El peso de la ley

-Dale…hacemela paja, mira como se me está parando- me decía mientras me miraba y sacudíasuavemente la verga, que había sacado después de bajar el cierre de su pantalón.
Yohabía dejado de reírme y no lograba fijar mi mirada, que alternaba entre suverga y sus ojos.
Queríapensar rápido pero no podía, estaba frente a un tipo ofreciéndome su pija y mepedía que lo masturbe. Mis ganas competían con mi vergüenza por haber dejadoque las cosas llegaran a ese punto. Y a la vez me preguntaba como terminaríaesa noche que había empezado hacía poco más de una hora.
O tal vez ese preciso instante había empezadorealmente dos meses atrás.
Yo me había mudado a ese barrio y estaba entrando porprimera vez en el mundo del running, así que busque una plaza cercana para entrenarya que me había inscripto para correr una carrera de 5k en poco más de dosmeses.
Había un parque a pocas cuadras y empecé a irregularmente a la noche. Mi punto de inicio y final del entrenamiento era uncolegio que estaba en el parque, que tenía un sector en remodelación, queresultaba tranquilo para estirar cuando terminaba de entrenar.
Yo siempre fui bastante relleno, a pesar que megustaban los deportes y con esfuerzo y perseverancia fui adquiriendoresistencia y logré correr más distancia. Me gustaba correr, era el momento deldía en el que desconectaba de todo, disfrutaba del fresco de la noche y hastame divertía fantaseado cuando me cruzaba con un tipo corriendo o paseando superro.
En el colegio empezaron a aparecer materiales deconstrucción y una especie de tráiler tipo casa rodante pero montada en unospilotes. Pero a la hora que yo iba seguía sin ver a nadie.
Una noche había terminado de correr, cansado perofeliz. Había dado dos vueltas completas al parque. Tenía el short medio levantadoproducto de correr pero me puse a estirar sin bajármelo. Era parte de esaspequeñas fantasías que me permitía esa zona solitaria del colegio. La boludezde imaginar un short cavado y agacharme parando la cola para estirarme. Estabarelajado, respirando pausado, tocando con mis puños cerrados el empeine de miszapatillas cuando escuche una voz: -Buenas noches-
Me incorporé de golpe y atiné a acomodarme el short.Me di vuelta y había un policía que había salido del tráiler.
El tipo riéndose se disculpó por haberme asustado y yodespués de la sorpresa me largue a reír también. Terminamos charlando y meconto que estaría allí todas las noches, porque iban a dejar herramientas ymaquinarias por la por la obra del colegio.
Antes de irme me pidió si no le compraba una gaseosaen el quiosco que estaba en la otra esquina, porque estaba por cerrar y el noquería irse porque estaba por pasar el control. Le dije que sí, que no teníaproblemas. Me quiso dar el dinero, pero no se lo acepté, yo siempre llevabaalgo de plata en la riñonera. Cuando le deje la gaseosa me agradeció y me dijoque se llamaba Oscar.
Con el tiempo se volvió rutina charlar un rato cuandoterminaba de entrenar, algunas veces  lellevaba una gaseosa fría de regalo y nos pasamos el Whats App.
Fuimos tomando confianza y le conté de mi proyecto decarrera, el me alentaba pero también me cargaba diciéndome que tenía que largarlos postres para correr más. Yo le retrucaba diciéndole que el tenia pancitatambién y el respondía que era panza sexy, que servía para empujar mejor. Variasveces chateábamos por Whats Apps, con bromas al respecto, y también con intercambiode memes y clásicos videos hot.
A Oscar le calculaba unos 50 años, era un tipo desinhibido,que le gustaba charlar y las bromas sobre sexo.
El tiempo pasaba y yo me acercaba a mi objetivo.Correr los 5 km y llegar bien de aire.
-La semana que viene vas a correr los cinco y tenemosque festejar- me dijo una noche chateando.
-Ojala, si se da invito cerveza y empanadas- lerespondí
-Te tomo la palabra- me dijo y empezó a decirme que senotaba mi progreso, que no había perdido el culo, pero que se notaba que habíabajado mucho de peso. Y terminó recordando mi imagen agachado, del día que nosconocimos. Nos reímos un rato mas, pero me llamó la atención, tanta broma en referenciaa mi cola.
El miércoles de la semana siguiente finalmente lologré. En mi circuito había pasado tres veces por el colegio pero no habíavisto a Oscar. Seguí controlando mi teléfono y casi a punto de completar mediavuelta más, se cumplieron los 5 km, estaba feliz.
Caminé exultante pase por otro kiosco, compre un aguay seguí camino. Cuando me acercaba al colegio Oscar estaba ahí, a la distancia,me levantó el pulgar y yo levante la botella de agua a modo de brindis.
-Bien ahí gordi, elongá que hoy no te podesacalambrar, tenemos que festejar- me decía entusiasmado. Nos reímos un rato yquedamos en vernos más tarde.
Disfrute de una buena ducha, era una noche de calor.Me estaba terminando de poner la remera cuando entró un mensaje. “Venite yaestoy tranqui, tengo hambre”. “Compro las empanadas y voy” respondí.
