No sé cuándo comenzó mipasión por los pies femeninos,
las piernas, las mediasy el nylon, supongo que en mi
despertar sexual. Lahistoria se desarrolla en mi casa,
donde solíamos vertelevisión después de cenar, en el
salón. Mi padre ocupabasu sillón y mi madre y yo
solíamos estar en el sofá.Mi madre casi siempre se
acostaba de lado, conlos pies hacia mí. Yo era el
pequeño de varioshermanos y estos se habían casado muy
jóvenes, además eranunos años mayores que yo por lo que
ya no vivían en lacasa. Mi madre tendría ya unos
cincuenta y pico deaños y mi padre algo mayor que ella.
Bueno, en el invierno,cada noche mi madre se echaba a
ver la televisión ysolía ponerse encima una mantita o
algo que le tapara laspiernas. Yo me ponía a su lado y
empecé a compartir conella la manta, con lo que sus
pies quedaban siemprecontra mi muslo o en mi regazo.
Aquellos pies eran miadoración. Me encantaba su tacto,
su olor, su tieba, suforma redondeada. Sobre todo
cuando habían estadotodo el día calzando zapatillas y
por la noche estabanblanditos y suaves. Con el paso de
los meses esa escena serepetía casi cada noche. Excepto
cuando se poníacalcetines, que eran raras ocasiones,
siempre solían estardescalzos o envueltos en medias.
Poco a poco fui primerotocándolos levemente, luego ya
tomándolos en mis manos,acariciando los tobillos, las
pantorrillas, inclusolos muslos. Ni que decir tiene que
las erecciones quetenía eran monumentales. Tanto mi
padre como mi madresolían dormirse viendo la
televisión, con lo queallí estaba yo, atento a que
cualquiera de los dosdespertara, sobre todo ella. Con
esto deciros que nopasaba de estos toqueteos y que mi
madre debía considerarlosexentos de contenido sexual.
Para mí naturalmente noera así y cada noche era
esperada por mí conferviente expectación.
Aprovechándome de susueño, mis manos subían por
aquellas piernas queconocía a la perfección. Me
encantaban aquellospies regordetes, perfilados por los
años de zapatos y conunos deditos regorduelos. Cuando
llevaba medias era eldelirium. No me cansaba de
acariciarlos, desde losdedos hasta la rodilla. Durante
una hora o más mismasajes eran incansables. Sin duda mi
madre se daba cuenta y medejaba hacer, supongo que a
ella le gustaba elmasaje y me los ofrecía para que se
los acariciara. A vecesella decía que tenía los pies
fríos, lo que yo tomabaya como una directa para
emplearme a fondo enellos. Si digo que fueron cientos
de veces que estaescena se repitió no me quedaría
corto. Casi cada noche.A veces le notaba a mi madre
cierta complicidad, unrelajamiento poco usual pero que
yo aprovechaba paraenvalentonarme y subir las manos más
allá de lo que un hijodebería subir. Alguna vez llegué
a meterle la mano pordebajo de la braga, en la cadera y
en la entrada de lanalga. Mi madre como digo a veces se
incomodaba, otras vecesse dejaba hacer, como abandonada
y durmiéndose ohaciéndose la dormida. Otras apenas me
dejaba acariciarle elmuslo.
El paso de los años nodisminuyó mi afición, todo lo
contrario, estabaatento a las compras de medias de mi
madre, en cuálesllevaba, cuáles se le estropeaban,
dónde las guardaba. Enestas excursiones por sus cajones
de lencería descubrí unpar de medias con costura. Nunca
se las llegué a verpuestas, pero estaba claro que se
las había puesto. Estehecho hizo que volara mi
imaginación,imaginándoselas puestas y a mi padre
disfrutando de ellas, ycómo me gustaría a mí estar en
su lugar. Las mediasson un gusto que no he perdido y me
encantan, aunque ya nose aprecien por comodidad o
porque no hay genero, pero para mí es de lasprendas más
sexy y eróticas quehay. Ver una pierna bonita envuelta
en el nylon, fino, conesas pequeñas arrugas en la
rodilla,... Y si alsentarse se dejan ver veladamente
las bandas oscuras dela parte superior... Las mujeres
no saben el poder deseducción que están dejando sin
explotar al ponersepantalones, leotardos o medias
gruesas. Unas piernascon unas bonitas medias de nylon,
negras, con costura,con un bonito vestido y unos
tacones finos tiene másefecto que cualquier viagra o
afrodisíaco que se puedainventar.
