Elena

Elena es la mejor amiga de mi mamá. Fue compañera de colegio de mi padre y mantuvieron esa amistad toda la vida. Hace unos cinco años atras su esposo y unico novio de toda la vida la abandonó por una chica joven de 25 años. Fue un duro golpe para ella lo que la llevó a refugiarse en la amistad de mi madre y a unirse aun mas en el refugio de nuestra familia. Su unica hija decidio seguir sus estudios en EU y solo se ven dos veces por año.

De excelente posición económica Elena vive sola en una gran casa de tres plantas con parque y piscina ubicada en un barrio de clase alta. Elena a sus 54 años no es ni muy linda ni demasiado llamativa. No es alta y su cuerpo es bastante rellenito. Lo que si se destaca es su simpatia, la energia jovial que mantiene y unos ojos celestes enormes.

Las visitas a su casa se fueron haciendo cada vez mas asiduas hasta convertirse en rutina habitual de mi mamá principalmente y mias especialmente en la temporada de pileta.

Practicamente me la pasaba mas en su casa que en otro lado. Casi siempre acompañado de mi madre los dias de semana y los fines de semana tambien mi padre.

El trato que Elena me dispensaba era mas que cordial y cariñoso cargado siempre de comentarios halagadores y picarescos haciendo siempre referencia a lo lindo que estaba y cuantas noviecitas tendria. Siempre aprovechaba para hacerlos los momentos en que casualmente nos encontrabamos solos y ademas tambien acompañaba con alguna caricia, tocadita o contacto fisico. Logicamente a mi no se me ocurria pensar que lo hacia con alguna segunda intención o que intentaba seducirme.

Cuando termine la escuela secundaria , conoci a una chica que me enamoró y nos pusimos de novios. Esto motivo que dejara bastante de frecuentar la casa de Elena, cosa que me reprochaba siempre en las ya mas esporadicas visitas.

Ese mismo verano mis padres se fueron de vacaciones solos en un largo viaje de dos meses por europa. Yo feliz con mi novia y la casa sola.

Elena no paraba de llamarme para que fuera a la pileta. A mi me daba un poco de verguenza y cierta incomodidad ir con mi novia, pero insistio tanto que accedi.

Pronto con su forma de ser Elena se ganó la simpatia, la confianza y la complicidad de Marcela, mi novia. Nos invitó a quedarnos todo el tiempo que quisieramos y nos ofreció un cuarto con cama matrimonial en la tercera planta de la casa. «Lejos mio» agregó picaramente y además que mi vieja nunca se enteraria. «Yo soy ciega, sorda y muda» nos decia jocosamente con su habitual picara simpatia. El problema era que mi novia debia volver a su casa a dormir. Si bien ya sus padres me conocian y aceptaban la relación creian que aun era chica para dormir fuera del hogar. Asi es que concurriamos a la casa de Elena a media mañana y nos retirabamos al caer la tarde no sin antes escuchar la invitación que me repetia diariamente: «Quedate vos Alex, no vayas a tu casa, podes quedarte». También se ofreció a llamar a los padres de Marcela como si fuera mi tía haciendo formal la invitación ,como garante de la seguridad de la joven y dandoles total tranquilidad. Resultó tan convincente con la llamada que la mamá accedio sin reparos y le dio permiso a Marcela para que pasara el fin de semana en casa de «mi tia» Elena.

Marcela tenia un lomazo. Linda de cara, con unos rulos salvajes hasta los hombros, muy buenas tetas y una cola tremenda, infartante que no le era indiferente a nadie. Ya con seis meses de relación nuestra actividad sexual era diaria casi permanente y cada vez mas placentera. Fuimos descubriendo todo ese placer juntos ya que ella era virgen cuando nos conocimos y mi experiencia anterior, bastante escasa.

