Soltero de verano (3): La escort (III y final)




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Compendio III


A la mañana siguiente, Nicole y yo seguíamos durmiendo abrazados en nuestro sueño. Esa hermosa chica se notaba durmiendo plácida en una cama que ella jamás hubiese imaginado compartir.
Sin embargo, era sábado y como les digo, soy un tipo que le cuesta romper rutinas…

Ella empezó a exhalar en sus sueños, con cortes placenteros de respiración, hasta que la actividad le obligó a despertar.

·        ¡Ahhgh!¡Ahhgh! ¿Qué me haces? – preguntó confundida, al sentir mi tibia lengua dentro de su sexo.

-         ¡Buenos días! – le saludé alegremente, masturbándola con mis dedos. – Te dije que extrañaba a mi mujer.

Su cuerpo entero desvariaba y se le notaba extremadamente mojada.

·        Pero…¡Ahgh!... ¡Ahgh!... ¿Haciendo esto? ...- logró con gran esfuerzo preguntar, mientras succionaba su distendido clítoris.

-         Sí, porque es sábado y así la despierto por las mañanas. – respondí, volviendo a mi agradable labor.

·        Pero…espera… ¡Agh! ¡Espera!... ¡Agh!... ¡Dios!... ¡Me harás acabar!... ¡Agh!...

Y seguí en mi labor, bebiendo sus jugos sin descanso y lamiendo infatigable. Le costaba respirar y como siempre suele ocurrir, las manos que en un principio trataban de apartarme de su sexo, al poco rato, apresaban mi cabeza para enterrarlo en él.

Luego de un buen rato de estar bebiendo, lamiendo, mascando y tragando su sexo, empecé a sentir hambre.

-         ¿Quieres desayunar? – pregunté, aunque además de tener su respiración agitada, Nicole solo podía sonreírme con satisfacción.

Solicité 2 desayunos continentales a la recepción. Mientras tanto, fui al baño, me limpié la cara y me lavé los dientes.

-         ¿Te sientes bien? – le pregunté, balbuceando con dentífrico en la boca, al verla prácticamente inerte en la cama.

·        ¡Dios!¡Nunca había acabado tanto en una noche! – confesó sin darse cuenta.

Me reí…

-         ¡Todavía eres joven! ¡Te quedan muchas noches por vivir! - balbuceé espumosamente.
Volví al baño para enjuagarme.

A los pocos minutos, trajeron las bandejas y las recibí.

Soltero de verano (3): La escort (III y final)

·        ¿Por qué me trajiste aquí? – preguntó ella, mientras mordía su tostada.

La miré con extrañeza…

-         ¿Por qué no?

Se limpió la boca con la servilleta.

·        ¡Vamos!¡Sabes lo que hago! A no ser que tengas una fantasía con “Pretty woman”…

No pude evitar reírme al escuchar su absurdo comentario, que en ningún momento se cruzó por mi mente, porque confundida, me miraba como si fuera cierto.

-         ¡No!¡No es nada de eso! – le dije, tomándola de la mano. – Al igual que tú, también empecé desde abajo, y sí, esto es lujoso. Pero ahora, gano un buen sueldo y me puedo dar estos gustos con mi esposa y mis hijas.

·        ¡Pero vamos! ¿Por qué conmigo? – preguntó ella con incredulidad.

-         ¿Y por qué no? Cuando tenía tu edad, mis únicos lujos eran comprar condones para mi novia y salir en citas a restoranes de comida rápida. Además, si vuelvo a mi casa, estará completamente vacía y eso ya es deprimente.

Y comenzamos a hablar nuevamente. En esta oportunidad, ella me prestó mayor atención y le hizo mayor sentido al escucharme que trabajaba para una minera. Incluso, le comenté sobre el incidente que viví en la fiesta de Halloween del 2019, que, en cierta medida, resonó con lo que ella había vivido al final de ese semestre.

·        Así que así son las “perras corporativas”. – comentó decepcionada, luego de contarle sobre lo que Maddie nos hizo a Marisol y a mí.

