En el principio - parte 1 de 2 -

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EN EL PRINCIPIO - PARTE 1 DE 2



Luca cumple cinco años, lo veo tan grande, tan lindo, corretea por acá y por allá con sus amiguitos del colegio y del barrio, ya comieron todas esas porquerías que le gustan a los chiquillos, tomaron la chocolatada, y en unos minutos será el momento de soplar las velitas y cortar la torta, mi angelito, mi inocente, mi vida.

El es todo amor, todo ternura, cada tanto viene a mi encuentro y me abraza y me roba un beso, hace lo mismo con Mirko, las palabras mamá y papá son naturales en sus labios, y nuestro mundo es perfecto.



Ya habrá tiempo para sentarnos a hablar, cuando sea más grande, cuando pueda entender, algún día sabrá que Mirko llegó a mi vida cuando él ya tenía dos años, y que hay otra historia detrás de la historia. Y no me importará decirle, porque en definitiva un padre es quién cría, educa, ama, acompaña y está presente en cada detalle de la vida, el que le cuenta un cuento, el que se preocupa cuando le duele la panza, y el que juega a la pelota, aunque sea cinco minutos, aunque esté muriendo de cansancio después de una jornada agotadora de trabajo, y esa persona era Mirko, el hombre que me hace mujer y al que tuve mucha fortuna de conocer y el que me sacó del pozo depresivo en el que me encontraba.





Tiempo atrás vivía con mis padres y mis hermanos varones, en una casa modesta en las afueras de la ciudad, una vieja casona que era de mis abuelos y en la que estábamos de prestado hasta que nos otorgaran un crédito hipotecario por el que mis padres venían luchando desde hacía muchos años y que se dilataba demasiado en el tiempo

Laura era mi mejor amiga en ese barrio humilde, vecinas desde pequeñas, la hermana que la vida no me había dado, compañeras en el mismo colegio, pero no en grado, ella me llevaba casi tres años.

Hablábamos mucho, demasiado, y ya en plena adolescencia ella se hizo dueña de mis secretos inconfesables, esos que jamás hubiera contado a nadie, ni a papá, ni a mamá



Llegaron algunos noviecitos pasajeros, sin compromisos, primeros besos y no mucho más, para nosotras eran solo juegos inocentes, primeras experiencias.

Laura fue la primera en tener relaciones, fue confidente conmigo en lujos de detalles, y si bien yo solo podía imaginar, la situación me despertaba mucho morbo y deseo.

Estaba llegando a los veinte años y aun no tenía mi primera vez, si bien era cierto que, gracias a mis desodorantes en aerosol, ya no era virgen, aun no conocía íntimamente a ningún chico.

Esos tres años que Laura me llevaba parecieron ser un montón en esos días de experimentar con el sexo opuesto, ella ya se había acostado con varios y mis temores me limitaban a seguir masturbándome en soledad.



Ella se puso de novia en forma formal, algo serio, fui una de las primeras en conocerlo, Marco, un rubio alto, de porte muy masculino, de torso y brazos marcados, una barba recortada al ras, con unos labios demasiados perfectos para un varón y unos ojos verdes de mirar profundo, tan profundo que esa primera vez que me miró directo a los ojos me sentí tontamente avergonzada y no pude más que bajar mi vista al piso.

Yo me puse muy mal en ese momento, mi corazón galopó en mi pecho, pero era un chico prohibido, el hombre de mi mejor amiga.

Supe por los labios de Laura, que Marco tenía veintiséis, era un nene de papá, de familia acaudalada, de negocios empresariales, vivía solo en un lujoso departamento en el corazón de la ciudad, era ladero de su padre en los negocios, tenía un par de coches, una moto enorme y siempre lucía impecable y mostraba en su día a día ese nivel social muy superior a nosotras.



Laura en esa confianza me contó que aparte de todo, de tener dinero, de tener pinta, de ser casi perfecto, tenía una verga enorme que la hacía gritar como perra, y solo podía imaginar y envidiar la fortuna de mi amiga



Un giro en mi vida me tomaría por sorpresa, al fin le otorgaban a mi familia ese buscado y bendito crédito inmobiliario y en un par de meses dejábamos la vieja y enorme casona de barrio de los abuelos para mudarnos a nuestro nuevo hogar, una modesta y pequeña casita a minutos del centro, moderna, íntima, nuestra y mis padres sintieron un orgullo enorme al poder tener algo que tanto habían deseado.

Así se habían acomodado las cosas, ahora la vida me ponía cara a cara con el domicilio de Marco, y a más de una hora de distancia de Laura, mi mejor amiga, su novia.

