PDB 37 Noche de “las madres” …(IV y final)




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Compendio III


Levanté la cabeza y me aseguré de que Emma siguiera durmiendo.Realmente, ninguno de los 2 queríamos despertarla, porque ya había tenido mucho y se merecía su descanso.

Sin embargo, al igual que a mí, para Marisol no queda la noche completa si no le hago un anal día por medio. Y esa noche, lo deseaba con urgencia.

Así que tratando de ser lo más sigiloso posible, rodé por mis rodillas y me coloqué detrás de mi esposa. Agarré con fuerza las caderas de mi ruiseñor y la penetré con fuerza, hundiendo mi miembro en su apetitosa colita.

PDB 37 Noche de “las madres” …(IV y final)

Sin embargo, fue el vaivén que llevábamos el que nos delató. Podrán imaginar la sorpresa de Emma que nos miraba hipnotizada cómo los 2 nos movíamos en perfecta coordinación. Nos contó que sintió un sentimiento de celos, pero también, le invadió un sentimiento de curiosidad. De ser parte de algo más grande que sí misma.

Con Marisol, volvieron a mirarse a los ojos, y aunque mi esposa sonreía y trataba de excusarse, la realidad que se miraban no con rivalidad, pero entendiéndose y aceptándose mutuamente.

Marisol se arqueó hacia atrás, gimiendo ruidosamente a medida que mis embestidas le llevaban al límite. Sus paredes internas me sujetaban fuertemente, ordeñando mi pene con cada espasmo. La cama se sacudía violentamente ante nuestro peso combinado y Emma podía sentir el calor de nuestros cuerpos, donde el sudor se marcaba sobre la piel. Nos dijo que para ella fue algo que nunca había experimentado antes.

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Cuando finalmente llegó el momento de compartir nuestro orgasmo, reposamos juntos, una vez más revueltos el uno con el otro. No fue necesario decir más palabras: la conexión entre nosotros las decía por volúmenes.

Emma se estiró, trazando su dedo a través del mentón de mi esposa, sintiendo su suave piel bajo su tacto.

Cuando los primeros rayos de la mañana atravesaron las cortinas, proyectando líneas doradas por encima de la cama, Emma se encontró perdida en sus pensamientos. A medida que me miraba, estando en ese punto en donde el agotamiento es tan intenso, que te sientes incluso cansado para dormir, y que reposaba felizmente a su lado, con una mano alojada en torno a su cintura, le sonreí con mis ojos a medio cerrar en placer.

Entonces, miró a Marisol, que yacía enroscada hacia mi lado, con su cuerpo apoyándose al mío.

No pudo resistir un sentimiento de anhelo nacer en ella. Un deseo de experimentar otra vez, la misma conexión que habíamos tenido aquella noche y haber sido parte de ella.

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Pero lamentablemente, había un pensamiento que sujetaba a Emma: su miedo al dolor. Nunca había tenido sexo anal antes, y el pensamiento le ponía nerviosa.

Pero contemplar la expresión satisfecha de Marisol, agotada hasta la medula, no le impidió sentirse curiosa al respecto.

Con esa misma conexión mental que desarrollaron esa tarde, Marisol se incorporó sobre mi hombro y la miró a los ojos. Hubo una vez más, un entendimiento intrínseco en sus miradas y una calmada reafirmación que aceleró el corazón de Emma.

Insisto que, sin decir palabras, Marisol se incorporó sobre mí y tomó la mano de Emma, apretándola suavemente.

Al sentir el movimiento, noté la mirada de Emma, como si se preguntara si me quedaba un esfuerzo más, antes de empezar el día. No puedo negar que su mirada esperanzadora me inspiró, sintiendo cómo mi erección volvía a ganar consistencia bajo mi abdomen.

Entonces, con una sonrisa coqueta, Emma se volteó sobre su estómago, presentándose hacia mí.

+       ¡Por favor! – escuché el claro susurro de mi ruiseñor en español.

En efecto, me volteé a verla y me encontré con sus lindos ojitos suplicantes, deseosos que atendiese la curiosidad de su nueva amiga.

Medio sonreí, sintiendo ya dolores molestos en mi hombría y le respondí con una voz comprensiva.

-         ¡Creo que puedo hacerlo una vez más! – respondí a Marisol, posicionándome detrás de Emma, a la que le advertí.- ¡Por favor, recuerda que estoy un poco cansado!

Las chicas se rieron jocosas. Había arrasado con ellas hasta dejarlas satisfechas y aunque sabían ya que esto era simplemente gula, ninguno de nosotros quería echarse atrás.