Nunca hubo sexo con mimadre, esto se queda en mis
fantasías. Los añospasaban y la relación con ella
siempre fue muyestrecha, y creo que estas sesiones
nocturnas contribuyerona ello. Nunca me puso
impedimento a que leacariciara las piernas, pues en
estos últimos años lascaricias eran ya muy audaces,
aunque sin traspasar lafrontera del incesto. Alguna vez
ella estiraba los piessobre mi regazo y si notaba que
las ponía sobre mierección rápidamente los quitaba.
Otras veces era yo el queaprovechaba que estaba dormida
para colocarlos encimade mi pene, de mis testículos o
de ambos y darme masajecon ellos. Recuerdo un día que
yo estaba con el pijamapuesto y ella se había dormido.
Yo me incliné sobreella y me saqué el pene y el escroto
por la bragueta, cogísu pie y me lo coloqué encima. Era
la primera vez que mispartes tomaban contacto con el
cuerpo de una mujer,aunque ella fuera mi madre y
estuviera dormida. Conel tiempo y hechos parecidos me
fui envalentonado hastael extremo de estar
acariciándole los pies,sacarme la punta del pene debajo
de la manta yacariciarle el pie como si de una dedo de
mi mano se tratara. Selo metía entre los dedos, debajo
de ellos. Sobre todo megustaba meterselo entre el dedo
gordo y el siguientededo, en ese hueco. Era una delicia
que me proporcionabadespués las mejores pajas del
mundo, después de una erección que duraba unao dos
horas le brindaba unoschorros monumentales.
Pienso que alguna vezella se dio cuenta de estas
practicas y no sé sipor vergüenza, porque a ella
también le gustaba opor ambas cosas, no dijo nada y me
dejó seguir haciendo.Alguna vez que nos quedamos solos
en el salón llegué apensar que ese día se iba a dar la
vuelta, me iba a tomarel pene con sus manos, meterselo
en la boca o sentarseencima de él y comenzar a
cabalgarme.
Un día sin embargo ellase echó en el sofá llevando
solamente puesta unabata, era verano y ésta era de
estas ligeras. Lepregunté por mi padre y me dijo que se
había acostado, queestaba cansado. Estupendo, pensé yo.
Al echarse en el sofáme puso los pies encima justo de
mi paquete. Empecé aacariciárselos y ella respondió
moviéndolos suavementeen mi regazo, buscando su
posición.
Mi pene estaba ni quedecir como un palo de tieso, como
pude me lo acomodé ydejé que uno de los pies lo tuviera
debajo de largo alargo. Yo al acariciarle los pies
ejercía una pequeñapresión al principio que trasmitía a
mi pene, es decir, mepajeaba con el pie de mi madre.
Ella seguía sin hacerque se diera cuenta y a mí me
parecía imposible. Tenía su pie encima de mipolla, los
dedos encima de mistestículos y separados por la fina
tela de un pijama.Pasaban los minutos y yo estaba casi
en éxtasis, pues meapetecía sacarme la polla y empezar
a meneármela allí mismopara soltar aquella tensión que
acumulaba. Desde luegoque no lo iba a hacer, me levanté
y fui al servicio a versi eyaculaba y me calmaba un
poco.
La corrida fueabundante y caliente como pocas veces en
mi vida. Después delimpiarme bien y que no quedara
ninguna gotita en miaparato que luego me manchara,
volví al sillón dondeme esperaban los pies de mi diosa
aquella noche. Cuandovolví la encontré en la misma
posición y con los ojoscerrados, no sé si durmiendo o
haciéndose la dormida.Me senté y volví a colocar los
pies de nuevo en miregazo. Esta vez estaban a mi
merced, los coloqué ami placer, me coloqué los
testículos para que no mehiciera daño la presión que me
iba a propinar denuevo. Ya colocados los pies empecé a
acariciarle laspiernas, al principio la pantorrilla,
subiendo hasta la rodilla y viendo queseguía durmiendo
placidamente, losmuslos. primero por la parte de arriba
y más tarde por elinterior. Este magreo continuó hasta
que la películaterminó. La desperté y nos fuimos a la
cama. Desde ese díanoté algunos cambios en estos
magreos, pues sesionescomo ésta se repitieron más
veces, y ella era laque tomaba la iniciativa de ponerme
los pies encima de mimiembro. Incluso enviaba a mi
padre para la cama parapoder quedarnos los dos solos.