-         Bueno, no todas. – le dije, tratando de animarla. – A mi jefa Sonia, al igual que a mí, nos gusta la emoción de resolver problemas. La CEO de mi empresa, Edith, es una mujer de moral intachable. Mi antigua secretaria, Gloria, se encarga de ver proyectos ambientalistas y también, se preocupa más de demostrar lo que sabe. En fin, podría mencionarte un montón de otros casos…

Nicole me sonrió enigmática…

·        Conoces muchas mujeres. No me esperaba eso.

-         ¿Por qué? -pregunté confundido.

·        No lo sé. Tienes algo distinto…

-         ¿A qué te refieres?

·        Es que no pareces una bestia en la cama. – sentenció ella con una mirada gatuna.

Nos comenzamos a besar una vez más. Terminé llevándola al baño, dado que quería disfrutar de ella mientras nos duchábamos.

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-         Debería usar un condón…- me lamenté a mí mismo, sin poder contener mis instintos.

·        ¡Está bien! – respondió, buscando mis labios. – Me cuido constantemente y con los otros, siempre los obligo. A ti, quiero sentirte.

Y como a Marisol le gusta, empecé a apretar a Nicole a la pared, levantándola de sus muslos y apoyando su cuerpo sobre mi sexo.

·        ¡Dios!¡Es tan grande! – comentó, al meterla en ella con mayor facilidad.

Si bien, al principio la sujetaba con mis manos, a medida que incrementaba el ritmo, ella misma se iba apoyando sobre mi cuerpo, envolviéndome con sus piernas, momento que yo aprovechaba de manosear sus pechos con mayor libertad, entrelazando entre mis dedos sus excitados pezones.

Insisto que, en esos momentos, la falta de amantes en Nicole era evidente, dado que por la forma que se quejaba y me besaba ardorosamente eran genuinas, sin lugar a cuestionamientos que ella nunca lo había hecho de esa manera.

Pero lo más ventajoso de hacerlo de esa manera fue que al final, cuando ya le estaba dando con todo, podía agarrar su firme y menudo trasero para rematarla con mis últimas embestidas.

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·        ¡Bebé, nunca me habían cogido así! – comentó, luego que paramos de jadear y con mi apéndice dentro de ella.

Para esas alturas, ya empezaba a dolerme un poco el pene, pero nunca tanto para no querer hacer más con ella. Después de todo, sí era cierto que pagué una cantidad considerable de dinero por un día entero con ella y por lo mismo, mi espíritu tacaño me obligaba a disfrutarla la mayor cantidad de veces posibles.

Sin embargo, podía darme cuenta de que, para Nicole, si le hubiese pagado o no, ya no era importante.

Cuando nos despegamos, se dibujaba una sonrisa maliciosa ella mientras miraba mi falo.

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·        Cariño, ¿Es que no te cansas? ¿Cómo puedes seguir teniéndola tan grande? – comentó encantada, agarrando por sí misma mi falo y empezar a sacudirlo sin parar.

El sentir sus manos pequeñas y los leves rasguños de sus uñas al apretarme me entregaban un placer insospechado.

Nicole, sonriente de por fin tenerme bajo su poder, se reía con malicia al verme suspirar.

·        ¡Bebé, se sigue viendo tan grande y dura, que me están dando ganas de probarla! He sido una niña buena, ¿Cierto? ¿Me dejarás saborear tu candy? – comentó una vez más con esa voz melosa y fingida, que claramente falsa en esos momentos, me ponía extremadamente caliente.

(Will you let me taste your candy?)

Que lo dijera así, ya me tenía extremadamente excitado.

Se agachó y empezó a sacudírmela, como si fuera un enorme micrófono en sus manos. Sacaba la lengua y abría la boca, mirándome a los ojos, sabiendo que me hacía agonizar.

Empezó a besarla suavemente. Las caricias de su lengua eran incomparables, lamiendo el frenillo completamente de mi cabeza, como si buscaran degustar el sabor completo de ella.

Cuando la metió en sus labios, estaba en la gloria. Empezó poco a poco a chupar, con su lengua aprisionada tibiamente bajo mi miembro, pero que claramente, trataba de probar mi sabor.

