Chica de ciudad: Tercer año. Capítulo 2

Chica de ciudad: Tercer año. Capítulo 2

No leíste la primera o la segunda parte de "Chica de ciudad"? En total son 25 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1


Esta es la historia de Celeste, una pueblerina que a los 20 años sigue viviendo su experiencia como chica de la gran ciudad y se va entrelazando con distintas personas con el sexo como único fin tras un año lleno de fracasos amorosos. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

Capítulo 2: Sobredosis de calor
   Ezequiel salió de la pileta y fue a buscar otra cerveza a la cocina. Volvió y luego de servir en su vaso y en el mío se volvió a meter en el agua quejándose una vez más del calor y diciéndome lo rica que estaba la cerveza bien helada. Tomé un sorbo y volví a preguntarle por Julieta, la chica con la que estaba saliendo. Entonces él se acercó a mí con una sonrisa seductora y me preguntó si estaba celosa a lo que yo le respondí que no, que de hecho estaba muy contenta por él.
   - Ni vos te crees esa mentira.- Me dijo comiéndome la boca de un beso y empujándome contra el borde de la pileta.
   Me dejé llevar por sus besos y por sus manos que rápidamente se posaron sobre mi cintura. Despacito nos fuimos moviendo por el agua hasta llegar a la parte de la escalera y él me sentó sobre uno de los primeros escalones. Su sonrisa se había intensificado ya que sabía que estábamos a punto de ponernos loquitos por primera vez desde aquella noche en la que fue a la ciudad en septiembre del año anterior. Me siguió besando y con sus manos abrió mis piernas que estaban semi sumergidas en el agua y pasó suavemente su mano por encima de mi malla.
   Levemente fue bajando su cuerpo por el mío, desabrochándome la parte de arriba de la bikini y dejándome desnuda tras sacarme la parte de abajo segundos después. Volvió a abrir mis piernas y besándome los muslos fue metiendo su cabeza entre ellas hasta llegar a mi conchita que de a poco comenzaba a humedecerse y no por culpa del agua. Su cara quedó a medio hundir en la pileta y eso le permitía jugar con su lengua sobre mi cuerpo y respirar tranquilamente. Posé mi mano detrás de su nuca y mientras él me iba lamiendo el cuerpo, yo cerré los ojos y comencé a disfrutar.
   Era una sensación muy extraña, algo muy excitante. El año anterior lo habíamos hecho en la pileta, pero él nunca me la había chupado ahí adentro y mucho menos de esa forma, moviendo su lengua como desesperado y presionándola fuerte por encima de mi conchita. Con sus manos se sujetaba fuertemente de mis piernas y a pesar de que yo me movía frenéticamente, su cuerpo no se alejaba del mío. “¡Mmm sí!” gemí tras un lengüetazo muy intenso de placer. Entonces Ezequiel se levantó y se paró un escalón más debajo de donde estaba yo sentada y vi como en su sunga se marcaba su pija que totalmente dura se inclinaba hacia la izquierda.
   - ¡Ah no! Andá a decirle a tu amiguita Julieta que te chupe la pija.- Le dije, sonreí y en su rostro se volvió a dibujar la misma sonrisa seductora de antes.

