Una chica curiosa. Capítulo 22

Una chica curiosa. Capítulo 22

Esta es la historia de Paula, una chica que a los 19 años la curiosidad la empieza a llevar por experiencias nuevas que cada vez resultan ser más intensas. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

Capítulo 22: Quienes miran, desean
   Sus ojos verde claro me miraban fijos y su mirada me cautivaba. Intentaba disimular, intentaba darme vuelta y no prestarle atención, pero la conexión que se había hecho con tan solo una mirada era imposible de pasar por alto. Su sonrisa era otro punto al que mis ojos iban a parar cada vez que giraba la cabeza. Me tenía totalmente atontada. Sentía como el cuerpo me temblaba y como mis manos se descontrolaban cada vez que nuestros ojos se cruzaban. Quería que algo más pasara de manera urgente. Esa situación me estaba comiendo la cabeza.

   Después de mi noche súper hot con Julieta las cosas volvieron un poco a lo que venían siendo. Nuestra amistad, a pesar de que a veces tenía algunos desequilibrios y terminábamos a los besos o algo más, cada vez se hacía más fuerte. Nos llevábamos muy bien juntas, nos veíamos con frecuencia y de vez en cuando salíamos a bailar o a tomar algo a algún bar y coqueteábamos con los chicos para volverlos locos. Éramos dos taradas con ganas de divertirse y pasarla bien.
   Tuvimos una charla bastante intensa en la que ella me confesó que estaba enamorada de Danisa, su amiga de la facultad y a pesar de que yo le dije que se la jugara por ella, me contó que eso era imposible ya que Dani estaba muy enganchada con otra chica unos años más grande que ellas. “Me hace tan mal verla con otra mina” me contaba entre lágrimas y por primera vez en mi vida sentí lástima por ella. Sin embargo me sirvió para darme cuenta de que por más que nos divirtiéramos y de que la pasáramos bien, lo nuestro era una amistad con privilegios sexuales.
   Fue entonces cuando volví a caer en la trampa de alguien que hacía un tiempo me había conquistado. Lo vi una noche que salí a comer con las chicas de la facu y él estaba sentado unas mesas más allá con una chica rubia de pelo largo y sonrisa agradable. Me saludó con la mano a la distancia y cuando me senté, Noemí me preguntó quién era y yo le contesté que era Leonel.
   - Está re cambiado, boluda. Ni lo reconocí.
   - Sí, es verdad. Está mucho más… Lindo.
   Esa misma noche no me pude contener y entré a su Facebook para ver en que andaba. No tenía fotos con la chica rubia, por lo que me dio a entender que hacía poco que salían y que no era nada oficial. En una de las últimas imágenes que vi, él estaba en cuero en la playa con unos amigos haciéndome sentir un deseo interno de volver a acostarme con él. Su piel tostada, su pelo marrón oscuro, sus ojos claros, su sonrisa perfecta… “¡Qué bueno que está! ¡Y qué bien que coge!” dijo mi cabeza.
Lo supe al instante, ¡tenía que recuperarlo!
   Le hablé a los pocos días para preguntarle como andaba y en una conversación bastante relajada, me contó un poco de su relación con esta chica. Aparentemente no venía tan bien como él esperaba, pero seguían intentando. Ella era muy obse con sus estudios y algunas cosas personales y le dedicaba poco tiempo a la relación. Para colmo, el tiempo que quería dedicarle era el tiempo que él tenía para hacer algunas cosas afuera del trabajo y de la facultad. “En sí, veremos cómo va. Y vos?” me preguntó él. “Bien. Soltera” le respondí sin dar mucho detalle. “Pero… En que andás?” insistió él y para no hacerla muy larga le dije que estuve con una chica pero que fue algo pasajero y que ahora éramos amigas. “O sea, te gustan las chicas nomás?” me preguntó él y una sonrisa se dibujó en mi cara. “Me gustan las chicas y los chicos, Leo” le respondí haciéndome la tonta y después agregué: “Por ejemplo, vos me seguís gustando”. La conversación quedó en puntos suspensivos.
   A las semanas me volvió a hablar. “Pau el sábado festejo mi cumple. Venís? Vamos a ir a un boliche a tomar algo y bailar un rato” decía su mensaje y yo no me pude negar. “Obvio” le respondí pensando en que esa podía ser mi noche para alejarme un poco de Julieta y de intentar recuperar a un hombre que había marcado mucho en mi vida. Ese día me bañé, me cambié, me arreglé y cerca de las dos de la mañana llegué lista para seducirlo.
