Relato de una victima de violacion

LA DRAMÁTICA EXPERIENCIA DE ANGIEKITANA

CON EL BONDAGE FORZADO

por Horacio Velmont



Mientras buscaba en la Red material sobre el Bondage, especialmente de aquellos que lo practicaban, me encontré sorpresivamente con un relato estremecedor de una joven, en ese momento de 19 años, que había sido drogada y que cuando despertó se encontró que había caído en poder de una mafia que traficaba con el sufrimiento de sus víctimas, filmando las escenas de torturas y luego exhibiendo los videos por un precio.

Generalmente este tipo de víctimas son elegidas por las vías “normales”, es decir, mediante una agencia de modelos que publica un aviso en el que solicita jóvenes de buena presencia para modelaje, y por supuesto aclarando que se ofrece una excelente remuneración.

Pero en el caso de Angie utilizaron un método más directo, pues simplemente la drogaron y la condujeron al lugar donde más tarde la torturarían cruelmente de las más diversas formas que la perversidad humana puede imaginar.

Para que Angie se prestara dócilmente a adoptar posiciones de por sí dolorosas y a ser torturada sin miramientos, la doblegaron con un método muy expeditivo: le introdujeron en el ano, previamente untado con un gel especial para facilitar la conducción de la electricidad, un consolador metálico de diez niveles haciéndole probar primero descargas en el nivel uno, solo un segundo, y luego en el nivel 2, tres segundos.

Las descargas, que le provocaron inenarrable dolor y terribles convulsiones, la convencieron definitivamente DE que no tenía otra salida más que la de obedecer.

Por si quedara alguna duda, sus torturadores le advirtieron que cualquier rebeldía, por mínima que fuera, sería castigada con descargas peores que las sufridas, que solamente habían sido de muestra, y por supuesto en el máximo nivel previsto en el aparato, el 10.

Con las mismas amenazas le hicieron firmar un contrato en el que aceptaba todas esas torturas a cambio de una remuneración, que realmente era muy buena.

Filmaron, además, sus respuestas a una serie de preguntas previstas de antemano, lo que le quitaban toda espontaneidad, y en donde tenía que poner cara de estar muy contenta por haber sido elegida y agradecía a quienes le habían brindado esa oportunidad.

¿Es necesario aclarar que mientras era entrevistada Angie tenía introducido en el ano, como advertencia, un consolador metálico conectado a la electricidad y listo para ser usado en cuanto quisiera desviarse de las respuestas programadas?

La terrible experiencia de Angie comenzó cuando un cliente contrató sus servicios como edecán hosstes, que se desarrollarían en una quinta donde habría una cena de ejecutivos.

Su trabajo, que formaba parte del acuerdo, consistiría en recibirlos, regalarles un puro, preguntarles qué querían tomar y pedir a los meseros la bebida que ellos solicitaran. Además, tendría que sonreír ante los piropos y tolerar que la tocaran levemente en piernas, nalgas y busto.

Para que Angie hiciera las delicias de los invitados, todos hombres de alrededor de 50 años, se le proporcionó un uniforme muy provocativo y unas sandalias con un tacón de 17 cm que la hacían ver con una figura sumamente estilizada.

Angie, como mujer que era, obviamente se sintió complacida de que ellos se sintieran a gusto con su presencia y se consideraran bien atendidos. Además se le había pagado muy bien y por adelantado.

La cena transcurrió en orden y ya cuando llegaron todos no era mucha su participación, pues tan solo tenía que recibir y tolerar las invitaciones, propuestas y tarjetas de presentación que le fueron dando casi todos.

Una vez terminada la velada y cuando ya quedaban pocos invitados, pues la mayoría se habían ido, Angie aprovechó para quitarse los zapatos y masajearse un poco los pies. Se sentía cansada y obviamente ignorando lo que le esperaba.

Fue en ese momento que se le acercó quien la había contratado y le ofreció una bebida, que ella aceptó y entonces él fue a traérsela.

Cuando regresó con la bebida empezó a preguntarle cómo se había sentido y a referirse a sus amistades, que según dijo eran, al igual que él, de mucho dinero, algo que Angie ya había comprobado por las propuestas que le hicieran durante toda la noche.

Ya casi terminaba la bebida, una piña colada, cuando de pronto él le preguntó por cuánto dinero accedía a una relación múltiple, a lo cual Angie riendo dijo que eso no estaba en sus planes, que tenía novio, y que además no se prostituía.

Pero él, que estaba bastante ebrio, insistió abrazándola como amigo, y ella, para terminar de una vez por todas con ese asunto le preguntó en broma sobre cuánto costaba un Mercedes azul, cuyo chofer la había recogido en su casa, respondiéndole que nuevo costaba arriba de los 300 mil y usado como estaba aproximadamente 250.000.

Seguidamente, y riéndose por la insinuación de Angie, le dijo que si lo complacía ella podía tener uno nuevo o comprarse uno con lo que le cobrara a sus amigos.

Esto es lo último que recuerda Angie de su conversación porque empezó a sentirse mareada, con la pulsación débil, desubicada. Cuando despertó no sabía cuánto tiempo había pasado ni tampoco dónde estaba porque no podía ver nada a causa de una venda en los ojos.

Además, tenía algo en su boca que le impedía cerrarla y hablar, solo balbucear, una cuellera metálica, forrada en piel y acojinada para que no lastimara, que la forzaba a mirar hacia arriba y los oídos tapados de modo que no pudiera escuchar nada, solo el silencio. Tampoco sentía brazos ni piernas y le dolían tremendamente los dedos de los pies.

