La mujerde mi compañero

Los hechos relatados así como los nombres son ficticios, cualquier semejanza con a realidad es mera coincidencia.


Nuevamente el verano sorprendía con sus días de climas cambiantes. Habia empezado soleado y despejado, con un cielo impoluto y poco a poco el viento fue cubriendo el cielo con grandes nubes grises que presagiaban una lluvia intensa para la tarde. Y así fue; a eso de las tres empezaron a caer las primeras gotas y para las cinco el diluvio era tal que la mayoría de mis compañeros ya se habían vuelto a sus casas.
Uno de mis compañeros me estuvo contando toda la tarde que su mujer lo esperaba en un cine del centro al que irían a ver una película, luego a comer algo y por último a un lugar donde ponerle broche de oro a la noche. Casualmente la misma mujer empezó a tocar el timbre de la obra a las seis y cuarto de la tarde, cuando yo había salido de bañarme. Al preguntar quién era ella respondió que era la mujer de uno de sus compañeros, que él le había dicho que lo esperara en esta obra ya que por un trámite de último momento y por el error de uno de nuestros jefes lo habían mandado a otro lado y aún no habían terminado de trabajar. Hablé con él y me confirmó la historia, me dijo que no sería mucho, que le hiciera compañía y que "me portara bien", le dije que sería lo mas caballeroso que pudiera y me colgó.
La mujer entró, estaba empapada de pies a cabeza, me contó que mientras estaba viniendo un auto pisó un charco y la salpicó entera. Yo aún con el torso desnudo y la toalla en la cintura la invité a pasar. Adentro estaba cálido, lo suficiente como para que ella no se enfermase por llevar las ropas así, le ofrecí una toalla y ela aceptó tímidamente. Me disculpé por mi estado al atenderla y ella me dijo que era entendible. Le ofrecí prepararle algo caliente y aceptó gustosa, aunque le costaba moverse teniendo la ropa tan mojada.
Mientras el agua se calentaba me vestí lo más rápido que pude y salí, me había puesto una musculosa, un short deportivo y unas ojotas. En el apuro me había olvidado de ponerme ropa interior pero poco importaba ya que a mujer no estaría mucho tiempo conmigo... O eso creía.
Al volver ella seguía en la misma posición, parada en medio de la obra y con la toalla en las manos, al menos se había secado un poco.
-Disculpe, cómo se llama?
Le pregunté algo tímido también, me cuesta familiarizar con alguien.
-Emilce me llamo
Respondió ella con firmeza.
-Mucho gusto Emilce, mi nombre es Daniel. Su marido no me dijo cuánto más iba a tardar, si quiere le puedo prestar algo de ropa y llevo la suya al lavadero de acá a la vuelta, se va a enfermar sino. Y esa gente trabaja rápido. Si quiere se la llevo y en media hora la tiene seca de nuevo.
Se mostró un poco reacia al principio, me preguntó si estaba loco por haberle propuesto algo así y amenazó con irse. Pero se quedó al entender que su marido iría a buscarla acá y con la ropa como la tenía no podrían ir a ningún lado. Bajó los hombros y aceptó. Le dije dónde podía cambiarse y le aseguré que no la vería. Le presté una remera y un short de los míos y otro par de ojotas que tenía. Su ropa la metió en una bolsa y yo fui rápido a llevarla al lavadero mientras ella se cambiaba.
Al volver ya me esperaba tomando un té, con el cabello algo revuelto y húmedo y mi ropa puesta. Era una imagen acogedora en cierto punto. Durante media hora o un poco más nos dedicamos a hablar de todo un poco, desde si yo me aburría trabajando de sereno a si ella hablaba en alemán, por su apellido. Nos reímos un buen rato y cuando se hizo el tiempo fui a buscar su ropa. La chica que me atendió me dijo que ya estaba pero que faltaba plancharla y doblarla. Yo le dije que esperaría, al saber que no tardaría mucho por ser solo una muda de ropa. Detrás del mostrador iba observando cada prenda: una pollera negra, una blusa con detales de encaje en las tiras, de color blanca, un saquito de lana fina también negro, un par de medias y lo que más llamó mi atención, una cola less roja de encaje y un corpiño del mismo color y tela. Ella me había dado también su ropa interior.
Al ver eso no pude evitar calentarme, el pensar en cómo le quedaría ese conjunto me iba comiendo la cabeza mientras llegaba a la obra. Entré y le dí la bolsa, le dije que todo estaba dentro y que podía cambiarse cuand quisiera. Ella entró al vestuario y justo me sonó el celular, era mi compañero diciendo que a lo sumo en 40 minutos estaría pasando por la obra. Y yo ya no sabía que hacer, luego de lo que vi la imagen de la prenda me rondaba la cabeza. Sin darme cuenta me había calentado y mi miembro empezaba a ponerse duro haciendo una carpa que se notaba aun mas por lo fina de la tela y el hecho de que no llevaba nada bajo el short.
Ella salió y tuve que darme la vuelta para que ella no notara mi estado. Me preguntó cuánto le debía por eso y le dije que no era nada. Insistió en pagarme pero yo me negaba. Al final me dijo que me debía un favor y que sería cualquier cosa. Le conté lo del mensaje de su marido y se puso contenta, repetía una y otra vez que le había salvado la tarde y que me debía una, que menos mal que su marido tenía un compañero como yo y cosas así. Su humor estaba más que cambiado al tener su ropa limpia nuevamente.
