Desde el jardín - Parte V

Desde el jardín - Parte V


Era mediodía, almorcé y descansé con una extensa siesta reparadora. Al despertar, insertas en mi memoria  como clavos ardientes las palabras del texto de Carlos reaparecían una y otra vez.
Una idea surcó mi mente y decidí hacerla realidad. Salí de casa y tras mucho andar bajo la suave y fresca brisa del atardecer, logré tener el valor suficiente para comprar lo que buscaba. A pesar de las miradas sesgadas del vendedor y de mi sonrojo indisimulable, tomé el paquete, aboné el precio y volví a casa.
Al anochecer había elaborado mi idea al detalle, acomodando cada uno de los elementos que necesitaba con minuciosidad, esperando con ansiedad el nuevo día.
Todo estaba en su lugar cuando Carlos golpeó el vidrio de mi estudio y abrió la puerta sin esperar seña alguna. Lo noté ansioso, incluso con un rubor extraño en sus mejillas propio de la timidez.

- Buen día, Carlos… se dice buen día…
- Si… sí… perdón, señora – respondió sin sacar la vista de los elementos esparcidos sobre la alfombra del estudio.
- Ah… entiendo… - dije, mirándolo con firmeza y dulzura a la vez - … es que… te debo mucho, Carlos… te debo el haber recuperado mi inventiva… mis deseos de escribir sin prejuicios… mis musas están activas, soy feliz por eso…pero también te debo un sexo pleno que no disfrutaba desde hacía años… por eso quería compensarte y no encontré mejor manera que tratando de hacer realidad tu último relato… el que dejaste ayer en mi escritorio… “tu sueño” como dice su título…

Estaba perplejo y boquiabierto como un niño ante el juguete que más deseaba. Seguramente no esperaba algo así. No quería que la extraña magia formada entre nosotros se diluyera por mi alocada idea.

- Pero, no quiero obligarte… si no querés…
- No… no es eso… no esperaba que usted…
- Que yo cumpliera tu sueño… verdad?... no voy a preguntarte por qué pensás eso… pero quiero hacerlo… - agregué acariciando su cara.

Tomé su mano y lo llevé al centro del estudio. El colchón de la cama de la habitación de servicio, dominaba el cuadro con su matelasse color crema, resaltando sobre el azul oscuro de la alfombra. A un costado, los elementos que había comprado ruborizada el día anterior, perfectamente ordenados.

- Desvestite, Carlos… y acostate.

Obedeció sin pestañar. Noté su pecho sudoroso cuando quitó su remera y sus bíceps tensos cuando, ya descalzo, bajó simultáneamente su pantalón y su calzoncillo.
Luego, se tiró sobre el colchón. A un costado de su pubis caía fláccida su hermosa y suave pija. Era mi oportunidad, tiré mi bata a un costado del colchón y me monté sobre él con mi concha frente a su cara. No le di tiempo a reaccionar, quería tener dentro de mi boca ese tronco de carne antes que se endureciera. La tragué cuanto pude, casi hasta el fondo de mi garganta. La agité con mi lengua percibiendo como se engrosaba y supuraba sus primeros agrios fluidos. Cuando ya no pude respirar, mi boca la fue soltando lentamente.

- Chupame, Carlos… chúpame la concha como vos sabés…

Apoyó sus manos en mis nalgas, abriéndolas para después atacar con su lengua puntiaguda el orificio de mi ano. Corría con ella, de arriba abajo, por la raja de mi culo y se detenía en mi oscuro agujero haciéndola girar como una serpiente.
Mi ano lubricado en saliva se abría y cerraba inquieto hasta que el extremo de su lengua entró en él con violencia. Gemí de placer mientras lamía su pija endurecida. Más lo hice cuando sentí sus dedos introduciéndose en mi concha bañada en flujo.

- Chupame toda. La concha… el culo… me gusta… Aah!... quiero cumplir tu sueño, Carlos… Aah!... el sueño de tu cuento… quiero que… también sea el mío!

Mientras hablaba, mis manos trabajaban incansables tomando los elementos a un costado del colchón.

- Seguí… me gusta!...

La lengua de Carlos surcaba la grieta abierta de mi concha desde mí clítoris alterado hasta mi ano goloso.