   La noche siguiente a la que Maipi y yo salimos y tuvimos sexo con dos desconocidos en la casa de uno de ellos nos juntamos con Cintia y con Belén y les contamos (sin dar muchos detalles) lo que pasó. Una hora más tarde llegó Noelia y a pesar de que yo no quería que ella se enterase, Belén dijo un comentario alusivo al tema y ella terminó preguntando tanto que Maipi le contó lo que había pasado. “¡Ay que trolas”! dijo ella haciéndose la puritana y riéndose con la intención de hacer pasar su comentario como si fuese un chiste, pero en realidad las dos sabíamos que lo decía en serio.
   La semana siguiente comenzó con mis viejos yéndose de viaje, esta vez a Brasil y fue entonces cuando supe que era mi oportunidad de pasar un verano bien caliente con Ezequiel, tal cual lo había hecho el verano anterior. El problema era que Ezequiel estaba saliendo con Julieta y tenía poco tiempo para mí, ya que se pasaba casi todo el día en la casa de ella. Para colmo el calor llegaba de otra manera y era imposible resistir sin ayuda del aire acondicionado o la pileta y de vez en cuando una cerveza bien fría.
   Después de casi una semana de charla y de ver si organizábamos algo, Ezequiel terminó yendo a casa un jueves a la tarde y tras pasar un buen rato en la pileta charlando y tomando algo, terminamos haciendo después de que él me diera placer con su boca tal cual lo leyeron hace unos segundos. Obviamente después de mi comentario diciéndole que se vaya a tener sexo con Julieta, me fue muy difícil negarme a tan atractivo bulto y terminamos cogiendo en la escalera de la pileta y una hora más tarde volvimos a hacerlo en mi pieza con el aire encendido. Para mi sorpresa, esa misma noche él se puso de novio con Julieta y me dijo que la iba a convencer de hacer un trío en algún futuro. “Ni loca” le respondí yo.
   Pero había una persona que se venía comportando de manera muy extraña y era nada más ni nada menos que Gabriel. El chico que salió mucho tiempo conmigo y ahora estaba con quien había sido mi mejor amiga durante la secundaria, no podía entender como su ex y su actual novia se llevaban bien. “Bien”, en realidad podíamos sobrevivir las dos en una misma habitación sin odiarnos, algo que hacía un año parecía imposible, pero a él le incomodaba muchísimo la situación y de hecho se peleaba cada vez más seguido con Noelia por esta razón. “Tranquilo Gabi” le decían Manuel y Juan Pablo con la idea de calmarlo un poco, sin embargo el resultado era siempre el mismo.
   Una noche después de juntarnos a tomar algo en la casa de Cintia, los dos comenzamos a caminar por el pueblo volviendo hacia nuestras respectivas casas. El resto de los chicos o se había ido antes o habían ido en otras direcciones, por lo que cuando nos quedamos solos él no tardó en sacar a relucir el tema. “¿Qué onda vos con Noelia?” me preguntó sin dar muchas vueltas y yo le dije que estaba todo bien, pero segundos después le dije que en su momento me había molestado que se ponga a salir con él, aunque ahora ya no me importaba. Pero Gabriel no parecía conforme con la respuesta.
   - No sé… Te noto como hay algo más por lo que de golpe está todo bien con ella.- Insistió.
   - Nada que ver Gabi.- Le dije yo sonriendo.- Vos estás con ella y listo. Tampoco soy tan resentida.
   - ¿Pero si se te da para estar conmigo, estarías?- Me preguntó de golpe.
   Me paré en seco y el se dio vuelta después de dar unos pasos y ver que yo me había quedado atrás y que lo miraba con una expresión de sorpresa. “¿Y vos querés estar conmigo” le pregunté y él dudó.
   - ¡Gabriel!- Le dije entonces acercándome con una sonrisa aun más marcada.- ¿Vos tenés ganas de tener un affair conmigo?- Y rápidamente pasé mi dedo índice por su boca.
   Él se alejó de golpe de mi y miró hacia todos lados comprobando que no había nadie alrededor nuestro. “¡Pará! Mirá si nos ve alguien” dijo exaltado y volvió a caminar. Pero entonces yo me di cuenta que a él no le molestaba lo que había hecho, sino que le molestaba que alguien no pudiera ver. ¿Quería Gabriel de golpe estar conmigo? Así parecía. Y yo no me iba a quedar esperando que él reaccionara. Hacía dos años que no había pasado nada entre nosotros y esa noche, se iba a parar de contar.

