Tía y sobrina lesbianas

Marisa me llama y me confirma el turno para la sesión de masaje. El jueves por la tardecita. Listo, ya había quedado en ir.
Marisa era mi tía. Yo soy Paula.
Ella, con sus 45 años, no tiene nada que envidiarle a una de mi edad. Es que, con 25 años de diferencia, nuestros cuerpos lucían demasiados similares. Salvo, eso sí, por las redondeadas tetas que se había hecho afirmar, allá por su segundo matrimonio y aprovechando la billetera abultada que tenía en ese momento para sus "necesidades".
Aun recuerdo el día que cayó a casa para matear conmigo y con mi mamá. Había estado ausente unos 4 meses, viajando por el caribe con su concubino, disfrutando de una excéntrica luna de miel. 'Tiaaaaa que te hicisteeee' fue lo primero que le dije ni bien atravesó la puerta, saludando con un abrazo y apoyando sus nuevos e inflamables globos sobre mi. Tenían una redondez perfecta. Ahora entiendo porque la mayoría de nosotras queremos visitar al cirujano. Esas tetas sumadas al atlético cuerpo que lucia mi tía, tranquilamente sino le consultabas por su edad nunca adivinarias la verdadera. Lucia como una pendeja.
Con ella siempre fuimos compinches. La mayoría de mis primeras travesuras/aventuras se las contaba a ella antes que a mi mamá. Claro, cuando sos chica y empezas a verte con chicos, ni se te pasa por la cabeza ir a contarle eso a tu mamá. Por lo menos no la mayoria. En mi caso lo hablaba con mi tía. Al ser hija única y no tener primas ni nadie cerca, ella hacia de mi psicóloga. Por eso quedó tan buena relación más allá de nuestro lazo sanguíneo. Yo la consideraba como una amiga.
Desde que se divorció de su segundo marido se vino a vivir otra vez a nuestra ciudad. Había estado viviendo, con el primer matrimonio, que ¡pobrecito! se fue al otro mundo, en la capital. Con el segundo vivían viajando y ahora después de tanto volvíamos a estar cerca.
Antes de casarse, había hecho un curso de masaje y era lo que toda la vida le había gustado, hasta que se casó y no se pudo dedicar, por lo menos profesionalmente, de lleno a eso. Hoy, con un consultorio en el centro de la ciudad, estaba cumpliendo uno de sus sueños. Y yo estaba feliz por ella.
Llegó el jueves.
Me bañé, me vestí y salí para el consultorio de mi tía.
Al llegar me presenté a su secretaria y me hizo esperar en el pasillo.
A los 20 minutos, aproximadamente, sale una clienta y se despide de mi tía. Era mi turno y me hace pasar.
Mi tía estaba hermosa. Con el pelo atado y un brillo en ella que me encantaba verla así. Ella era asi, su simpatía y buen humor te lo transmitía solo al verla y con cada palabra que decía.
'Sacate todo, bombón' me dice seguido de una carcajada. Era la típica tía que hablas de lo que sea y como sea. Por eso eramos amigas, más que tía y sobrina. Hubo varias veces que, estando cada una con su pareja momentánea, nos mandabamos fotos de las pijas de ellos para evaluarlas. Si, así era nuestra relación. Ella, mientras mi "tio" de ese momento dormía, le sacaba una foto al pito dormido y me lo envía con emojis riéndose. Yo con los que me veía y había un momento para sacarle una foto al miembro de cada uno hacia lo mismo. Ni hablar de cuando nos comprábamos ropa y nos mostrábamos como quedaban; desde lo que sea para vestir por arriba o hasta diferentes colores de tangas y conjuntos. Incluso recuerdo, antes de que se fueran de luna de miel al Caribe con mi segundo tio, que me pasó el conjunto BDSM de color negro para estrenarlo la primer noche. Esa fue una de las veces que me calentó imaginarla a mi tía siendo castigada con ese tipo de prenda.
Me había puesto mi tanga roja, la que más me gustaba. Apenas me cubría el agujero del culo y los labios de la concha, al caminar, se salían por los costados haciendo que se me colara el hilo. Me gustaba usar así tangas chiquitas. Como a mi tía también le gustaban.

> ah buenoooo, se ve que viene de familia esto de usar tangas diminutas jajaja
< aprendo de vos, sigo tus pasos - le digo seguido de un guiño
> si supiera tu madre la nena que tiene, y arriba? Que te da vergüenza mostrarle las tetas a tu tía? Se las mostras a cada guanaco y a mi no?

Se acercó a mi, me ayudó a sacarme el buzo que traía y quedaron mis tetas al aire libre.

