El Faro 2

Mi día comenzó con una incómoda confusión. Al abrir los ojos no entendía bien dónde estaba. Luego las imágenes comenzaron a caer sin orden aparente y a cobrar sentido. Estaba en un sommier enorme, de sábanas blancas. La luz se filtraba por entre los postigones antiguos de un ventanal.

-¿Ya se despertó?- dijo la dueña de casa.

-Buen día- Me di la vuelta para encontrarme con unas tetas gandes y pezones duros.-¿cómo estas del tobillo?-

Se lo había torcido la noche anterior, a lo que me ofrecí a llevarla a casa.

-Sí, parece que fue solo una torcedura y no un esguince- Sonrió. -Quiero probar otras cosas ahora-

La noche anterior no habíamos querido arriesgar. Así que me la chupó varias veces para compensar tomando (mientras hubo) toda mi leche. Yo le comí la concha y ella me regaló varios orgasmos. Gemía y gritaba. Tenía un clítoris importante. No era como esos mini pitos que se ven a veces pero era llamativo. Le volaba la cabeza que le metiera un dedito en la cola y yo me hacía la cabeza con rompersela en algún momento.
Me agarró de la piel de los huevos y se acercó a mí apretando su labio inferior con los dientes.
-Te voy a hacer mierda pendejo-

Me agarró la pija y me empezó a pajear.
-Ahora quiero que me cojas toda, sin lástima-

Se me agarrotó al toque. Hundí mi cara en sus tetas y la besaba y lamía como loco. Le mandé la mano a la entrepiera y noté su concha mojada. La oí gemir.

-¿que me vas a hacer degenerado?-
-te voy a romper toda, puta-
-¿Me vas a romper la cola también?-

Me levanté y tiré las sabanas al suelo. Me senté encima de su pecho y le pasaba la verga entre las tetas. Ella me chupaba la punta de la pija mientras yo le metía dos dedos en la concha y la pajeaba.
Me chupé los dedos y se los metí en la boca.

Me paré al costado de la cama y ella se vino gateando como una perra a chuparmela. Se arqueaba para mostrarme el culo. Yo me estiré y le metí un dedo. Gimió para mostrarme que le gustaba.

-Haceme la cola pendejo-
Se dio la vuelta dejandome un panorama espectacular. La vieja no tenía un pelo. Le lamí el orto en circulitos y le metía la lengua lo más adentro que podía. Ella se pajeaba mientras y yo aproveché para meterle un dedito.

-Hmmm cojeme con tu dedito-

Le metía y sacaba el dedito lleno de saliva y jugaba con los bordes de su culo. Le dí un par de palmadas que no se si le gustaron, pero tampoco me dijo que no. Era un culo carnoso, pero no fofo ni caído. Se marcaban fuertes las curvas de la cadera y la cintura. La veterana estaba espectacular.

Cuando ya había metido dos dedos durante un rato me pidió

-Dame tu verga. Quiero esa pija gorda adentro mío-

-Querés esto putita?- Le puse la puntita nomás. Y la frotaba entre su concha y su culo. Como tenía la concha tan caliente se la quise meter allí primero. La mojé bien y la enterré despacio pero sin retroceder.

-Ahh! Que divina verga me voy a comer. Dame pendejo- Decía mientras se la cogía en 4 ella sola. Yo admiraba el panorama. Estaba sacado. Quería metersela por todos lados a la vez. Era un sueño. Ella apoyó el pecho en la cama quedando su culo bien parado. Le metí un dedo en el orto, y después otro. Apretaba desde el culo el trondo de mi pija hacia abajo mientras la bombeaba.
Se acabó gritando.
-Cuidado- Me dijo y se corrió hacia adelante. Un chorro transparente salió de su concha. Nunca había presenciado la eyaculación femenina. Me encantó. Ella estaba agotada respirando sobre la cama. Todavía se metía dedo en el clítoris y se sacudía. Yo me puse sobre ella.

-Rompeme pendejo-

La empecé a cojer por el culo. Le entró muy facil, pero era apretadito. Sentía sus venitas latir en la cabeza de mi pija. Estaba muy sensible, sabía que me iba a acabar fácil, y ella me hacía calentar mucho más aún.

-LLename el orto de leche- Dijo cuando había empezado a cojerla fuerte.-Quiero sentir que me llenas toda de leche caliente-

No se cuanto pude aguantar así, pero seguramente fue vergonzoso. Lo bueno fue que solté un gran chorro de leche para haber estado seco la noche anterior. Al menos pude regalarle eso a la señora.

-Me acabo de nuevo- dijo ella mientras yo estaba tendido encima.

Nos tumbamos los dos boca arriba a descansar.

-Te doy media hora- Dijo y nos reímos.

Ese día no abrí mi mercadito.

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