La semilla inutil - Capitulo 6: La calle es su lugar

Aclaracion: Todos los personajes involucrados en actos sexuales son mayores de edad. Con respecto a los demas, se reserva la informacion.

* A partir del presente capitulo, estos pueden contener lenguaje ofensivo y situaciones maduras (ademas de las sexuales)

Capitulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/2783820/La-semilla-inutil---Capitulo-5-El-aspersor-humano.html

Ese día iniciaban mis clases ( cuarto ciclo, jamás había pensado llegar tan lejos) y estaba con todas las ganas de empezar mi curso favorito: práctica instrumental, con especialidad en ritmo negro de la costa.
Llegado a la U, me encontré con algunos compañeros. Ese día sentí un poco de frío y cogí una antigua chaqueta al salir de mí casa. Revisé en los bolsillos por si encontraba algunas monedas y sólo encontré un papel doblado con una dirección en San Miguel y una extraña firma que iniciaba con una «M».
Trate de hacer memoria. No era mi letra y la dirección no me sonaba de nada. Doble el papel, lo guardé y me olvidé por un tiempo.
Lakshmi no era de mí mismo ciclo (no sé si lo mencioné antes). Su horario era un tanto distinto al mío, así que empecé a faltar a algunas clases y dejar de enseñar para encontrarme con ella y salir a pasear, ver una película, comer algo, tirar. Por fin sabía lo que era tener una novia y me parecía divertido.
Un día mientras detenía mí quehacer amatorio para prolongar el placer de Lakshmi, ella me contó acerca de su ex.
- Se llamaba Adam. Es de Artes visuales, dibujante. Tenía entendido que es fanático del fulbito de mesa.
Creí recordar vagamente que un chico se unía a mi grupo de amigos de la U para jugar los fines de semana, uno con cara de mosca. Debía ser el.
- Pero la tenía chica, o éso me parecía. Igual fue mí primera vez -luego se rió como si se acordará de un buen chiste-, y tú? Tus novias?
Le dije que era mí primera novia. No se lo creyó.
- Pero tiras demasiado bien.
Se puso seria cuando le dije que una cosa no tenía nada que ver con la otra. Pero cuando no estaba feliz sólo había una solución.
La sujeté por la cintura e hice que me montara. Sin mayor oposición mi pene se perdió en el interior de esa jugosa vagina.
Y así pasaba los días. El sexo con ella lo era todo, casi ni recordaba a Merrian. Traté de hacer un día que mi novia (que bien suena) me hiciera sexo oral. Al principio, cuando se lo propuse, aceptó de muy buena gana. Nunca lo había hecho (según ella) y se sentía entusiasmada.
De rodillas frente a mí, sujetó mi verga con ambas manos y, sin mayor dilación, introdujo mi pene en su boquita.
Por todos los dioses -occidentales y orientales- que lo hacía pésimo. Podía sentir sus dientes y, a pesar de su esfuerzo, no lo estaba disfrutando. Tuve que concentrarme para que mi erección no cediera. Después de unos minutos se lo sacó.
- Es muy grande, -me dijo. No era una alabanza, era una queja. - con las justas entra en mi boquita y si te movías de seguro que me hacías vomitar.
- Esta bien, -le dije, decidiendo mentalmente que excluiría las mamadas de mi «sexual performance»- ahora yo te lo hago a ti, si?
- Tu a mí? Y eso como?
Iba a explicarle pero era mejor actuar. Nunca se sabía quién podía pasar por una calle desierta.
En efecto, estábamos en la calle. Al parecer era una costumbre de la chica fresa (digo al parecer porque según ella no siempre fue así, nunca lo había hecho en la calle, era sólo que yo la excitaba, etc. ) Y, vez que le picaba, vez que teníamos que cachar. No era una opción: era ley.
La senté en un muro un tanto alto. Le bajé el pantalón y su calzón hasta los tobillos. Ella se reía, nerviosa. Yo no me reía, pero también estaba nervioso. Decidí apurar las cosas y acerqué mi boca a su tierna vulva.
Gimió suavemente. Sujetó mi cabello con sus dedos mientras susurraba mi nombre. Yo pasaba mi lengua por su rajita, mojadita y caliente. Me gustaba (hasta hoy) tratar de separar los labios de una vulva con mi lengua. Empecé a lamer su clítoris y Lakshmi casi gritó.
- Sí, ahí, ahí. Ay, por todos los dioses, que rico se siente. Ay, ay, ayyy...
Ese último ay fue el que anunció su venida. El mismo chorro de todos nuestros encuentros amorosos dijo presente y empezó a manar, pero esta vez dio exactamente en mi boca y empecé a tomar de ese delicioso líquido cuál si fuera un hombre sediento en el peor de los desiertos que encuentra un poco de agua en un oasis. Su sabor era dulce, ácido, secreto, prohibido.
Mientras brotaba mi delicioso manantial, hecho sólo para mí, fui bajándome los pantalones, mi miembro ya estaba listo para participar. Cuando el aspersor terminó, era ya mi turno. Me puse de pie y la ensarté inmediatamente, estaba tan mojada que no opuso resistencia alguna.
Tirábamos como perros en celo. Yo no me quería detener, menos después de escuchar sus gemidos que ya parecían gritos, pero algo no estaba bien y Lakshmi me lo hizo saber:
- Amor, despacio. Me estás lastimando...
Me detuve en seco para preguntarle qué había pasado. Me pareció ver que tenía lágrimas en los ojos.
- La tienes muy grande.
Me retiré de ella mientras le preguntaba por qué se le había encogido su concha cuando, desde una ventana, una vieja nos gritó, llamándonos inmorales y amenazando con traer a la policía.
Lakshmi y yo nos acomodamos la ropa lo mejor que pudimos y nos fuimos corriendo hasta la avenida, al llegar estábamos muertos de cansancio y de risa.
La invité a cenar y nos fuimos a comer comida china. Estábamos caminando por San Miguel y, de repente, pasamos por la misma calle que estaba anotada en el papel que encontré en mis bolsillos.
- La bajista hizo una parrillada hace algunos meses aquí. Nos invitó, recuerdas?
Miré a Lakshmi con cara de no recordar (en efecto, no recordaba), cuando caí en la cuenta...
La chica con cara de gato de basurero era la autora del papel hallado..., y yo le había garantizado que iría.
Continuará...

Este capitulo tiene un retraso de una semana: hoy subo ademas el capitulo 7

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