Las guarradas de Andrea

No tenía la verga que yo esperaba. No es que fuera pequeña, pero resultaba ridícula para un chico como él.  
Coemnzare describiendome, soy una chica joven, por politicas de la pagina no puedo decir mi edad, pero ya se la deben imaginar. soy delgada, tetas normales y culo que a todos les gustaria tenerlo, joder que amo cuando camino en la calle y los hombres se dan vuelta a mirarme sin disimulo, mido 1,55 mts y aqui va mi relato.
— ¿A qué esperas? Hazlo ya. 
Me la metí en la boca y comencé a mamarsela sin ganas. Él apenas se enteró, porque se corrió casi al instante. 
— Joder, que buena eres.
Use un pañuelo papel para escupir el semen de mi boca, porque en aquella época era de las que escupían, no de las que tragan . Él me miró desconcertado, pero tuvo la decencia de no quejarse. 
— Hasta otra, Andrea. 
No si era posible. Me levanté un rato después de que se hubiera ido y fue en ese momento cuando le vi.
Ramón estaba allí plantado, mirándome, sonriendo. Para poneros un poco en contexto os tengo que decir que él es el conserje del edificio, un hombre mayor que compensa su pensión trabajando para nosotros. 
Y también es mi amo, pero para eso aún faltaba mucho.
— No estaba mal el muchacho. Aunque ha sido demasiado rápido.
No me importaba demasiado que me hubiera visto, era el móvil que tenía en las manos lo que me importaba en ese momento. Por supuesto, lo había grabado todo. 
— ¿Qué es lo que quieres? — Pregunté. 
— Que me hagas lo mismo que a él. 
— Ni loca. 
— ¿Y por qué no? Tú quieres que se borré, tu novio no tiene porque verlo y yo quiero una mamada. Ganamos todos. 
Vale, me había pillado pero bien. Pero antes de que pudiera abrir la boca, él habló por mi. 
— Pero no aquí, donde cualquiera puede vernos. Sígueme. 
Entramos en el edificio juntos. Eran altas horas de la noche, así que no había mucho peligro de que nadie nos viera, y aún así, mi corazón se había acelerado por la vergüenza que estaba pasando. 
Tal y como esperaba, le tuve que acompañar hasta su casa con la sensación constante de que alguien se cruzaría en nuestro camino en cada instante. Curiosamente, no me sentí a salvo hasta que llegamos a nuestro destino. 
Tenía experiencia con chicos. Tenía novio y aventuras, pero me sentía como una completa novata hasta el punto de que no sabía qué hacer después de que Ramón cerrará la puerta.
Me había quedado quieta en mitad de la sala, esperando no sabía qué, mientras él me miraba de arriba abajo. 
Debo reconocer que iba muy guapa. Llevaba puesto un vestido blanco y corto con zapatos a juego.
— Te vistes como una fulana. 
Su grosería me molestó.
— Acabemos con esto. 
— No tan rápido. 
Se había puesto detrás de mí. Apartó mi pelo del hombro y comenzó a besarme el cuello. 
Quería gritar. 
Yo estaba ahí para chupársela y que borrará el vídeo a cambio, para nada más. 
— No.
— Pero sí te encanta.
Moví las manos para intentar resistirme, pero él me las agarró como si nada. 
— Quieta. 
— No.
Sabía como iba a terminar esto si seguía así. 
— No quiero. 
Le bastaba una mano para agarrarme los brazos mientras que con la otra me sobaba el muslo al tiempo que seguía besándome el cuello. 
Y me estaba muriendo de placer. 
— No. 
— ¿Entonces quieres chupármela y acabar?
— No. Sí… 
Joder, no lo sabía. 
 Él se rió cuando di esta respuesta. 
Se había detenido y yo no quería que se parase. 
Pero ni loca iba a pedir que continuará. 
— En fin, que le vamos a hacer. Si tantas ganas tienes de chuparla…
— ¿Y borras el vídeo?
— Y borró el vídeo. 
Había recuperado algo la compostura. Al menos ahora tenía claro lo que debía hacer… Hasta que se sacó la verga más grande y más bonita que había visto en toda mi vida. Me quedé mirándola embobada, en palabras de mi amo, con cara de “hostia puta”.
— Nunca habías visto nada parecido, ¿Verdad? ¿Y bien, qué piensas?
— Que la quiero dentro.
