Mis tacones rojos ...

Mis tacones rojos rechinaron mientras me acercaba a ella.
La vi allí sobre la alfombra, luciendo tan inocente e indefensa.
Me detuve a unos pasos y ella miró hacia arriba.
Le dije que una perra no debía mirar a su Ama a los ojos.
Pero esa pequeña puta me desafió, manteniendo fija su mirada.
Ya no se veía tan inocente; menos aún, indefensa.
Mi gato de nueve colas tronó en el aire, de manera amenazadora.
Pero ella continuó mirándome a los ojos, sin siquiera asustarse.
Su delicada mano jugueteaba de la delgada tira de su tanga.
Le dije que se la quitara, pero la perra no me obedeció.
Avancé hacia ella, acariciando las tiras de cuero.
Sus chillidos y súplicas por piedad me volvieron a la realidad.
Había pensado que estaba perdiendo mi poder de convencimiento…

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