   La chica rubia no estaba ahí. “Buen indicio” pensé y saludé a Leonel con un abrazo suave pero hermoso a la vez. Él se alegró de verme y me presentó a sus amigos y a sus amigas y algunos hicieron una expresión de “conocemos tus historias”, aunque yo disimulé. Fui a la barra con él, me invitó un trago y enseguida pensé que las cosas se iban a dar como esperaba. Estábamos los dos solos, separados del resto, parados frente a frente y dejándonos llevar por el momento. Pero de golpe…
   Un poco más allá de donde estábamos, dos ojos de color verde claro me miraban. Les devolví la mirada y tan solo en ese segundo se hizo una conexión que no se iba a poder romper. Volvimos con Leonel a donde estaban y nuestras miradas se entrecruzaron todo el tiempo. Después de varios minutos de vernos de esa manera, los ojos se empezaron a mover. Se acercaban a mí, pero yo no me movía. Me alejé un poco del grupo, ya que no quería estar cerca de Leonel y cuando volví a levantar la vista, los ojos estaban frente a mí.
   - Hola.- Me saludó.
   - Hola.- Le respondí.
   - Soy Guillermina.- Me dijo. Tenía una voz muy dulce.- ¿Vos?
   - Paula.- Le respondí con una sonrisa.
   Fueron unos pocos minutos, pero hablamos un rato y cuando nos dimos cuenta nos estábamos besando apasionadamente contra una de las paredes del lugar. “Todos nos miran” me dijo ella y yo miré alrededor para comprobar que muchísima gente volteaba la cabeza para vernos. Por suerte Leonel y sus amigos habían quedado alejados de nosotras dos. Nos seguimos besando y acariciando un rato más, me encantaba el sabor de sus labios y como los usaba. Era una chica muy sensual, con un pelo rubio y largo, una sonrisa perfecta con labios finos y delicados, una carita bien definida y un cuerpo hermoso, con una cinturita tallada, una cola bien firme y dos tetas grandes y paraditas.
   - Nos siguen viendo y ya me empieza a molestar un poco.- Dijo ella mirando alrededor.- ¿Qué nunca vieron dos chicas besándose?- Le preguntó en voz alta a dos que pasaban y nos miraban con cara de babosos.
   - ¡Vámonos!- Le sugerí al ver que se empezaba a poner incómoda ante las miradas.
   - ¿A dónde?- Me preguntó ella.- ¿A mi casa? Imposible. Están mis viejos.
   - En la mía también.- Le respondí yo pensando en que no iba a pasar más nada.- ¿Vamos a un telo?
   Guillermina se río, pero confesó que le había gustado la espontaneidad de mi pregunta y terminó aceptando mi propuesta. Y así como si nada, las dos terminamos en una habitación de un motel totalmente desnudas y a los besos.
   Nos tiramos en la cama y la ropa no tardó en salir de la escena. Me había confesado de que ella también era lesbiana y que había probado las dos cosas, pero que lo que más disfrutaba era estar con mujeres y lo demostraba en la forma en la que me tocaba y me besaba. Su mano recorrió todo mi cuerpo mientras que la otra se posaba en mi nuca y me sujetaba la cabeza mientras me besaba con ganas. Abrió sus piernas y me envolvió con ellas a la altura de la cintura. Era muy elástica y se movía mucho. Muy pasional.
   Bajé por su cuello y sus hombros para besarlos con energía y después seguí camino hacia sus gomas, las cuales estaban bien duritas de lo caliente que estaba. Eran muy grandes para una chica de su contextura física y tenía los pezones muy duros. Me dediqué a jugar con ellas un rato, les pasaba la lengua, las besaba, las tocaba, las acariciaba y volvía a pasarles la lengua mientras que Guillermina me miraba con cara orgásmica. Después seguí recorriendo su piel hasta posar mi cabeza entre sus piernas.
   Su conchita era hermosa, suave, con unos labios finos y una humedad que comenzaba a notarse. Pasé mi mano lentamente por encima de ella, metiendo uno de mis dedos en el recorrido para después hacerlo con mi lengua al igual que lo había hecho con Julieta en su cumpleaños. La movía de abajo hacia arriba, primero lento y después más rápido. Empecé a lamérsela con intensidad, recorriendo sus piernas con mis manos y llevándolas hasta su pancita. Guillermina suspiraba profundamente y movía la cadera al mismo ritmo que mi lengua se movía sobre ella.
