Una diosa. Despedida de soltera

Una diosa. Despedida de soltera

Luego de comprometerse, Gabriela vuelve para contarnos lo que será una historia increíble: su despedida de soltera, una noche en la que todo vale y los engaños están permitidos. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

Despedida de soltera
   Ya pasaron más de dos años y medio desde aquella mágica noche en la que Gastón y yo nos comprometimos y sin dudas muchas cosas en nuestras vidas cambiaron. Él y yo somos una pareja inmensamente feliz, Gastón ya con 30 años y yo a unos meses de alcanzarlo. En el trabajo los dos tuvimos muchísimo éxito. La empresa en la que trabajo siguió creciendo en estos años y como jefa de recursos humanos tengo una muy buena posición, buen sueldo y una oficina hermosa en la nueva cede que tiene vista al río. Él siguió como abogado junto a su padre y ahora es quien empieza a llevar el negocio, también con algo de crecimiento y unas cuantas personas que los ayudan en los distintos casos. Nos mudamos a un departamento mucho más grande que con ayuda de nuestros padres pudimos comprar y hacer nuestro y después de hacer varios viajes juntos y de acomodarnos en nuestra vida empezamos a planear nuestro casamiento.
   La fecha que pusimos fue sábado 20 de abril del 2020, una que parecía bastante lejana pero que se acerco a velocidad extrema. El salón lo contratamos casi un año antes y a más de 6 meses del gran evento ya teníamos muchísimas cosas planeadas gracias a mi hermana que se encargaba de organizar eventos. Podríamos decir que ya teníamos todo listo para la gran noche, en el civil nos habían dicho que iban a atendernos, para la fiesta estaba todo arreglado y los invitados solo esperaban que la noche llegara.
   Había otro ritual que también estaba todo planeado: La despedida de soltera. A él sus amigos lo habían invitado a un viaje a Córdoba, donde uno tenía una casa y ya se habían puesto de acuerdo más de 10 personas para viajar. Mis amigas, aprovecharon esa misma noche para organizar mi despedida de soltera, que sería el 21 de Marzo. “¿No es mucho tiempo antes?” sugería Andrea que estaba decidida a hacerla el fin de semana anterior al casamiento ya que tenía que venir de Italia. Sin embargo las chicas la terminaron convenciendo de aprovechar que mi novio no iba a estar para volvernos locas.
   Hacía un año aproximadamente se había casado Ailín, después de varios años de compromiso con Santiago. Su despedida de soltera había sido organizada por una de sus mejores amigas de la facultad que era igual de santurrona que ella. Una noche de chicas con tragos, algo de comida y algunos juegos para divertirse. Pero lo más zarpado que había pasado esa noche había sido algunos sorbetes con forma de pito que había llevado Daiana del salón de cotillón del que era dueña con Gerardo.
   - Chicas, que mi despedida sea mucho mejor que la de Ailín.- Le dije a Flavia y a Florencia que eran las encargadas en ese caso.
   Las reglas con Gastón fueron claras: “Todo está permitido. Una noche libre que vamos a dejar en el pasado”. Todo estaba permitido siempre y cuando no hubiese fotos, videos y el recuerdo solo quedase en la mente de nosotros dos y los presentes. Sus amigos, que eran unos tarados cuando se juntaban a hacer este tipo de cosas, recibieron varias amenazas de parte de él si se hablaba de su viaje en algún momento de nuestras vidas. Las chicas, entendieron al pie de la letra que lo que iba a pasar esa noche, quedaba en esa noche.