Apenas nos instalamos en el cuarto que nos preparó Elena no pudimos esperar y tardamos mas de una hora en bajar. Elena nos esperaba tomando sol al costado de la pileta. Se reía: «Ay chicos, que envidia, que bien que la pasan juntos. Aprovechen. Hagan de cuenta que no estoy». Nos reimos todos y Marcela se me tiró encima besandome, diciendo: «Yo le hago caso a Elena». Me besó con una pasión inusitada, Elena miraba en silencio y disfrutaba del panorama. Debo reconocer que estaba caliente al máximo y más aún cuando Marcela se aferró a mi verga sobre el bañador; lo masajeaba con fuerza y Elena apretaba sus senos viéndonos y apretaba sus pezones por sobre la tela. Sin decir nada mi novia sacó mi miembro por sobre el traje de baño y empezó a lamerlo de la base al glande. Elena era quien más disfrutaba al ver, ya que su dedos estaban por debajo del bikini haciendo estragos en su clitoris y diciendo: «Eso, dale así. Lamelo suave putita». Marcela reía y miraba de reojo a Elena y sonreía como invitándola a unirse y compartir mi verga entre las dos. «Quiero ver como las mayores se comen las vergas. Ven Elena y disfruta» –le dice Marcela. Sin pensarlo dos veces Elena ya tenía mi verga en su bocaz tragándola de una. No podía resistir mis ganas de enredar mis dedos en el pelo de Elena y asfixiarla con mi verga, cosa que hice y que le encantó, Marcela mi novia se metía los dedos en la vagina y gemía de manera delirante. «Yo sabía que Elena te tenía ganas» –me dice Marcela viendo fascinada viendo la mamada que la amiga de mi madre me daba. Cuando estaba por acabar la detuve y le dije que se pusiera en cuatro, cosa que hizo muy bien y le dije que lamiera la vagina Marcela, mientras yo se la metería. Entendió a la perfección, después de empezar a lamer la vagina de Marcela era mi turno de darle verga a Elena, quien en un agoníco gemido comenzó a seguir el ritmo de mis embestidas que cada vez eran más brutales. «Rompeme la concha mocoso de mierda» –me decía con fuerza. Obediente a la petición me aferré s sus caderas y comencé a darle con tanta fuerza que sentía qué me quedaría pegado a ella. Mi novia tenía los ojos blancos de placer, había acabado varias veces en la boca de Elena; hasta que por fin yo pude dejar mis fluidos en su interior. ¡Uffff! Exhausto, rendido pero satisfecho dejé que solo se fuera bajando mientras Elena se incorpora y besa a Marce, y le da las gracias por dejarla probarme. «De nada putita» –le responde Marcela. 

Había pasado buen rato después de esa escena en la piscina y Marcela dice que va a bañarse porque sus padres no tardarían en pasar por ella, cosa que aprovechamos los tres. Elena se me acerca y me dice: «Mira el putón que tienes de novia, abierta de mente, con un cuerpazo y dispuesta a cumplir todas tus fantasías. Tienes una suerte que muchos se quisieran. Ah, claro y me tienes a mí para que te descargues cuando no puedas con Marcela». Mi manera de mirarla cambió a partir de ese momento. Pasó de ser Elena a ser la puta de turno tanto para mí como para Marcela. Los padres de Marcela vinieron a buscarla de manera puntual, después de un fin de semana juntos tremendamente sexual donde nos disfrutamos a full y a cada momento gracias a la complicidad y participación de Elena.

«¿Me imagino que te vas a quedar con la tia, no?» –me preguntó Elena apenas se fueron Marcela y sus padres. Sonreí y asentí.bDescansé media hora o menos. Me masturbé pensando en la manera que me follaría a Elena y tomé una ducha. Me preparé a bajar para la cena que Elena preparaba. Me vestí con un short de futbol, una musculusa y descalzo bajé las escaleras. Elena había preparado la mesa en el comedor principal y no como siempre en el comedor diario de la cocina. Primera sorpresa. Sobre la mesa bien elegantemente preparada, lucían dos candelabros y un balde con su botella de champagne. Desde la cocina la voz de Elena: «Alex, bombón, apagá las luces y prende las velas, siéntate que ya luego estoy contigo querido». Sonreí y encendí las velas, me sentía el dueño de casa que sería atendido por su puta criada. Me quedé esperando mientras imaginaba cosas que intentaba no imaginar, negándolas.

Ya me había calentado al verla follando. Elena destilaba una sensualidad muy evidente. Esa piel bronceada, su mirada, sus tonos al hablar, me provocaban. Cuando entró al comedor, maquillada, los labios pintados de rojo intenso y luciendo una bata de seda negra que transparentaban sus pezones, medias negras hasta la entrepierna y tacones altos, mirándome fijo y meneándose como una felina salvaje que asecha a su presa se me acercaba. Mi miembro reaccionó de inmediato poniéndose duro y listo para una batalla intensa, la deseaba y ella también deseaba que la poseyera pero nos tomamos las cosas con calma. «Tomemos champagne y festejemos» –me dijo Elena. «¿Festejar? Será que habrá quedado alucinando después de lo que pasó, yo quiero cogerla como perra y darle duro hasta que quede rendida» –pensé en mis adentros. Se sentó frente a mí sin quitarme esa mirada de fuego que yo no podía dejar de mirar extasiado. Serví las copas y brindamos.

«¿Qué te parece lo que pasó hoy en la tarde querido?» –me preguntó como si nada. «increible, no lo puedo creer Elena» –le respondí. Me miró con sus ojos encendidos en pasión y me dijo: «Yo no puedo creer las cosas que me contó tu novia, la verdad se quedó corta en sus argumentos. ¡Simplemente increible!». No supe que decir, creo que me puse colorado a pesar de la excitación que ya me habia parado el miembro y bajé la vista.