Yo cuando veía que ellacerraba los ojos me aventuraba y
me sacaba el pene. Leacariciaba los pies con él, se lo
metía entre los dedos,recorría con el borde del glande
y con la puntita deeste los pies por debajo y por
encima. Todo esto sindejar de mirar a ver si se
despertaba y me pillabaen plena faena, ya que alguna
vez estuvo a punto depillarme.
Un viernes llegaron deuna cena y me encontraron viendo
la tele. Se notaba quehabían cenado bien y regado la
cena con abundantevino, sobre todo mi padre que se fue
derecho a acostar. Mimadre llevaba un vestido negro
zapatos de tacón y unamedias negras muy finas, como a
mí me gustan. Acababade comenzar una película y ella
dijo que no le apetecíair a la cama que estaba
desvelada dijo, por el café que tomó a lospostres, y
allí se quedó conmigo.Era invierno y yo estaba arropado
con una manta. Antes desentarse me dijo que la falda le
estaba un poco pequeñay que le apretaba, además no
quería arrugarla alecharse en el sofá, así que como la
habitación estabaoscura se la quitó y se quedó en
pantyhose y con lablusa que le quedaba como si fuese
una minifalda muypequeña. Yo no le quité ojo en toda
esta operación y ellano pareció darle importancia.
Aunque estaba oscura lahabitación pude notar que debajo
del pantyhose nollevaba nada. Éste hacía un dibujo de
braguita y con eso sedebió conformar. La polla ya la
tenía a ciennaturalmente, y cuando se metió debajo de
la manta a mi lado,me puso los muslos, y me dijo que le
dolían y que si podíadarle masaje en ellos. Yo se lo
iba a dar de todasformas pero que me diera carta blanca
... Así que a ello me encomendé, suavementehaciéndole
presión yacariciándolos a la vez. Estaban húmedos del
sudor y el nylon sepegaba a la piel, dándole un tacto
que me volvía loco.Seguía acariciándoselos, incluyendo
los tobillos y lostalones, y con mi habitual erección
que pujaba por reventarel pantalón. Me coloqué enfrente
de ella para poderdarle mejor masaje, centrándome en un
pie dejando el otrojusto encima de mi polla y
testículos, apoyando labase de sus dedos en la base de
mi pene y parte de laplanta haciéndome presión encima
de los huevos. Esdecir, estaba en el cielo. A todo esto
la manta se habíasubido hasta la mitad de los muslos y
me ofrecía una visiónde las piernas perfecta. Yo estaba
ya olvidándome de que teníamadre y que la tenía
enfrente cuando medice: "parece que te gusta darme el
masaje" y yo ledije "claro que me gusta, me encanta
este tacto del nylon ytus pies así tan regordetes,
apetece comerlos"y diciéndole esto me acerqué el pie
que tenía en la mano ala boca y le di un beso. Me
hubiera apetecidopasarle la lengua y chuparlo pero me
quedé sólo en eso. Ellaseguía viendo la tele como si
nada, o al menoshaciéndome a mi parecer que no pasaba
nada y para mí era elepisodio más erótico que había
vivido en mi vida. Yame estaba pasando con el masaje
así que nos acomodamosde nuevo el el sofá, los dos
tapados con la manta.Una de mis manos comenzó a
acariciarle las piernas, y al pocotiempo ya llegaban
mis caricias hasta lacintura y al borde mismo del
pantyhose. Comencé abajar la mano por la nalga y
acariciarla. Temía queme reprendiera pero no, hacía
como si no ocurrieranada, no se dormía pero tampoco se
movía ni me paraba. Nome atrevía a bajar la caricia
hasta la unión de losdos muslos o de dejar pasar un
dedo por la comisura desu sexo. Esperaba que ella
hiciera algúnmovimiento que me diera algún indicio que
me permitiera llegarmás lejos. Pero no, aquel día no
llegamos más lejos. Cuandoacabó la película, cada uno a
sus respectivashabitaciones y yo por mi parte a seguir
pajeándome como unloco.
Unos días despuésllevaba puesta una falda amplia
plisada y al sentarsela extendió alrededor, es decir,
como que se la levantóen vez de echarse sobre ella,
quedando en el sofácomo una campana. Yo me senté a su
lado y deslicé una manoa buscarle los pies con
discreción, pues mipadre estaba sentado cerca y podría
notar algo raro. Ellano dijo nada pero lo dijeron sus
pies, que respondían amis caricias moviéndose
juguetones, buscandomis dedos y acariciándome las
manos, apretándomelaentre ellos y haciéndome cosquillas
con los dedos. Yomiraba a mi madre y ella seguía
impertérrita, como siallí "abajo" no estuviera pasando
nada. Tenía las piernasrecogidas así que al acariciarle
los tobillos pegada conel dorso de la mano en sus
muslos. Los notabasuaves y firmes. Le seguí acariciando
durante bastante rato yen un momento dado ella se
cambió de postura,echándose más horizontal en el sillón
y poniéndome como quiendice el culo en pompa hacia mí.
