La verdad y ¿la verdad? (bisexual)

Este relato es ficticio y nunca ocurrió.

Noviembre de 2014. Agustín Baldo tiene 18 años y cursa su primer año en la facultad. Está viviendo un momento complicado, pero el pecado le sienta bien. Por supuesto que era ese “pecado” el que hacía que su imaginación volara. En nuestros tiempos, esa denominación ya no tiene validez, pero le temía al entorno. La razón: amaba a un amigo suyo, que también iba con él a la universidad, llamado Carlos Armendáriz. Se conocían desde la escuela primaria y descubrieron el inicio de su sexualidad juntos. Eran aún inmaduros cuando iban a la casa de uno para leer revistas subidas de tono o aprendían el por qué de la autosatisfacción. Hermanos del alma, sin dudas, vivían besándose a escondidas y ya habían tenido un intento para tener sexo, pero la situación no se había llegado a concretar. Dio una casualidad que era tan increíble como en pocos casos: debían entregar un importante trabajo y, aprovechando que los padres de Agustín partirían por cuatro días al exterior debido a razones laborales, que lo que tuviera que suceder, suceda. Pacto hecho, decisión tomada.

Jueves 20 de noviembre. Las 4 de la tarde y un sol radiante, además del calor y la humedad que se tornaron inaguantables. Dispuestos a trabajar en su tarea, extendieron el pedazo de fílmico sobre la mesa y minuciosamente trazaron las figuras en él. Lo pusieron a la luz y comprobaron que la punta del marcador era la correcta. Luego, tomaron un pedazo de papel y lo seccionaron en 3 o 4 partes para colocarlo como soporte del celuloide. Realizaron un informe escrito justificando su decisión, lo imprimieron, guardaron los materiales y fueron a la habitación del dueño de casa a mirar la tele. Las 8 de la noche y el ventilador a todo lo que da. Los dos pibes estaban con el torso desnudo y en calzoncillos tapados con una sábana mirando el noticiero y agarrándose la cabeza muy desilusionados por las desgracias de todos los días. Cambiaron de canal y dejaron a sus amados personajes amarillos, los Simpson, que estando hartos y sabiéndose de memoria todas sus líneas los iba a distraer de tanta mala suerte (por las noticias) y del calor. A las 9 van al comedor y preparan una rápida cena: calientan tirabuzones en el microondas y lo sirven en la mesa. Típico de animales, trataron de ver quién se devoraba la fuente primero. “Empate técnico”, vociferaron al mismo tiempo, y cuando a Carlos le quedó un pedazo de fideo saliéndose de su boca, Agustín se lo arrancó y le metió un pico que duró tres segundos.

Agustín: - ¡Te re cagué, pelotudo!
Carlos: - Vamos a ver quién caga a quien, después.
Agustín: - ¿Estás seguro? (casi seduciéndolo)
Carlos: - Sí, señora (imitando al colombiano que fue al programa de Susana Giménez en 2010)

Terminó la novela que ellos solían mirar y se fueron como dos bestias a la cama. Carlos era un gran machazo, de fuerza descomunal, y era eso lo que enloquecía al frágil Agustín. Como ya estaban en calzoncillos, se los sacaron y comenzaron a besarse, tocando suavemente sus muslos con las yemas de los dedos. Esto fue intencional porque era una de las zonas erógenas del “patroncito”. Los gemidos crecían y crecían, y mucho más cuando el machote introdujo su miembro dentro del ano del otro. Desesperado, pedía que le peguen y le den pa´ que tenga. Sus deseos eran órdenes y los golpes le dejaron las nalgas rojas. Luego de tres horas de arder como dos hornos de barro, eyacularon tanto que se durmieron enseguida. Se abrazaron y, sin dudas, chichonearon con piquitos, besos en el cuello, seducciones con palabras infalibles y el tradicional “la próxima, ¡no sabés todo lo que te voy a hacer!”. Carlos quitó sus manos del chico y le dejó una nota para decirle que le mintió a sus padres y que volvería antes de tiempo a su casa, pero que al día siguiente se verían en la facultad. Le dio un beso en la frente, se vistió y se fue. Ya era plena madrugada, y aún así con la inseguridad reinante, se fue caminando diez cuadras.
Agustín había quedado abrazando a la almohada, blanda y que casi podía sustituir la presencia de Carlos, aunque sea como compañía. Se despertó como si hubiese estado bajo los efectos de un sedante, despacio y súbitamente con una caricia sobre el cuello y el cráneo, algo intensa, y que luego bajó al torso y a los brazos.