   Cuando llegamos a mi casa lo invité a pasar sin disimulo y él aceptó sin tener que insistir. Entramos y estuvimos unos segundos en silencio hasta que él me preguntó si quería tomar algo, pero yo no andaba con ganas de dar muchas vueltas y le dije que no y volví a acercarme a él nada más que en esta ocasión en vez de pasar un dedo por su boca, me tiré encima de su cuerpo y lo besé. Gabriel me devolvió el beso entusiasmado y automáticamente me envolvió con sus brazos. Comenzamos a chapar de manera bastante caliente y atrevida parados al lado de la mesada que divide la cocina del comedor. Nos fuimos corriendo de a poquito hasta llegar a la punta de la mesa y fue entonces cuando de una manera brusca me tomó de las piernas y me sentó en el borde de la mesa sin dejar de besarme. Parecía que había soñado con esa noche desde hacía un tiempo y en ese momento tenía pensado cumplir todas y cada una de sus fantasías. Nos seguimos besando muy acaloradamente y de golpe él se saca la remera y comienza a tironear de la mía de manera algo brusca. De a poco nos fuimos sacando la ropa y cuando él me despojó del short, descubrió una tanguita minúscula de color negro que por mera casualidad había decidido ponerme ese día.
   - ¡Qué linda tanga!- Dijo él sonriendo y volvimos a besarnos.
   Lentamente fue bajando su cuerpo por el mío, besando y pasando su lengua por mis tetas y siguiendo el camino hasta llegar a mi cintura. Me siguió dando besos por las piernas y alrededores hasta que terminó por abrir mis piernas y dándome un lengüetazo por encima de la tanga. Yo me recosté sobre la mesa y me relajé mientras disfrutaba de cómo Gabriel me daba placer oral.
   Pasó su lengua rápidamente unas veces más por encima de la tanguita antes de correrla hacia un costado y dedicarse a mi conchita. Yo ya estaba bastante mojada, la sola idea de tenerlo a Gabi una vez más para mí me había puesto muy caliente. Es verdad, siempre había querido vengarme de Noelia de esa manera, sin embargo nunca pensé que se me iba a dar y ahora que se me daba, era muy excitante. Si a eso le sumamos que él había mejorado mucho en la manera que movía su lengua y como me la chupaba haciéndome retorcer de placer, sin dudas el momento era excelente.
   El calor comenzó a hacerse notar a medida que nuestros cuerpos comenzaban a transpirar y a pesar de eso él seguía lamiéndome la conchita con unas ganas increíbles. Mis brazos se estiraban por lo ancho y lo largo de la tabla en la cual estaba recostada y mi espalda subía y bajaba acompañando los movimientos de su lengua que iban cada vez más rápidos. Con una de sus manos acariciaba suavemente mi clítoris y con la otra mantenía mis piernas abiertas que amagaban a cerrarse del cosquilleo que me recorría gracias a su boca mágica.
   Gabriel se terminó por levantar y mientras me miraba pasaba sus manos por mis muslos y mi cintura. Como pude me fui dando vueltas encima de la mesa y giré hasta quedar recostada boca abajo y de frente a su cuerpo. Él automáticamente se bajó la bermuda y el bóxer y dejó al descubierto su pija bien gruesa que hacía mucho tiempo que no veía. Comencé a chupársela con muchas ganas, tomándola con una de mis manos y metiendo y sacándomela de la boca a gran velocidad. Él llevó sus brazos a mi espalda y mientras me hacía una especie de masaje, disfrutaba de cómo yo se la mamaba con muchas ganas. A su vez movía mi cintura hacia arriba y hacia abajo haciendo resaltar mi cola y él intentaba llegar con su mano hacia ella, pero se detenía a centímetros de esta ya que le era imposible.