Seguí con mis cariciasy en estas excursiones noté que a
veces sentía cosquillasen el dorso de la mano. No tarde
en darme cuenta que lo quenotaba eran los pelitos del
sexo que estabarozando. Supongo que a ella esos roces
le pasaríanimperceptibles pero para mí eran casi
traspasar la barrera.Al cabo de un rato mis padres se
terminaron durmiendo yme armé de valor para alzarle la
falda y comprobar queefectivamente, mi madre no llevaba
bragas. Supuse que selas quitó al orinar y no me
equivoqué. Al cabo deun rato que me levanté pude verlas
en el cesto de la ropasucia. Las cogí y vi que tenían
una gran mancha deflujo en todo el empapador. Las olí y
tenían un olor muyfuerte. Aquella noche seguí
acariciándole laspiernas hasta las nalgas, sin
atreverme a más. Estosjuegos continuaron durante meses
hasta que un díadecidí cambiar de estrategia y hacerme
yo el dormido. Espereun día en que estuviéramos los dos
solos y después demagrearle los pies en condiciones, me
acosté dejando entreabierta la bata ydebajo un pantalón
de pijama que no meocultaba nada. Esperaba que ella
hiciera algúnmovimiento. Su pie comenzó a moverse
haciendo que la bata seme abriera y yo creo que se
sorprendió cuandointentando buscar mi polla la encontró
a la primera, tiesacomo un garrote. Colocó su pie
encima y me movía lapiel del pene arriba y abajo, muy
suavemente. Debió notarque éste se ponía duro a cada
movimiento y que lerespondía con empujones, así que se
quedó quieta durante unrato. Luego que notó que
descendía la presiónvolvió a la carga y esta vez me
acarició y magreó contodo el pie la polla y los huevos.
Yo no sabía muy bienqué hacer. Si "despertarme" y
dejarla en evidencia ocontinuar con el juego. Opté por
lo segundo, me pareciólo más inteligente. Ella siguió
con el magreo duranteun rato y por fin terminó. Yo creo
que le dio miedocontinuar. Se levantó y me dejó
"durmiendo".Yo estaba que estallaba y en cuanto se fue
me pajeé como nunca -denuevo-.
A partir de aquel díamis magreos eran más descarados,
cuando le acariciaba lasnalgas me llenaba las manos con
ellas, se las apretabay llegaba a meterle los dedos por
debajo del elástico delas bragas. Yo seguía esperando
un gesto que me indicaraque quería sexo de forma
explicita, pero éste sedejaba esperar. Mi padre nos
dejó repentinamente deun ataque cardiaco. Fue un golpe
muy duro para todos, mimadre le quería muchísimo, como
el resto de la familia,y yo en particular le echaba
mucho de menos.Nuestras sesiones nocturnas se enfriaron
por así decirlo y mimadre se acostaba temprano, estaba
bastante deprimida. Asífue durante unos meses en los
que la casa estaba muysilenciosa. Yo seguía
naturalmentemasturbándome y mis fantasías mas
recurrentes eran los hechosantes relatados.
Un día le dije mediopara animarla, medio para volver a
lo de antes, que echabade menos su compañía viendo la
televisión, que por quéno me acompañaba. Al día
siguiente se echó en elsofá a mi lado, pero cambió de
lado, y en vez deapoyar los pies en mi regazo, como yo
esperaba, se sentócogiendome del brazo. Ahora sentía su
pecho en mi brazo. Eraagradable pero echaba de menos
esos piecitos que tantogusto me daba tocar y acariciar.
Se quedó dormida sobremi hombro y aquel día sólo me
aventuré a acariciarleuna rodilla y eso que estaba en
mala posición.
Siguió haciendo lomismo, como si evitara cualquier
contacto de sus pies conmigo.Un día salimos a comprar a
unos grandes almacenesy estuvimos caminando toda la
tarde y al llegar acasa estábamos cansados. Ella se
tiró en el sofá y sedescalzó, por lo que vi la
oportunidad que notenía desde hacía meses. Me senté y
sin decirle nada letomé en las manos ambos pies, les di
un suave masaje y lesdi un beso, y otro y otro, se los
seguí acariciando, porencima de la media, húmedos por
el sudor y con unligero olor que me encantaba. Le
acariciaba los pies, lamiraba y se los besaba. Le besé
los dedos, la planta,la parte superior, el talón, el
tobillo. Ella cerrabalos ojos y los abría, me miraba y
me dejaba hacer. En unmomento dado le pregunté "¿te
gusta?" y me contestó"tú que crees ...", "que sí" le
dije. No me respondiópor lo que supuse que acerté ...
