Tan lejos, tan cerca (1 de 3)(resubido)

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TAN LEJOS, TAN CERCA
PARTE 1 DE 3

Años atrás yo iniciaba mis estudios secundarios en un colegio de orientación técnica. Empezamos en esos días una treintena de pequeños desconocidos, varones en su mayoría y poco a poco fuimos creciendo y nos fuimos conociendo.
Había de todo un poco en esos tiempos, compartimos esos años de crueldad adolescente, porque en esos días uno dice las cosas sin pensar en el otro, se agranda cada defecto y se divierten con las peores bromas.

A mí me volvían loco con el tema de mis lentes de aumento, me llamaban cuatro ojos y cuando me descuidaba me lo escondían, yo penaba suplicando casi a ciegas y todos se reían del corto de vista, recuerdo que tenía un trauma con eso y era mi cruz de juventud.
Pero de alguna forma todos éramos centro de burlas en algún momento y yo también disfrutaba mucho de los defectos ajenos, solo era cuestión de no ser el blanco, de saber poner a otro en ese lugar y confieso que era hábil en eso. Así teníamos a Marta, la gorda, a quien humillábamos a diario, Laura, la nena de papá, la chica de plata quien con sus ostentaciones solía quedar excluida del grupo, Fernando, con su complejo de enano, Ramiro, el cerebrito, quien cada tanto recibía una golpiza grupal, por estar siempre sobresaliendo, tampoco le iba mejor a Roque un chico sucio que le esquivaba al agua y podría seguir dando detalles del resto.

Como notarán, a su momento, todos la pasábamos un poco mal cuando nos tomaban de punto, pero si alguien sin dudas sufría de nuestra desgarradora crueldad, ese era Angel Marcote. Angel era un chico de mediana estatura, un tanto regordete en esos tiempos, de cabellos negros y enrulados, el tema con él era que se evidenciaba bastante marica, sus gestos, sus ademanes, su forma de hablar, su forma de agarrar sus libros de estudio, hasta su forma de caminar lo delataba, él era bueno, muy bueno y solo cuando fui adulto pude entender cuanto lo habíamos hecho sufrir, porque lo habíamos apartado del grupo de chicos como a un perro sarnoso, y siempre podíamos verlo haciendo amistades con las chicas. Algunas veces se había acercado a mi lado buscando amistad, pero yo odiaba a los homosexuales, tenía miedo que 'esa enfermedad se me pegara', quería tenerlo lo más lejos posible y evitar cualquier confusión con mis demás compañeros. Una tarde para sacármelo de encima le grité 'Angel Maricote' tomando a su apellido como referencia, todos los que nos rodeaban estallaron en carcajadas, y sin imaginarlo, a partir de ese momento todos lo llamarían Angel Maricote, yo lo había bautizado y el con una dolorosa sonrisa llevaba ese apodo a cuestas.

Ya en los últimos años de estudio empezamos a ir a practicar gimnasia al campo de deportes municipal, que era cedido al colegio, tarde de futbol, basquet, voley y demás juegos en equipo. Angel sufría horrores esos días, como la mayoría de las mariquitas tenía cero habilidad y dependía del profesor de turno para no quedar marginado de los equipos, él era el compañero que nadie quería tener, el que te hacía perder un punto, en el que no podías confiar y el que te hacía perder el partido.
Pero también descubriríamos algo más, al terminar esas jornadas de deportes nos obligaban a ducharnos para volver limpios a casa, y aunque Angel se incomodaba con su regordeta desnudez, advertimos que el bastardo tenía colgando una verga terrible.
Nosotros ya habíamos perdido la inocencia, y ese descubrimiento fue un nuevo motivo de burlas, las injusticias de la vida, justo el marica tiene la pija de caballo que todos deseábamos tener.

Así un día le hicimos el jueguito a Noelia, ella era la típica putita, su reputación era famosa en el colegio, iba a otro de los cursos, y de chimento en chimento le hicimos saber lo que Angel tenía entre las piernas, ella mordió el anzuelo y nos divertimos mucho observando como ella, concha caliente hizo lo imposible para llevárselo a la cama, y comprobamos que el sexo de Angelito sin dudas iría por otros caminos.

Crecimos, la escuela se terminó y cada uno siguió su camino, como todos nos pasa en algún momento, se cierra una puerta, se abre otra y en poco tiempo Angel Marcote y toda esa banda quedaron archivados en el pasado. Seguí con mis estudios, llegaron mis primeros amoríos, mi primer empleo, mi esposa, luego fui padre, pasaron los años.
Llegaron las redes sociales, Facebook, Instagram, Tweeter, por cierto, el indispensable WhatsApp y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos el mundo cabía en la palma de una mano. Llegaron las amistades, y los amigos de los amigos, y poco a poco nos reencontramos nuevamente, se había armado el grupo de curso de nuestra escuela secundaria.
Claro, algunos se sumaron con facilidad, a varios tuvimos que buscarlos y a otros como Angel Marcote, la tierra parecía habérselos tragado.