Agustín: - ¿Nene, sos vos? (con los ojos entreabiertos y en plena oscuridad)
Irene: - Mmmm… Parece que el nene se despertó… (con voz sensual)
Agustín: - ¿Quién anda ahí?
Irene: - Shhh…. Permitime explicarte. Soy la voz de tu conciencia. En realidad, soy parte de tu conciencia. Podés decirme Irene. (suave)
Agustín: - ¿Qué mierda querés? (agresivo) (se prende la luz)
Irene: - Ubicate, querido, eh… Así no se trata a una mujer. (advirtiendo) Pero te la dejo pasar porque estás desorientado.
Agustín: - Disculpe, “Irene”. No le gritaré más.
Irene: - Tuteame, soy joven. Voy al grano. Soy una parte de tu conciencia que es clave en el período que afrontás.
Agustín: - ¿Por qué clave?
Irene: - Porque sos un adolescente que arde en deseo sexual, y se nota que tus deseos se están haciendo realidad. (suave otra vez)
Agustín: - ¿Cómo lo sabés?
Irene: - Porque soy una parte de vos. Tenelo en cuenta. Nada más que ahora tomé forma humana. Tus deseos son muy explícitos, y tu interés por el sexo es extenso.
Agustín: - Sólo quería tener sexo con alguien a quien quiero mucho, nada más.
Irene: - ¿Y quedaste satisfecho? (para dar en el blanco)
Agustín: - Por supuesto. Si sos una parte de mi inconsciente, habrás percibido qué tan excitado estaba, y cuánto disfruté hacer esto. Estoy débil, necesito un descanso reparador.
Irene: - No me voy a ir, te lo aseguro. No me vas a convencer.
Agustín: - ¿Y entonces para qué viniste?
Irene: - Vine porque soy tu fantasía femenina, la que nunca pudiste cumplir. La que no sé si tenés tantas ganas de cumplir. (señala, casi como una ironía)
Agustín: - No me quiero acostar con una mujer. Estoy cómodo durmiendo con un hombre. El cuerpo de un hombre robusto, musculoso, de pene grueso y mirada fuerte no se puede comparar con ninguna otra persona.
Irene: - Y si hablamos de mirada fija, la competencia es par, querido. Nosotras podemos hacerlo mejor. (lo mira por diez segundos)
Agustín: - No lo tolero más… Detenete, te lo ruego… No me mires así… (desesperado)
Irene: ¿Viste que te dije que lo hacemos mejor? Te estás rindiendo, y eso es lo que quería, que pruebes.
Agustín: - Que no tolere que me mires de esa forma no quiere decir que sienta algo por una mujer. Tu mirada me intimida.
Irene: - Quería lograr eso, que te pierdas, que te descontroles, que te des cuenta que para negarte primero tenés que probar. No te niegues, por Dios.
Agustín: - No. (lo vuelve a mirar por quince segundos) Basta, basta, basta… (grita)
Irene: - Relajate, ¿querés? Mi mirada te está haciendo enloquecer… Soy la potencia máxima de la seducción existente dentro de la mente humana. (suave)
Agustín: - Voy a hacer como que te fuiste y sigo durmiendo.
Irene: - No, nene, esta noche no vas a dormir.

Ella se abalanza sobre él y lo toma de las manos. Lo besa y apoya su cabeza entre medio de los pechos para que se los lama. Irene gime y le aprieta más el cráneo, y le dice cosas como “¿Tu madre nunca te amamantó? Ahora vas a ver cómo se chupa una teta…”. Algunas lágrimas rodeaban los ojos de Agustín, y ella trataba de limpiárselas. Lo forzó a posar sus labios en esa extensa dermis de seda proveniente del cielo, y cada vez más enardecida, gritó y clamó por más besos. La belleza de Irene era como venida de esos paraísos imposibles, sin palabras para describirla. Su voz suave y mandona pudo con la rigidez/timidez del adolescente, y lo hizo caer. Ella era el arquetipo de “femme fatale”: no había nadie que se pudiera negar a sus encantos. Con la diosa completamente desnuda, él siguió besando sus piernas y el medio de los genitales, así que debió tragarse el fluido vaginal que ésta expulsaba. Luego, se sentó en la ingle de él y le colocó un preservativo. Esta experiencia satisfactoria duró dos horas y alcanzaron el orgasmo al mismo tiempo, y se tumbaron con los brazos juntos en las espaldas. Se cubrieron con las sábanas, y ella desapareció cuando él ya estaba en su décimo sueño.
Llegado el día siguiente, habiendo descansado apenas dos horas pero con una energía repuesta, tomó el trabajo, lo guardó en su bolso, desayunó, se vistió adecuadamente y se fue, pero la imagen de ella le atravesaba el cerebro, como la noche anterior.

1 comentario - La verdad y ¿la verdad? (bisexual)

kramalo
mmmmm....complicado..