Dos placeres mezclados son mejor que uno - 2da Parte

Antes que nada, gracias a los que de a poco van leyendo esta historia. Si se animan a dejar comentarios para saber qué les gusta o no de lo que escribo, viene bien para ir mejorando la calidad de la historia.

Si alguno se perdió de la parte 1, acá les dejo el link para que se vayan poniendo al tanto: http://www.poringa.net/posts/relatos/2467829/Dos-placeres-mezclados-son-mejor-que-uno---1era-Parte.html

Ahora sí, empezamos con la segunda parte.

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Gaby se había quedado paralizada en el lugar debido a la sorpresa.¡Más bien que me iba a ver! Si de pura pelotuda me quedé a la vista de todos... puta madre. y cosas similares iba pensando ella mientras trataba de maniobrar o tratar de convencer a Pablo de que había visto cualquier cosa.

- ¿Qué decís Pablito? - Preguntó Gaby, tratando de hacerse la que no entendió nada.

- Lo que escuchaste. - Respondió el joven, todavía con la boca pegada a su oído. - No te hagas la boluda que se te veía bastante feliz haciendo ese pete. - Se alejó de nuevo.- Pero no te persigas, si tenés ganas de hacerlo, es cosa tuya.

El alivio volvió a la cara de Gaby, por un momento pensó que el pendejo la iba a mandar al frente con su familia o algo parecido. De todos modos era mejor hacerse la boluda y no darle pie a que haga ninguna locura.

- La verdad que no tengo idea de lo que estás diciendo, Pablito, pero... - Pero se vio interrumpida por una de sus amigas.

- ¡Gabyyyyyyy! - Dijo alargando la última letra y riendo de manera tal que cualquiera podía darse cuenta que estaba medio en pedo. - ¿Dónde te habías metido? - Preguntó, al parecer sin notar a Pablo. - Las chicas se estaban preocupando por vos. ¡Epa! ¿Y este bebé? - Agregó ahora sí al ver con quien estaba hablando su amiga.

- Este es Pablo, un amigo de mi hijo. - Respondió Gaby, algo avergonzada, tanto por la situación en que se encontraba como por el comportamiento de su amiga, que parecía a punto de desmayarse del pedo que tenía.

- Un gusto - Pablo la estaba pasando de maravillas, poniendo nerviosa a Gaby y a la vez tratando de contener la carcajada ante el estado de su amiga. Si pensaba garcharse a esa diosa, lo mejor era quedar bien parado, al menos hasta asegurarse de que todo iba en marcha.

- Ahora volvemos - Gaby se apuró a meter a su amiga en el baño antes que se mande alguna cagada como mencionar la chupada de pija al stripper.

- ¡Qué caramelito ese pendejo! - Comentó la amiga al entrar.

- ¿Vos decís, Laura? - Gaby trataba de acomodarse en el baño a pesar de la cantidad de mujeres que había ahí dentro.

- ¡Dale boluda! Se parte solo el nene. - Miró a su amiga que salía del baño y notó que sonreía. - ¡Ah, viste! No te hagas la pelotuda que vos también te diste cuenta.

- Callate la boca... era un amigo de mi hijo. Ni en pedo me meto ahí... además, dice que me vio chuparle la pija al stripper. - Agregó abochornada.

- ¿Y te pensás que al pendejo le importa? - Preguntó entre risas Laura. - Seguro que lo dejaste más al palo que al boludo ese.

- ¡Ni en pedo!

- En pedo estoy yo. - Respondió sumando una carcajada - Pero a ese pendejo igual le doy. O te lo comés vos o me lo como yo.

- Yo qué sé. ¿Y mi marido? - La culpa todavía se mantenía aferrada a Gaby.

- ¿Me estás cargando? ¿Acabas de chuparle la pija a un stripper en medio de toda la gente y ahora me venís a boludear con eso? - Laura soltó otra carcajada. - Ya que te la mandaste, hacela completa.

Gaby no sabía qué responder. Su amiga tenía bastante razón. ¿Qué diferencia hacía ahora? El daño ya estaba hecho.

