Toques de color, después de contarnos lo oculto.

No conté a nadie mis infidelidades con Jorge y Alfonso,
Pocas/os habrían entendido, muchas/os habrían censurado.
Estaba persuadida que, los hombres, son como chicos a los que siempre se les debe decir que son los mejores. Y a los maridos que son los únicos.
No es el caso de Carlos, mi marido.
Poco tiempo después de su regreso de Estados Unidos, yo, por vanidad no había borrado de la lista de contactos de mi celular, ni a Jorge ni a Alfonso y, de éste, ni el contenido del intercambio de algunos mensajes, calientes.
Por atolondrada no tuve presente lo anterior, y le presté a Carlos mi celular, el suyo se había, súbitamente, averiado, ya que estando fuera de casa, debía enviar un mensaje, impostergable, a la empresa.
Sin que yo me diera cuenta, abrió uno de los mensajes de Alfonso y, entre otras “elocuencias” leyó: “…. sigue en mi nariz la fragancia y en lengua y labios, el sabor, ambos suaves y deliciosos, de tu sexo… “
No dijo, nada. Me devolvió el celular y, en casa, a la noche, “tête à tête”, me volvió a pedir el celular. Extrañada le pregunté para que lo quería
-Descubrí la punta del ovillo: quiero tirar del piolín y enterarme de lo que hay en la otra punta-
-¿De qué estás hablando?-
-Del tal Alfonso, que…. parece… no puede librarse del… sabor y aroma a vos… -
¡Deseé que me tragara la tierra!
Afortunadamente, y, fundamentalmente, gracias al amor mutuo que nos tenemos y nuestros hijitos, la cosa no desencadenó la catástrofe que entreví en un comienzo.
No pasó de un “honesto” sinceramiento, para mi sorpresa, recíproco.
Yo, no sin temor, hice un relato, muy somero y diluido, de mis deslices con Jorge y Alfonso, “justificándolos” con mi disgusto por haber quedado sola por los viajes de Carlos, por supuesto, ni alusión a mis calenturas por los dos hermosos muchachos.
Carlos tuvo una actitud comprensiva y tolerante. En síntesis perdonó mis flaquezas morales.
Además, de modo impensado para mí, equilibró la balanza: confesó que él también había quebrantado, la regla.
Acordamos que de ahí en adelante, no habría más tapujos entre nosotros: cualquier episodio extramatrimonial, lo hablaríamos sinceramente los dos, antes o después de que ocurriera.

Durante meses mi comportamiento sexual fue irreprochable y, según mi marido, impecable.
Hasta que fiel a lo pactado, una noche Carlos me dijo que el día anterior había tenido una cita, con Marielle, una brasileña de Bahía, que habían contratado en su empresa, para dar clases, intensivas, de portugués de Brasil. Había sido su primera experiencia con una chica de color. Se declaró encantado y, los particulares de sexo, oral, vaginal y anal, que relató, me pusieron a mil. Se tuvo que esmerar, esa noche, para devolverme a mi estado normal de temperatura corporal.
Eso reavivó, en mí una fantasía aletargada, entre las variadas que surgían durante los juegos de cama con Carlos: coger con un afrodescendiente o, directamente, con un africano.
Decidí no postergar más el satisfacer ese mi deseo erótico.

Al pasar, más de una vez, por una pequeña tienda, había visto un lindo hombre negro, a veces en compañía de otro dependiente blanco, otras solo.
Me pareció una buena posibilidad para mi plan. En una de las pasadas lo encontré solo y entré, con la excusa de comprar un pareo de playa. Era un hombre de color, muy oscuro, casi con reflejos violetas, de unos 30 años, afeitado, unos 185 cm de estatura, atlético y con una sonrisa perenne en su cara.
Su castellano distaba de ser fluido pero era muy comprensible, señal de que era extranjero y que había vivido en Argentina durante bastante tiempo.
Me “convenció” y le compré el pareo.
Antes de irme, le pregunté por su historia. Era originario de Senegal, ingresado (vía Brasil) por el puerto de Rosario, unos 10 años antes. Le había dado trabajo, en la tienda, el otro señor, dueño y amigo de él.
Mientras él hablaba mi mirada inspeccionó su físico atlético, con frecuentes ojeadas al bulto en sus pantalones. Trataba de imaginar cuál era el tamaño de la verga negra que escondía.
Lamine (ese es el nombre que me dijo) notó mi mirada atrevida y con una sonrisa traviesa, me dijo:
-Señora, mañana entran nuevos modelos de bikinis. Le voy a guardar uno rojo…. usted tiene un cuerpo perfecto y las rubias, como usted, quedan estupendas con bikinis rojos-
¡Rápido de reflejos el muchacho!
Regresé dos días después. Lamine, por su sonrisa traviesa, era evidente que se dio cuenta que no había vuelto por el bikini.
-¡Qué linda sorpresa! Pensé que no iba a volver…. Déjeme fantasear que vino a verme a mi.. –
-¡Qué tontería!. Estoy felizmente casada.-
-Su marido es un hombre muy afortunado, la puede admirar todos los días. –
Me reí y ruboricé.
-No creas, con frecuencia viaja por trabajo – le repliqué en son de broma.
-Cuando él no esté,…. puedo hacerle compañía yo… ¿Cuándo es el próximo viaje de su esposo?-
Vuelvo a insistir. ¡Rápido de reflejos el muchacho!
Seguimos, un buen rato, con la esgrima erótica.
No quise seguir postergando, averiguar, qué tan gustoso podía ser tener adentro una verga negra. Acordamos, encontrarnos a la tarde siguiente, al cierre de la tienda. No fue ese mismo día para que yo pudiese arreglar donde dejar los nenes si, por casualidad, Carlos también salía.
No fue necesario, se quedó en casa. Es más:
-Voy a quedarme despierto para que me cuentes cómo se portó el “grone”- dijo al enterarse de que motivaba mi salida, a tarde avanzada.
Como era de esperar, cogimos, a todo tren.
Apagada la luz, imposible dormir, la curiosidad y el deseo me estaban consumiendo, sentía palpitar mi vagina, sentía que estaba empapada, tanteé a Carlos a mi lado, pero él ya dormía profundamente. Me fui al cuarto de baño y me masturbé, hasta conseguir un orgasmo intenso.