   De entrada fuimos a un bar a comer unas pizas y tomar algo de cerveza. La noche era calurosa, estábamos sueltas de ropa y con ganas de divertirnos. Aparte de Flavia y Florencia, estaban las otras chicas de la secundaria: Daiana, Paola y Ailín, salvo Andrea que no podía viajar por un mes y ya bastante con que venía al casamiento. También estaba Silvina, mi única amiga que me había quedado de tantos años de facultad y que ahora estaba de novia con Fla. Y a ellas se sumaron Jimena y Martina, dos chicas del trabajo, Cintia, mi hermana ya casada y Luciana, la novia de mi hermano desde hacía años.
   Después del bar caminamos por algunas de las calles más concurridas de la ciudad con el clásico ritual humillante en el que yo tenía que decirle a todo el mundo que me casaba y darle besos a algunas personas así como dejar que los chicos que querían me pusieran algo de plata en el corpiño que llevaba debajo de una remera muy escotada. Terminamos en un bar algo más juvenil, en el cual solían hacerse varias despedidas que incluían shows en vivo y otro tipo de cosas. Obviamente los hombres desnudos eran parte del ritual ya que esa noche era: Noche de chicas.
   Un primer hombre de unos 35 años, bien musculoso y con una sunga muy reveladora se acercó a nuestra mesa y cuando las chicas me señalaron, se acercó hasta mí y me refregó todo su bulto por la cara. Después vino un segundo chico, bastante más joven, que se obsesionó con Paola que todavía seguía siendo la única soltera del grupo. Cuando vino el tercero nosotras ya estábamos bastante borrachas y no fue hasta que Jimena tiró la idea que las demás empezaron a insistir:
   - ¡Chúpasela!- Me gritó cuando él estaba frente a mí y la sunga que tenía puesta parecía a punto de explotar.
   El resto de las chicas (Salvo Ailín y Luciana) empezaron a gritar al unísono y el stripper, que se hacía llamar Bruno, seguía refregándomela por todo el cuerpo. En un ataque de locura y recordando la regla de “Todo está permitido”, lo tomé de la cintura, le bajé la sunga y me llevé su pija de unos 18 centímetros a la boca. Las chicas estallaron en un grito de éxtasis ya que ninguna se esperaba que yo hiciera eso, pero ya estaba todo sobre la mesa y la noche tenía que terminar bien.
   A Bruno se le empezó a poner bien dura en mi boca, mientras que una de las mozas miraba sorprendida y levantaba los vasos vacíos para traer más tragos. Yo seguía moviendo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás mientras que él bailaba al ritmo de la música y de las otras mesas miraban como yo estaba dando un espectáculo verdaderamente interesante. Paola me gritó algo que no logré entender y Martina le respondió mientras que yo seguía chupando.
   Minutos después, Bruno se alejó y se volvió a guardar la pija adentro de la sunga y volvió segundos más tarde con una botella de champagne regalo de la casa. Las chicas festejaron y me dijeron miles de cosas que no llegué a procesar y después seguimos disfrutando del show y de cómo otras dos chicas en otras mesas se animaron a hacer lo mismo que yo había hecho antes.

