Terapia Especial. Final:

“De vuelta a la rutina”


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Mi piel era rasgada suavemente por unas uñas largas, mientras una lengua traviesa se deslizaba por mi tórax hasta llegar a mi capullo y unos dientes mordieron mis labios, a la vez que susurraban: –“Tommy”-. Abrí los ojos y ya era de día, las ventanas estaban abiertas y resonaba el canto de las aves. Suspiré y caminé hasta el baño, me mojé la cara y luego me miré al espejo, murmurándome: –“Solo fue un sueño, Tomás… Solo un sueño”- 

Era domingo por la mañana y el silencio reinaba en casa. Desde que Benjamín, Josefina y Diana se habían ido a arrendar un departamento, todo se había vuelto más tranquilo. Después de tanto tiempo acostumbrado a lo caótico que era convivir con adolescentes, me resultaba perturbador que todo estuviera tan calmado, más en época de verano. Por fortuna aquel día, Bruno y Agustina me harían compañía, ya que iban a su terapia semanal de pareja. 

Mi cuñada hace unas semanas finalmente se atrevió a confesarle a Bruno que Isidora le había pagado para que lo enamorada. Aquella confesión pilló desprevenido a mi hermano, sin embargo, no se molestó ni tampoco se cuestionó nada, porque él ya sabía aquello. Un viejo conocido le había revelado eso hace un tiempo y en su interior él barajó aquella posibilidad, después de tantas mentiras y secretos de su madre. A pesar de aquello, Agustina quiso someterse a una terapia, para seguir fortaleciendo su relación. 

Para mi sorpresa, mi hermano cada sesión me demostraba lo maduro que se había vuelto. Aunque al mismo tiempo, sentía que me estaba ocultando algo o más bien había una cosa que no se animaba a confesar. A pesar de que tenía mi intriga, tampoco quería que él se sintiera presionado y por obligación me tuviera que hablar de ese íntimo secreto. Tras la terapia, Bruno se me acercó y mirando nerviosamente hacía su novia, me preguntó por su madre, en un susurró. 

Fue una consulta que no me la esperaba, no obstante, era normal que después de dos meses sin tener noticias de su progenitora, él quisiera saber algo. –“Anoche la fui a visitar”- le contesté, colocándome de pie y caminando donde se encontraba Agustina. –“Lucía guapa y llena de vida. Ha recuperado la sonrisa que solía regalarme todos los días cuando éramos vecinos y puedo asegurar con mi vida que Isidora, no volverá a cometer los pecados del pasado”- agregué, mirando fijamente a mi cuñada.  

Sabía que para ella, el nombre de Isidora seguía causándole escalofríos y estaba en todo su derecho en desconfiar en su recuperación. Sin embargo, Agustina también debía comprender, que pesé a todo el dolor que causó, principalmente a Bruno, él siempre iba a estar pendiente de su madre y tarde o temprano iban a tener que verse las caras de nuevo. Mi cuñada suspiró, mientras que mi hermano parecía contenerse de la felicidad, para no dar un brinco. 

–“¿Y cuando la veremos entonces?”- interpeló Agustina, dando el primer paso. –“Pronto, muy pronto”- me limité a responder. Tras verlos partir, nuevamente la soledad acechó en casa. Estaba aburrido a la huraña vida que llevaba, algo irónico porque ese era mi mayor anhelo cuando tenía 18 o eso creo. En verdad, muy poco recuerdo de mi vida antes de que mi Princesa, la iluminada con su presencia. Estaba claro que de aquel solitario muchacho, poco y nada quedaba ahora que tenía 41 años. 

Sentándome en el sofá para ver una película mientras esperaba a la noche, le mensajeaba a Vanessa, quién estaba cuidando de Simón, preguntándole cómo estaba en niño. Mi hija me dijo que su pequeño hermano estaba bien, que se había quedado dormido y que tal vez me lo iba a ir a dejar más tarde. Suspiré y miré hacía una de las paredes, en donde figuraba la última fotografía que me había tomado con April y los niños. La sonrisa pura de mi mujer, destacaba sobre cualquier otra, haciendo que comenzara a retroceder un poco en el tiempo y me lamentara por no haber disfrutado aquellos días.

No pude evitar preguntarme por qué ella se fijó en mí, si era un tipo totalmente aburrido, simplón y retraído. Nunca destaque en nada, más que esforzarme en estudiar y aun así, no era el que mejor calificaciones obtenía. Ella a diferencia de mí, era atractiva, sociable y amable, prácticamente mi antítesis y aun así, escribimos una maravillosa historia de amor, que tuvo sus altos y bajos como cualquier pareja, pero siempre buscamos salir adelante sobre todo. 

Estaba colocándome melancólico, cuando de pronto tocaron el timbre. Me levanté pensando que se trataría de Vanessa, pero no era ella, sino mis viejos y queridos amigos, Cristian y Hugo. Verlos parado al frente de mí, hizo que mi memoria añorada levemente las idioteces que hicimos cuando éramos jóvenes y el día que por obligación tuve que formar grupo con ellos, por un trabajo. A pesar de ser tan distintos, los tres logramos conformar una hermandad que se ha mantenido hasta la actualidad. 

–“¿Estás listo?”- preguntó Cristian, sacándome de mis pensamientos. –“¿Listo para qué?”- pregunté desconcertado, a lo que Hugo rio. –“Joder, cómo siempre tan distraído Tommy. Parece que la vida de soltero te ha sentado muy mal”- afirmó Cristian, acompañado de una risita. –“No hagas esas bromas, hombre”- regañó Hugo, con una cara seria. Cristian agachó la mirada y se disculpó, para luego decir que si ya estaba listo para salir con ellos de juerga.    

Yo: Lo siento muchachos, me había olvidado que les había prometido salir esta noche con ustedes. Vamos a tener que postergarlo de nuevo, ya que Vane va a venir a dejar a Simón. 

Cristian: No jodas, Tomás. Ya nos has dejado plantado tres veces, parece que no quieres salir con nosotros.
 
Yo: Perdón, ando con la cabeza en otra parte, no lo hago apropósito. Les prometo que la próxima vez, si salgo con ustedes. 

Hugo: Me encantaría creerte, pero estoy seguro que nos vas a dejar plantado de nuevo. 

Cristian: De más, si ahora es todo un ermitaño. 

Yo: No sean así, les juro que la próxima sí o sí salgo con ustedes. 

Cristian: Vienes prometiendo eso, desde la primera vez que nos dejaste pagando. 

Hugo: Sabes qué, dame tu móvil. 

Yo: ¿Para qué?

Hugo: Solo dámelo. 

Ingenuamente le pasé mi teléfono, entonces Hugo llamó a Vanessa, para decirle que no me viniera a dejar a Simón, ya que iba a salir con ellos. Mi hija estuvo de acuerdo con la idea y hasta me obligó a ir, ya que si me negaba, iba venir ella misma a sacarme de casa. No tuve otra opción más que salir junto a mis amigos y mientras íbamos a un bar, Cristian hizo un comentario para nada agradable. –“Joder, qué tetas tiene tu hija. Entre más miro sus fotos más me enamoro de ella”- señaló, haciendo que mi semblante cambiara a uno molesto. 

–“Amigo, con todo respeto. ¿Cómo es que pudiste hacer algo tan hermoso?, y no exagero cuando digo que tu hija es un monumento para toda la humanidad, ni da Vinci hizo algo tan precioso”- concluyó. Yo mirándolo sobriamente, lo golpeé en el brazo y diciéndole que no le había dado autorización para que hable así de mi hija. Hugo solo rio otra vez. Cuando llegamos al bar, mis dos colegas se pidieron un vaso de whisky, mientras que yo pedí un vaso de agua. –“¿Agua? ¿Solo vas a beber agua? Oh, no hermano, hoy tienes que emborracharte”- exclamó Cristian. 

