Mi primer trío

- ¿Qué les parece si tú y yo hacemos un trío con tu amiga? – inquirí, a la chica que hacía unas horas tiempo acababa de conocer en la fiesta.

Ella volteó a ver a su amiga y le gritó: - Este tipo quiere que nos vayamos a coger los tres, ¿qué te parece?

Su amiga dio unos pasos hacia nosotros y me dijo en un tono de voz grave - ¿Estás seguro de lo que estás pidiendo amor?

- Nunca he estado más seguro de una decisión – le respondí retándola con la mirada.

- Una vez que estemos en nuestra habitación no habrá vuelta atrás. – dije la primera chica, mientras la segunda se reía.

Salimos de la fiesta y nos subimos a mi auto. Yo no podía esperar a llegar al apartamento donde vivían estas dos chicas. Desde que las había visto en la fiesta una sed se había apoderado de mí al verlas esa ropa entallada que traían y escotes que realmente dejaban muy poco a la imaginación. Mi cerebro era bombardeado por una serie de imágenes donde me las imaginaba desnudas, a mí merced, pensando en que en poco tiempo las dos iban a estar de rodillas ante mí mientras me lamían por todo mi cuerpo. Las imaginaba a las dos, utilizando sus lenguas para ir excitando a la otra mientras paseaban por su clítoris y su vientre. Iba manejando mientras tenía una erección que no pasó desapercibida.

- Veo que ya estás listo para nosotras – dijo la amiga que iba sentada en el asiento del copiloto. Ella tenía el cabello castaño claro y tenía una piel muy blanca, rasgos que no había podido ver en la oscuridad del lugar de la fiesta.

En eso sentí como ella puso su mano sobre mi bulto, para después desabrochar la cremallera y con su otra mano lo sacó. Yo volteaba a verla de reojo, tratando de no desconcentrarme de la carretera por la que nos alejábamos cada vez más de los suburbios. Sentí que una boca húmeda me rodeaba y que la lengua experimentada empezaba a hacer su trabajo.

Mientras ella me daba sexo oral, su amiga, que era más morena y de cabello oscuro, me daba las instrucciones de cómo llegar a su casa. Salimos de los lindes de la ciudad y nos dirigimos por un camino sin pavimentar que atravesaba un paraje boscoso. Después de haber andado a través de él por un tiempo que me pareció eterno vimos lo que parecía ser una casa.

- Es allí adelante – dijo la mujer morena.

En ese momento la mujer de cabello castaño dejó de chupármela, voltee a ver mi pene bañado en su saliva. Detuve el coche, después escondí mi pene en el pantalón y me subí la cremallera.

Aún con la erección, bajé del coche y mis dos amigas también bajaron. Abrieron la puerta y todos entramos a la pequeña casa. Detrás de mí emparejaron la puerta y pusieron el cerrojo. Yo sabía que por fin había logrado conseguir formar el trío que tanto había estado esperando.

- Nos iremos a preparar, puedes sentarte en el sofá si quieres – me dijo la de cabello castaño y después me dio un giño. Mientras su amiga empezó a hacer movimientos eróticos con su lengua.

Me senté en el sofá tal como me dijeron, volteaba a ver las paredes de la casa para tener algo en que pensar antes de que se desatara la acción. Inmediatamente algo llamó mi atención, en el techo colgaba una viga de madera y en cada extremo de ella colgaban unas esposas.

Unos minutos después regresaron las dos amigas y por fin me revelaron sus nombres.

- Yo me llamo Eliza – me dijo la de cabello castaño.

- Yo soy Alicia y hoy vas a hacer algo completamente nuevo– dijo la morena.

- Nunca he hecho un trío – le respondí.

- ¿Para qué es esa viga? – inquirí.

- Para nuestros juegos sexuales – dijo Eliza.

Acto seguido Alicia tomó la viga y la bajó hasta que quedaba a nuestra altura. Después cada una abrió las esposas.

– Extiende tus brazos, amor – pidió Alicia con una voz juguetona.

Los extendí sin chistar y esperé hasta que escuché que el mecanismo de cierre de las esposas. Inmediatamente aventaron muy lejos de mi alcance las llaves.

- Hace rato dijiste que nunca has hecho un trío ¿verdad? – preguntó Eliza

- Estás en lo correcto, siempre he querido hacer este trío con dos mujeres – contesté entusiasmado.

- Y si te digo que la mitad de esa fantasía se te puede cumplir – dijo ella.

- ¿A qué te refieres? – pregunté algo dubitativo.

- Hoy vas a hacer un trío con nosotras, esa es la mitad de la fantasía que te cumpliremos. Pero nosotras no somos mujeres de nacimiento – comentó Alicia con mirada retadora.

- ¿Cómo? – balbuceé.

Alicia se acercó a mí y me puso uno de sus senos en mi mano. Eliza hizo lo mismo pero con mi otra mano. Claro que ellas eran mujeres, yo lo podía sentir. Pero poco a poco fueron moviendo su cuerpo hasta que mis manos se desplazaron por su abdomen, su vientre y cuando pensaba sentir lo que yo sabía que tenía que tocar, la forma fue completamente diferente, esto era un bulto que tenían cada una de ellas.

- No, no puede ser – dije.

- Estoy soñando, lo sé – lo mencioné para darme valor.

- Somos transexuales – dijo Alicia.

- Mira estamos en medio de la nada, no sabes dónde te encuentras y no hay nadie que te pueda auxiliar. Además tú estás atrapado aquí dentro y la única manera de que obtengas tu libertad es que nos dejes jugar contigo esta noche, de lo contrario aquí te podemos tener hasta que mueras. – lo dijo Eliza seguida de una risa burlona.