Al día siguiente, me invade un deseo increíble de sexo, miro el reloj obsesivamente, a cada rato pienso "…. ¡que llegue de una vez la hora!.... quiero coger con ese senegalés". Cerca de las 18:30, hace calor, me ducho, me maquillo, peino y perfumo, me pongo un vestido sobre mi tanga roja, me despido de Carlos y los nenes, y salgo.
Alrededor de las 19:30, como acordado, por precaución mía, “el grone” Lamine me está esperando, sonriente, en el hall del hotel transitorio, sugerido por él.
Me besa en la mejilla y subimos a la habitación. Está aun con una mano en el picaporte, cuando, con una osadía sin precedente en mí, le digo:
-¿Tu bikini rojo, es mejor, más lindo, que este?- y me levanto el vestido.
Me come con los ojos y, rápidamente, cierra la puerta por dentro, avanza un par de pasos y:
- ¿Y a vos que te parece, este es mejor, más lindo, que el de tu marido?- y se baja pantalón y slip, mostrándome un pene, aún en reposo, relativamente corto pero con una circunferencia que atemoriza.
Se le pone duro, es negro, inmenso. Me recuerda el tubo de spray desodorante marca A”E con la leyenda “Cuero+Cookies” que mi marido tiene en el botiquín del baño. Lo agarro, mi mano no se cierra. Renuncio a chuparlo, dudo que me entre en la boca.
Pasan unos segundos, Lamine besa mi cuello, sus manos están por todo mi cuerpo, cuando encuentra mi concha completamente empapada, me baja la tanga, se arrodilla y lame furiosamente... me pone loca, quiero sentirlo dentro de mí.
Se lo pido al oído. Levanta el pantalón que tiene a los tobillos, saca del bolsillo una cajita de preservativos XL y me la deja en la mano. Saco uno y se lo pongo, su verga está durísima.
Me desnuda, se desnuda y me acuesta. Enseguida está encima mío, tan pronto como me penetra me hace perder el aliento... me llena a full…. me coge suavemente pero tan pronto como acelera empiezo a jadear y a gritar fuerte, parece como que no hubiese cogido en mucho tiempo, no ayer, y hace que con pocas embestidas, me provoque una acabada soberbia.
Lamine se ríe con gusto, me besa en la boca por primera vez y me dice "esta verga no te la vas a olvidar tan fácilmente" (y tiene razón), se acuesta boca arriba a mi lado, con la verga tiesa, apuntando al cielorraso. Me subo encima de él, me encanta esta pose, ya que decido el ritmo de la cogida, me la entierro y siento su miembro en toda su dureza, su grosor extraordinario llena toda mi concha haciéndome sentir sensaciones únicas... No demoro mucho para acabar de nuevo. No llego a acostarme, Lamine incansable me pone en cuatro y me coge como un loco, en la concha por atrás, hasta que acaba y, siguen unas pocas estocadas y me invade un nuevo orgasmo que casi me hace desmayar (3 veces me hizo acabar, en una sola cogida)
Nos acostamos, cabeza a cabeza e intercambiamos palabras, pocas, caricias, muchas y algunos besos.
Miro el reloj pulsera, son apenas algo más que las 20:30 hs. El turno es de 3 horas, yo estaba allí con permiso, él no tenía compromiso, ninguno de los dos quiso desperdiciarlo.
En el tiempo restante, con pausas reparadoras, nos regalamos uno en pose misionero, otro conmigo cabalgando.
Lamine no quiso irse sin cogerme por el culo, grité por el tamaño de esa pija negra, insaciable. La sensación dolorosa pronto se convirtió en una molestia sorda y, en breve, en goce.
La disfruté, obviamente, menos que cuando la tuve dentro de la concha.
Nos despedimos, agradecidos pero sin promesa de nuevas citas.
A las 23:00, aproximadamente, llegué de regreso a casa.
Fiel a su palabra, Carlos, me recibió despierto.
Mi relato, ligero, superficial, omitiendo los detalles más inmorales, de la experiencia, fue sin embargo, suficiente para calentarlo.
La noche, resultó coronada, por sexo conyugal. Siempre placentero.

Toques de color, después de contarnos lo oculto.

4 comentarios - Toques de color, después de contarnos lo oculto.

Pervberto
Mejor la verdad, camino a la libertad,
mdqpablo
exelente experiencia y mejor aun la relacion de pareja . vemos que vienen mas historias hot
Marianitog75
Excelente relato... Tenés q subir la foto de la tanga roja... Jajaja
leloir2010
Sos insaciable y con permiso mejor. En la foto sos vos?. Van puntitos