·        ¡Bebé, es un dulce muy grande y delicioso para mí! – prosiguió en ese rol caliente y mimado, que me tenía tremendamente excitado, mientras envolvía mi miembro entre sus dedos, haciendo un largo anillo, el cual deslizaba un poco más de la base. - ¡No sé si pueda comérmelo entero!

En mi cabeza, se conformaba solo una pregunta:

-         ¿Tragas?

A Nicole, la pregunta la tomó de sorpresa.

·        Mhm… por lo general, no. –respondió traviesa, deslizando su lengua por el largo, clavando sus dedos y sus uñas en la punta de mi falo, mezclando un sentimiento de dolor y de placer, más cargado hacia el primero. – Pero creo que, por ti, puedo hacer una excepción.

La siguiente vez que se lo metió en la boca, no tuve tanta consideración. Le agarraba la cabeza, forzándola sobre su paladar. A ratos, la mordía cuando se atragantaba, por lo que me retiraba, hasta dejar el glande a la altura entre su lengua y sus dientes. Pero no pasaba mucho para que me mirara brevemente a los ojos y volviera a succionar, cerrándolos seductoramente, como si disfrutase mi sabor. Una vez más, se ahogaba, por lo que me retiraba y reiniciaba el proceso.

De a poco, sentía que iba llegando a su garganta. Zamarreaba su cabeza con violencia, haciendo que se ahogara con mayor frecuencia, pero no parecía importarle, porque resumía su labor mamadora con mucho entusiasmo.

Eventualmente, llegué al orgasmo y le llené la garganta de semen. A medida que iba acabando, me retiraba más y más, dejándole la boca hecha un desastre.

·        Como lo esperaba, no tienes mal sabor. – dijo, limpiándose los labios después de toser un poco.

Mucho más satisfechos, disfrutamos de la ducha, explorando nuestros cuerpos con caricias.

Pero una vez limpios, salimos del habitáculo y no pude evitar excitarme al verla envolverse en la toalla, por lo que hicimos una vez más, mientras me sentaba en el excusado.

Para estas alturas, ya eran las 2 de la tarde y quería almorzar. Nicole estaba sorprendida por el paso del tiempo, pero también reconoció que tenía hambre.

Una vez más, insistí que ordenara lo que quisiera, por lo que se decidió por una bandeja de camarones, mientras que yo ordené un rosbif con un risotto de champiñones y espinacas, junto con los respectivos tragos.

Luego de almorzar y descansar un poco, encendí el televisor y estaban dando la primera película de “The Avengers”, por lo que le pregunté a Nicole si le interesaba verla conmigo.

Cometió el craso error de decir que no, porque de haber estado con Marisol, la habríamos visto de nuevo, por lo que no nos quedó otra opción aparte de hacerlo una vez más en la cama.

Puesto que volvimos a ensuciarnos, quise probar la tina caliente junto a ella. Mientras nos besábamos y marinábamos con las burbujas y el agua tibia, ella ya no se preocupaba que estuviese excitado o que ya entrara con mayor facilidad en su interior. Simplemente, disfrutábamos del placer de nuestra mutua compañía.

Pero alrededor de las 7, ya empecé a arreglarme. Podía ver en su rostro afligido que quería que continuáramos, pero yo tenía mis ideas claras.

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·        ¿Pero por qué es tan importante que veas ese programa en tu casa? – preguntó confundida, envuelta todavía en la bata del hotel. – Si gustas, podemos verlo aquí.

Tomé su mano cariñosamente…

-         No. Es algo que mi esposa y yo hemos estado esperando por más de un año. – le respondí, sin poder darle una mayor explicación.

Y es que era cierto. Cuando compré el juego de “The last of us”, yo sabía en qué consistía la trama y le pedí a Marisol que me acompañara mientras lo iba jugando, dado que los gráficos y la historia del juego daban ya la calidad de una serie que podías ver en Netflix.

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Además, a diferencia de otros juegos, establecimos una dinámica cooperativa, donde Marisol me recordaba dónde habían quedado botellas, ladrillos o municiones, a medida que iba agotando el arsenal.