Metí en una bolsa el pack de latas de cerveza quetenia enfriando en la heladera y salí a la calle. Estaba feliz, la ducha y elperfume me habían refrescado y con el short y una remera no sentía tanto elcalor. Sali de la pizzería con las empanadas y camine las dos cuadras hasta elparque. “Estoy llegando” mandé el mensaje a media cuadra, Oscar me esperabaafuera, abrió rápido y entramos al tráiler.
El lugar era muy básico, en un rincón baúles de maderacon herramientas caños y otras cosas de construcción. Una mesa pequeña, dossillas viejas. Sonaba una radio colgada de la pared y todo estabailuminado  con una lámpara central quecolgaba de un cable.
Tenia dos ventanas pequeñas que abiertas generabanalgo de aire fresco. Abrimos dos latas, brindamos y empezamos a comer lasempanadas. Charlamos, nos reímos y así fue pasando la hora.
Abrimos las dos últimas latas de cerveza. Oscar sehabía desabrochado un poco la camisa. Se estiro y dejo escapar un suspiro.
-Que buenas estaban las empanadas…. Y la birra estafría todavía. –
-Las tuve un rato en el freezer para que aguanten-respondí.
-Muy bien pensado… ahora un buen polvo y ya tengo lanoche hecha-dijo largando una carcajada al tiempo que se acariciaba el bulto.
Yo acompañe la ocurrencia riendo también.
-Posta te digo, yo todas las noches después de picaralgo me clavo una buena paja y acomodo en la silla y duermo como un bebé- medijo siguiendo la conversación
- Esta muy bien, hay que disfrutar- le respondímientras él se acariciaba el bulto como si nada.
-Sí,  pero hoyestas vos- me contestó
Ya termino la cerveza y te dejo tranquilo- le dijeriéndome al verlo acariciarse el bulto tan descaradamente.
-No… digo que ya que estas… podrías hacérmela vos,siempre es más placentera una mano amiga- y me miró fijo.
Yo no supe que contestarle y me reí de los nervios.
 -Dale… me vas adecir que te da vergüenza?... somos amigos…- dijo y se levanto de su silla. Lamesa era chica, de modo que en un paso estaba parado al lado mío. De una sebajo el cierre y saco la pija
-Dale…haceme la paja, mira como se me está parando- medecía mientras me miraba y sacudía suavemente la verga.
Yo trataba de mantener su mirada pero me era imposibleno mirar su pija. No sabía que hacer y como acto reflejo agarre la lata decerveza que tenía delante. El se percató de mi duda y me dijo: -No, dame eso amí- y con una mano me saco la lata de cerveza y con la otra guió mi mano -yavacía- hasta su verga.
-Así… usa la mano para eso- y acompañó el movimientode mi mano con la suya unos segundos y ya después me dejo que yo lo masturbarasolo.
-Dale agarrala firme- hice mas presión envolviendo supija con mi mano.
Si… ves.. la agarraste bien y mirá como se paró- yefectivamente ya tenia una erección plena.
Él me decía que siga, mientras se desabrocho la camisay dejo caer sus pantalones siempre parado a mi lado. Al ver su pelvis y pechopeludos no pude evitar acariciarlo con mi mano libre.
Él se acercó y apoyo su mano en mi respaldo. –Si disfrutalosi los dos ya sabemos que te gusta- Empecé a relajarme y a vivir sin culpas lasituación. Mientras lo masturbaba empecé a besar su barriga y su pecho peludo.No podía evitar disfrutar de su virilidad.
El se fue acomodando hasta quedar frente a mí, casimontado sobre mis piernas.
Sus manos se entrelazaron en mi nuca y lo escuchedecir: - A ver ahora te quiero coger la boca.-
Me dispuse a recibirlo y metió su verga dura y calienteen mi boca. Empezó a mover su pelvis para hacérmela comer a fondo, me aferré asus muslos mientras literalmente me cogía la boca con frenesí. Cada tanto,  cuando me sofocaba, la sacaba y me ofrecía susbolas peludas para que las lamiera y después de un rato volvia a meter su pijaen mi boca.
En un momento me dijo que quería cogerme. Estabadescontrolado. Corrió las cosas de la mesa y me dijo que me inclinara ahí.Alcancé a sacar una caja de forros de la riñonera y le di uno. Yo me puse gel yme incline sobre la mesa.
El se acomodó detrás de mí y buscó mi orificio con supija. Lo encontró y jugó un poco.
-Así que trajiste forros, querías que te rompa el culono?-Me preguntó mientras empezaba a hacer presión. No contesté pero eraevidente mi deseo.
-Quuerías pija… tomá- dijo aferrándose a mi cadera,pude sentir como su carne rígida entraba en mí, abriendo, sometiendo,conquistando.
Comenzó a moverse y fue tomando cada vez mas ritmo. Enun momento me estaba bombeando con toda su energía, me decía si me gustaba queme cogiera así, si sentía su verga entrando, si me gustaba. A todo respondíaque sí, entre suspiros. Disfrutaba cada estocada profunda que hacía chocar susbolas contra mi.
En un momento se inclinó sobre mi y besándome elcuello me dijo si quería su leche le respondí nuevamente que sí. Con unaseguidilla de embestidas profundas, explotó dentro mio y se dejo caer sobre mí.Sentí la presión de su cuerpo de macho, sudado, peludo y gocé.
Durante tres meses una vez por semana cenábamos en su tráilery después me cogía maravillosamente.
 
 
 
 
 
 

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