- Chau, me lo agarro yo. - Anunció Laura antes que Gaby pudiera reaccionar.

Pablo no sabía qué hacer, por lo tanto se había acercado a la barra a pedir algo para tomar, cuando Laura se le acercó por detrás.

- ¿Así que te gustó ver a Gaby chupándole al pija al boludote ese? - Le dijo a Pablo al oído.

El joven se dio vuelta para ver quién se había acercado y se encontró con Laura: rubia alta, de casi 1,70, ojos verdes brillantes, no muy flaca, ni con tan buen cuerpo como Gaby, pero si ella era un 10, Laura era un 9, más no sea por el buen par de tetas que le enseñaba ahora mismo en un escote que le llegaba casi hasta el ombligo. También llevaba puesta una mini, pero era bastante más corta que la de Gaby, y mostraba un buen par de piernas.

Antes que Pablo pudiera responder, Gaby apareció atrás de ella, visiblemente enojada.

- ¡Vení para acá! - Exclamó, agarrando de la mano a su amiga. - ¿Qué carajo estás haciendo?

- Ya te dije, te lo comés vos, o me lo como yo. ¿Te lo vas a comer? - Preguntó Laura, mirándola desafiante.

Gaby todavía no sabía qué responder. ¿Qué tenía que hacer? Tenía ganas de llevárselo a un telo y garcharselo hasta dejarlo seco. Pero, ¿eran ganas de estar con él o se quedó caliente después de chupársela al stripper?.

- ¿Pasa algo chicas? - Pablo apareció en medio de la charla con una sonrisa extraña, como si supiera lo que estaba pasando.

- Nada, dejá. Sólo una charla entre amigas. - Respondió Gaby. Tenía que hacer algo ya mismo para ganar tiempo. - ¿Por qué no venís un rato con nosotras?

- Bueno, dale. - Pablo se sumó al grupo de amigas de Gaby. Como pudo comprobar cuando fue a sentarse a la mesa, en total eran cinco. Pero como estaba pendiente de lo que hacían Gaby y Laura, apenas les dio pelota a las otras tres. No podía escuchar claramente lo que decían esas dos, pero al parecer el motivo de la charla (que parecía casi una discusión) era él, cosa que lo divirtió bastante.

El tiempo fue pasando y ya estaba pensando en irse a la mierda, cuando finalmente Laura le tomó la mano y lo invitó a irse con ella. Se dio vuelta justo a tiempo, se acercó a Gaby y le dio un beso en la mejilla mientras le daba un pequeño papel y le decía al oído: "me voy con ella, pero las ganas de ponerte en cuatro y darte masita no se me van a ir, diosa."

Un rato más tarde, Gaby estaba llegando a su casa, todavía sorprendida por todo lo que había pasado aquella noche, y aún más por lo que Pablo le había dicho al despedirse. A cada rato se sorprendía pensando en aquel nene que había ido a su casa durante tantos años. Pero ya no era un nene, era todo un hombre y le había dicho algo que la dejó más caliente que aquel stripper.

- Hola, amor. ¿Cómo la pasaste? - Preguntó su marido, al notar que ella acababa de acostarse.

Gaby no daba más, sentía que hervía de excitación, se palpó la concha y notó que estaba muy mojada. Saber que eso se debía a Pablo la hizo sentir extraña, pero a la vez necesitaba coger ya mismo.

Sin hablar ni un segundo, se arrojó encima de su marido y empezó a besarlo como hacía tiempo no lo hacía.

- ¿Qué pasa Gaby? ¿Estás bien? - Estaba sorprendido por el comportamiento de su mujer.

- Te deseo. - Alcanzó a decir mientras lo besaba. - ¡Necesito que me cojas ya! - Exclamó, mientras metía la mano por debajo del boxer y le masajeaba la pija.

- ¿Eh?

Eso es todo lo que alcanzó a decir Héctor, el marido de Gaby, porque en ese momento la veterana le estaba haciendo un pete de antología, le lamía la cabeza, le escupía la punta, volvía a metérselo en la boca, luchando por forzar toda la pija adentro de la boca, haciendo un hermoso garganta profunda. Y mientras tanto sus manos se esforzaban por acariciarlo, clavarle las uñas y cualquier otra forma de placer que sabía que su marido adoraba.