–“No”- contesté, mirando la ventana. –“No seas aguafiestas, Tomás. Anda, yo invitó, bebe lo que quieras”- manifestó mi amigo, tratando de convencerse a beber. –“Parece que te has olvidado que no bebo alcohol”- respondí, viendo como el rostro de mi amigo pasó a uno de decepción. –“Dios mío, lo que había olvidado era lo aburrido que eras. Y ahora recuerdo que en tu matrimonio, solo serviste gaseosas, cabrón”- enunció Cristian irritado, provocando la risa de Hugo de nuevo. 

–“Pero vaya que la pasamos bien ese día”- dijo mi amigo el risueño. –“Sinceramente, no estuvo nada mal, pero joder, ha sido la única fiesta en donde terminé llegando a mi casa sobrio”- exclamó Cristian, para luego reírse. Los recuerdos de mi boda, comenzaron a brotar en mi cabeza, forjando en mi rostro una sonrisa, transformándose así en el tema central de conversación. Ya era media noche, Cristian estaba completamente borracho, Hugo todavía era capaz de caminar con normalidad y yo mirando por la ventana, veía como se me borraba la sonrisa. 

De regreso a mi casa, me acosté en mi fría cama. Antes de dormirme, miré la fotografía de mi matrimonio, embelesándome con mi Princesa. Nuevamente volví a soñar, con esas acaricias, esos besos y cariños que me parecían totalmente lejanos. Al despertar y darme cuenta que no había nadie a mi lado, hicieron que mis ojos se apagaran y mi andar fuera la de un melancólico. Parecía que nada iba a animarme, estaba harto de esa soledad que estaba viviendo, necesitaba la compañía de mi mujer, pero eso era imposible. 

Mis solitarias noches y días fueron pasaron, cada vez más lento. Con sueños eróticos y una melosa voz que me llamaba, hasta que llegó el viernes. Aquel día todo daría un giro inesperado, cuando al despertarme, lo primero que escucho fueron un par de risas que provenían del comedor. Intrigado, me levante de la cama y caminé hasta aquel lugar, mis ojos se dilataron al presenciar a mis sobrinas, desayunando. –“Miren chicas, quién se ha despertado”- expresó Chloe, preparando unas tostadas.  

–“¡Tío!”- exclamó Luna corriendo hacia mí, para abrazarme. –“Veo que vivir solo, no es lo tuyo, tío. Hasta has descuidado tu apariencia, vamos a tener que afeitarte, parece”- comentó pícaramente Mar. Ninguna de ellas, se dio el tiempo de explicarme qué estaban haciendo en mi casa, menos cómo habían entrado y cuando se los pregunté, ellas solamente se rieron. Parecía que esas tres se habían colocado de acuerdo, para tomarme el pelo. 

Sin embargo, aun si ellas solo habían ido para molestarme unos minutos, en el fondo de mi corazón, estaba contento con tenerlas en casa. Le daban vida a un hogar que parecía cada día, más un lugar tétrico y penumbroso. Dejé de hacer los distintos cuestionamientos que me pasaban por la cabeza y comencé a disfrutar de la visita que me había hecho mis sobrinas. Mi cara amargada se fue tornando a una contenta con esas chicas revolviendo mi solitario hogar. 

Comenzaba a olvidarme poco a poco de mi angustia y ellas se percataban de eso, al escuchar mi risa, ante sus niñerías y comentarios absurdos. Sin darme cuenta el tiempo fue pasando tan rápido que cuando contemplé el cielo, este ya estaba oscuro. Asustado, miré la hora, porque había quedado con reunirme con Alexander a las ocho, al ver que solo me quedaban 15 minutos, tomé mis llaves y salía apresurado. Me había acostumbrado tanto a que mis días fueran largos y tediosos que aquello me pilló desprevenido. 

Antes de ponerme a conducir, le mensajeé a Alex, diciéndole que me perdonara pero iba a llegar unos minutos atrasado. Jamás me ha gustado llegar tarde a una cita o junta, trataba de ser lo más puntual siempre, no obstante, tampoco iba a ponerme a conducir desenfrenadamente para lograr llegar a la hora. La reunión no duró más de una hora, Alexander sencillamente quería darme las gracias por haber sido un gran apoyo en su etapa más compleja de la vida. 

Ahora que llevaba meses saliendo con Bella, todo parecía ir perfectamente, tanto que ambos querían conocer nuevos horizontes y ya habían elegido un destino, uno bastante peculiar, pues desde que conocí a ese muchacho, jamás lo imaginé yéndose a vivir a Tokio. No obstante, cuando uno está en pareja y con la persona adecuada, muchas cosas que antes no tendrían sentido, lo iban a tener. Los dos radiaban felicidad y complicidad, tanta que me daba envidia verlos.    

Era irónico, pero los papeles entre los dos parecían haberse invertidos, ahora era yo el que vivía una monótona vida solitaria y él en cambio, una entretenida vida en pareja. No me quedó otra, que felicitar a ambos y desearles lo mejor en su viaje y nueva experiencia. Ellos se fueron primero, porque al otro día, muy temprano tomaban el vuelo a Japón, yo por mi parte me quedé mínimamente unos 30 minutos más, sentado. Reflexionaba y me daba cuenta que todo a mi alrededor tomaba su curso mientras yo me estancaba. 

¿Qué debía hacer entonces? No pude responderme, porque no hallé la respuesta a mi propia pregunta, por más que lo pensara. Al regresar a casa, todo parecía estar tranquilo y las opacas habitaciones, hacía que una vez más empezara a sumergirme en esa tristeza que me tenía abrazada hace varias semanas. Caminé hasta la cocina, para beber un vaso de agua y luego tenía contemplado irme a acostarme, para cerrar ese día y dar inicio a uno nuevo.

Al llegar a la cocina, me encuentro con Luna, quedándome absorto en ella. Pues, la más joven de mis sobrinas, llevaba puesto una pequeña sudadera gris y unas medias que le llegaban hasta las rodillas. No estaba usando un pantalón, tampoco una falda y menos un calzón, descaradamente me estaba presumiendo su pequeño y redondo culo y su hendidura que desde esa distancia parecía estar embadurnada por unas babas. Tragué saliva y no supe qué decir o cómo reaccionar. 

Desperté de ese embrujó hasta que ella con una sonrisa caprichosa, colocó entre sus finos labios un fresa con crema. –“¿Qu-qué haces Luna?”- consulté desviando mi mirada hacía una pared. –“Esperándote, tío”- dijo, en un tono muy sensual, haciendo que mis ojos nuevamente apunten hacían donde ella y viera como esa atrevida chica mordía la fruta y dejada intencionalmente crema entre sus labios. Teniendo otra vez mi atención, ella volvió a sonreír y movió su cola. 

Había pasado un buen tiempo, desde la última vez que alguien me había coqueteado de esa forma. Llevaba meses sin hacerlo, por lo que ver su preciosa figura de esa manera hizo que mi verga se tensada dentro de mis calzoncillos y paulatinamente, fuera cobrando vida. Luna se volteó y se acercó a mí, con sus delgados brazos, rodeó mi cuello y aun con crema entre sus labios, me musitó: –“¿Por qué no me comes la boca?”-, oírla decir eso, hizo que una corriente fluyera por mi cuerpo y temblada de gusto.  

