Como envidio a este suertudo.

Ahí estaba ella.

Parada frente a mi puerta. Vestía una blusa blanca que realzaba lo hermoso de sus lindas tetas y un pantalón de licra negro ajustado a sus nalgas paraditas. Por ahí se asomaba el fucsia de su tanga y lo peor de todo eran sus colitas hechas con algo de apuro las cuales caían sobre sus hombros.

-Hola Sofía ¿qué deseas? – le pregunté sin desprenderme del libro que estaba leyendo.

-Quiero entregarte un recado de Amalia pero debe ser adentro, no nos pueden escuchar – me responde mientras pasa su mano derecha por una de sus colitas con un dejo de maldad.

Amalia seguía en lo mismo. Todo empezó desde aquella conversación sobre novios, sexo y reguetón. Ella aprovechó ese momento en que me encontraba solo en el apartamento y el tema nos puso calientes. Intenté evadir el asunto por evitar problemas pero ella me soltó una propuesta que difícilmente pude rechazar. – No tengo novio pero quiero que me hagas sentir todas esas cosas fascinantes que comentan mis compañeras de colegio en el baño, eso sí, tendrías derecho a usar sólo tu boca, nada de penetración – Su tranquilidad me dejó perplejo y sin perder tiempo me puse manos a la obra. Besos, caricias y mucha lengua, lengua por la vulva, por el ano y por lo pezones. Treinta minutos fueron suficientes para dejarlos al rojo vivo disfrutar el desenlace en Amalia con sus piernitas temblando sin parar. Así sin más, lengüetazos hasta el cansancio de mi mandíbula, Amalia quería seguir siendo virgen.

Después Amalia se convirtió en difusora del mensaje secreto. Nuria, de tez blanca, me visitó con la misma intención y se fue con una cara resplandeciente de felicidad. Ella fue un poco más allá al sacarme la verga y chupármela hasta eyacular, recogió mi semen en su mano y lo contempló con cara de estudiante, me dijo que era la primera vez que lo palpaba de esa manera. Reina, morena y de baja estatura, me pedía que le besara el culo mientras ella se masturbaba hasta llegar al clímax. Después llegaron Deyanira, Valentina y Paola. Todas venían por lo mismo, querían iniciarse en experimentar el orgasmo y seguir siendo vírgenes.

Ahora se presentaba Sofía, realmente no sabía qué hacer con ella. Todas sabían que los martes de 3 a 4 de la tarde me encontraba solo en el apartamento sin la compañía de mi esposa e hijos. Sofía irradiaba un magnetismo feroz, el verla allí sentada en mi sofá esperando su dosis de placer me había provocado una erección violenta. Con ella era diferente. Intentaba controlarme por todos los medios pero resultaba imposible. Después de intercambiar unas palabras nos abalanzamos con fiereza y quedamos desnudos en un santiamén. Olvidé por completo el libreto a seguir, después de lamerle la concha y el culo con el desespero de un perro callejero no me pude detener y terminé por penetrarla. Le pedí que sentara sobre mis piernas y mientras un hilo de sangre corría por mis testículos, nos besamos como si un terremoto fuese a destruir la ciudad en ese instante.

Sabía que esto iba a pasar, que en cualquier momento perdería los estribos con alguna amiguita de Amalia pero describir el rato de placer con Sofía me resulta imposible. Sabía que estaba fallando y que lo mejor era mantenerme como hasta ahora lo había hecho pero el paso estaba dado y no conforme con eso le pedí que se volteara y comencé a introducirle la verga por el culo, suavemente, con toda la delicadeza hasta conseguir un bombeo paulatino. Las tetas eran presas de mis manos mientras sus gemidos me hacían caer en estados de locura. Se aproximaba la eyaculación y que mejor que llenarle la boca con mi semen pero quería ver la cantidad que saldría de mis testículos y me dispuse a rociarle un chorro impensado en sus lindas tetas y sus nalgas preciosas.

Ya no es Amalia, ahora es Sofía la encargada de difundir el mensaje secreto que en el piso 16 tienen un amigo que todos los martes de 3 a 4 de la tarde las convertirá en todas unas mujercitas y vivirán una experiencia totalmente inolvidable.

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