Elena se incorporó, se me acercó y con su mano libre extendida me invitó a levantarme. Tomó mi mano y me llevó al sillón. Bebió todo el champagne que quedaba en su copa de un trago y arrojó la copa. Se acercó a mi hasta casi quedar encima mío. Su mano fue directamente a mi short, unas caricias y me sacó la verga de una. Se inclinó, la agarró con las dos manos y me la empezó a lamer desde los testículos hasta la punta, a chupármela toda, tragándosela toda con su boca. Cerré los ojos y disfruté de esa mamada gloriosa. Elena me la estaba chupando como nunca antes nadie lo habia hecho. Magistralmente.

Podría haberme pasado toda la noche así. Me explotaba la verga henchida de placer ya que Elens manejaba su boca, los labios, su lengua y sus manos con tanta maestría que variaba el ritmo y la intensidad de manera precisa para tenerme permanentemente gozando detenido eternamente en ese instante previo al orgasmo que no permitia que lleguera, provocándome una locura de placer y calentura impresionante. «Qué verga más hermosa tienes. Me vuelve loca. Te la comeria toda la noche así pero estoy re caliente y quiero que me hagas lo que quieras. ¿Sí? ¿Me harás sentir una sucia perra?» –me dijo.

Lo primero que hice fue besarla, comerle la boca, metiéndole mi lengua hasta el fondo, apasionadamente. Le acaricié cada detalle de su cuerpo recorriendola suvemente con mis dedos y mis manos deteniéndome en sus pezones, presionandolos, apretandolos. Mientras le quitaba la rops seguía besándola y sintiendo como se iba volviendo loca de calentura, jadeaba, gemía y su respiración se entrecortaba. Cuando ya la tenia a Elena en tanguita y medias, me separé de ella un tanto para observarla y terminar de desvestirme. Me paré sobren el sillon y le puse la verga en la cara, frotándosela. «¿La quieres toda, Elena?» –le pregunté. Respondio mientras le dababa lenguetazos a mi miembro: «La quiero toda, follame como si la vida se nos fuera esta noche, al punto de ya no dar más de tanto placer». «Quiero ser el dueño de tu ser, quiero que la lujuria sea parte nuestra cada día, incluso cuando venga Marce a verme sigas siendo igual de puta que ahora. Quiero cogerte en tu cama y ser con quién duermes desde ahora en adelante» –le dije. Ella respondió sin titubeos y con gemidos intensos: «Sí, mi amor. Lo que vtú quieras».

La arrojé sobre la cama, le abrí las piernas, le arranqué la tanguita y le empecé a comer la vagina descontrolado. Se la abria con los dedos y le metía la lengua lo más que podía, ella apretaba sus tetas y gemía como endemoniada. Era un lujo tenerla y disfrutar de sus tibios fluidos, su respiración agitada y gemidos que a ratos se transformaban en gritos eran toda una sinfonia. Acababa y gritaba pidiendo más y que la cogiera. Hice que me montara para deleitarme su tetas que subían y bajaban a medida que aumentaba el ritmo de sus movimientos. Pasados varios minutos la tenía en cuatro, me tomé de su pelo y la embestía con fuerza; quería oírla suplicar por más, quería que pidiera que le diera sin misericordia. «Eso, así; dame duro» –gritaba. «Hazme sentir mujer, hazme sentir como la puta que era cuando estaba más joven» –decía. Yo solo me dejaba llevar por sus deseos de ser usada y follada como una callejera. Volvió a acabar, quedando con su cara pegada a la almohada y yo sin detenerme le daba duro a su concha hasta que mi verga explotó, llenándola por completo de mi semen, su palpitante vagina dejaba escurrir mis fluidos cosa que ella disfrutó al máximo. «Qué rico follas corazón» –me dijo entre suspiros pero yo quería más. La di vuelta e hice arrodillarse. Sin decirle nada se metió la verga en la boca y comenzó a chuparla, hasta que se volvió a poner dura.

«Eres toda una puta Elena» –le dije. Ella solo chupaba con más intensidad. «Quiero tu leche en mi boca» –me dijo. En silencio disfrutaba de su rica mamada hasta que por fin logré acabar, ella recibió cada gota de semen el cual se tragó por completo, sin dejar rastro. Cuando nos dimos cuenta iban a ser las 06:00 AM. «No quiero que te vayas, quiero que duermas conmigo» –me dijo, a lo que accedí. «Puedes follarte a quien quieras pero las noches pásalas conmigo» –fue su súplica. Lo hablé con Marcela, ella aceptó feliz ya que sabía que Elena era una puta y que todo lo que le pidiera me lo daría sin preguntar nada. Mi madre iba a visitarnos y se quedaba un par de días lo que igual no era impedimento para que la Puta de su amiga me diera el placer que requería.

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