No podía negar que me seducía la idea de pasar mi lengua entre esa boquita y enrollarla con la suya. Sin embargo, tan pronto aproximé mis labios a los de ella, la imagen de mi mujer se hizo presente en mi cabeza. Apartándome de Luna, le dije que no estaba de ánimos para sus jueguitos y que se vistiera, antes de que me enojada. Ella me abrazó por la espalda y con sus dedos, sutilmente me sobó la tranca, la cual se hacía más y más dura. –“Luna pa…”- no pude terminar la frase, ya que mis ojos apreciaron a Chloe y Mar. 

Tanto la hermana mayor como la de al medio, se encontraban totalmente encueradas y se allegaban lentamente donde mí. En sus pupilas veía la lujuria desprendiéndose y los deseos de rememorar lo que habíamos hecho en la casa de su madre, hace un par de tiempo. Me quedé perplejo y con la voz congelada, mientras mis sobrinas me rodeaban con sus ardientes y tentadores cuerpos. Chloe me mordió la oreja y Mar colocándose de puntillas los labios. 

–“Ya que estás solo en esta casa, con mis hermanitas hemos decidido acompañarte y rehabilitarte”- murmuró la mayor de mis sobrinas, besando mi cuello y con su dedo anular delineando mi entrepierna. Las palabras ya no fluían en mi cabeza, me había quedado paralizado por el morbo y miedo de caer al juego de esas jovencitas. El dulce aroma que ellas desprendían me resultaba encandilador, haciendo que me cuestionara muchas cosas. 

Confundido y con un nudo en la garganta, dejé que ellas me toquetearan, besaran mi piel y mordieran. Pero antes de que alguna de ellas, se atreviera a tocarme los labios, me aparté bruscamente, moviendo la cabeza de lado a lado. –“No”- bisbisé, intentando librarme de esa pecaminosa sombra que me arrastraba a una noche de descontrol. –“Chicas, no puedo. Por favor no insistan”- añadí, apelando a la compasión de mis sobrinas, las cuales parecían ser tres súcubos, listas para drenarme hasta la última gota.   

Mar: La tía dijo que no sería fácil. 

Luna: Pero que no debíamos rendirnos. 

Chloe: Así es chicas, debemos hacer que el tío vuelva a sonreír. 

Comentaron traviesamente entre las tres, sin quitarme los ojos de encima. Me sentía acorralado por mis sobrinas y a la vez abrumado por mencionar a su tía. El trío me cortaban los espacios para correr, lo único que podía hacer era retroceder. –“Vamos, tío. Déjanos que te animemos. La tía April nos habló a las tres exclusivamente para que vengamos a darte amor”- exclamaron de forma sincronizadas las tres. No sabía si tomar aquello como cierto o un solo delirio. 

Implorándoles que se calmaran, no me di cuenta cuando ya no tenía salida y estaba contra la puerta, mientras ellas seguían acortando la distancia y espacio. –“Sabes, mis seguidores están aclamando por tener una secuela de: “Mi tío me empotró a mí y a mis hermanas”-, enunció Mar, con una sonrisa guarra. La última vez que había cogido con ellas, las muy putas lo grabaron, y Mar se dio el tiempo de editarlo, para luego subirlo a internet y conseguir dinero con ese metraje. 

No tenía idea de su existencia, hasta que un día, mi Princesa jocosamente me lo enseñó, dejándome avergonzado. Dejando eso de lado, en ese segundo sentía como los dedos de mis sobrinas, dibujaban sobre mi pecho, me desnudaban poco a poco y me arrastraban hacía la lujuria. No obstante, antes de que todo eso sucediera, golpearon la puerta. Aliviado suspiré, al creer que me habían salvado, pero aquel rostro calmado pasaría rápidamente a uno desconcertado. 

No podía creer lo que en mi iris se reflejaba, aquella silueta curvilínea no podía estar en frente de mí. Era imposible, que esos ojos oscuros en los que me perdí varias noches, esos labios carnosos que devoré con tanta pasión, esa melena negra que jalé con amor y esa piel ébano que exploré, estuvieran en ese minuto, al frente mío. Me negué a creer que era real, me pellizqué y por más que me dolía, seguía creyendo que todo era fruto de mi imaginación.

Rosita: Hola, papito. 

Afirmó, avanzando hacia mí y pegando sus enormes senos en mis pectorales. Su mirada de inocencia, contrastaba con su vulgar rostro, el cual era similar al de mis sobrinas. Estupefacto, me alejé de Rosita, sin decir nada, pero apenas di un paso hacia atrás, choqué contra los voluminosos pechos de mis sobrinas. No tenía escape, estaba condenado a una noche de lujuria, aun cuando quería evitar caer en las tentaciones y mantener aquel instinto animal preso en su jaula. 

Rosita: Vaya, veo que no fui a la única que April le habló. 

Expresó con una sonrisa pícara, mirando detenidamente a mis sobrinas. 

Yo: ¿A… April?

Balbuceé, rompiendo aquel nudo que se me había formado de tanta impresión. Mientras el corazón se me aceleraba a un ritmo feroz. 

Rosita: Sí. Aunque no lo creas, tu mujer me habló y me pidió que te viniera a levantar el ánimo.   

Aseguró, dándome a entender, que aquello no era solo una travesura de mis sobrinas, sino más bien, April parecía haber orquestado todo aquello. Pero, cómo estar seguro que eso era real, ninguna de ellas me había dado una prueba convincente de que mi esposa les había hablado y solicitado aquello. Las incertidumbres que me agobiaban desaparecieron de un segundo a otro, cuando Rosita sorpresivamente, se colgó de mi cuello y sobó su suave rostro contra el mío, mientras me mordía la oreja. 

No fui capaz de reaccionar a tal acto, me quedé inmóvil y solo sintiendo como mi verga se empalmaba en mis pantalones. Oler nuevamente esa fragancia tan única y embelesadora, hizo que mis piernas temblaran, notar aquel cálido aliento en mis poros, provocó que mi mente se eclipsara y todo dejara de tener sentido alguno. Tantas noches había soñado con aquel reencuentro y con aquella frase que me daba el permiso de volver a disfrutar de esa morocha y voluptuosa anatomía. 

–“En verdad, no pensé que estabas tan mal, cariño”- susurró quien fuera mi amante por unos meses. –“Pero veo que la soledad te ha afectado muy mal, ni siquiera te has afeitado”- se quejó. –“Aun cuando me pica y me irrita la piel tu barba, debo admitir que te queda bien y luces más varonil”- complementó, rozando sus gruesos labios contra los míos y tomando mi rostro con sus manos. Era imposible mantenerme sereno ante esa hembra y mis sobrinas, solo tenía que cerrar los ojos y dejarme llevar. 

Sí, cerrar los ojos y dejarme llevar por mis impulsos y esa necesidad de volver a tocar un cuerpo femenino. No tenía otra alternativa más que dejarme caer en el obsceno deseo y capricho de esas jovencitas, y darle lo que estaban pidiendo, una fuerte y descomunal cogida. Aun cuando una pequeña parte de mí se cuestionaba si todo eso era real, mi cuerpo ya se movía por sí mismo, mis manos lentamente se fueron aproximando a las gordas y pesadas posaderas de mi querida Cenicienta. 

