Me pilla follándome por el culo a su hermana...

Me pilla follándome por el culo a su hermana...


Las fiestas continuaban y aquel día jugábamos al escondite los cuatro así que mientras Berta buscaba, Aderita y yo nos escondimos en el pajar junto a la casa donde gallinas y pollos se guardaban a un lado y un pesebre para las bestias de mi abuelo estaba del otro lado.
Allí nos comenzamos a besar nada más llegar.
—¡Oh Aderita aún recuerdo el otro día cuando te comí tus tetitas! —dije yo tras abalanzarse ella en mis brazos.
—¡Oh primo qué delicioso me las comiste! —dijo ella descubriéndose su jersey para que volviese a comérselas.
Eran como pequeñas copas de champán francés, blancas y nacaradas con areolas delicadamente sonrosadas y pezones pequeños y ligeramente más oscuros pero rosaditos igualmente.
Se las comí con avidez, primero una y luego la otra ante los gemidos y exclamaciones de intenso placer de ella. Luego esta se bajó el jersey y me comió la boca de forma tan caliente que pude oler su sexo en sus labios.
Mi mano se introdujo por sus leotardos y mis dedos exploraron su chochito peludo zambulléndose en el mar de jugos y labios que lo aguardaban en el calor de sus ingles.
—¡Puedes meterme los dedos si quieres! —dijo ella haciendo una pausa en nuestros besos.
—¿No eres virgen? —le pregunté yo extrañado.
Ella negó con la cabeza y debió ver mi extrañeza pues diría que hasta se molestó.
—¡Qué pasa sólo te gustan las vírgenes como mi hermana!
—¡Oh no Aderita! ¡Perdóname! Es sólo que me has sorprendido chica, yo sí que soy virgen aún a pesar de que lo he intentado.
—¿Quieres follarme? Estoy dispuesta para ti si me quieres —dijo ella muy segura.
—¡Oh Aderita, en serio lo harías conmigo! —exclamé cogiéndole el culo y besándola con pasión.
—¡Sí ya he follado y mucho! Hasta por el culo me han dado primo, soy una experta —fanfarroneó ella.
—¿Pero y eso cómo es? —dije yo más asombrado si cabe.
Verás yo iba a catequesis y allí el catequista me miraba, me miraba mucho y siempre estaba muy atento conmigo. Hasta que un día nos quedamos a solas y me comió mi chochito y me corrí en su boca. Luego él sacó su verga, tan gorda y grande que me impresionó y me la hizo tragar allí mismo en la sacristía.
Yo se la mamé por primera vez pero él no estaba seguro de si metérmela, pero estaba ya tan caliente que se lo rogué y él simplemente me folló los muslos y con las bragas puestas se corrió entre ellos.
A partir de ahí no paré hasta que conseguí que me follase, estaba tan maravillada por el sexo que lo deseaba con tal ardor que no cejé en mi empeño hasta que me la metió y me rompió la virginidad llenándome de felicidad y de gozo.
Luego pasamos unos días preocupados hasta que me bajó la regla y a partir de ahí, puesto que era mayor que yo, decidió follarme el culo que era más seguro. Yo no lo entendía pero primero me follaba el chocho y luego terminaba en mi culo así que me follaba doblemente y yo me corría, ¡a veces también dos veces!
—¿Pero por qué me cuentas esto? —dije yo que ya había parado de meterle mano y besarla.
—¡No sé primo! Tú me has preguntado —dijo ella.
—Cierto Aderita, ¿y luego qué pasó?
—Pues lo que tenía que pasar, el cura nos pilló y a él lo quitaron de catequista, estaba ya en el seminario así que lo trasladaron.
—¡Oh vaya lo siento! —dije ante su sorprendente historia.
—Tranquilo, pensé que lo quería pero perderlo me hizo darme cuenta de que era sólo sexo lo que buscaba, a partir de ahí fue como una liberación. Ahora si alguien me gusta me lo follo y paso al siguiente.
—¡No me lo puedo creer prima! ¿Has follado con mi hermano?
Ella asintió con su cabecita rubia.
—Le encanta follarme el culo, ¿quieres follárselo tú también? —vamos cómetelo antes.
Y girándose se bajó los leotardos y las bragas y me enseñó tirando de mi cabeza con un puñado de pelos que cogió clavándome mi nariz literalmente en su ano.
A fe que lo lamí, estaba tan suave y calentito que clavé mi lengua y llegando a su hoyito primero saboreé sus jugos y luego lamí su cerrado ojal hasta abrirlo con la punta de mi lengua.
—¡Ay cómo me gusta que me la claves en el culo primo! —dijo ella ensimismada mientras yo le comía todo por allí atrás.
He de admitir que no suele decirse pero las primeras lamidas no son del todo agradables, pues por algo el culo es el culo y sabe a lo que te puedes imaginar, pero una vez mezclado todo con ricos jugos salados del sexo más abajo, la cosa ya pierde ese sabor algo desagradable en un principio y todo sabe a coño, así que se convierte en una deliciosa fruta prohibida.
Estaba ya tan a punto que me levanté y empuñé mi gran erección dispuesto a partirle el culo en dos cuando…
—¡Pero qué hacéis! —dijo una voz a nuestra espaldas.
—¡Era Berta que nos había descubierto en el momento más inoportuno!
—¡Oh hermanita, llegas justo a tiempo! Martín me iba a follar el culo, ¿te apuntas? —dijo su hermana menor sin el menor de los reparos hasta permitiéndose ser sarcástica.
—¡No lo puedo creer Martín! —dijo estallando en llanto y tapándose la boca.
—¡Yo no…! —no tenía nada que decir pero al menos lo intenté.
Y así se me cortó el rollo, estaba excitado, ¡sí! Empalmado, ¡sí! Pero las ganas se fueron por el mismo lugar donde una emocionada Berta desapareció.
—¿No me vas a follar ahora? —dijo Aderita.
—Perdóname Aderita, pero si me quedo ahora Berta no me volverá a mirar a la cara —dije yo dejando a la pobre Aderita tan caliente como sola, yendo tras Berta.
Ni que decir tiene que Berta no quiso ni mirarme el resto del día, se fue de casa de mi abuela y para cuando me quise dar cuenta Aderita regresó y se despidió también de mí.
—¡Ya me he terminado yo primo! Pero que sepas que me ha encantado como me has comido el culo y te hubiese encantado follárselo, ¡tonto!
—Aderita yo soy un estúpido, lo sé, ni te he follado el culo y tu hermana ahora me odia por haberme pillado contigo —me lamenté.
Entonces Berta me besó con su calentura aun apestando toda su boca.
—¡Tonto, yo sigo con ganas de follar contigo! En cuanto a mi hermana algo me dice que ahora te deseará con más ganas —sentenció incomprensiblemente.
Me dejó allí plantado también y yo no podía creer lo que me había pasado aquél día. Así que me volví al pajar y me subí a la segunda planta para echarme entre la paja y entregarme al llanto por haber perdido a mi amor Berta por la calentura de su pícara hermana y tras el llanto me quedé dormido…
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Este es un nuevo capítulo de mi última obra Mi Prima – La más caliente. Así se cierra la trilogía: Las más calientes de Zorro Blanco, junto a La Escritora y La Embarazada. Sin duda una trilogía caliente y muy excitante con la que disfrutarás a solas o en compañía de las osadas aventuras de sus protagonistas.
Si os gusta la serie votadla con 10 puntos y así sabré que hay interés, ¡y seguiré publicandola capítulo a capítulo! 😃

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