> Mirá vos - dice con los brazos en jarra - así que le gusta usar mini tangas y no usar corpiño, estas chicas de ahora
< hace rato dejé de usarlos, vos deberías hacer lo mismo, son incómodos - le respondo mientras con los brazos cruzados me las tapo
> no te tapes las tetas, soy yo ey...o que? ya no confías en mi?
< no tía si, pero pasa que, se siente como raro, no se
> no seas pavota dale nena, si nos conocemos las 2, además mirá, te acostas acá tranquila, yo te pongo la música que quieras y listo, que decis? - mientras me señala camilla

Me siento sobre ella, me ato el pelo para que no moleste y repliega mi cabeza sobre la almohada. El masaje era general. Así que yo recostada boca arriba estaba desnuda frente a mi tía. No estaba nerviosa, además porque era mi tía, sino que estaba empezando a calentarme. Que ella me viera tan así de cerca mi cuerpo. Una cosa era mandarnos fotos de las tangas puestas o un corpiño que se yo, pero eran fotos, ahí quedaban. Otra era estar a centímetros de tocarnos. Sus manos sobre mi piel. Sobre mis partes. Eso me calentaba.
Soy una chica fácil. Pero no me refiero fácil de entregarse a un chico para que me coja. O si, pero en este caso no. Soy fácil de calentarme. Cuando entro a Instagram y veo a un compañero de estudio que sube una foto en cuero en la playa me caliento, me imagino cojiendo con el apoyada sobre ese pecho y me empiezo a mojar. Y con mi tía lo habíamos hablado un millón de veces. Ella sabía que yo me calentaba fácil. Ella también era así pero con la edad fue administrando mejor esa calentura. Yo no. Y ya tenía la concha mojada.

> bueno bueno, estas bien? - me dice mirando fijamente hacia mis pezones que estaban erectos y mi respiración se empezaba a agitar
< estoy bien - le digo
> bueno, vamos a poner música tranqui, relajate, voy a ponerte un poco de esta crema, voy a empezar por tus piernas, te parece?
< si si, está bien

Con la voz entrecortada por mi calentura y por el efecto de la crema fría que produjo en mi cuerpo al tocarme, tenía los pezones como el obelisco.
Cabe aclarar, como me referí tanto a sus tetas operadas, que las mías no estaban mal. Por lo menos a mi me gustaban. No tenían el tamaño ni la redondez de las de ella, pero aún así estaban aceptables.
Soy blanca, pero demasiado. Por eso cuando me caliento me sonrojo enseguida. Por eso cuando me besan en el cuello o sobre las tetas queda la marca. Y en estas tenía algunas marcas del último finde. Con Nico, un compañero de la cursada, nos vimos por tercera vez y era algo que le gustaba hacerme. Le gustaban mucho mis tetas, no paraba de decírmelo. Y me dejaba su recuerdo después de un rato largo de besarmelas y darle su merecida atención.

> acá hubo guerra

Y no le respondí. No me salían las palabras. Mi tía estaba viendo las tetas a su sobrina que habían sido chupadas con ferocidad hace no mucho tiempo. Por ¿vergüenza? no le respondí.
Acarició y masajeó mis piernas un rato largo. Sí que sabía lo que hacía. Era buena, sus masajes daban tranquilidad a mi cuerpo y me alejaban de a ratos de esos pensamientos de calentura, culpa y vergüenza.

> sigo por los brazos - me dice

Yo inmutada. Tarareaba por dentro la canción que sonaba, tenue y a lo lejos cada vez más. Los masajes me llevaban a un plano de meditación interna por la manera suave que tenía de acariciar mi piel. Al rato, cuando se cambiaba de canción, volvía a mi estado neutral.

> que hacemos? por donde queres que siga? decime vos

< no se tía, donde vos quieras

> queres darte vuelta y sigo con la espalda así descontracturamos un poquito?

Me di la vuelta y quedó mi culito respingon para arriba. La manera que sumergía sus dedos sobre mi espalda era exquisita. Volví a dejarme llevar por el momento; la satisfacción de la música tenue entrando por mi oído, sus manos amasando mi espalda y mi cuello, el aroma a flores que invadía el lugar, todo hacia que te sintieras como si flotabas.
Sus manos agarrando con suavidad los cachetes de mi culo me sacaron del trance. No acoté ningún comentario ni ella menos. Dejó sus manos quietas unos segundos, quizás esperando una reacción de mi parte que no consiguió. Al ella percatarse de que tenia el visto bueno siguió con su recorrido. La manera en que acariciaba mi culo fue el mejor manoseo que me dieron en mi vida. Solo los cachetes. Subía y bajaba por ellos, desde la cintura hasta el fin y chocar con las gambas. Frenó por unos segundos. Cambió la música popular pop que sonaba aleatoriamente por una playlist más sensual, algo más acorde para el momento. Más erotico.
El golpe del aceite con mi piel produjo una sensación sorpresiva. Restregó primero todo por mi espalda, cuello, brazos, pasando por mi cola y terminando en mis piernas.

