Nosotros: el charrúa, yo y los espejos

Esta, que voy a relatar, es una de mis historias eróticas reales. Soy una chica que ha vivido muchas experiencias fuertes, entre las cuales, una de las más hermosas, es seguramente la que disfruté hace unos años gracias a un chico increíble que conocí de modo virtual, vía la red internet.
No mal interpreten, no soy consumidora de los sitios web de citas.
Ocurre que en la empresa donde trabajo, mantenemos reuniones de trabajo, presenciales, vía videoconferencia y, también parciales, entre dos o unos pocos integrantes del mismo sector, diseminados en sucursales locales e internacionales, vía skype.
En una de estas últimas, me fue presentado, desde Montevideo, Illya Rac….. . Le tuve que preguntar cómo se escribía su nombre, puso ante la cámara un papel con escrito ILLYA.
Es sabido que entre los orientales, son comunes los nombres exóticos, sin embargo me intrigó el del nuevo colega, carilindo.
Un par de días después le mandé una invitación para una sesión de Skype, entre los dos, con una excusa trivial. Durante la misma lo interrogué:
-…. disculpa la poca o ninguna importancia de lo que voy a preguntarte: ¿de dónde sacaron tus padres el nombre que te pusieron?-
Sonrió, tal vez halagado por mi interés.
- Es de origen persa significa "Hijo o Niño de Dios".-
Después de algo de tiempo y varias charlas, cada vez más insinuantes y subidas de tono, con chistes ídem, intercalados, del tipo:
-Laura, ¿Qué cosa dura y seca, sale blanda y mojada?-
-¿?-
-Un chicle… ¡Malpensada!-
Me propuso:
- Laura,…. Estoy persuadido que sos una mujer que jamás me aburrirá y con la que me divertiría a todas horas,,,,, una amiga perfecta y placentera ¿Qué tal si nos encontramos, en persona?-
Agregó que era para comprobar si, frente a frente, había la misma grata atracción.
Él dijo que se tomaría el día libre, que iba a cruzar el río en buquebus para, al medio día almorzar conmigo. Fue un viernes y fui a esperarlo al puerto.
El impacto, al verlo, fue devastador y maravilloso. Me sorprendió y, sobre todo, sentí un fuerte hormigueo entre mis piernas que casi hizo que me arrojara sobre él.
Me contuve, fuimos a un restaurante en Puerto Madero.
En el almuerzo me dedicó un despliegue de zalamerías. A los postres, hizo explicita la proposición deshonesta.
Ni siquiera, se me cruzó por la mente resistirme para no perder tiempo. Acepté sin oposición lo que me ofrecía para dar rienda suelta al instinto que me/nos había asaltado.
Así que rápidamente, salimos, tomamos un taxi que, a elección de Illya, tomó por Libertador y tras un largo recorrido, terminamos en el hotel Black Jack en el barrio de Nuñez, habitación “Pasión Espejada”
De manera rauda me encontré acostada, desnuda, con mi amante a mi lado, reflejados ambos en el espejo del techo.
Tenía una sensación maravillosa que se volvió sublime cuando él, mientras me besaba, extendió la mano y abrió mis piernas, de par en par.
Cerré los ojos para disfrutar de sus dedos expertos revolviendo por fuera y por dentro mi sexo.
Se detuvo y me dijo:
-Podés abrir los ojos, ya estoy listo-
No entendí, pero le seguí el juego y me lo encontré arrodillado, con su herramienta a la vista y apuntada hacia mi cara.
Me invadió una ola de placer e, inmediatamente, como hipnotizada, me encontré lamiendo, mamando y chupando su arnés tieso y de manifiesta importancia.
Después de dejarme, y disfrutar él a par mía, jugar un buen rato, me acostó, me montó y me lo introdujo en la “entrada principal” (durante el turno también me lo metió en la segunda entrada)
y me cogió impetuoso, con fuerza increíble haciéndome delirar, decir locuras y despropósitos, tener orgasmos en serie y acabar “a toda orquestra”.
Quedamos lado a lado, de espaldas. La escena en el espejo del techo era digna de un director, premiado, de películas porno.