- Tomá… metemeló en el culo… y después apretá…

En su mano había depositado una pera de goma para enemas cargada en vaselina líquida. Si quería mi sueño y el suyo, debía ser un sueño lubricado.
Cuando la punta de la pera entró en mi culo, lo sentí latir, instintivamente se contrajo intentando expulsar ese objeto pero Carlos lo metió más aún y descargó su contenido. Era tan dolorosamente placentero que por un momento deseé que fuera semen.

- No la saqués… todavía no…

Tomé un profiláctico y comencé a colocarlo en su verga, que caía tiesa sobre su vientre. Temí romperlo cuando el aro de látex pareció atascarse en su gruesa cabeza. Finalmente logré descorrerlo, aunque notando que no cubría su tronco por completo.

- Sacala… sacala despacio…

Apreté cuanto pude mi ano y de un brinco quedé en cuclillas sobre su pija, la tomé acercando su punta morada a mi orificio anal. Intenté relajarme al máximo, pero no pude evitar gritar de dolor cuando el vértice grueso de su verga atravesó el aro de mi esfínter. Sentía sus latidos en mi intestino pero no me detuve. Lentamente bajé mi cadera sintiendo como ese áspid de carne se hundía en mis entrañas.
Un fuerte aroma fue invadiendo el ambiente poco a poco. Por los bordes de mi ano dilatado caía bañando su pija una mezcla amarronada de vaselina y mierda. Me dolía, pero también lo gozaba. Por un instante quedé inmóvil, con ese mástil erecto metido en mi culo supurante. Luego, suavemente moví mi cadera de arriba abajo, hasta sentir como su verga entraba y salía con más facilidad ante cada movimiento.
Cuando apoyó sus manos en mis nalgas y las abrió estallé de placer.

- Me gusta chupártela con el culo… Uh!... a vos?
- Claro que me gusta, señora…
- Entonces… Aah!... háblame, Carlos…. Decime algo… decime las cosas que le decís a las mujeres de tus cuentos…Aah!...

Apretó mis nalgas con firmeza y  hundió la pija bestialmente en mi culo.

- Le gusta la verga, señora… se que le gusta… le gusta chuparla, no?
- Si… si… me gusta chupártela…
- Le gusta adentro de la concha, no?
- Si… enorme como la tuya… toda adentro… si…. Aah!...
- Y por el culo… le gusta, eh?
- Si… siento tu pija caliente… llename… llename el culo, Carlos… rómpeme el culo…
- Lo quiere llenito de leche, verdad?
- Si… si… me gusta tu leche… en mi cara… en mi concha…. Donde quieras…Aah!
- Quiere el culito lleno de leche, señora?
- Si… dame tu leche…. Aaahh!.... te siento… llename de leche… si!

Empujó mi cadera hacia arriba y su pija se deslizó completa por mi culo, abierto y desgarrado, saliendo de él. Tomó mi bata y cubriéndola retiró el forro.

- Metela… metela… dame tu leche!

Sin el látex protector el contacto de mi ano con su piel fue delicioso.

- Es una puta, señora… como las de mis cuentitos…
- Si… una puta… la mejor puta de tus cuentos…

Su pija atravesó mi esfínter y se perdió cálidamente en mi intestino. Movió con violencia mi cadera hasta que la rugosa piel de sus huevos hizo contacto con mis nalgas. Me sentí morir cuando su enorme pija palpitó, se endureció, se engrosó para explotar finalmente en un chorro brutal de esperma y luego otro y otro más, hasta vaciarse. Entorné los ojos, arqueé mi espalda y apreté mi culo con satisfacción, jamás había disfrutado algo así. Mi culo ardía, latía y supuraba una alucinante mezcla de vaselina, mierda y leche que fue cubriendo la verga de Carlos a medida que la dejaba salir de mi interior, extenuada.
Aquella mañana nos duchamos juntos, tomamos un café y limpiamos mi estudio tirando en el contenedor de basura todo lo inservible, incluso el colchón.
Hasta el regreso de Armando, Carlos me regaló la inspiración de su sexo y yo transité por cada uno de sus relatos como protagonista privilegiada.
Seis meses después, mi editor me llamaba feliz confirmando la publicación del libro. En el camino, cuando Armando viajaba y a mi pedido, Carlos me obsequiaba su pija y su sabroso esperma. Demás está aclarar que dedicatoria iluminaba la primer página del libro.

“A las poderosas y exquisitas musas que llegaron, para llenarme en todos los sentidos, desde el jardín”

FIN

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