o no saldría de allí.
Sonó mi móvil.
"Estoy abajo, ¿os espero en la cafetería?" – Miré a María mientras exponía la excusa.
"Estoy solo, María se ha ido con unas amigas de compras"
"¡Vaya! ¿volverá pronto?
"Me imagino que comerá con ellas" – la pausa de Pablo me transmitió decepción.
"En fin, te espero abajo"
Colgué y miré a María
"Se ha quedado chafado, no estoy seguro de que se lo haya tragado del todo"
Ella me miró pensativa, por un momento creí ver un signo de vacilación en sus ojos
"No me veo capaz de ponerme delante de él"
"¿Vergüenza?" – se revolvió como si la hubieran golpeado.
"No! Claro que no!"
"Parecía" – sin esperar respuesta me acerqué a ella y le di un beso en la boca de despedida – "no tardaré, le despacho pronto"
"No digas eso, da la impresión de que le hemos utilizado y ya no nos sirve"
"¿Y no es así?" – jugaba mi última baza.
"¡Qué malvado eres!" – María había girado hacia la broma y eso me hizo abandonar cualquier esperanza.
Entré en la cafetería que aun estaba casi vacía, tan solo algunas personas la atravesaban hacia el restaurante. En una mesa baja al fondo, cerca de la cristalera, estaba Pablo; me senté frente a él.
"Aquí tienes tus cosas" – dijo entregándome mi carpeta y un sobre de la organización.
"Gracias" – Pablo hizo un gesto llamando al camarero que quedaba a mi espalda pedí una cerveza.
"¿Cuándo os vais?" – yo ojeaba el contenido del sobre
"Esta tarde, María quiere llegar pronto"
"¿Algún problema con su marido?"
"No, en absoluto, pero quiere llegar antes de cenar" – Pablo miró hacia el suelo y comenzó a mover la cabeza de un lado a otro.
"¿Qué mujer! Me ha tenido en ascuas toda la semana, y ahora… os vais sin que pueda despedirme de ella" –no sabía que decirle.
"Ya te dije que no iba a resultar tan fácil como pensabas"
"Anoche faltó muy poco, diez minutos más a solas y me la llevo a la cama" – escuché esa frase sintiendo que quizás yo también deseaba que hubiera dispuesto de esos diez minutos; No estaba seguro de cómo nos sentiríamos en ese momento si hubiera sucedido, tan solo sé que en aquel instante hubiera deseado encontrarme ante el amante de María y escuchar de su boca el relato de la entrega de mi mujer.
Llevariamos unos diez minutos de charla cuando, de repente, Pablo se levantó mirando por encima de mí, me volví y la vi avanzando desde la puerta de la cafetería, el corazón me dio un vuelco ¿Qué había sucedido para qué cambiase tan drásticamente de opinión? Me asusté, ¿De verdad quería que aquello se consumase? No estaba tan seguro; me levanté y me volví a esperarla. María avanzaba con su seguridad habitual, marcando el paso con sus caderas, con una leve sonrisa en su rostro, se había puesto un vestido blanco de vuelo y escote recto, llevaba un bolso a juego y con las gafas de sol sujetando su pelo parecía que realmente venía de la calle.
"Qué maravillosa sorpresa, no te esperaba ya" – Pablo avanzó a su encuentro y la tomó de la cintura, lo que iba a ser por parte de María un beso en la mejilla se transformó por obra de Pablo en un intento de beso en la boca, que ella eludió con habilidad; Cuando salió de su sorpresa sus ojos me lanzaron una mirada furtiva.
"Me dijo Carlos que vendrías y como habíamos acabado las compras quise despedirme de ti" – yo la miraba aun aturdido, sin creerme que hubiera dado este paso. Su voz sugerente, serena, me indicaba que se sentía dueña de la situación.
"No sabes cómo me alegra, estaba realmente… desolado" – María se sentó en el sillón libre que había entre los dos, mis ojos se desviaron hacia sus muslos.
"¿Qué quieres tomar? – le pregunté, su mirada me mostraba su estado animo, aventurera, atrevida, arriesgada.
"Una tónica, por favor" – me volví buscando al camarero, pero cambié de idea, quería tener perspectiva, me levanté.
"Voy a por ella" – me alejé hacia la barra, con el corazón desbocado, les dejaba para que Pablo pudiera hablarle a solas.
Desde la barra les miré, Pablo había tomado una de sus manos, estaba muy cerca de ella y le hablaba. Tuve la sensación de que el camarero tardaba más de lo normal en tomar mi pedido, mi impaciencia me jugaba una mala pasada y me intenté calmar, en realidad sucedía lo que yo quería, estaban solos, hablando, le daba a Pablo una nueva oportunidad de seducirla; Quería seguir allí, convertido en un mirón y para eso tuve que insistirle al camarero que terminó por aceptar a regañadientes que quisiera llevar yo mismo el pedido, así les concedía más tiempo.
Les veía hablar, tan cerca el uno del otro que me daba la impresión de que casi la tocaba con su boca, María le miraba, poniendo a veces distancia entre ambos. Cuando caminaba hacia ellos con la tónica en la mano pensaba que quizás aun no estaba todo decidido en este juego, temía ir más allá sin embargo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que aquello no acabase aun.
Cuando me senté Pablo no hizo intención de soltar a María, ella me miró escrutando mi reacción y yo intenté que le quedase claro que estaba feliz por lo que sucedía.
Pablo hablaba con ambos pero se dirigía casi exclusivamente a ella, durante un segundo me quedé mirando como sujetaba su mano apoyándola sobre su muslo desnudo y cuando eleve los ojos María me miraba.