En eso Alicia me bajó el pantalón y Eliza me arrancó la camisa. Me quedé sin nada encima de mí. En ese momento ellas dos se empezaron a desvestir frente a mis ojos, primero se quitaron sus blusas mostrando unos generosos pechos, que se encontraban resaltados por sus sujetadores. El de Alicia era de color verde y el de Eliza era rojo con puntos blancos, acto seguido se quitaron ambos sujetadores y pude ver sus pezones.

En el siguiente paso ellas dos se empezaron remover sus pantalones apretados que dejaban imaginar lo que serían sus muslos y sus nalgas. Las dos se quedaron dándome la espalda únicamente en tangas, pude notar que mi erección ya estaba avanzada. Ellas giraron para quedar ahora viéndome de frente y se empezaron a quitar esa última prenda. Me quedé impresionado de ver que tenían también sus penes y que estaban también poniéndose duros.

- Por lo visto te está encantando – dijo Eliza, al darse cuenta de lo que había provocado en mí.

- ¿Qué necesito hacer para poder salir de aquí? – pregunté, resignado.

- Primero, nos la vas a tener que mamar a las dos – dijo Alicia, mientras me acercaba su pene a apenas unos centímetros de mi boca.

Miré ese falo que estaba esbelto frente a mí, me acerqué temerosamente y abrí mi boca. Empecé a subir y a bajar mi cabeza, con una serie de movimientos torpes, con falta de experiencia. Podía sentir el bombeo de su corazón en mi boca. Empecé a utilizar poco más mi lengua mientras la mano de Eliza me agarraba firmemente la nuca para que no bajar ale ritmo. Poco a poco lo empecé a hacer con una mayor facilidad y veía como los ojos de Alicia se ponían en blanco al sentir como se la chupaba.

Luego Eliza me hizo una señal de que me detuviera mientras Alicia sacó su pene de mi boca. Eliza ahora fue la que me acercó su miembro y empecé a volver a hacer todo el ritual. En eso sentí que una mano se posaba en mi vientre.

- Como nos has obedecido bien, te voy a devolver el favor – contestó Alicia, mientras ella me la empezaba a chupar.

Después de estar un largo rato así, Eliza le dijo a su amiga dijo: - creo que es hora de que lo hagamos nuestro - Alicia en este instante se desprendió de mí y ambas fueron a traer una mesa que pusieron frente a mí.

- Te vas a recostar allí, boca abajo– ordenó Eliza.

Con dificultad me recosté como me pidieron sobre la mesa, porque seguía teniendo mis manos enganchadas en las esposas. Sabía lo que después iba a tener que pasar, ellas iban a entrar en mí.

Eliza se colocó detrás de mí, mientras que Alicia se puso enfrente. En eso sentí como Eliza apoyaba su piel entre mis nalgas. Podía sentir como iba haciendo presión y el roce de su piel contra mi ano. Poco a poco lo fue dilatando y me producía un dolor que nunca antes había experimentado. Entraba un poco y salía de nuevo, muy lentamente. Hasta que la sentí completamente dentro de mí. El movimiento de vaivén empezaba lentamente y su intensidad iba aumentando. Escuchaba como Eliza iba gimiendo en distintos tonos dependiendo del nivel de su excitación.

Yo me encontraba entre excitado y adolorido por la misma situación, no sabía si me gustaba o lo odiaba, era algo completamente nuevo. Yo también empecé a emitir algunos gemidos que se vieron ahogados en cuanto Alicia metió de nuevo su glande en mi boca.

No se cuanto tiempo pasó pero el grito que me anunciaba que había llevado a la gloria a Eliza por fin llegó y sentí un chorro de un líquido caliente que resbalaba por las paredes de mi ano.

- Ahora me toca a mí dijo Alicia – y me sacó el pene de la boca. Mientras Eliza al mismo tiempo también lo sacó de entre mis nalgas.

- Pero ahora te quiero en otra posición – pidió Alicia.

Le dieron la vuelta a la mesa para que ahora quedara a mis espaldas y que yo pudiera recostarme boca arriba en ese pedazo de madera. Lo hice resignándome a volver a pasar por esa sensación.
Alicia subió mis piernas a sus hombros y primero me metió el dedo en la cola, lo sacó y me enseñó que estaba escurriendo de semen.

- Abre la boca – ordenó.

Lo hice, y un sabor amargo invadió mis papilas gustativas. Después le dejé limpio y reluciente ese dedo.

Alicia viéndome con ojos de perversión, agarró mis piernas y se las puso en sus hombros. Para después empezar a penetrarme. Ella estaba más grande que Eliza por lo que me volvió a doler la penetración.

Mientras ella me cogía, tuve un orgasmo que provocó que todo mi semen me bañara mi vientre y mi panza. Eliza fue la que hizo el favor de limpiarme utilizando sólo su lengua.

Alicia siguió con su faena hasta que fue su turno de terminar, ahora combinando la leche de dos mujeres transexuales en mis entrañas. Podía sentir como me escurría toda esa leche fuera de mi cuerpo.

Estaba deshecho después de toda esa noche, aún con las manos amarradas a las vigas me recostaron en el sofá y como pude me fui a dormir. Al otro día, mis captoras me liberaron y me llevaron a una parte de la ciudad donde me dejaron en un callejón, pero antes intercambiamos números.

Sólo puedo decir que las siguientes veces que ellas me follaron, ya no fueron por sus amenazas o engaños, fueron por mi voluntad.

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