Escupí en su trasero un poco y empecé a masajear su culito. A diferencia de Cheryl, que ya le he metido más de 3 dedos, a Emma le he metido uno o 2 ocasionalmente, porque me seguía gustando más hacerle el amor.

Mientras que Emma jadeaba levemente, también aprovechaba de masturbarla vaginalmente, de manera de sacar sus espesos fluidos y untarlos sobre su ano, tanto excitándola como lubricándola para lo que se venía.

Entonces, mi esposa, solidaria, tomó su mano y le explicó lo que sucedería a continuación.

+       ¡No te preocupes! – le dijo. –Mientras no te pongas nerviosa, no dolerá tanto. Además, ya sabes cómo es él…(le dijo, mirándome cariñosamente) si él siente que tienes dolor, se detendrá…(entonces, volvió a reír con dulzura) se va a sentir como que algo te quema…algo rico… grande… que se quiere meter dentro de ti. Parecido a cuando perdiste la virginidad, en realidad. Pero cuando ya pasa su cabeza, él descansará un poco (le dijo, acariciando su cabello con suavidad) para que tú te acostumbres y cuando te sientas lista, él empezará todo. ¿Entiendes?

Las palabras de aliento de Marisol calmaron bastante a Emma, que soltó un suspiro. Cuando sintió mi pene entre sus nalgas, Emma nos dijo que cerró sus ojos, preparándose para el inevitable dolor…

Pero en lugar de eso, sintió una sensación extraña, casi familiar, a medida que empujaba dentro de ella. Nos contó que no era tan mala como ella pensaba que sería.

De hecho, se sintió… bien.

A medida que empecé a empujar dentro de ella, Emma soltó un estremecido respiro. Fui gentil, pero firme, con mis manos sujetándome a su cintura para guiarme.

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Marisol nos miraba por el lado, con su propia mano acariciando el estómago de Emma. La conexión entre los 3 era palpable, y a medida que seguía empujando, se sentía más cercano a nosotros.

Incluso llegó el punto en donde finalmente, el esfínter cedió y pude meter la cabeza. Emma, ante todas nuestras expectativas, soltó un gemido de placer, que la hizo estirarse.

o   ¡Oh, Dios! – comentó, en un tono muy alegre y satisfecho. – ¡Siempre supe que el sexo contigo sería bueno!

Marisol y yo nos sonreímos, aliviados que la experiencia no le resultó molesta. Y como dijo mi esposa, descansamos un poco para que se acostumbrara a tenerme adentro.

Empecé a menearme lentamente. Al principio, su orgasmo crecía lentamente, como un dolor en lo más profundo de su ser. Pero a medida que mi ritmo se aceleró, su respiración se entrecortó en su garganta otra vez y el placer empezó a estallar en ella, bombardeándola en oleadas. Arqueó su linda espalda, gimiendo mi nombre agradecida mientras la iba penetrando más profundamente, llenándola y haciendo que su cuerpo completo se sacudiera en regocijo.

Cuando todo terminó, terminamos colapsando una vez más, con nuestros cuerpos cubiertos de sudor y los restos de nuestros jugos del amor. Por un buen rato, permanecimos ahí reposando, los tres de nosotros entrelazados y con nuestras mentes procesando la intensidad de lo que habíamos vivido.

Pero a medida que el amanecer ya iluminaba nuestras ventanas, sabíamos que la situación había cambiado y que no habría vuelta atrás.

Apenas pudimos dormir 4 horas, con nuestros cuerpos adoloridos y la mente algo aturdida. Nos levantamos apenas y fuimos al baño, donde las chicas intercambiaban miradas cómplices.

A pesar de estar cubiertas de sudor y oler a sexo, sus sonrisas eran inquebrantables. Parecía como si las 2 hubiesen compartido algo tremendamente especial, casi sagrado.

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De cuando en cuando, notaba sus ojos en mí, puesto que mi pene todavía hinchado era el centro de su atención. De nada me sirvió explicarles que mi erección remanente era solamente estética.

Sin embargo, y como suele pasar cuando mi ruiseñor está con otra mujer, su curiosidad y el deseo solamente crecieron con más fuerzas. Alcancé a notar un guiño raro entre ellas, antes que me pidieran que me duchara yo primero.

La verdad, estaba agradecido. Me sentía pegajoso, apestoso, sucio y transpirado. Y realmente, necesitaba una ducha caliente con urgencia…

Sin embargo, sin hacer ruido alguno, se colaron conmigo al baño, bajo la excusa de que “no querían dejarme solo”, por lo que me presionaron hacia los frescos azulejos, puesto que las 2 “me querían lavar en agradecimiento”.