Seguí con el masaje másde lo que era normal, aunque no
sé qué sería normal,pero bueno, más de media hora. Ella
al fin cerró los ojos yme dejó hacer. Tenía media
sonrisa en la boca asíque supuse que estaba disfrutando
del momento. La faldala tenía por encima de la rodilla
y a mí lo que meprovocaba era bajarme los pantalones y
tirarme encima de ella.Sin embargo, no pensé con la
polla de nuevo.
Abrió los ojos y medijo "voy a cambiarme de ropa, tú
podías hacer lomismo". No sabía si tomarlo como una
invitación osimplemente un comentario. No obstante, me
puse el pijama que dabalibre acceso a mis partes y mi
bata.
Encendí la tele y laesperé. Al rato vino, desmaquillada
y con su bata defranela perfectamente cerrada. Se sentó
a mi lado y se agarró ami brazo. Yo por mi parte me
acomodé y dejé que labata se me abriera ligeramente,
esperando que desde suposición pudiera vislumbrar algo,
aunque con la penumbrame temo que no viera nada. Aquel
día yo también estabacansado así que no sé en qué
momento me dormí, perosí que cuando para mi sorpresa mi
madre también estabadurmiendo y una de sus manos se
había posado en mi regazo,quedando a unos centímetros
de mi pene. Si éstehubiera estado inclinado para ese
lado lo estaríatocando. Con sigilo lo coloqué debajo de
su mano y me volví a quedar"dormido". Estaba tan
nervioso que debíanotarse en mi respiración, y también
en que el pene noestaba para nada empalmado sino flojo.
Pasaron como diezminutos cuando mi madre despertó y al
incorporarse un poco seapoyó de lleno sobre mi pene
tocándolo en toda suplenitud, así como los testículos.
Noté que me miraba comopara averiguar si me había
despertado, y conmovimientos suaves se colocó de nuevo
a mi lado pero esta vezsin apoyarse en mí. Yo seguía
con los ojos cerradoscuando noté que sus dedos me
tocaban el glande muysuavemente, bajaban hasta la base
del pene y volvían asubir.
Me atreví a abrir unsegundo los ojos y allí estaba mi
madre mirando embelesadaa mi pene. Yo me estaba poco a
poco excitando y mipene comenzaba a tomar vida propia.
Ella siguió con suscaricias y al cabo de un minuto el
pene estaba como unaroca, apuntando hacia arriba y mi
madre con dos dedosalrededor de su base haciendo que
éste se pusiera aún másduro. Parecía que no le
importara que medespertara en cualquier momento. Abrí
un poco los ojos y vique ella ya no estaba pendiente de
mí, sólo de mi polla, yque la bata la había abierto
dejando ver sus piernasque se estaba ella misma
acariciando. No lograba distinguir si subíala mano
hasta su entrepierna osólo se tocaba los muslos. Mi
polla volvía a estarque reventaba y por fin sabía que
íbamos a traspasar lafrontera que teníamos en medio
desde hacía años. Porfin desperté oficialmente y la
tomé por la cintura,acariciándole la espalda.
Lo estaba esperando, memiró y sin decirme nada bajo la
cabeza hacia mi polla yse la metió en la boca. Me
acariciaba el glandecon los labios y me hacía
cosquillas con lalengua. La sacaba, la apretaba, la
masturbaba. A mi padre debió hacerle muchasde éstas
pues se veía que eratoda una experta sabiendo dar
placer con la lengua ylas manos. Me tomó los huevos con
una mano y me losapretó dulcemente. Yo por mi parte le
acariciaba el pelo y devez en cuando bajaba la mano
hacia sus pechos,estaba deleitándome viéndola cómo se
metía y sacaba la pollade la boca, cómo la saboreaba y
qué cara ponía alverme. Cuando empezaron a salir los
borbotones de semenella aceleró con la mano los
movimientos,exprimiéndome los huevos y a la vez que
colocaba los labioscontra el glande, de forma que se le
llenaron de semen y conél se embadurnó la boca.
(continuará)
1 comentario - A los pies de mi madre