Sí, efectivamente, dije exactamente lo que se me pasaba en ese momento por la cabeza. 
Él simplemente se rió. Se sentó en la silla que había en la sala mientras yo no le quitaba ojo de encima.
— Estoy pensando que no te la mereces.
Claro que me la merecía. Estaba ahí, con él, en su casa. Estaba… Pensé que quizás él tenía razón. 
— ¿Qué quieres que haga?
Nunca antes le había preguntado nada parecido a un tío. 
— Ladra. 
¿Qué? ¿En serio, qué?
— Ladra — repitió. 
¿Cómo una perra?
— Guau
Mi primer ladrido fue lo más patético del mundo.
— Quítate los tacones, ponte a cuatro patas y ladra para mí, perrita. 
No, no lo iba a hacer. Ya había pasado una vergüenza tremenda haciendo eso, no iba a humillarme aún más. 
— Aún tengo que mamártela para que borres el vídeo.
Sí, estaba realmente desesperada.
Ramón sacó su móvil y lo borró delante de mí.
— A partir de ahora solo chuparas la verga que te diga que chupes.
Yo no dije nada, solo estaba ahí, quieta, sin moverme. 
— Quítate los zapatos. 
Vale, era una orden simple y sencilla, podía cumplirla perfectamente. Me quité uno y luego el otro quedándome descalza en casa de un extraño. 
— Ahora, ladra.
Bueno, ya había ladrado una vez, podía volverlo a hacer. 
— Guau.
Joder, que puta vergüenza volví a pasar. 
— Guau. 
Era terrible. Además, no ayudaba en absoluto que mi amo se estuviera descojonando de mí. 
— Quítate las bragas y ponlas en tu mano.
Me las arranqué del cuerpo. Había pasado tanta vergüenza ladrando que en comparación bajarme las bragas fue facilísimo. 
— ¿Cómo están?
— Muy mojadas. — Aseguré llena de vergüenza.
— Chupalas. 
Espera, ¿Qué? ¿De verdad es maldito pervertido quería que lamiera mis propias bragas antes que su verga?
Me volví a fijar en él. Mi amo se había guardado la verga y simplemente sonreía sentado en su sillón. 
— ¿Y luego me dejarás chupártela?
Vale, sí, ¿Qué pasa? Deseaba comérsela, la deseaba dentro de mí. Aún soy totalmente adicta a la verga de mi amo. 
— No sé, has sido una perrita mala y muy desobediente. 
Me acerqué mi prenda íntima a la boca y noté su fuerte olor. Nunca antes había probado mis propios jugos vaginales. Míos o los de cualquier otra, para ser exactos. Y estaba a punto de hacerlo delante de un viejo verde solo para darle gusto.
Comencé a lamerlas como si no hubiera mañana. 
Lo escribo y aún no me puedo creer lo que hice en su momento. 
Comencé a dar lengüetazos como una desesperada, y lo hice hasta que él me detuvo para que se las arrojase.
— Ladra, perrita, ladra 
— Guau. 
Me salió solo, pero fue igual de vergonzoso que las otras veces. 
— ¿Aún la quieres?
Joder, sí. Asentí con la cabeza.
— No, así no, hazlo como la perra que eres. 
— Guau, guau.
— No, aún no.
Vale, lo entendí. 
Me quería ladrando a cuatro patas. Lo increíble del caso es que ahora estaba más que dispuesta a humillarme. 
Así que sí, sin pensarlo más me coloqué a cuatro patas y comencé a ladrar.
Hay algo muy raro en obedecer y es que una vez que empiezas, cada vez es más y más sencillo y no puedes parar. 
— Ven.
Le seguí hasta la cocina. Me las apañé para subir a la mesa y quedé completamente a su merced.
No tenía el menor control de lo que pasaba, y eso lejos de asustarme me excitaba
Me la metió completa desde atrás 
Jamás había probado la posición de perrita.  
Sus penetraciones eran salvajes y muy profundas. 
Los chicos con los que había estado siempre me lo habían hecho con mimo y mucho cuidado, como si fuera una flor delicada que fuera a romperse.
Mi amo, por el contrario, me estaba metiendo caña como si de verdad quisiera romperme y no le importará. 
— ¿Y bien perrita, estás satisfecha?
— Guau. 
Terminé esa primera noche desnuda, durmiendo con él y mintiendo a mis padres sobre donde estaba pasando la noche. 
Como avanzó nuestra relación es para otro relato.
 
Si quieres escribirme mi correo esta disponible jejej kathamunoz1313@gmail.com

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