¿Era aquello una artimaña de mi mujer o tal vez una prueba divina? La respuesta no importaba, ya todo comenzaba a darme igual. Toqué esos corpulentos muslos, en donde mis yemas trazaron por unos segundos, mientras pegaba más a Rosita a mí y sus inmensas tetas se hundían en mis pectorales. Ella sonrió entendiendo que había logrado convencerme, que no necesitaba explicarme nada más, que ya me tenía hechizado y es que mi cuerpo tenso reaccionaba por sí solo, ya que esa morena provocaba en mí, cosas que otras mujeres no podían y era un deseo enorme de querer llevarla a la cama y darle tan duro. 

Si algún momento logré contenerme cuando la tuve de frente, solo se debió que en mi cabeza no pasaba otra cosa que la salud de mi mujer y estar a su lado, pero ahora que estaba solo y carente de afecto femenino, nada podía detenerme a cometer aquel delito. Mis sobrinas de seguro se quedaron atónitas y celosas al ver cómo me comía esa boquita melosa con tanto ímpetu y exasperación. A ellas nunca les había dado un beso de esa forma y es que a ninguna otra mujer que no fuese mi esposa o Rosita la morreaba así.

Era un beso que mezclaba perfectamente la obscenidad y el amor. Tener mi lengua entrelazada con la de ella, al mismo tiempo que nuestras salivas se intercambiaban, era la experiencia más grata y excitante que tenía en meses. Mi polla no dejaba de tensarse dentro de mi bóxer, tomando su forma robusta y dura, que tanto ansiaban ver mis sobrinas y esa morochita. Al separar mi boca de la de Rosita, sentí como su aliento me hipnotizaba más y ya me era insoportable, tener los pantalones puestos. 

Rosita: Así me gusta verte, papito. Enérgico y cachondo. 

Dijo mordiéndome los labios. 

Rosita: Ahora llévame a tu cuarto y fóllame en esa cama en donde muchas veces me hiciste tuya. Impregnemos a esas sabanas nuestro olor de nuevo. 

Yo: A la orden, mi reina. 

Ya no razonaba, estaba totalmente sumergido en la libido que se prolongaba por todo mi ser. Llegando a olvidarme de mis sobrinas, cargué a Rosita y mientras me dirigía a mi alcoba con ella, la besaba fervientemente. Cada vez que mi boca se apartaba de ella, experimentaba un hambre voraz que me hacía volver a enrollar mi lengua con la de ella. Había perdido la noción del tiempo y de todo lo que pasaba a mí alrededor, de seguro mis sobrinas seducidas por la forma en que esa mulata y yo nos besábamos, nos seguían. 

Al llegar a mi dormitorio, sutilmente recosté a mi doncella en la cama. Ella jadeante y con sus carrillos sonrojados, me miró fijamente. Percibía como en sus pupilas se proyectaba la chispa de pasión y seducción. Fue recién en ese instante en que me detuve a verla, apreciando así su atuendo. Rosita había ido con su mejor artillería, quería asegurarse que no pudiera negarme a ella, aunque sinceramente cualquier cosa que usara me iba a ser irrelevante, porque con esa boquita tan tentadora que tenía y esas enormes tetas con ese culo perfecto, ya me tenía en sus garras.    

Primero se despojó sus tacones blancos, luego del vestido fucsia que resaltaba su maravillosa piel oscura. Su vestido le llegaba hasta sus robustos muslos y se ceñía intachablemente a su curvilínea figura. Poseía un escote escandalizador, donde sus gordas y pesadas mamas serían el centro de atención, cuando alguien estuviera delante de ella, mientras que detrás, las miradas lascivas se las iba a llevar ese obeso orto que cargaba mi preciosa negrita. 

Sus senos botaron cuando se retiró el vestido, y quedando solamente con una delgada tanguita en mi cama, esparramaba su erótica figura en el colchón. Noté que esa telita que cubría su rajita, estaba toda empapada, de seguro había segregado esos juguitos, cuando nuestros labios se fundieron en esos largos y apasionados besos que nos dimos. Atraído por el afrodisiaco aroma de ese babeante coño, que seguramente palpitaba por tenerme nuevamente dentro, me fui acercando. 

Mis ganas de querer consolarla solo aumentaban más y más. Relamiéndome la boca, allegué mis labios a ese sexo moreno. Saqué mi lengua y sin pensarlo le di una tierna y lasciva lamida de abajo arriba, para después con mis dientes morder esa telita y sacarla lentamente. Teniendo la tanguita de Rosita entre mis labios, me embriagaba con su hedor y las melosas gotitas de su néctar. Mi bella morochita estaba agitada, su pecho se hacía enorme debido a su acelerada respiración, y solo le había retirado ese trapito y dado una tierna lamida. 

Estaba tan absorto en Rosita, que no me di cuenta que mis sobrinas se allegaron a mí y que con sus lujuriosas manos, fueron retirándome el saco y desabotonando la camisa. Tampoco me percataba que arañaban mi piel y me mordían el cuello. Solo volví a recordar que ellas se encontraban ahí con nosotros dos, cuando Rosita coqueta expresó: –“No tengo ningún problema en compartirte hoy, de hecho me excita mucho la idea de una orgia. Sin embargo, yo seré la primera en tener tu pollón dentro, ¿ok?”-

Pensé que me hablaba a mí, pero era obvio que se estaba dirigiendo a mis sobrinas, las cuales movieron su cabeza de forma afirmativa. Mar ansiosa por volver a ver mi verga, me desabrochaba el cinturón y me bajaba la bragueta del pantalón. Despojándome de toda mi ropa, mis sobrinas quedaron anonadada al observar una vez más mi gruesa tranca. Estaba convencido que a las tres les tentaba aquel líquido preseminal que salía por la uretra y hacían un gran esfuerzo para no comerme la polla. 

Sin hacer esperar más a mi hermosa y seductora morena, me acerqué a ella con mi sable apuntando hacía su coñito. Logré separar sus labios y hacer temblar a ese chochito de gusto, con solo pasar mi glande sobre él. El dulce quejido de Rosita, provocó un espasmo en mi verga, ambos sonreíamos al darnos cuenta de lo nervioso que estábamos por volver a unir nuestros cuerpos. –“¡¡Dios!!”- exclamó ella, al sentir cómo la robusta punta de mi lanza entraba a su ajustada cueva después de tantos meses. 

Sentí como cada pliego y músculo de su coño envolvían mi miembro y lo arrastraban a lo más profundo. Cada pulgada que enterraba hacía que mi cuerpo se regocijada y el de ella también. Me había olvidado de lo estrecho y cómodo que era esa vagina, por lo mismo hubo unos segundos en que temí por sufrir de una eyaculación precoz y decepcionar así a mi querida negrita. Solo llevaba la mitad de mi verga incrustada dentro de ese abrazador chocho y ya me temblaban las piernas y mi tronco palpitaba ferozmente. 

Estaba tan ansioso como mi primera vez o incluso más, la gran diferencia de aquella inolvidable experiencia, se debía a que en frente mío, no tenía los ojos azules de mi Princesa relajándome. En su lugar, me perdía en unos ojazos oscuros que me alimentaban de adrenalina y morbo. Los finos labios en donde apaciguaba mis quejidos, eran reemplazados por unos carnosos que aumentaban mi libido. El corazón me latía tan fuerte que me llegaba a dolor el pecho. 

Pero todo eso acabó, cuando ella tomó mi rostro con sus manos y me susurró que no me preocupada y me deje llevar. Tras oír esas palabras mi cuerpo por si solo fue dejando de estar tenso y rígido, dejé de escuchar mis palpitaciones y me sumergí en un infinito placer. Mi pelvis se movía de atrás hacia adelante, mientras ella abrazaba mi cintura con sus sensuales piernas y sus uñas se clavaban en mis hombros. El ritmo fue crescendo al igual que nuestros gemidos, los cuales apagábamos con vulgares besos. 