   Cerca de las 2 de la mañana entramos al boliche, con una gran cantidad de alcohol en nuestro cuerpo y haciendo un bullicio inmenso que todos se daban vuelta para mirarnos. Algunas de las chicas siguieron comprando alcohol y seguimos tomando hasta que me di cuenta de que entendía pocas de las cosas que pasaban a mi alrededor. Todo se había vuelto un poco borroso y no llegaba a comprender ciertas cosas. Mi hermana hablando con Luciana. Flavia y Silvina apretando fuertemente en medio de la ronda. Paola bailando con un rubio que se parecía mucho a su ex novio. Un chico que me tomaba del brazo.
   Al principio rechacé un beso de un desconocido porque no sabía que estaba pasando. Cuando miré alrededor las chicas ya no estaban ahí y me di cuenta que nos habíamos corrido de lugar. Volví a mirar al chico y me quedé petrificada: era Ezequiel. Mi compañero de trabajo, el chico con el que nos calentábamos hacía casi 3 años y que llegamos a mandarnos fotos muy provocadoras. El mismo con el que casi me acuesto la noche que Gastón y yo nos comprometimos.
   Entonces me acordé de esa noche, de la foto semi desnudo que él me había mandado y de lo mucho que me había excitado. Sin embargo yo había decidido quedarme con mi novio y tuve la suerte de que esa misma noche él me pidió que nos casáramos. Tuve que cortar todo con Ezequiel, hacerle entender que estaba de novia y de que no quería ningún juego y por más que él lo entendió, vivía haciendo referencias a su cuerpo, a su actitud y hacia lo que podría haber llegado a pasar.
   Volvió a intentar besarme y yo me alejé una vez más. Las cosas habían cambiado, había logrado superar esas semanas de locura y ahora estaba a punto de convertirme en la esposa de alguien. Él también había cambiado, con el correr de los años se había puesto de novio y ahora se comportaba de manera mucho más decente. Pero no dejaba de ser un pibe hermoso, sexy, atrevido y chamuyero que en otras épocas de mi vida me habría conquistado en cuestión de segundos. El contexto había cambiado y obviamente no se iba a dar nada entre nosotros dos. Sin embargo, una vez más recordé las reglas de esa noche “Una noche libre que vamos a dejar en el pasado”.
   - Ni se te ocurra volver a hablar de esto.- Le dije y lo besé.
   Nos hundimos en un beso que parecía que nos veníamos aguantando desde hacía casi 3 años. Él me tomó por el rostro y tocó mis labios apasionadamente y me fue llevando hacia un rincón algo oscuro del lugar en donde nos quedamos por varios minutos. Sus intenciones fueron claras cuando me dijo que solo quería estar conmigo una vez, que quería sacarse esas ganas que se venía aguantando desde hacía años y supe enseguida que yo también quería lo mismo. Era mi última oportunidad. Ahora o nunca.
   Salimos del boliche sin siquiera pasar cerca de donde estaban mis amigas y nos subimos a su auto que manejó con velocidad hasta su departamento. Entramos a las apuradas a su casa y fuimos directo a la cama, dejando un rastro de ropa que nos íbamos sacando entre besos y caricias. Nos acostamos uno al lado del otro y él enseguida se colocó sobre mi cuerpo y cuando se sacó la camisa pude observar su hermoso cuerpo trabajado al igual que aquella foto que me había mandado hacía ya unos años.
   Nos seguimos besando y toqueteando mientras que el calor comenzaba a hacerse notar en la habitación. Ezequiel bajó con sus labios por todo mi cuerpo hasta llegar a mis piernas y me sacó lo poco que me quedaba de ropa. Enseguida comenzó a chuparme la conchita y pude sentir una ola inmensa de placer que recorrió todo mi cuerpo al sentir como su lengua se movía rápidamente. Chupaba mi clítoris y me volvía loca, haciéndome gemir de lo mucho que me gustaba y sujetándome fuerte de mis piernas para que no me moviera ni un centímetro.
   Después me tocó a mí darle placer y él que se paró contra el borde de la cama y yo me acosté boca arriba e inclinando mi cabeza hacia atrás para que pudiera jugar con mis tetas. Su pija de unos 16 centímetros no me entraba en la boca de lo gorda que era. Ezequiel me pegaba con ella en la cara y me la volvía a meter de prepo en la boca, que entre ahorcadas se la iba chupando. Sus manos me manoseaban las lolas que se me habían puesto muy duritas y tenía los pezones completamente parados.