Pablo sabía que le quedaba poco tiempo para intentar algo y arriesgaba; Cuando María se soltó de su mano para tomar el vaso, dejó la suya sobre su muslo, le miré y me devolvió una mirada cómplice. María no se inmutó y permitió que Pablo mantuviera su mano en su muslo; cruzó su mirada con la mía y comprendí que había superado esa barrera que unos momentos antes la llevaban a huir de él.
Hablamos de la noche anterior, de nuestra rápida salida; María y yo apenas le seguíamos la conversación que nerviosamente acaparaba Pablo, yo seguía enganchado a la imagen que me llegaba de su mano sobre el muslo de María, ella de vez en cuando clavaba sus ojos en los míos buscando mis emociones y transmitiéndome las suyas. Se dejaba tocar por y para mí y mi placer aumentaba su excitación.
"¿Qué tal si nos vamos a comer? Conozco un sitio genial que os va a encantar" – María me miró, ninguno de los dos contemplábamos esa opción, improvisé como pude.
"Vaya, lo siento, hemos quedado para comer" – Pablo no esperaba esa respuesta y por un momento no supo reaccionar.
"Pero.. ¿no lo podéis cambiar? Sería una lástima"
"No, imposible, no podemos fallar" – miré fugazmente a María, suponía que eso era lo que quería, pero encontré algo en su mirada que me hizo dudar de sus deseos.
"¡Joder Carlos, no me hagas esto!" – Pablo empezaba a perder los papeles, se le veía desesperado, parecía que contaba con terminar aquella tarde lo que no había acabado la noche anterior; No podía permitir que continuara con esa actitud.
"Pablo, no puede ser, ya habrá ocasión, supongo que volveremos alguna vez por Sevilla" – mi tono serio le hizo recomponerse, se dirigió a María.
"Pero niña, ¿te vas a ir así, sin despedirte?" – María estaba inquieta, la noté tensa, me miró rápidamente y volvió a mirarle a él.
"¿Nos estamos despidiendo, no?" – Pablo bajó los ojos abatido y tomó con sus dos manos la de María
"No es así como quería despedirme de ti" – había bajado el tono de voz, parecía como si mi presencia no contase para él, María dudaba, lo vi claro y me preocupó, si Pablo le daba lástima podía acabar por ceder.
Y yo, yo no sabía si quería o no quería que aquello siguiera adelante.
"Ahora vuelvo" – dije, levantándome del sillón y sacando ostensiblemente mi cartera del bolsillo para justificar mi escapada; Según avanzaba hacia la barra sentía un intenso miedo crecer en mi pecho, la dejaba sola a merced de sus sentimientos, de sus emociones y de la presión que Pablo ejercía sobre ella.
Volví de la barra después de abonar la consumición y desde lejos intuí que algo había cambiado en María; Antes incluso de tomar asiento me dijo.
"¿Y si después de la comida quedamos para tomar algo y luego ya nos vamos, que te parece?"
Me senté pausadamente, dándome tiempo a ordenar mis ideas, contradictorias y enfrentadas.
"¿Estás segura? Tú eras la que querías salir pronto para Madrid"
"No os retrasareis demasiado" – intervino Pablo sintiéndose ganador – "podéis estar en Madrid a las diez"
Volví a mirar a María, buscando sus intenciones y sus deseos, lo que vi en sus ojos me preocupó, había… ilusión, ganas de aventura. Tuve que ceder.
"De acuerdo, cuando acabemos te llamo"
Nos despedimos pocos minutos después; Cuando nos quedamos solos no quise preguntar nada, María sintió mi silencio como una reprobación.
"Me dio lástima, Carlos, hemos abusado de él, hemos jugado con él, que menos que concederle un rato mas" – me detuve en el hall del hotel y la miré.
"María, ¿estás segura de lo que haces? Antes de salir de la habitación no querías verle, ahora pretendes volver a estar con él… ¿para qué, concretamente?"
"¿Qué insinúas?" – su tono se había vuelto combativo.
"¿Qué crees que quiere Pablo después de lo de anoche, hablar?"
"Estás equivocado" – se defendía, comprendí que había dado en el centro de sus dudas.
"María, la que no tiene que equivocarse eres tú, no quiero que te lamentes mas tarde de nada"
"¿Crees que me voy a acostar con él esta tarde? ¿Eso crees? ¡qué poco me conoces!"
"No sé si es lo que quieres, pero estoy seguro de que eso es lo que él espera" – el tono iba empeorando por momentos, ambos estábamos encendidos.
"Y tú? ¿qué coño quieres tú? Porque tampoco lo tienes nada claro, primero me incitas a dejarle hacer y luego me recriminas que le acepte una invitación"
"No te recrimino nada María, haz lo que creas mejor, tú eras la que dudabas de mi capacidad para frenar esto y ahora que intento que no te precipites me lo interpretas mal" – bajé el tono, me replegué, no quería que aquello derivase en una bronca.
"Soy mayorcita Carlos, tu eres el que tienes más fantasías en la cabeza, para mí ya fue suficiente lo de ayer, más que suficiente, esta tarde nos despediremos como amigos, nada más" – estaba molesta pero a la defensiva, no insistí mas.
Localizamos un restaurante que tenia buena pinta y comimos intentando evitar que la tensión provocada por nuestra anterior conversación estropease el día, ambos estábamos tensos, violentos, sin encontrar un tema de conversación que sobreviviese dos frases seguidas; Nuestras dudas, nuestros temores y nuestros deseos acaparaban toda nuestra atención.

3 comentarios - Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Parte

parejitaamor
Excelente!!!!! cada vez mejor, estoy desesperado por saber como sigue, por favor no nos dejes con mucha espera.
parejitaamor
Te dejo +3, esta historia es genial, quiero mas!!!!!!!!