   - Date vuelta.- Me dijo ella y al ver que no entendía aclaró:- Date vuelta y acóstate sobre mí así yo también te hago lo mismo.
   Yo me recosté sobre su cuerpo con la cabeza entre sus piernas y la suya quedó en medio de las mías. Como si nada volví a pasar mi lengua por su conchita pero ahora ella hacía lo mismo sobre la mía. Era la primera vez que hacía un 69 con una mujer y se sentía muy rico. Podía disfrutar de saborearla al mismo tiempo de que ella me practicaba sexo oral. Guillermina era muy intensa, abría mi cola y mi concha con sus manos y hacía que su lengua entrara y saliera de mí, como si me estuviera cogiendo con ella. Sus dedos rozaban mi espalda y llegaban hasta mi cola para darme unos pequeños chirlos que me ponían a saltar.
   Después ella decidió ir arriba. Nos dimos unos besos y se fue levantando hasta sentarse sobre mis caderas y empezó a moverse suavemente. Lo hacía como si se estuviese cogiendo a un hombre, su cintura dibujaba círculos sobre mi cuerpo y sus manos iban desde su panza hasta su cabello. Me calentaba mucho verla hacer eso, no sé por qué, pero me excitaba el hecho de saber que su conchita estaba centímetros de la mía y estas ni se rozaban. Guillermina cerró los ojos y se dejó llevar por una música imaginaria, mientras que su cintura se seguía moviendo más y más sobre mi cuerpo.
   De a poquito fue sacando una de mis piernas debajo de su cuerpo y quedó sentada sobre la otra. Ahora nuestras conchas estaban en contacto, pero no de manera muy notoria. Entonces comenzó a levantar la pierna que había liberado y la fue elevando por el aire, tanto, que el resto de mi cuerpo fue girando mientras que subía mi pierna. Al final, terminé casi de costado, con una pierna en el aire a la que ella se agarraba y la otra prisionera debajo de su cuerpo. Nuestras conchas estaban pegadas.
   Se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás haciendo como que me cogía y cada vez que hacía contacto con su cuerpo sentía su conchita húmeda rozar la mía. Así fue aumentando la velocidad y el roce comenzaba a excitarme más y más. Una de sus manos fue bajando por mi pierna y se posó sobre mi clítoris. Con el dedo pulgar hizo presión sobre este y sentir el tacto del mismo me causó una ola de placer que recorrió todo mi cuerpo. Guillermina se movía más y más rápido y el franeleo era extremadamente apasionado.
   - ¡Mmm que rico!- Dije yo y ella siguió moviéndose a toda velocidad al mismo tiempo que tocaba mi clítoris con su mano.
   Después me tocó a mí ir arriba. Ella se acostó sobre la cama y yo me arrodillé a la atura de sus piernas. Las levanté despacito y las apoyé sobre mis hombros y suavemente fui acercando mi cuerpo hasta el suyo, causando que sus piernas se elevaran más y más. Una vez que mi cintura estuvo en contacto con la suya volví a sentir el calor y la humedad de su concha que tanto me gustaba y estábamos listas para seguir disfrutando.
   Imitando los movimientos que ella había hecho empecé a moverme hacia adelante y hacia atrás. Cada vez que pegaba mi cuerpo al suyo, mi conchita rozaba la de ella y eso me volvía más loca. Guillermina cerró nuevamente los ojos y mientras se mordía los labios, disfrutaba de lo que estábamos haciendo. Era muy excitante verla gozar de esa manera. De su boca salían leves gemidos de placer que fueron aumentando, al igual que lo hacía el calor de la habitación. Era una chica hermosa, divina y con una pasión increíble. ¡Perfecta!
   No sé por cuánto tiempo estuvimos en esa habitación, pero disfrutamos tanto que llegó un momento en el que no parábamos de acabar. Nuestros cuerpos calientes y transpirados se rozaban el uno con el otro y las manos recorrían cada centímetro de la piel haciendo que nos prendiéramos más y más. Un grito orgásmico de mi parte puso la estrella en la punta del árbol y condecoró una noche que pensé que se iba a dar de una manera y que terminó totalmente distinta. Guillermina era hermosa, apasionada, sexy y sabía cómo hacerme gozar. ¿Había encontrado mi nueva musa?


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