Combinamos una reunión después de tantos años, unas pizzas y cervezas en un bar céntrico y ahí fui a reencontrarme con viejos amigos. En esa primera reunión apenas fuimos nueve, nos faltaba localizar a algunos, otros no pudieron y otros ya no vivían en la ciudad, pero fue un buen comienzo. Como suele suceder, hablamos de nuestras vidas, estudios, empleos, familias, hijos, divorcios, recordamos momentos, anécdotas que compartimos, me enteré de que una de las chicas había fallecido en un accidente, Marta la gorda estaba muy gorda, y así poco a poco pasaron las horas.
Ahora habíamos crecido, éramos adultos y ya no tenían sentido las bromas del pasado, pero recordamos esos momentos, los crueles que éramos, y ahora nos compadecíamos mutuamente, como me humillaban por mis anteojos, y todas esas cosas. Alguien recordó a Angelito, y como yo lo había bautizado 'Maricote', nos reímos, pero en el fondo nos dio pena

- Pobre Angel - dijo alguien
- Qué será de su vida? - preguntó otro
- Está desaparecido, no figura en redes, nadie tiene el contacto, nadie sabe nada de él, ya no sé dónde buscar - agregó la gorda Marta
- Yo tengo una vecina que creo que es medio pariente o algo así, le puedo preguntar - dijo uno de los chicos


Y así seguimos hablando, era uno de los NN, y alguien trajo a luz la terrible verga que tenía, fue todo muy cómico hasta que la conversación se fue por otros caminos.
Esa noche, al volver a casa, me quedó pensando en ese chico, habíamos sido unos animales despiadados con él, realmente le habíamos hecho la juventud un camino de espinas, cuanta crueldad solo por ser diferente, y me pregunté a mí mismo el motivo de tanto odio por su incipiente homosexualidad, y no tuve respuesta.

Esa primera reunión dejó las puertas abiertas para un nuevo encuentro, la comunicación entre nosotros se hizo fluída dentro del grupo de whatsapp, fueron encontrando poco a poco algunos de esos NN, hasta que alguien mencionó que había dado con Angel, que estaba muy cambiado y que prefería no participar en los grupos y redes sociales y mantenerse al margen, pero sin embargo estaría presente cuando decidiéramos reunirnos.
En unos meses llegaría el segundo encuentro, llegué un poco retrasado y empecé a saludar, al fondo entre las mujeres, no pude reconocer a una rubia platinada, de gruesas cejas negras, con un maquillaje pronunciado en el rostro, con una remera demasiado ajustada y escotada donde era imposible no advertir los generosos pechos que parecían querer explotar, sobresalía del resto, repasé mentalmente todas las chicas de la adolescencia y ninguna me cerraba, quien diablos era?
Entre risas del resto, la rubia se incorporó, dejando notar la excelencia de sus caderas en un ajustadísimo pantalón de cuero negro, vino a mi lado y abrazándome dijo


- Seguro que no me conoces! a que no adivinas mi nombre?


Tan lejos, tan cerca (1 de 3)(resubido)




Apenas en su voz, en una mezcla entre lo femenino y masculino pude recordar el timbre de Angel, era Angelito Marcote! increíble!!!

No pude articular palabra, estaba paralizado y fui centro de las risas socarronas del grupo.
Pasada la sorpresa inicial, seguimos adelante, nuevamente recordando anécdotas, solo que Samantha - ese era ahora su nombre, con una h inventada - fue centro de atención. Angel o Samantha, estaba muy cambiado, o cambiada, vivía con esa dualidad en mi cabeza tratando de darle forma a la inesperada situación, mientras ella contaba detalles de todos sus cambios, sus viajes, sus operaciones, sus luchas, sus desamores.
Me quedé pasmado con su belleza, ella sobresalía del resto, como suele suceder, la chicas ya mostraban el paso de los años, pero Samantha lucía esplendorosa, sexi, atractiva y no sabía que me pasaba, solo no podía quitarle los ojos de encima.