   Enseguida me dijo que me diera vuelta porque me quería coger. Yo me acomodé contra el borde de la cama y él tomándome de las piernas me acercó a su cuerpo y sin rodeos metió su pija adentro mío. Lancé un grito que combinaba placer y dolor de lo violento que había sido. Enseguida su cintura se empezó a mover rápidamente hacia adelante y hacia atrás y sentí un calor inmenso que subía hasta mi pecho. “¡Ah sí! ¡Así!” decía él mientras se movía cada vez más violentamente en todas direcciones. Mi boca estaba entreabierta y de ella salían leves gemidos que acompañaban su cuerpo.
   - ¿Te gusta?- Me preguntó él dándome cada vez más rápido.
   - ¡Sí!- Le respondí yo que ya mis gemidos se empezaban a transformar en gritos.
   Ezequiel me dio vuelta de una forma tan brusca que me llevé una sorpresa muy grande. Me tomó de la cintura y me volvió a acercar a su cuerpo y como pude me acomodé en cuatro sobre el colchón. Él volvió a meter su pija en mi conchita y al instante sentí un cachetazo que me dejó dolorida. “¡Que hermoso culo que tenés!” me dijo él agarrándolo con fuerza y volviendo a darme otro cachetazo y cuando lo hizo yo pegué un gritito de atrevimiento. Me cogía tan fuerte y de una forma tan zarpada que me estaba volviendo loca. Era una máquina que no podía parar.
   Después se recostó sobre la cama y me llegó el turno a mí de darle placer. Me senté sobre su cuerpo y sentí una vez más esa ola de calor que me invadió una vez que tuve toda su pija adentro. “¿Te gusta verdad? ¡Te gusta putita!” dijo él contestándose a sí mismo y yo le devolví una sonrisa. Si dos años y medio atrás me hubiesen preguntado cómo pensaba que cogía Ezequiel, les hubiese respondido de esa manera, era todo lo que necesitaba y más aún.
  Mientras lo iba cabalgando el ponía sus manos en mi cintura y las llevaba hasta mis tetas, apretándolas con fuerza y mirándome con cara de baboso. Yo me sujeté fuerte de sus brazos y movía descontroladamente mi cintura y sentía como mi conchtia se mojaba más y más. No podía creer lo bien que la estaba pasando, Ezequiel me hacía sentir muchísimo placer y sabía que un hermoso orgasmo estaba a punto de llegar.
   Acabé con un grito increíble y me desplomé sobre el cuerpo de él para quedarme rendida por unos segundos. “¡Qué lindo como acabaste putita!” dijo él y me levantó la cabeza para darme un beso y decirme que ahora le tocaba el turno a él y que quería llenarme la boca de leche. Entonces yo me acosté boca arriba y él se colocó detrás de mí, dejando su pija por encima de mi cabeza y enseguida volví a metérmela en la boca.
   Mientras se la iba chupando, Ezequiel llevó nuevamente sus manos a mis tetas y al mismo tiempo que yo le pasaba la lengua por los huevos, él me decía que le encantaban mis gomas. Empezó a pajearse rápidamente y el semen empezó a salir y yo abrí bien grande la boca cumpliendo su fantasía. La leche terminó derramándose por ambos costados de mi boca a medida que la iba escupiendo y él volvió a pegarme con su pija en la cara.
   - ¡Qué bien que te portás Gabi! ¡Sos una puta tremenda!- Me dijo él que se levantó complacido y se terminó yendo al baño.
   Yo me quedé recostada unos segundos, con la cara llena de su leche, el pecho agitado y la transpiración que recorría mi cuerpo. Había sido una noche increíble y el orgasmo que había tenido no me lo iba a olvidar nunca. De a poco empezaba a recuperar la cordura a medida que los efectos del alcohol se iban terminando. Tenía que salir de ahí cuanto antes. Ezequiel había entendido lo de “solo por una noche” y él también sabía que tenía que irme. Sin dudas mi despedida de soltera fue algo fantástico y algo de lo que nunca me voy a olvidar, lamentablemente es algo de lo que nunca más voy a hablar.


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OTRAS HISTORIAS:
CHICA DE CIUDAD. CAPÍTULO 1
MIRADAS DE FUEGO (FANTASÍA)
LA CASADA (HISTORIA CORTA)

5 comentarios - Una diosa. Despedida de soltera

pacaaaa1 +1
me encanto el relato espero la otra parte
HistoriasDe +1
Muchas gracias! Ye vendrá la noche de bodas!
Pervberto +1
No se puede hablar sobre eso ¡pero se puede escribir! Brillantemente, como siempre.
HistoriasDe +1
Muchas gracias!!
Parejita1880 +1
Muy identificada! Gracias!
HistoriasDe
Jajaja muchas gracias por comentar!
fede1487 +1
Podrias decir que cosas son reales del relato??
HistoriasDe
Jajajaja podría, pero eso le quitaría la magia al mismo...