- ¿Me vas a dar la lechita mi amor? Dale que quiero mi desayuno. - Decía Gaby poniendo voz de nena.

Héctor sentía que estaba a punto de explotarle la cabeza, ambas cabezas de hecho. Cuando pudo darse cuenta de que estaba a punto de acabar, finalmente se incorporó en la cama para evitarlo, tumbó a su mujer de espaldas en la cama, le agarró la tanga y se la arrancó de la desesperación que tenía por devolverle el favor.

Cuando notó las intenciones de su marido, Gaby se abrió de piernas, bien dispuesta a recibir la lengua de aquel hombre con el que había compartido tantos años. Una vez que empezó a sentir la lengua de Héctor, la conchita de Gaby empezó a inundarse, cada lamida era el mejor placer de su vida y la excitación no paraba de crecer. Ya no se sentía una mujer, sino una hembra en celo, deseosa de sexo, sexo y más sexo.

- ¡Meteme la pija de una puta vez!

- ¿La querés ahora amor?

- Dale, hijo de puta, ¡¡hacelo de una vez!! - Gaby no estaba para juegos, necesitaba pija urgente.

Héctor no se hizo rogar más y empezó a metérsela de a poco, disfrutando del calor que brindaba la concha de su mujer, sintiendo como hacía fuerza con sus músculos para apretarsela a medida que entraba.

Gaby cruzó las piernas por la espalda de su marido y marcó el ritmo a pesar de estar debajo de él.

- ¡Cogeme fuerte! ¡¡Sí, así!! - Decía, incitando a su marido a darle con ganas, el cual decidió cambiar de postura y ponerla en cuatro sobre la cama.

- Ahora vas a ver lo que es bueno. - Anunció, metiéndosela de golpe en la concha, la cual estaba tan mojada que entró casi sin esfuerzo.

A partir de ese momento, el cerebro de Gaby le jugó una mala pasada, y la voz de Pablo empezó a resonar en su cabeza. Las ganas de ponerte en cuatro y darte masita, así le había dicho ese pendejo.

- ¡Dale! ¡Rompeme la concha a pijazos que no doy más! ¡Haceme acabar de una puta vez! - Gritaba Gaby, sin importa que la escuchara todo el barrio, aunque le hubiera encantado que Pablito la escuche gritar. Mira lo que te estás perdiendo por ir con esa pelotuda pensó, y al pensar en aquel nene, su conchita decidió largar toda la excitación de golpe, acabando de manera espectacular mientras su marido seguía bombeando por detrás.

- aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah... - fue todo lo que alcanzó a decir Gaby mientras perdía el control de su cuerpo y prácticamente convulsionaba de tan intenso que había sido su orgasmo.

- Y ahora el desayuno para la nenita. - Dijo Héctor, mientras se pajeaba delante de la cara de su mujer.

Gaby, a pesar de que casi no tenía fuerzas, logró acomodarse para recibir su recompensa: - A ver papi... la nena quiere su lechita. - Dijo con expresión golosa, abriendo la boca bien grande, recibiendo finalmente la acabada de su marido.

- Gracias amor. - Dijo la veterana, luego de tragar y acomodarse para descansar finalmente en su cama. Te debo una Pablito. pensó, mientras recordaba el papel que se hallaba en su cartera, con el número de aquel pendejo que amenazaba con volverla loca. Quizás tendría que pegarle un llamado pronto, no sea cosa que Laurita haga que Pablo se olvide de ella.
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Mientras tanto, Laurita llevaba a Pablo en su auto, alternando con su mano derecha entre la palanca de cambios y la palanca del joven, mientras se dirigía derecho hasta su departamento, pensando en la cogida que iba a pegarle una vez que llegaran allá.
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Hasta acá la parte 2 gente. Espero nuevos comentarios y opiniones. Saludos.

1 comentario - Dos placeres mezclados son mejor que uno - 2da Parte

elexbahiense
Muy buena la historia, bien el relato, esperamos la próxima, gracias por compartir