En realidad, se tomaron seriamente su labor, jaboneando mis brazos, mi espalda, mis muslos, mi cintura, y mis piernas detalladamente, explorando todo mi cuerpo minuciosamente al antojo de ellas, dejando para el final, mi entrepierna.

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Con la sensual mirada de Emma, mordiéndose el labio inferior y con los ojos resplandecientes de deseo de mi ruiseñor, sacando su sedienta lengua, me pidieron que “me calmara…”

Que “ellas harían todo el trabajo…”

Dicho y hecho, sus manos se agolparon para atenderme. Porque una vez que me enjuagaron el pene con jabón, tanto Emma como Marisol se arrodillaron, tomándose sus turnos para besarlo y chuparlo, asegurándose bastante bien que yo volviese a estar completamente limpio y suave a la vez.

Una vez que me dejaron con una sonrisa de imbécil y que ellas quedaron satisfechas, retrocedieron, con sus húmedos y seductores cuerpos agolpándose uno encima del otro y me sonrieron como si fueran un par de colegialas.

Luego de secarnos, a Marisol se le ocurrió la estupenda idea de desayunar desnudos. Le parecía la perfecta manera de empezar día.

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Nos sentamos a desayunar, todavía húmedos con el agua y de vez en cuando, se nos arrancaba la vista mientras desayunábamos, recordando lo vivido un par de horas antes. La verdad, fue un momento despreocupado y juguetón, que parecía dar cierta normalidad a cómo podría ser nuestra relación en el futuro.

Pero seguimos los 3 siendo padres responsables. Y muy a nuestro pesar, tuvimos que devolvernos al dormitorio para vestirnos, puesto que nuestros hijos nos esperaban en casa de Sonia.

Sin embargo, la cercanía y amistad entre Marisol y Emma se mantuvo y a pesar que mi esposa se dio el lujo de manosear los pechos de su amiga, con la intención de "asegurarse que no se fueran a escapar de su sostén", en realidad, no lo sintió fuera de lugar.

Después de todo, éramos amigos y nuestra conexión corría mucho más profundo que nuestros deseos físicos.

Luego de subir a la camioneta, intercambiábamos miradas discretas y sonrisas secretas. Era curioso ver que el nerviosismo que Emma había sentido la noche anterior se había desvanecido completamente, sustituido por una sensación de comodidad y confianza.

En efecto, Emma se sigue acostando conmigo y sí, Marisol es consciente de ello. Pero eso no cambia el hecho que todos estamos juntos en esto. A partir de esos momentos, nos volvimos verdaderamente amigos y sin importar las vueltas de la vida, lo afrontaríamos juntos.

Con solo llegar y vernos, Sonia sabía qué había pasado entre nosotros. Era obvio que los 3 habíamos pasado una noche salvaje y placentera…

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Pero, así y todo, Sonia nos estaba verdaderamente agradecida. Casi conmoviéndose en lágrimas, nos dijo que sin habernos conocido a Marisol y a mí, ella probablemente nunca hubiese sido madre. Y que esa noche, aunque ella sabía que nosotros la estábamos pasando bien a nuestra manera, fue una de las más alegres, porque sintió que su casa estuviera llena de vida.

De hecho, cuando Bastián llegó, lo primero que hizo fue abrazar y agradecer a Marisol y después a mí, por darle permiso a sus hermanas para pasar la noche en su hogar.

En cambio, Emma estaba muy orgullosa que su hija se comportara como una niña madura y no extrañara volver a su casa. No obstante, a medida que la íbamos a dejar junto con su hija a su casa, pudimos darnos cuenta de que se sintió triste al despedirse de Marisol y de mí.

A pesar de las emociones y libertades de nuestras experiencias compartidas, todavía hay parte de Emma que quiere vivir más. Ella sabía que no sería la última vez juntos, pero el pensar en la espera le hacía doler el corazón.

Marisol se dio cuenta que una vez que la dejamos en su entrada y se despidió con la mano, Emma se obligó a sí misma a sonreír.

Lamentablemente, no era fácil. Pero los 3 somos adultos y tendremos que enfrentar lo que nos depare el futuro. Sin olvidar, por supuesto, que tanto ella como nosotros tenemos que ocuparnos de nuestra propia familia.

Y mientras yo apoyaba la mano sobre la palanca de los cambios, sentí la pequeña y fresca mano de mi ruiseñor sobre la mía. Me miró a los ojos, suspiró profundo y soltó el aire lentamente.

Había llegado el momento de centrarse en el aquí y en el ahora y de disfrutar del tiempo junto a nuestras hijas.


1 comentario - PDB 37 Noche de “las madres” …(IV y final)

eltrozo896
Ufff qué excitante
Ahora cual falta hacerle el anal?
Porque deben quererlo todas