La forma en que ella me tocaba la piel me resultaba tan jodidamente ardiente que me recordaban a las acaricias de mi mujer. Entonces una vocecita en mi cabeza me preguntaba, ¿si en verdad April quería eso?, qué manchada nuestras sabanas, que habíamos comprado para nuestro aniversario, pero dado a su estado de salud, no dejamos nuestras siluetas marcadas en ella y el olor de nuestro amor, solo nos acurrucamos y añoramos nuestro pasado. 

Mientras recorría el cuello de Rosita con mi boca y atrapaba su lóbulo entre mis dientes, me respondí a mí mismo: estoy seguro que mi mujer pudo planificar todo esto con antelación, haberme torturado con la soledad y luego dejar caer a estas chavalas sin ningún aviso o pista. ¿Pero por qué antes de partir solo me dejó sabanas en donde nuestros cuerpos jamás hicieron el amor?, seguramente creyó que me resistiría a esta tentación y le sería fiel hasta mis últimos días, pero lo siento mi amor, sin tu presencia solo soy un hombre con necesidades.

Si tú me traes cuatro jovencitas cachondas, en mi actual estado, es muy difícil que pudiera mantenerme mi celibato, más si una de esas chicas era Rosita. Era como prohibirle a un niño que no comiera su helado favorito, después de comprárselo.  Por lo que en mi cabeza dejé de pensar en las consecuencias y simplemente me disfruté, escribiendo entre esas telas con el cuerpo de Rosita y el mío. Dejando en ellas nuestro hedor, sudor, salivas, huellas y flujos. 

Aquellos erguidos y pesados pechos que tomaba entre mis manos, podían ser fácilmente los de mi esposa, pero no, pertenecían a esa doncella morena que me sedujo con un par de fotos y me hizo adicto a ella por meses. Con mis dedos dibujaba sobre sus aureolas y lentamente la punta de mi lengua aparecía entre mis labios, al mismo tiempo que embestía con fuerza contra ese fogoso coño que tenía prisionero a mi tranca. Los dulces jadeos de esa chica, solo aumentaban mi excitación y ganas de hacer esa noche especial. 

Pero antes de que toda mi mente se nublada y solo pensara en ella y yo, comencé a cavilar lo que haría con las otras tres chicas que estaban expectante en la habitación. No era justo para mis sobrinas que no les hiciera caso y tampoco iba a desaprovechar esa maravillosa oportunidad que tenía para follármelas de nuevo. Solo imaginar las cosas que podía hacer, hicieron que mi tranca no soportara más y explotara dentro de ese coñito morocho, bombardeando con mi leche su útero. 

Rosita al sentir cada chorro de mi semen, bañando sus entrañas, también convulsionó, gruñendo tiernamente, embadurnó mi tronco que seguía eyaculando dentro de ella. La mezcla de nuestros fluidos caían sobre las sabanas, que me hacían recordar nuevamente a mi mujer y su forma de besar, jamás pensé que iba a sentir el meloso sabor de su boquita en otra. Pero así fue, en los voluminosos labios de Rosita, saboreé aquel dulzor y el estímulo fue mayor. 

Nuestras lenguas se entrelazaban lascivamente, estaba seguro que si April nos veía, se pondría super cachonda y a la vez celosa. Pausadamente fui retirando mi miembro de esa acogedora cueva. Cuando lo había sacado por completo, paré de besar a mi amada Cenicienta. Me volteé y miré a mis sobrinas, las cuales parecían estar impactadas aún por la cogida que le había dado a la morena. Sonreí con cierta arrogancia al ver esos cuerpecitos adolescentes que me iba a coger. 

La primera en reaccionar fue Luna, la cual tímidamente avanzó hacía mí, con sus pequeñas manos tomó mi gorda polla, que todavía se mantenía erguida pero había perdido un poco de dureza. La más joven de mis sobrinas se relamió los labios y luego sin quitarme los ojos de encima, fue engullendo mi pene en su boca. Lentamente mi falo desaparecía y mis otras dos sobrinas reaccionaban. Chloe y Mar se colocaron a los costados de su hermana menor y sin decir nada, comenzaron a pintar mis huevos. 

Suspirando de gusto, dejé que esas chicas se turnaran para comerme la polla, cada una con sus habilidades, me hacían retorcerme y gemir de placer. Tras dejar todo mi miembro viril húmedo por sus babas, se miraron entre sí, para decidir quién iba primero. Seguramente tuvieron una especie de conversación psicológica, ya que de pronto, Mar sonrió y las otras dos se apartaron. La más zorrita de mis sobrinas, agarró mi tranca entre sus manos y pasó mi glande entre sus ya mojados labios vaginales. 

Tembló de gozo con solo hacer ese movimiento, no podía ocultar su afán de tenerme dentro de ella. Sin hacer aquello una tortura larga, fue descendiendo sobre mi verga y aprisionándola con sus paredes. Ambos gemidos y arqueamos nuestros cuerpos que se estimulaban y complacían mutuamente. Desconozco cuanto tiempo llevaba Mar sin hacerlo, pero sus músculos me estrujaban la polla al mismo tiempo que la rellenaba, hasta tenerla toda adentro. 

Una sonrisa coqueta se le trazó a mi sobrina y una llama se le dibujó en el iris, dándome a entender lo mucho que le encantaba aquello. Su rostro cambió a un vulgar, cuando fue levantando su pequeño y voluminoso cuerpo. Sin duda disfrutaba el contacto de mi tronco con sus pliegos, el roce de ellos en aquel recorrido la estaba matando de placer y a mí también. Sin esperármelo ella se dejó caer con todo su peso, clavando nuevamente mi estaca en lo más hondo de su coño. 

–“¡¡Dios mío!!”- exclamó, arañándome la espalda y retorciéndose de gusto. –“Cómo me enloquece tu vergota, tío”- agregó, tomando aire, para comenzar con su endemoniada cabalgada. Yo no podía hacer otra cosa más que sujetar su obeso culo con mis manos y morder esos danzarines senos. Me era difícil seguirle el ritmo intenso a esa chica, la cual jadeante me besó obscenamente la boca y en un profundo suspiro, bañó mi pene con sus jugos, dejando su rastro así en esas telas que eran testigos de un sexo prohibido.
 
Luego de unas acaricias y besos fogosos, Mar quería continuar, sin embargo, tenía que complacer a la siguiente. Ya no estaba en mis mejores años, mi resistencia por algo natural, había disminuido y antes de quedarme exhausto con ella, preferí satisfacer a las otras dos, que todavía no me habían tenido dentro. Fue así que Luna se me acercó, con sus largas uñas rasgo mi pecho y mordió mi cuello, mientras Chloe, con sus dedos calmaba el hormigueo de Mar. 

La más joven de mis sobrinas, no dejaba de observarme con inocencia, pero rápidamente esa pureza se transformó en indecencia, cuando mi polla se sumergió dentro de su hambriento chochito. –“¡Aahh… Qué placer!”- manifestó Luna, a la vez que levantaba su esbelto cuerpo con mis arremetidas y con mi lengua delineaba sobre sus tetitas. De las cuatros que estaban ahí, Luna era la que más fácil me sería de complacer, ya que conocía perfectamente sus puntos sensibles y una vez que tenía una gran corrida, era difícil que se recuperada. 