Llegada media noche, algunos de los chicos se fueron retirando y el grupo poco a poco empezó a reducirse, era tarde y entre las últimas cervezas me tocó vivir un momento incómodo, Samantha recordó sus días de secundaria, cuando era 'Angelito Maricote', sin recriminar, pero con un dejo de dolor clavado en el alma, nos hizo revivir lo mal que la había pasado en esos días, todo lo que había sufrido, generalmente hablaba sin levantar la vista, como si aún no pudiera superar esos días. Se hizo un silencio prolongado, y siguió hablando, también contó de un amor prohibido que tenía en esos días, que estaba enamorado de un compañero, y que lo amaba en silencio, que siempre lo había amado, pero claro, ese amor no correspondido era justamente quien más lo agredía y peor lo hacía sentir. Fue como si una soga apretara mi cuello, no podía tragar y tenía las manos sudadas, todos nos dimos cuenta que ella hablaba de mí, incluso, cada tanto, levantaba la mirada y buscaba mis ojos, como un perro golpeado por su amo, solo para saber si de mi parte habría compasión o más golpes.
Fue un momento muy tenso, y como un náufrago en el mar llegó mi salvavidas, el mozo que atendía nuestra mesa interrumpió el monólogo para saber si necesitábamos algo más.

Y dado que la noche se estaba poniendo tensa, uno de los chicos pidió otra vuelta de cervezas y salió con otros temas que cambiaron la atmósfera.
Una hora después, dimos por terminada la reunión, le pedimos el celular a Samantha, pero volvió a negarlo, dijo que ella nos contactaría, que prefería seguir un tanto clandestina, tome una servilleta de la mesa, saqué un bolígrafo, anoté mi número y se lo di, le dije que si quisiera, tendría a alguien para llamar, esta vez no me importó que dijeran mis compañeros, de hecho lo tomaron como algo natural, como cosas de adultos que tratan de borrar un pasado, de una nueva oportunidad, pero en mi interior, sabía que solo tendía un puente para que me llamara, porque tuve miedo de no volver a verla.

No supe más de Samantha, di el tema por cerrado, ni siquiera se lo comenté a mi esposa, nadie hablaba de ella en el grupo de WhatsApp, y mi orgullo machista no me dejaba preguntar, mostrarme interesado, no podía permitir que se mal interpretaran las cosas. Pasaron seis meses, y llegó el tercer encuentro, yo había perdido un poco el interés en esas reuniones, pero la sola idea de volver a encontrarla me hizo confirmar mi asistencia.
Para mi desgracia, esa noche me enteré de que nuevamente Samantha había desaparecido, nadie sabía de ella, y sentí una gran amargura. Esta vez las cosas no fueron por donde yo pensaba que irían, mis compañeros, los varones aprovecharon su ausencia para hablar de ella, claro, reflotando todo el pasado y hablando de lo buena que estaba, que el culo, que las tetas, que como la chuparía, que la verga que tenía, y entre risas y jocosidades me di cuenta de que nuevamente habíamos puesto a angelito como el payaso del circo. Fue desagradable, esta vez no disfruté de las confabulaciones machistas, el bullying, la homofobia, y hacia afuera me reí de cada broma que lanzaron sobre Angel Maricote, es que no podía estar fuera de la manada. Era loco, alguna vez había estado tan lejos de Angel, y ahora estaba tan cerca de Samantha, empecé a sospechar íntimamente que todo mi odio a ese chico en verdad era un mecanismo de defensa por temor a parecerme a él.


Después de esa noche empecé a tomar distancias del grupo, en el fondo, éramos las mismas mierdas, lo único que había cambiado era que de adulto se adquiere una palabra que no se tiene de niño, hipocresía...

Una mañana estaba en mi empleo, y recibí una llamada, era ella, no lo esperaba, me dio mucha alegría y me dijo que agendara su número, si es que no me avergonzaba de ella, que lo había meditado mucho y no sabía cómo yo lo tomaría.
En verdad, un poco me hice el desentendido, como una charla de compromiso, aunque por dentro me moría de alegría, pero yo era muy macho para abrirme a una chica trans.
Pasaron los días, solo nos escribíamos por WhatsApp, yo era un hombre casado, con familia, y tenía que cuidar mi mundo perfecto, ella lo entendía, lo aceptaba, no pedía mucho más.
Honestamente, con el tiempo empecé a tener cierta dependencia se sus textos, de sus audios, y la extrañaba cuando solo desaparecía, ella notó que yo había cambiado, que no era el chico que ella había conocido, algunas veces hasta se había animado a invitarme a su casa, vivía sola, para cenar, para merendar, pero yo siempre la evadía, le explicaba sobre mi mujer, sobre mi hija, ella decía que era solo charlar un rato, pero yo sabía dónde terminaría todo.

Sobre finales de año, mi hija, que hacía patinaje artístico, fue invitada a una competencia provincial, era solo un fin de semana a unos doscientos kilómetros de casa, era todo pago, para ella y un acompañante, una linda oportunidad para no dejarla pasar por alto. Lo hablamos con mi mujer, un poco la empujé para que fuera, ella era la mamá, era un deporte de mujeres que me aburría, y ella lo pasaría mejor, además mi trabajo me imposibilitaba alejarme mucho de mi domicilio. Todo cerró perfecto para darle fuerza al nombre que se repetía en mi corazón en cada latido, 'Samantha'.

CONTINUARA


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Deliciosas