Eso no suponía mucho, pero traería consecuencias inimaginadas en ese momento para mí.





El cinco de noviembre festejábamos el cumpleaños de Laura en su casa, amigas, amigos, no podía faltar Marco, tragos, bailes, comidas, y más tragos, todo muy loco, con música a alto volumen, todo muy propio de jóvenes.

Habían pasado varias horas, y había bebido demasiado, le dije a mi amiga que pidiera un taxi o un remisse para volver a casa, había sido demasiado. Marco escuchó la conversación y se ofreció a llevarme de regreso, ahora éramos casi vecinos, además tenía por delante una jornada de arduo trabajo con su padre y para él también había sido demasiado.

Me sentí en una incómoda posición, se suponía que era el cumple de su novia, imaginé que terminarían festejándolo en la cama, me excusé por ello, pero Marco insistió, incluso Laura no vio nada extraño en la situación, pero a mí, ese joven me seguía avergonzando y me revolvía los pensamientos



Subimos al coche, más que un coche parecía una nave espacial, me ajusté el cinturón de seguridad y en segundos Marco estaba a mi izquierda y salíamos en el camino de regreso.

Apenas dejamos atrás la casa de Laura, su novio empezó a hablarme, sin perder tiempo, me dijo algo como



Cuando piensas tener novio? estás crecidita ya, no lo crees?



Respondí con una sonrisa nerviosa



Apuesto que nunca estuviese con un chico, adivino que aun eres virgen, cierto?



Maldije por dentro a mi amiga Laura, y asumí que su boca era un puente de dos manos, como me contaba todo a mi acerca de su novio, se hizo evidente que a él le contaba también todo sobre mi, Marco me sacó de mis pensamientos



Sabes que eres una chica muy bonita, demasiado bonita que pudiera tener a cualquier chico que quisieras tener



No era tan tonta para creerme sus palabras, no era tan bonita, nunca lo sería, pero me gustaba sentirme adulada






Sin decir más, mientras conducía, tomó con su mano derecha la mía izquierda y la llevó entre sus piernas, sentí bajo la tela de su pantalón una cosa dura y enorme, me llevó a apretarla con suavidad y no pude más que tragar saliva y morderme los labios, la sobé un poco y sentí la dureza de mis pezones y la forma en que mi ropa interior se mojaba en forma incontenible, pero recodé a Laura y retiré la mano con premura, estaba mal, estaba muy mal



Marco se carcajeó y me dijo



Te gustó cierto?



La luz roja de un semáforo detuvo nuestro andar, Marco aprovechó la oportunidad de tener ambas manos libres y sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, soltó la hebilla de su cinto, aflojó botón y cierre de su pantalón y buscando bajo su ropa interior sacó una terrible verga, dura como piedra

Estaba acalorada, apretaba mis piernas, sentía latir mi conchita y aunque no quería mirar, mis ojos se iban sin remedio a ese monumento de carne, era blanco espigado y con un glande rosado rojizo, más largo y gordo que la palanca de cambios del coche, era la primera vez que veía uno en directo, y si bien no tenía patrones para comparar, a mí se me antojaba demasiado enorme



Ya con el coche en marcha el volvió a tomar mi mano, solo que ahora la llevó sobre el cuerpo de su pija, cerré los ojos, suspiré jadeando por un deseo innegable y empecé a mover mi mano hacia arriba y hacia abajo, dejando que él me guiara en su camino de placer. Noté que no alcanzaba a envolverla en mi mano, y que a pesar de todo lo que había imaginado, sabía poco y nada del sexo opuesto



Marco manejaba muy despacio, como prolongando el tiempo y yo solo me concentraba en jugar con su herramienta, ya no podía resistirme a ese deseo contenido.

En algún punto del camino, él soltó mi cinturón de seguridad y pasando su mano por mi nuca dijo algo como


En el principio - parte 1 de 2 -


Necesito tu ayuda para no manchar todas mir ropas



Y me dejé caer, de lado, entre su pecho y el volante, no podía resistirme, el me siguió empujando la cabeza hacia abajo y no supe que hacer más que sentir su glande en mi boca y cerrar los labios sobre él, mientras el con su mano sobre la mía ahora me hacía acariciarlo con fuerza y rapidez.

Sentí unas contracciones y una flema espesa y de un raro sabor empezó a llenar mi boca, entendí que estaba acabando y solo tragué rápidamente porque volvía a eyacular y lo hacía muy rápido.

Como una novata temí ahogarme, tenía los ojos grandes y abiertos con la mirada perdida en el apoyabrazos de su puerta y solo dejaba que sus jugos pasaran con rapidez por mi garganta hasta que su canilla comenzó de cerrarse.