> tenes el culo brilloso, nena - fueron las palabras después de un rato largo sin ellas

Yo solo sonreí y no respondí. Sus manos acariciando mi culo, ahora aceitado, me encantaba. La manera y la paciencia con que lo hacia, parecía que estaba amasando.
Entre varios minutos de masajes y manoseo, empecé a sentir como sus dedos se iban cada vez más abajo y buscaban hacer contacto hacia mas adentro. Fue ahí que con sus manos ahora si más yendo hacia la entrada, empezó a abrirme los cachetes dejando a su vista mi agujerito 'semi-tapado' apenas por un pedazo de hilo, como lo era la mini tanga.
Estuvo un ratito con ese movimiento de cerrarme y abrirme las nalgas, viendo como la tanga se incrustaba dentro mi concha y apenas me cubría el ano. Sin ningún tapujo y viendo que tenía la pista libre desde mi parte, comenzó a tocarme la concha por encima de la tanga. Digamos que me hacía una especie de 'calzón chino'; con una mano me levantó la tanga por el aire dejando mi culito libre y mi concha también. Ahora mi tía me estaba viendo mi intimidad como si nada. Volvió a bajarme la tanga y después a estirarla así otra vez. Con la otra mano libre me acariciaba los labios, ahora si podía notar que mi concha era un humedal y estábamos calientes las 2.

> perdón perdón, no se que me está pasando, te vi así y me dejé llevar

Mi tía se apartó de la camilla, apagó la música y bebió un sorbo de agua. Sentada sobre el sofá, con la cabeza meneando de un lado a otro, sentía culpa por haber seguido sus impulsos y toquetear a su sobrina. Pero yo no tenía inconvenientes con eso. Es más, me gustaba. Y vaya que mi concha hablaba por mi.

< mirá - le digo - mirá como estoy, te parece que no me gusta esto? - señalandole mi entrepierna

> ya se, se que ya sos grande y también sentis lo que siento yo, pero somos familia y no está bueno que haga esto, más de mi parte, vos no tenes la culpa

> tia, esto queda acá, nadie tiene por qué saber

< segura?

> si, segura

Se paró, puso música un poco más romántica y volvió hacia la camilla. Me dio un beso en la boca y ahora si que tenía una catarata entre mis piernas. Fue un pico, simple, pero era el primer beso que nos dábamos. Como amigas, como tía y sobrina, como se llame nuestra relación, era la primera vez que nos besabamos. Aunque fuera un simple pico. Yo ya estaba en un grado de entrega absoluta. Sabía lo que iba a terminar pasando. Y estaba ansiosa, con nervios, por saber como se iba a ir formando.
Ahora estaba boca arriba. Mis pezones seguian evidenciando mi calentura.

> puedo? - me pregunta sujetandome la tanga por ambas lados para bajarmela

< si, podes, lo que quieras - le digo ya caliente

Mi tía me estaba bajando la tanga. Ni bien me la sacó lo primero que hizo fue llevársela a la nariz para olerla. Era una loca barbara que cada minuto que pasaba me encantaba más que fuese mi tía.

> ah pero que lindo conejito que tenemos acá - me dice mientras le brillan los ojos al verme la concha - vos si que la tratas bien, alguna vez te la...?

> me la que...? - le respondo

> alguna vez te la... chupó otra mujer? - me pregunta con timidez a pesar de sus 45 años

< nunca nunca, la única chica que estuve fueron solo besos y nos habíamos chupado las tetas, pero ahí quedó todo - le retruco

Esta respuesta le dio el impulso final y metió su cabeza entre mis piernas. Arrodillada y apoyada sobre un banquito, empezó a morder con ternura mi clitoris. Al llevar un rato caliente, lo tenía ya bastante hinchado. Con sus mordiscones hacía que mi cuerpo se electrizara y mis uñas se incrustaban sobre la camilla.
Tanto chupeteo y baboseo no fue nada comparado al sorpresivo e imprevisto dedeo que me empezó a dar. Dos dedos me metió dentro de la concha y mientras su boca seguía pegada sobre mi clitoris alternando con mis labios mayores, me los metía y me los sacaba con cada vez más rapidez. Si que sabía como dar placer. La hija de mil me estaba dando un orgasmo como hacia rato no me lo podían dar. No tardé mucho en acabar y mientras mi cuerpo se arqueada por la inminente venida, ella siguió chupando y dedeando hasta mis jugos inundaron su rostro.
Sólo lanzó una carcajada y volvió hacia mi. Ahora si nos besamos con pasión. Ambas sobre la camilla, una sobre la otra. La empecé a desvestir mientras nuestras lenguas seguian jugueteando. Tampoco es que precisara demasiado trabajo para dejarla desnuda. Con sacarle los 5 botones del delantal que tenia quedó con un conjunto negro sobre mi. Desabroché su corpiño, se dió vuelta quedando su culo a centímetros de mi cara y en unos segundos ya le tenia la tanga sobre los tobillos con una concha toda disponible para saborear. Ella se prendió a la mía y yo a la de ella. Tenía un sabor a hembra increíble. Y así siguió nuestra sesión. Por un rato largo, demasiado. Fue el rechinar de la puerta que nos sacó de la escena cuando levantamos la vista y la vimos a la secretaria asombrada frente a nosotras.

4 comentarios - Tía y sobrina lesbianas

jpthejocker +1
hermoso relato, ahora la segunda parte con la secretaria...van 10