En los ojos todavía tengo su mirada sensual, reflejada en el espejo, cuando, después de un corto descanso, me susurró:
-Vení, subite, encima de mí-
Demoré unos segundos en reaccionar, él me animó:
-Me gusta ver la mujer, hacerme el amor, con sus tiempos, verla moverse con el ímpetu o la dulzura que siente y quiere….-
Giré la pierna izquierda y trepé sobre él. Con una mano lo agarré y lo llevé adentro, dejando caer mi cuerpo. Comencé a dar pinceladas pélvicas, lentas y giratorias, como en una danza. Lo miré maliciosamente y susurrando le pregunté:
-¿Me sentís?- como buscando confirmar si el ritmo de mi cabalgata y mis espasmos internos que le estrujaban dulcemente la verga lo complacían.
-Me estoy volviendo loco ... sos fantástica- " susurró en éxtasis.
Este es sexo que me gusta, sentirme, no sólo cogida, sino también acogida, por el hombre que me transmite la sensación de que me aprecia, que disfruta de mí.
Me da mil de adrenalina y vértigos de placer.
Tendido debajo de mí, los ojos perdidos en el vacío, suspiros profundos, el aire entraba ruidosamente en su nariz, descendía e inflaba su diagrama. Apoyé ambas manos en su pecho, como buscando apoyo, comencé a cogerlo fuerte, muy fuerte, para luego volver a ralentizar, dulce y suave, como en un adagio barroco. Lo sorprendo, de tanto en tanto, con la mirada apuntada al espejo de la pared. Sigo cabalgando, con los ojos en sus ojos, luego con la frente en la frente, la boca en la boca, mi pecho apretando su pecho, yo encima, él dentro de mi. Acabamos hechos un solo cuerpo ardiente, entregado a los sentidos, en unos instantes de éxtasis casi mística.
En la segunda pausa de la tarde, le susurro, intencionada:
-Nos estuviste viendo en el espejo-
.¡Siiiii!… No te puedo explicar con palabras el goce de tener en la retina la imagen, rodeada por el marco rosa del espejo, como si estuviéramos en la TV, de tu sexo bajando y subiendo, tragando y soltando el mío, para luego recuperarlo y hacerlo desaparecer de nuevo-
Nos besamos, acariciamos y charlamos de nuestras vidas.
Luego, del tercer episodio, con su verga dentro de mi “segunda entrada”, acostada, inmersa en mis sueños, mirando de reojo, veo la imagen que me envía el espejo pícaro de la pared. Estoy tendida boca abajo, con el cabello despeinado y todavía estremecida de placer.
Primero me costó reconocerme en esa mujer, tendida con el culito levantado y la mirada perdida.
Después la imagen, en el espejo, de mujer satisfecha me aduló. Disfruto de saberme disfrutada. Me gusta sentirme femenina.
Ha sido una tarde espléndida.
Ha habido temblores, suspiros, miradas y caricias audaces, vértigos, abismos en los que nos hundimos olvidándonos de nosotros mismos, emoción de placer infinito.
Poco después, me levanté de la cama y, con los movimientos suavizados por el amor consumado, me lavé, me vestí y salimos a la calle, abandonando la burbuja encantada y entramos en el mundo real, ajeno a nuestro encantamiento mutuo, al microcosmo creado por los dos.

De regreso a casa, como lo hago recurrentemente, me vuelvo a preguntar qué tan lejos va a llegar mi pasión por el sexo, la incesante insatisfacción de mi entrepiernas, que me devora.
Lo amo a Miguel, mi marido, pero lo quiero todo, siempre, de todos modos.

3 comentarios - Nosotros: el charrúa, yo y los espejos

VoyeaurXVII
oirte decir locuras y despropósitos...
es mi nuevo deseo...
es lo que me llevo en este instante a la mano, soñandote acabar en serie y blasfemar
rom123lopz
Amo tus relatos, esa capacidad de transmitir lo que sentís y hacernos viajar a ese momento donde tmb nosotros disfrutamos leyendo.
Pervberto
Divino relato, profundo y desmesurado como un océano agitando sus olas en la tormenta.