Posteriormente, cuando leímos una entrevista a Pedro Pascal, tanto a mi esposa como a mí nos conmovió el hecho que él mismo había jugado el juego en su juventud y que por ese motivo, se estaba tomando el rol de “Joel” con mucha seriedad, lo cual quedó plasmado en la pantalla, al notar que prácticamente, no hay diferencias considerables entre lo que vimos en el juego y en la serie.

Pero finalmente, cuando iba a dejar a Marisol al aeropuerto junto con las niñas, nuestra despedida se hizo un poco más amarga, sabiendo que tendríamos que ver la serie por separado. Sin embargo, nos unía el hecho que cuando lo hiciéramos, estaríamos emocionalmente uno al lado del otro.

En la recepción, estaba el mismo joven que nos atendió al principio, quien al notar que no estábamos tan contentos de marcharnos, preguntó si todo estaba bien. Le devolví una sonrisa amistosa, respondiendo que el servicio había sido perfecto y simplemente, estábamos tristes porque nos teníamos que marchar.

En el camino a los dormitorios de Nicole, ella y yo nos pusimos a conversar.

·        ¿Sabes? Estaba pensando ya dejar de hacer esto. – comentó reflexiva.

Aunque eso me alegró, traté de no demostrarlo. Después de todo, ese es un cuento viejo como el hilo negro que mujeres de este rubro te dicen eso cuando te notan interesado por ellas.

-         ¿Por qué? Pensé que ganabas buen dinero, ¿No?

·        Sí, pero al estar contigo, me han dado las ganas de estar con alguien. – sonrió mucho más, sincera, mirándome con ternura. – Me gustaría tener a alguien a quien comentarle mis secretos. De no sentirme tan sola.

-         Sí, eso suena bien. – reconocí.

·        Además, el negocio no es tan bueno. – comentó, sonriendo divertida. – Hoy en día, tienes que competir con las chicas que buscan un “Sugar Daddy”, o las que se muestran en OF y francamente, están arruinando el mercado.

No pude evitar reírme, al ver que sus estudios marcaban con gran intensidad las reflexiones de su vida.

·        ¿No quieres mi teléfono? –preguntó, cuando llegamos al campus universitario y estacioné la camioneta.

Di un profundo suspiro…

-         Lo siento, pero no. – respondí, desabrochándole el cinturón y abriéndole la puerta, en vista que no se quería marchar. – Te dije que estoy casado y necesitaba estar contigo solo por una noche.

·        Entiendo. – comentó ella, mucho más triste. – Entonces, tal vez te vea de nuevo en el bar…

Negué con la cabeza. Tristemente, tenía que aplastar sus esperanzas.

-         Lo siento, pero no puedo. No quiero volver a enamorarme.

Que agregara esa última frase, marcó la diferencia. Ya no me miraba con la sensación de sentirse usada y desechada. Sino que más bien, le hizo avergonzar, en el sentido que lo que compartimos esa noche sí fue genuino y mutuo.

Y movido por ese mismo instinto que me hizo en su tiempo apostar por las habilidades de Sonia, cuando trabajaba en mi primera faena minera, abrí mi billetera y le cedí una de mis tarjetas de presentación.

Nicole la contempló asombrada, dado que salía la compañía para la que trabajaba, mis datos de contacto, junto con mi cargo.

-         Si me tratas de contactar ahora, no te responderé. Pero cuando termines tu carrera, avísame. – le informé, tratando de no fanfarronear. – Si postulas a trabajar en nuestra compañía y me usas como referencia, es muy probable que te dejen contratada al instante.

Nos besamos una vez más, saboreando la mezcolanza del amargo trago del adiós, junto la excitación de poder volver a reencontrarnos en el futuro. Pude notar que abandonó mi camioneta sintiéndose mucho más viva y optimista.

Y volví a casa, sin mirar atrás.

Ese fue el fin de mi primera semana de soltero de verano. Ni siquiera imaginaba que la siguiente sería incluso más estresante todavía…


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1 comentario - Soltero de verano (3): La escort (III y final)

eltrozo896 +1
Qué bien escribes
Excelente relato
metalchono +1
Muchas gracias por comentar. Como te digo, quiero ponerme al día, aprovechando los días libres que me quedan, pero la tentación está ahí también, al alcance de la mano.