Mis dedos delineaban sobre el esfínter de mi sobrinita y poco a poco, empecé a hurgar en él. Al notar mis dedos dentro de su ajustado orificio anal, ella bramó con fuerza y su delgada figura tembló en dicha. Me encantaba escucharla gritar como una perra, ya que contrastaba con la tierna imagen que se presentaba ante los ojos de los demás. Solo yo, mi esposa y sus hermanas, sabíamos quién estaba realmente detrás de esa carita de ángel y como le encantaba aullar con la verga de su tío.   

Taladraba sin descanso y golpeaba con fuerza el útero de mi sobrina. Ella jalaba de mi cabello e imploraba por más, le encantaba que fuera bruto con ella y la cogiera salvajemente. La respiración y los jadeos de los dos eran muy intenso, estábamos disfrutando de aquel polvo vedado y cómo nos observaban mientras consumíamos nuestra lujuria. Luna dejando su boquita a la altura de la mía, sacó su lengua y yo se la mordí, notando sus espasmos. 

Antes de que explorada y liberada sus dulces fluidos, la acerqué a la cama, sabiendo que su aroma también quedaría impregnada en las sabanas, le di dos fuertes embestidas, con las cuales se regocijó y chorreó con intensidad. Mi sobrina quedó acostada en la cama, agotada pero con una cara de extasiada y una sonrisa que delataba su satisfacción, al igual que sus ojitos brillantes. Antes de que me diera cuenta, mi embadurnada tranca ya estaba siendo mimada por la mayor de mis sobrinas. 

Chloe me miraba ilusionada, a la vez que acariciaba mi verga con su suave mano y sobaba mi glande contra su sexo. –“Quiero que me des tan duro o más que a Luna. Tan fuerte que me revuelvas las neuronas”- afirmó temblando de la emoción. Me resultaba imposible negarme a esos ojitos, así que tras sonreír, le di una nalgada que resonó por toda la habitación. –“Aquí las ordenes, las doy yo. ¿Te quedó claro zorrita?”- dije. Ella quedó estupefacta por unos segundos y entonces le di otra nalgada. 

–“¡¿Te quedó claro perra?!”- exclamé, viendo como ella del asombro y gusto solo movió su cabeza afirmativamente. Nuevamente retumbó el “Plazz” de un cachetazo en la habitación, parecía que Chloe quería seguir siendo maltratada y humillada, y yo no iba a ser misericordioso como otras veces. –“No escucho”- aseveré, viendo como ella se mordía los labios de placer, tras un breve silencio, ella respondió: –“¡Sí, amo!”-, haciendo que una sonrisa altanera se me forjada. 

La besé de la manera en que a ella le fascinaba, mordiéndole los labios y lengua, mientras con mis manos acariciaba sus firmes posaderas. Chloe tenía un orto divino, tal vez no el más grande de esa habitación, pero me encantaba amasarlo, al igual que partirlo. Tras darle un baboso morreo, le ordené que se diera la media vuelta, se colocara en cuatro sobre la cama y me meneara su colita. Ella sin pensarlo, obedeció y me regaló la maravillosa vista de su pomposo culo y su chorreante coño. 

Apoyando mis manos en sus glúteos, le dije que no me suplicada para que la cogiera, a lo que ella se limitó a contestar con un “sí, amo”. Acerqué mi boca a ese riachuelo, mi lengua floreció entre mis labios y comencé a delinear sobre su hendidura. Ella suspiraba y su cuerpo se torcía de gusto, cada lamida parecía ser una larga travesía, algo que hacía a propósito, para torturar a mi sobrina. Desde que estaba cogiendo con Rosita, maquiné aquel momento y decidí meterme de lleno en el papel de dominante. 

Tras degustar por unos minutos ese chochito, me puse de pie nuevamente y azoté esas nalgas provocadoras. Mi verga punzante se paseó por la rajita de Chloe, haciéndola temblar y chillar de gozo. Pesé a tentarla, ella mantuvo sus labios sellados y no implorarme que la penetrada. Sabía que estaba ansiosa por sentir mi robusta polla destrozando su vulgar y usado coño, pero aun así cumplía perfectamente su papel de sumisa y le había quedado claro que ella no debía pedirme nada. 

Mis dedos recorriendo su cola y dibujaron sobre ella, al igual que con Luna fui toqueteando su esfínter. Dilatándola lentamente con ellos, hice que bramada más seguido y que se escucharan por toda la casa. Yo sabía lo obediente que era Chloe, sin embargo, estaba molesto con ella, por haberse entregado a Ricardo. Era tonto sentir celos, pero me había encaprichado con esa putita y quería que fuese solo mía. Dejé mi verga entre sus dos carnosas posaderas y jalándole el cabello me acerqué a su oído, para preguntarle si quería que la folle. 

Chloe: Sí, amo. Fólleme por favor. 

Imploró, cruzando su lasciva mirada con la mía.        

Yo: Mmh… No sé si cumplirte ese deseo. Después de todo, haz sido una muy mala putita. 

Chloe: ¿Qué dice? ¿En qué le he fallado amo? Explíqueme, por favor y le ruego que me perdone. 

Expresó confundida y exasperada. 

Yo: Ricardo. 

Fue la única palabra que señale y todo cobró sentido para ella, en su rostro veía el arrepentimiento y aunque tardó unos segundos de aclamar mi perdón, supe que ella no volvería a estar con ningún otro hombre que no fuera yo. Sonriendo le mordí los labios y le pregunté quién era su amo, a lo que ella respondió con mi nombre. Masticando su lóbulo, le consulté con quién solamente follaría de ahora en adelante y otra vez contestó pronunciando mi nombre. 

Con todo claro, perfilé mi polla y de una estocada, le clavé la mitad, haciéndola gemir de placer y arqueando su espalda. –“Uuugghh… Amo, me mata de gusto”- expresó, antes de que volviera a jadear, porque empujaría con mi pelvis lo que me faltaba por enterrar. Una vez que tenía mi verga completa dentro de ella, la di otro nalgazo, Sentía como su coño apretaba más tras los cachetazos y tirones que le daba, me complicaba el trabajo de meter y sacar, sin embargo, me las ingenié para darle en un ritmo intenso. 

La nalgueé, le jalé el cabello y hasta la ahorqué, mientras empujaba violentamente mi gruesa polla contra su útero. Chloe no tardó en empapar las sabanas con sus jugos y a pesar de que ya se había corrido como tres veces, continué empotrándola, porque me sentía muy a gusto dentro de esa fogosa cuevita. Entre mis últimas ordenes, le pedí que le lamiera el coñito a Rosita y probaba mi leche mezclada con esos melosos flujos. Cuando sentí que ya estaba a punto de correrme, saqué mi verga y le pedí a mis tres sobrinas que reunieran, para que pintara con mi semen sobre sus preciosas caras.  

Mientras mis sobrinas dormían satisfechas, Rosita y yo nos devorábamos las bocas con vehemencia. Sentía mis bolas vacías y aun así mi polla intentaba colocarse dura de nuevo y continuar con esa alocada juerga de sexo. Sin embargo, había ya llegado a mi límite y debía aceptar que no podría empotrar más a mi morochita por esa noche. Rosita me miró sonriente, dándome a entender que estaba conforme con mi desempeño y la forma en la que me la folle. 

Rosita: Uuufff… Estoy segura que con lo que bombeaste hoy en mi útero me vas a dejar preñada. 

Dijo, acomodando su cabeza en mi pecho a la vez que me abrazaba. 

Yo: Ojala te quedes embarazada amor, así ya no tendrías que irte más de mi lado. 

Contesté, abrazándola también y acariciando su cabeza. 

Rosita: No digas eso. Vas a hacer que piense que me amas, tonto. 

Yo: Pero si en verdad te amo, tontita. Solo que mi esposa siempre estará antes que tú. 

