Pueblo Chico…infierno caliente 4

Adriana, con su apellido italiano y sus conductas de dama rígida y distante, es una puta y muy esclava.
La conoció en el colegio; las típicas reuniones de personal, en las que le dejó una sensación desagradable oponiéndose a todas sus ideas con la típica actitud de la mal cogida. La verdad es que en un solo día lo hartó, le llenó los huevos con sus actitudes pelotudas y su mirada de suficiente.
Requirió enorme autocontrol para no acogotarla, mas una persuasiva intervención directiva que lograron calmarlo. Lo hartó, cansó, hastió.
Pasaron varias semanas de roces, sus actitudes soberbias y su carácter repelente bastaban para arruinarle el apetito a cualquiera; era imposible estar en ese colegio sin cruzársela al menos dos veces en la jornada. Daba la casualidad, o de la organización de horarios, que cuarenta minutos al día coincidían en horarios libres; en esas circunstancias fue que de descubrió que esa mal parida interlocutora se ponía nerviosa, se asustaba y hasta mostraba cierto grado de excitación que despertaba curiosidad. Como todo perro viejo y lleno de mañas, aprovechó un momento; cuando la llamaron de secretaría, por alguna pelotudez sin duda, aprovechó su celular olvidado en la mesa y mandó un msj a su propio celular. Fue una suerte que lograra borrar el envío antes de que la propietaria regresara. Con taquicardia por el apuro, arrastró las clases el resto del día y al final se olvidó de suceso que revistió de travesura.
Esa noche, en una mezcla de copas y aburrimiento, mientras revisaba su celular encontró su propio mensaje que decía, simplemente ¡Yo!
En un arrebato de odio, con vahos alcohólicos de por medio, se atrevió a escribir escueto mensaje:
-hola putita ¿Qué estás haciendo?
Para su sorpresa la respuesta llegó al instante:
-¿Quién sos?
-El que te va a romper el orto y te va llenar de chirlos el culo.
-mmmm, hace mucho que nadie lo hace, que lindo!
La verdad fue que esa respuesta lo descolocó, por lo que la charla fue subiendo de tono de una forma sumamente obscena; una forma de explorar a la interlocutora y extraer las mas nimia información que revelara el carácter de esa mujer. Lo cierto es que ella trató sin éxito de saber quien le decía tan asquerosas guarradas. El saberse poseedor de los secretos escatológicos mas ocultos de su peor enemiga lo hizo saberse poderoso y preparado.
En la siguiente reunión en la que la escuchó desplegar sus argumentos de diva, en la que sobraba a todo el mundo, la dejo hablar sin interrupción hasta que cansado le envió un mensaje:
-si no te callás te voy a meter la pija hasta la garganta, soy NN.
Entre el sonido del celular y la lectura solo pasó un segundo, pero su mirada se alzó para encontrarse con la de Él.
Adriana quedó muda el resto de la reunión, pero sus mensajes no cesaron.
-qué querés de mi?
-Esta tarde a las 8 me vas a esperar en bolas en tu casa…
-y si no quiero?
-te voy a reventar el culo a patadas.

A cada mensaje levantaba la vista y veía una sonrisa burlona seguida de un guiño. La mirada de Adriana era una mezcla de excitación y susto, lo que dejaba la duda y las ganas de averiguar lo que se podía lograr.
Esa noche Él llegó a las 7.59 y golpeó resueltamente la puerta; una Adriana totalmente desconocida abrió la puerta; vestía un pijama gris y desabrido, y sin la soberbia habitual miraba huidizamente al piso.
-Te dije que me esperaras en bolas…
- no estaba segura que vendrías…
-segura las pelotas…
Y a la mirada de reproche se desnudó con suma facilidad, descubriendo cada parte de su cuerpo. Es una mujer pequeña, con pechos y culo bien proporcionada; nada extraordinaria ni de novela, una veterana mujer común, aunque sus instintos sean animalescos.
-así que te gusta joderme? Sacalo ya mismo!
Y sin mas Adriana se arrodilló para, sumisamente, sacar afuera el pene de un casi desconocido; sus dedos hábiles se cerraron sobre el tronco y comenzaron a frotarlo mientras sus ojos buscaban los de Él.
Ver a una mujer madura y desnuda frotándole el pene le producía una sensación inefable; por eso cuando la vio abrir la boca para tragarlo la tomó del pelo y se lo impidió.
-quien te dijo que lo chuparas??
-creí que eso querías…
-no creas nada putita..
Y sin más la tomó en sus brazos y la colocó de cara a la mesa de la cocina; sus deliciosas nalgas quedaban expuestas a su lasciva mirada. La saliva en su pene fue un aditivo innecesario, la jugosa lubricación hizo de su vagina un cálido y húmedo receptáculo que lo recibió de manera rápida y hambrienta.
Las rápidas embestidas solo recibieron jadeos por respuesta, por lo que el odio remanente explotó:
-así que te gusta joder en las reuniones?
-n?
Y sin advertencia Él sacó el pene húmedo y vaporoso y lo apoyó sobre el orificio del ano, penetrando lenta, pero ininterrumpidamente.
Un chillido escapó de la garganta de Adriana al sentir forzada su entrada posterior; mientras las manos atrevidas estrujaban y cacheteaban sus glúteos.
-me vas a volver a joder de nuevo???
-nnnooooo
Los movimientos se aceleraron contra ese culo para nada virgen.
-Pues si te portás bien te voy a hacer esto y mucho mas..
-sisisisisisisi.
Un borbotón de semen estalló contra las entrañas de Adriana.

Él retiró el pene de su cálido receptáculo mientras seguía emitiendo su blanca savia; obligando a Adriana a dar una voltereta que dejó su cara frente a tan preciado tesoro:
-ahora si podés chuparlo!
Y la osada mujer, sin asco ni dudas dirigió sus labios y comenzó a mamar desesperadamente el tronco hasta dejarlo totalmente seco y limpio.

Siguió un momento de descanso; Él se quitó la ropa y se dirigieron al baño. Adriana era una verdadera Geisha, con devoción enjabonó y lavó todo su cuerpo, deteniéndose en los genitales para frotarlos esmeradamente.
Se secaron mutuamente y salieron del baño; ella lo tomó de la mano e intentó dirigirlo a su habitación, pero Él la retuvo y volvió a llevarla a la cocina. Sin esfuerzo la recostó sobre la mesa y su menudo cuerpo quedó en plena exhibición; acercando una silla se sentó y quedó frente a sus muslos plenamente abiertos. Cómodamente posesionada de su vagina, la boca ávida se dedicó a comer vorazmente; sin atender a los gritos, chillidos, súplicas. Los dedos, la boca, la lengua y los dientes exploraron cada punto de placer y se ocuparon de ellos. Una y otra vez sintió los espasmos y expulsión de fluidos; y así continuó hasta que el cuerpo de su objeto quedó laxo e inerte.
Cuando vio ese cuerpo jadeante e inerte se levantó lentamente, apoyó suavemente el glande en esa vagina anegada de jugos y lo frotó de arriba hacia abajo varias veces. Cuando la penetró de un resuelto empujón, solo se oyó un leve gemido.
El movimiento de mete y saca, en tan húmeda hendidura se prolongó por un buen rato, hasta que la naturaleza se impuso y sus entrañas quedaron llenas de semen. Sin pensarlo, levantó su ropa, se vistió lentamente y se marchó. Su última mirada grabó el cuerpo menudo y blanco dormido sobre la mesa.
Desde entonces, Adriana, ya no volvió a ser la misma.

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