En su tercer intento por agradecerme y decirme que me debía una me dijo que "podía ser lo que yo quisiera" y se me cruzó por la cabeza pedirle que me mostrara como le quedaba esa cola less.
-Hay algo, pero mejor no. Podria traer problemas.
Le dije recuperando la cordura y acordándoe que era la mujer de un compañero.
-Dale, decime, sabes que muere acá, te la debo.
Me decía ella y me animaba a cruzar esa delgada línea.
-Bueno, no me había dado cuenta de que me habías dado tu ropa interior también para llevarla a la lavandería y a ver esa cola less me quedé pensando en cómo te quedaría. Así que digamos que me gustaría verla... Si no es molestia.
Su cara se ensombreció un momento y yo pensé que me mandaría a la mierda. Mientras la veía pensaba en decirle que era una broma y que no me tomara en serio pero me respondió:
-Ok, supongo que es justo. Después de todo me salvaste la tarde.
-En serio?
Sencillamente no podía creer su respuesta.
-Sí, pero no acá, si alguien mira desde afuera nos podría ver. Vamos a donde dormís vos.
Nervioso y con una erección que amenazaba con romper mis pantalones caminamos hasta mi habitación. Ella se sentó, yo hice lo mismo y esperé a su reacción.
-Alguna pose en particular?
Su pregunta me dejó más descolocado todavía. Todo era demasiado increíble.
-En... En 4 estaría bien.
Seguía nervioso, pero cómo no estarlo con tremenda mujer al lado, preguntando si quería que me pusiera en tal o cual posición para ver como le quedaba su prenda más íntima. Habría que estar muerto para no sentir nada.
Ella trepó a la cama, se puso a 4 patas y se levantó la pollera. La vista era fenomenal. La tela se perdía entre sus nalgas y llegaban a verse sus labios vaginales.
-Así está bien?
Me dijo Emilce, la mujer de mi compañero, la mujer a la que había conocido hacía menos de una hora y que estaba en mi cama, con la pollera levantada y a cuatro patas.
-Levantá un poco la cola, quiero ver bien.
Ya estaba tomando confianza y me acariciaba la verga por arriba del short. Ella no dijo nada, subió la cola y bajó la cabeza apoyándola en la cama.
-Así?
Volvió a preguntarme.
-Perfecto. Voy a acercarme, quiero ver bien todo.
En esa posición sus labios se marcaban más que notoriamente. Se podía distinguir su ano también ya que la tela cubría menos en esa posición. Sabiendo que me jugaba el todo por el todo me acerqué y miré su cola y su vagina de cerca.
Ya no podía aguantar, saqué mi verga y empecé a masturbarme con la mano derecha y la izquierda se acercó a su cola. Con la excusa de que tenía una pelusa pasé mi mano por ahí y al no resistirse volví a pasarla. Mis dedos rozaron su conchita y se posaron ahí y empezaro a acariciarla por encima de la tela. Sentía como se humedecía de a poco, ella solo gemía. Corrí la tela a un lado y empecé a masajear su clítoris que ya se encontraba hinchado. Metí uno de mis dedos en su conchita y volvió a gemir, metí otro y empecé a moverlos lentamente. Ella seguía gimiendo. De a poco me coloqué detrás y enfilé mi verga a la entrada de su concha. Antes de que pudiera reaccionar la metí hasta la mitad y empecé a moverme. Trató de zafarse, suponía que era por estar haciéndolo sin protección. Pero mis caricias en su clítoris cesaron los movimientos. Ninguno hablaba, no eran necesarias las palabras, podrían arruinar el ambiente. Durante quince minutos estuvimos en esa posición, hasta que me acosté y ella entendió el mensaje. Se subió encima mío y empezó a cabalgarme con fuerza, buscando su orgasmo y aprontando el mio.
Nos quedaba poco y lo sabíamos asi que estábamos decididos a exprimir cada segundo. La hice acostarse boca arriba, le abrí las piernas con algo de rudeza y metí mi cabeza en medio para chuparle la concha como si se me fuera la vida en ello. Ella seguía gimiendo, pidiendo más y avisando de que otro orgasmo se acercaba. Acabó en mi boca varias veces y yo bebía sus fluidos sin desperdiciar una gota. Sacié mi sed y la niña quería hacer lo mismo al parecer. Me tomó de la cabeza, me acercó a su boca y nos fundimos en un beso tan profundo como caliente. Bajó su cabeza y empezó a chuparla de tal forma que sabía que no duraría mucho si seguía así.
-Quiero acabarte en la cola.
Le dije ya casi en mi límite. Se puso nuevamente en 4, se la metí en la concha y justo antes de acabar la saqué, 3 chorros potentes fueron a parar a su cola y otro a sus labios vaginales.
Nos quedamos callados luego de haber terminado, cansados pero satisfechos. Emilce fue a darse una ducha rápida y yo la seguí. Nos desvestimos y nos metimos a la ducha. Bajo la lluvia nos besamos y nos tocamos pero no hubo tiempo para mucho más. Sabíamos que en cualquier momento sonaría el timbre. Salimos, nos secamos y vestimos. Ella terminó de arreglarse y el timbre sonó. Fui a abrir mientras ella terminaba de maquillarse. Mi compañero entró, me contó sobre como el jefe lo cagó al llevarlo a la otra obra, oí sus quejas sobre la lluvia, los colectivos y no sé qué más. Emilce se acercó, se saludaron con un pico y él le preguntó si yo me porté bien.
-No sabés la suerte que tenés de tener un compañero así.
Le dijo ella, yo solo sonreí. Ellos se fueron y antes de salir le pellizqué la cola como diciéndole que si lo repetíamos iba a hacérsela.
Fin.

4 comentarios - La mujerde mi compañero

horrotika +1
muy bueno, bien redactado, dejo unos puntos para esperar la segunda parte
count_of_warwick
Gracias nuevamente, entre hoy y mañana estaré subiendo la última parte.