Confesé, mirando al techo y comenzando a entrar en razón. El amargo sabor del engaño se posó en mi paladar y lo que había sido hace un momento un júbilo de emociones y éxtasis, se transformaba en un conflicto moral en mi cabeza. Dejé de escuchar la voz de Rosita y lo único que cruzaba por mi mente era April. Me sentía fatal por haber llevado a otras mujeres a nuestra cama y haberme revolcado con ellas, manchando la pureza de esas sabanas, aun cuando ella lo hubiera orquestado todo, no debí haberle seguido el juego. 

A la mañana siguiente cuando me desperté, me encontraba solo en la cama y nuevamente en la casa, reinaba el silencio. La cama no parecía haber sido testigo de una noche de sexo, pero estaba desnudo y sentía mi entrepierna algo pegajoso. Abrumado miré mi celular, por si había algún mensaje, pero solo aprecié una publicación de Rosita en Instagram de hace unas ocho horas, en la que me daba a entender que todo había sido un sueño, pues ella todavía se encontraba en Estados Unidos. 

Aunque esa fotografía podía ser antigua y simplemente la publico hace 8 horas. Todo se hacía extraño, ya no sabía en qué creer o no, solo de algo estaba seguro, que ese día, iba a ver a mis sobrinas de nuevo y confirmar si esa desenfrenada noche ocurrió o no. Me duché, me vestí y tomé una taza de café, antes de salir. Cada vez que pestañaba, una imagen de esa descontrolada orgia se me venía a la mente. Me era difícil de aceptar que aquello no había ocurrido, si lo tenía tan presente y grabado en mi hipocampo. 

Cuando llegué al lugar donde se iba a celebrar la boda de Félix y Lorena, mis hijos que ya estaban ahí, me fueron a encontrar. Uno por uno me saludó con un abrazo y beso en la mejilla. Simón al verme, pidió que lo cargada, algo de lo que no me pude negar, ya que había pasado tantos días sin mi pequeño, que necesitaba tenerlo entre mis brazos. Su tierna sonrisa y sus ojos azules como los de su madre, hicieron que me olvidara por minutos de mis sobrinas. 

Entré dentro del recinto en donde se llevaría a cabo la boda de mi sobrino. Estaba todo perfectamente adornado, cada detalle me parecía impresionante. –“¿Y el pequeño también será padrino?”- escuché de pronto de una suave voz, al voltearme contemplé a Isidora. Mi ex vecina me dejó sin palabras por lo guapa que se veía, tenía la impresión que había rejuvenecido y lucía igual a cuando era una adolescente. –“De hecho él lo es, yo solo soy su acompañante”- le contesté, saludándola con un beso en la mejilla. 

Isidora se rio y comenzamos a charlar, ella estaba esperando a Bruno y se notaba su nerviosismo por volver a ver a su hijo, después de tanto tiempo. En mi interior, no podía evitar preguntarme, cómo se lo tomaría Agustina aquel reencuentro y si ella e Isidora podrían congeniar. Sin embargo, mi incertidumbre sobre aquella noche candente regresó, cuando Blanca y Camila se me acercaron. Ver a mis hermanas, significaba que mis sobrinas también estaban ya en el lugar, por lo que después de saludarlas, les pregunté por Chloe, Mar y Luna. 

Blanca me respondió que estaban en el patio, hablando con sus primos, sentí un ímpetu por querer verlas y saber si lo de anoche no fueron alucinaciones de mi mente perturbada. No me importó dejar a Isidora con mis hermanas, aun sabiendo que aquello podía ser incómodo para las tres. Al salir y ver a mis sobrinas, me aproxime a ellas, con la esperanza que alguna me revelada lo que realmente había ocurrido en mi casa, pero al estar al frente de ellas, ninguna hizo un gesto delator.

Actuaron como si no nos hubiéramos visto desde la última vez en su casa. Aquello debió haberme alegrado, pues no le había sido infiel de nuevo a April, pero sinceramente me sentía algo decepcionado y frustrado, ya que había sido engañado totalmente por mi imaginación. Aquellos besos, acaricias y corridas, solo fueron obra de un maravilloso y candente sueño. Uno que lo sentí tan real, por la necesidad de coger después de estar casi un año sin hacerlo y la ausencia de mi esposa. Mi desolación debió ser tan evidente, que Mar se aproximó a mí, para preguntarme qué me pasaba. 

Yo: Nada… Solo que estoy harto de estar solo. 

Me sinceré. 

Mar: Ya veo. Yo podría hacerte hoy compañía, ¿sabes?

Yo: (Sonreí) Hubiera sido perfecta, anoche. Hoy no tengo ganas de nada. 

Mar: Diablos. Sabía que solo debía ir a visitarte y no esperar tu llamada. Pero desde que estás solo, no tengo confianza de tener éxito, porque lo único que repites, es que solo vas hacerlo con April. 

Solo reí ante su comentario, apartándome de ella con Simón todavía en mis brazos, caminé lejos de todo, esperando el inicio de la boda. Mi pequeño hijo, balbuceó la palabra “mamá” y con una sonrisa forzosa le dije: –“Creo que yo la extraño más que tú, Simón. Necesito de sus acaricias, sus besos, sus consuelos y su alegría. Sin ella parezco un náufrago en un mundo desconocido”-. Simón a pesar de ser un niño de 2 años, comprendía la situación en la que me encontraba y trataba de animarme a su manera. 

Era consciente que debía mantenerme fuerte y no dejar que esa angustia me absorbiera, porque ese pequeño dependía de mí. Lo bajé al suelo para que jugara conmigo y quise que en mi rostro se trazada nuevamente una sonrisa falsa, pero me era complicado hacerlo, con la cabeza tan ajetreada. “Gracias” escuché de repente. Levanté mi mirada para apreciar a una Isidora agitada y con los ojos cristalizados de alegría. Intuí que ya se había encontrado con Bruno y todo había salido bien para ella. 

Quería alegrarme por Isi, pero no podía, yo seguía devastado y no podía seguir fingiéndolo. Sin embargo, antes de que me desmoronara, escuché de pronto, una armoniosa voz llamarme. Incrédulo levanté la mirada y con mi corazón entre las manos comencé a correr. La sonrisa que había perdido, se esbozó naturalmente en mi amargado rostro, las palabras no me salían de la emoción, no sabía qué pensar, hasta que quedé en frente de ella y lo primero que se me vino a la mente fue: –“Princesa”- 

Al igual que aquel día que nos conocimos por primera vez, cuando nuestras miradas se cruzaron en aquel salón de clases y quedé sorprendido y engatusado por su belleza. Verla después de dos largos y tormentosos meses, me devolvía la vida. Ella sonriendo trataba de secarme las lágrimas que fluían de mis ojos de la emoción, era incapaz de controlarme, ya que sentía que nuevamente todo se tornaba de color. –“No sabes cuánto te he extrañado, Tom”- susurró ella rozando sus finos labios con los míos. 

Yo: He vivido el peor de los infiernos, amor. He sentido que cada segundo era una agonía sin ti. He pagado todos mis pecados, estos meses alejado de ti, Princesa. Nunca más dejaré que te vayas de mi lado, porque sin ti no sé cómo vivir.  

April: Oh, Tommy… No digas eso, que me haces sentir peor, por tener que haberme ido por 60 días. Pero eso no va a tener que ocurrir nunca más, lo prometo. 