Cuando todo había terminado, me senté nuevamente en mi asiento, y mientras me ajustaba nuevamente mi cinto, no dejaba de saborear lo que aún tenía en la boca, me relamía los labios como una gata y si bien no era lo rico que había imaginado, y seguramente lo haría nuevamente, Marco me sacó nuevamente de mis pensamientos para decirme un simple



Te gustó?



Y luego agregar



Quieres venir a casa? la pasaremos genial!



Una nueva luz roja detenía nuestro andar, esa luz roja me hizo reflexionar, en mi boca tenía el sabor al pecado y aun degustaba el sabor a semen del único hombre que estaba prohibido en mi vida, el novio de mi amiga del alma.

A pesar de que notara que mis flujos habían desbordado mi ropa interior y que moría en deseos, le dije que no, que estaba bien, y que solo me dejara en casa

Me dijo que me quedara tranquila, sería nuestro secreto y en ese amanecer me masturbé como nunca en la soledad en mi cuarto, esa vez, usando un desodorante de papá, que se ajustaba mejor a su tamaño.



Pasaron algunos días, Laura se había transformado en una persona que inconscientemente trataría de evitar, me dolía en el alma haber hecho lo que había hecho y cada vez que me cruzaba con Marco tenía un temor paralizante al imaginar que él pudiera abrir la boca, y solo no podía mirarlo a los ojos por el pudor que me daba recordar el tamaño de su verga y parecer sentir aun su sabor en mi boca.

Pero para mí mala fortuna, en mi mente no había lugar para soñar con otro hombre, era solo él, el único, y justo con el único que estaba prohibido.

Marco se había transformado en un amor demasiado platónico, me había enamorado de ese chico como una novata principiante, y a pesar de todo, me juré ignorarlo, mi amiga era más importante y solo no podía jugar a sus espaldas.



Sin embargo, el destino me jugaría en contra.

Ese fin de semana había ido con mis hermanos mayores al cine, a ver una película que estaba de moda en esos días, y unas butacas por detrás Marco estaba en la misma sala, en la misma función, en el mismo maldito momento, con algunos amigotes de ocasión.

Fue inevitable que me abordara al terminar la proyección, se presentó con mis hermanos como un viejo conocido, aunque la situación obviamente no los convenció, ellos podían entender que su hermana ya tuviera más de veinte años.

Marco me invitó a una cena rápida, le dije que no, sabía dónde terminaría, pero el insistió y mis hermanos, muy caballeros me soltaron la mano



Fuimos a un bar un tanto apartado, un tanto clandestino, obviamente a ninguno de los dos nos convenía que algún casual conocido llevara cuentos a Laura, aunque solo fuera una inocente cena, sería difícil de creer.

Nos sentamos al final de todo, bien apartados, lado a lado apoyados contra la pared, teniendo visión de todo el salón.

Hicimos nuestro pedido y Marco no tardó en mostrar su jugada, sacó el tema de lo que había sucedido en el coche, si me había gustado, si lo íbamos a continuar, que quería más de mí, que sabía que yo jamás había estado con ningún hombre y que se moría de ganas por ser el primero, era un pulpo dialéctico y solo no podía con sus ataques, miré hacia abajo, la minifalda que había elegido de ocasión se había subido demasiado y sentía el frente tan húmedo como expuesto. Una de sus manos se posó en mi muslo desnudo y buscó con celeridad llegar a mi conchita, se lo impedí porque me daba temor y me mordí los labios en deseos contenidos



Miré el entorno y llevé yo en contra ataque mi mano sobre su pija, es que no podía y él que era más 'open mind' que yo solo me dejó sobarlo.

Fue demasiado loco, pero bajo la mesa donde cenábamos, protegidos por el largo mantel y el sitio privilegiado donde estábamos, le acariciaba su enorme y dura verga con mi mano.

Era muy caliente, me encantaba y sentía como con el solo contraer mi conchita, pequeños orgasmos que ya no podía contener escapaban de mi interior, el momento se puso caliente, Marco me dijo que me detuviera, que dejara de hacerlo, pero me encantaba, y miraba en sus ojos el placer que le regalaba.

El me decía que ya no, que fuéramos a otro sitio, pero ya no despegaría la mano de su verga y no dejaría de mirar su rostro.

Lo sentí venir, era previsible, lo apunté hacia mi lado, él se mordió los labios y sentí sobre mis muslos sus jugos calientes, manchando todo, más y más, y tuve un orgasmo muy profundo que me arrancó un gemido.



CONTINUARA





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