   “Date vuelta” me dijo y yo volví a mi pose original con las piernas colgando y mi cintura frente a él. Gabriel me tomó de los muslos nuevamente y elevando mis piernas las colocó sobre sus hombros y despacito fue metiendo su pija adentro de mi cuerpo. “¡Mmm sí!” gemí yo al sentir como entraba bien apretada pero sin ningún problema ya que su lengua me había dejado completamente mojada. Entonces empezó a cogerme bien despacito, moviendo su cintura hacia adelante y hacia atrás con fluidez pero delicadeza. Mis manos se aferraban fuertemente al borde de la mesa pero mi cuerpo se movía lentamente debido a la transpiración que comenzaba a notarse. El calor era increíble.
   De a poco él fue poniéndole ritmo al sexo y cuando nos dimos cuenta estábamos cogiendo bien rico. Él se movía mucho más rápido y mi conchita sentía como su verga entraba y salía casi en su totalidad y me causaba ondas de placer que recorrían todo mi cuerpo. “¡Mmm sí Gabi!” gemía yo incentivándolo y él parecía ponerse loco y me cogía de manera más y más violenta.
   Una vez más, diciendo simplemente lo justo me pidió que me diera vuelta y yo giré mi cuerpo sobre la mesa y bajé mis piernas hasta apoyarlas en el piso. Gabriel se pasó detrás de mí y luego de meter su pija una vez más en mi cuerpo, apoyó sus manos en mi cintura y comenzó a cogerme otra vez suavemente. Lo hacía de una manera muy sensual, moviéndose en círculos y apretando su cuerpo transpirado contra el mío. Mi sonrisa quedaba oculta en el manojo de pelos que caía sobre mi cara.
   Entonces empezó a moverse más y más rápido y cuando llegó a hacerlo bien fuerte, el placer que sentía recorría todo mi cuerpo y se expresaba en gemidos puros de satisfacción. “¡Sí! ¡Sí! ¡Cogeme!” le pedía a gritos envuelta en un fuego de calor y placer. Gabriel se movía de manera muy violenta y sus manos se aferraban cada vez más fuerte a mi cintura. En ese momento pude escuchar como su respiración se agitaba a medida que seguíamos haciéndolo y sentí como estaba a punto de acabar. Entonces se me ocurrió una idea para volverlo más loco aun.
   - ¿Me vas a dar de tomar toda la lechita?- Dije poniendo voz de puta.
   Gabriel se volvió loco de golpe. Si me parecía que me estaba cogiendo bien fuerte, entonces no me imaginé lo que esas palabras podían llegar a causar. Su cintura se empezó a mover de manera mucho más acelerada hacia adelante y hacia atrás y su pija entraba y salía de mi cuerpo casi en su totalidad. Me fue imposible contener gritos de placer que ya no me interesaba disimular. De golpe Gabriel se alejó de mi y murmuró un “agáchate” que poco se entendió pero que yo capté a la perfección. Me bajé lo más rápido que pude de la mesa y me arrodillé justo a tiempo para recibir todo su semen en mi boca.
   Fue acabando encima de mi lengua que salía de mi boca y recibía su lechita calentita con mucho orgullo. Una vez que él terminó de acabar empecé a escupirla lentamente y mientras me caía por los labios y la pera volví a meterme su pija en la boca y se la fui chupando hasta sacarle la última gota se semen. “Mmm” murmuré con la boca llena haciendo alusión a lo rica que estaba por más que no me había tragado casi nada. Él me miraba fijo completamente fascinado de lo que había deseado hacia tanto tiempo, se había dado de manera tan inesperada.
   Fuimos hasta mi pieza, prendí el aire y nos recostamos en la cama. Nuestros cuerpos seguían agitados y estábamos completamente transpirados del calor. Nos quedamos ahí por varios minutos, sin decir nada y sin siquiera saber que decir. Gabriel entonces se dio vuelta, me miró fijo y me hiso jurar que no le iba a contar a nadie de lo que acababa de pasar. “Tranquilo. Nadie se va a enterar” le mentí a mirándolo a los ojos y después volví a mirar al techo y sonreí.


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