Tocar su suave piel, sentir su dulce aroma y volver a escuchar su preciosa voz, me daba a entender que jamás estaría preparado para perderla. Mi corazón nunca latirá de la forma tan pura con otra mujer que no fuera mi esposa. Nuestros labios volvieron a fundirse en un beso después de tantos días, fue tan largo como aquel día que la fui a dejar en el aeropuerto, para que fuese hacerse los últimos tratamientos de su cáncer en Estados Unidos. 

No quería separarme de esa dulce boca, con la cual tantas historias habíamos escrito. Mi único y verdadero amor, era ella, no había nadie que pudiera suplirla, ni siquiera en algo tan sencillo, como animarme con solo hablarme. –“Te amo”- le susurré, mordiéndole los labios y volviendo a aquel salón de clases, en donde nuestro encuentro fortuito se hizo. En sus ojos claros, lo vi, vi toda mi vida junto a ella y la maravillosa familia que formaríamos, aun cuando desconocía su nombre. 

Epilogo:

Tras el sí de Félix y Lorena, todos nos sentamos en una gran y larga mesa. Me resultaba impresionante lo grande que era la familia, ahora tendría ver constantemente a personas como Eduardo, Romina o Vicky. El caso con esta última me parecía irónico, ya que después de tenerla de vecina toda mi infancia y adolescencia en donde me molestaba, nunca pensé que íbamos a terminar siendo parte de una misma familia. Aunque más irónico resultó escuchar a mi Princesa hablar con Isidora sobre mí. 

Al parecer ellas estaban destinadas a ser amigas, aunque en ese instante, April estaba con el ceño fruncido y recriminándole a Isidora, por no haberme hecho compañía. 

Isidora: April, no podía ir simplemente a tu casa y acostarme con tu esposo. Eso no hacen las amigas, además me iba a rechazar y creer que seguía estando mal de la cabeza. Negándome la oportunidad de compartir aquí con ustedes y ver a mi hijo y mi nuera. 

April: Uuy, nuera. Así que ya aceptaste a Agustina como la madre de tus nietos, eso me parece muy bien.

Isidora: ¿Nietos? No, no, no, no. Mi Bruno es muy joven para ser padre aún, quizás cuando tenga 30 y siga con Agustina, puede que la vea como la madre de mis nietos. 

Esas palabras me descolocaron, parecía que en verdad Isidora no había dejado su manía por controlar a las personas y al contrario quería seguir moldeando la vida de Bruno a su manera. Sin embargo, tanto Isi como mi Princesa, se largaron a reír. 

Isidora: No tengo nada contra Agustina, lo que pasó quedó en el pasado y no vale la pena recordarlo. Mientras no haga sufrir a Bruno, no tengo motivos para estar en contra de que sea la pareja de mi hijo. Y ojala, un día me den nietos, pero al momento ninguno quiere ser padre. 

April: Yo no sé qué clase de abuela seré, pero como madre aún tengo a tres muchachitos que formar. 
Isidora: No te da miedo qué clase de arpías se le acerquen cuando sean jovencitos. 

April: No, confió que mis hijos sabrán alejarse de esa clase de mujeres y hasta pueden llegar a cambiarlas. Solo mira a Axel y Benjamín, que lograron cambiar a dos guarrillas. 

Isidora: Supongo que lo lograron porque heredaron algo de su padre. 

April: Y pudiste habértelo comido si me hubieras hecho caso. 

Isidora: ¡No me refería a eso, April! ¡Y no comiences con eso otra vez! 

April: Cómo quieres que no lo hable, si hasta las llaves de la casa te di, para que lo sorprendieras y lo tengas feliz para cuando regresada. Sin embargo, me encontré con mi Tom depresivo y por poco se cuelga antes de que lo vea. 

Isidora: No seas exagerada mujer. 

April: Claro, como tú no ibas a quedar viuda, te daba lo mismo. 

Isidora: Eres cruel April, ¿me vas a sacar en cara esto siempre?

April: No, solo hoy. Ah y la oferta sigue en pie, por si algún día te animas. Aunque hoy no, ya tengo planes para la noche con Tommy. 

Susurró mi esposa, levantándose del asiento y apegándose a mí, mientras yo mantenía cargados a los gemelos. 

April: Son tan adorables. 

Yo: Como todos, luego comienza a ser problemáticos. 

April: (Ríe) Eso lo heredan de mí. Por cierto, te tengo una sorpresa en casa, una que te va a encantar. 

Yo: ¿Ah, sí?

April: Sí, me la encontré en Estados Unidos, charlamos un buen rato, me contó detalles de su historia que desconocía, como la vez que se quedaron atrapados en un elevador, así que la convencí para que volviera. Si quieres, podemos invitar a tus sobrinas también, que están como leonas hace rato mirándote. 

No sé por qué me asombraba aquello, si a estas alturas debería estar acostumbrado al lado depravado de mi mujer. Cuando me casé con ella, sabía que también lo hacía con su lujuriosa mente. –“Pero antes, vas a tener que afeitarte, porque me pica mucho tu barba”- manifestó, a la vez que reía a mis espaldas y se dirigía al baño. En mi cabeza las imágenes de esa ardiente noche regresaban, pero esta vez ya no serían parte de un sueño o fantasía, sino que iba hacerlas realidad y lo mejor de todo, es que mi Princesa iba a participar también.     
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Con este capítulo doy cierre a toda esta historia que inició con “La Milf de mis sueños”. Les doy gracias a todos los que siguieron y apoyaron en algún momento estos relatos. Soy consciente que no son perfectos y que habrá quedado algún tema sin resolver o hubo algunas incoherencias. Sin embargo, traté de hacer una historia entretenida y evidentemente excitante, espero haber logrado aquello. 

Si os soy sincero, nunca pensé en hacer esta saga de relatos tan larga, en un principio, en mi cabeza más de 20 capítulos no superaban. Y al mismo tiempo, todo era muy distinto a lo que terminó siendo. Al principio mi idea era presentar a Tomás como alguien más solitario y falta de afecto femenino, lo que le iba a perjudicar en su relación con Celeste. April no iba a ser la chica y mujer fiel que fue, al contrario su papel se limitaría al inicio a ser la amiga de Tomás.

Una chica totalmente distinta a él y que lo llevaría a descubrir nuevas cosas, pero solo como amiga. Es más, Tomás vería como esa alocada y linda chica se acostaría con uno y otro sujeto. Siendo un espectador de esos encuentros, él se masturbaría. También iba a ver un personaje que no involucre jamás en la historia, que sería un “roomie” de Tomás, el cual iba a tener una relación de amigos con beneficios con April. 

Él sabiendo de los sentimientos de Tomás por Celeste, se iba a involucrar igualmente con la Milf y cuando Tomás lo descubre terminaría con el corazón roto y lamentándose por haber sido lento. Isidora siempre estuvo en mi mente para la historia, pero sería la hermana gemela de Tomás y no se llevaban para nada bien, no obstante, al ver a su hermano siendo más seductor y confiado dado a la compañía de April, iba a sentir celos y a mirarlo diferente. 

Al final, Tomás si se iba a involucrar con April, teniendo como consecuencia el embarazo de esta y naciendo Vanessa. Sin embargo, ellos más que casarse por amor lo iban hacer por obligación. Igualmente Tomás iba a embarazar a otra mujer más, naciendo Axel. Lo que iba a descaderar en la historia de los dos medios hermanos, quienes se llevarían muy mal al principio, pero debido a que deberían convivir solos al ir a la misma universidad, se harían cercanos y terminarían amándose. 

Pd: Puede que en algún momento, publique dos episodios especiales, que tenía en mente, pero al final no me dio tiempo a escribirlo, igualmente no alteran este cierre. Nuevamente gracias por todo.    

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