En su desesperación por liberarse se dio cuenta de que algo le jalaba el pelo hacia atrás impidiéndole, junto con la cuellera, bajar la cabeza. De inmediato se dio cuenta de que quienes la habían colocado en esa posición sabían muy bien lo que hacían.

Estaba de pie estirada, superestirada de piernas y brazos en forma de equis y sentía unas zapatillas que la forzaban a estar casi de puntitas. Es por esta razón que le dolían los pies, aunque no todo el peso descansaba en ellos, pues estaba distribuido en sus muñecas y tobillos.

Aún no terminaba de despertar, cuando sintió un chorro de agua fría a presión en todo su cuerpo desnudo, que se le erizó por lo frío del agua y que la hizo temblar de pies a cabeza sin control. Además, la posición forzada hacia arriba de la cabeza permitía que el agua le entrara por las fosas nasales, lo que agudizaba su angustia y sufrimiento.

Fue en ese instante, al recibir el chorro de agua fría, que Angie comprendió que estaba completamente desnuda, y más aún al sentir unos fuertes golpes en sus nalgas con una especie de fusta que la hicieron estremecer y brincar de dolor, mientras trataba de adivinar y evitar el siguiente golpe, a pesar de estar super estirada, en un intento vano de soltarse.

Angie estaba bien dotada de sus glúteos, circunstancia que enardecía enormemente a sus torturadores, quienes se afanaban por producirle el mayor dolor posible. Así, detenían los golpes cuando ella los endurecía por instinto para amortiguar el sufrimiento y proseguían cuando se relajaba. Sus nalgas le quemaban y el dolor era insoportable.

Después de cansarse de castigar sus nalgas pasaron a sus muslos y piernas con la misma táctica de hacer los golpes discontinuos, pero ahora con mayor violencia y con un instrumento similar a un látigo que le producía aún mayor padecimiento.

Estaba Angie respirando con dificultad por el tremendo castigo cuando de pronto sintió que le vino un intenso orgasmo por la mezcla de dolor y placer que ya empezaba a sentir casi sin darse cuenta.

Cuando el orgasmo tocó a su fin se le acercó una persona que la tomó por el pelo estirando su cabeza hacia atrás, y quitándole los tapones de los oídos y el aro que mantenía su boca abierta le advirtió, en voz baja y con acento pastoso, que si gritaba pidiendo auxilio la mataba.

Luego le preguntó si le estaba gustando todo lo que le sucedía, a lo que ella respondió que no. Evidentemente no era ésa la respuesta que esperaba porque de inmediato, con voz amenazante, le preguntó si le parecía bien que empezara de nuevo, a lo que Angie, asustada, se apresuró a responder que no. Luego le preguntó si lo iba a complacer en todo, a lo que ella –¿qué alternatía tenía?– contestó afirmativamente.

A la pregunta sobre si ella era puta y consiguiente respuesta de que no, sobrevino un par de latigazos en sus nalgas que la hicieron gritar, llorar y suplicar. Seguidamente regresó y le dijo que no llorara, tratándola de perra, al mismo tiempo que le pellizcaba con tanta violencia sus pezones que la hizo retorcer del dolor.

Quien le había pellizcado los pezones la amenazó con marcarla con un hierro al rojo vivo como a los caballos si seguía llorando y gritando. Angie ya no se atrevía a sollozar ni gritar ni quejarse.

De inmediato todo comenzó de nuevo. Le preguntaron si era una puta y Angie, ya resignada y con el temor de volver a ser golpeada, respondió que sí, que lo era y que por esa razón vestía así tan provocativamente y que le gustaba excitar a los hombres y a las mujeres con su forma de maquillarse, vestir, hablar y caminar.

Además de reiterar varias veces que era una puta, Angie no tuvo otra alternativa que también “confesar” que se vendía al mejor postor, que le gustaba el dolor, sin saber realmente a lo que se estaba exponiendo.

A continuación, mientras su captor riendo le decía que cuando terminara el tratamiento amaría el dolor y le volvía a colocar el aro de nuevo en su boca, le empezaron a llenar el cuerpo de pinzas metálicas tipo Baco, sujetapapeles de todos los tamaños, en sus pezones, busto, labios vaginales, nalgas, muslos y entrepiernas.

Cada pinza solo agarraba la más mínima cantidad de piel, suficiente para no soltarse, lo que le proporcionaba un dolor indescriptible. Y a cada quejido que profería le seguía el goce de placer de quienes la torturaban, especialmente al ver como se contorsionaba de dolor tratando de soltar las pinzas en un inútil esfuerzo. De allí a quedar totalmente doblegada había solo un corto paso.

Angie, presa de un dolor intenso, inenarrable, respiraba agitadamente mientras trataba de gritar pero la mordaza se lo impedía. Al gritar solo hacía ruidos con el interior de su estómago, pero sus torturadores sí se daban cuenta de que realmente la estaban lastimando y que su estrategia de doblegarla había funcionado. Angie se sentía ya al borde del desmayo.

La tuvieron así durante aproximadamente 20 minutos cuando alguien supuestamente se compadeció de ella y le quitó la mordaza, circunstancia que Angie aprovechó para gritar y llorando pidió que suspendieran la tortura porque iba a acceder a todo lo que le pidieran.

El dolor era tan intenso que le impedía concentrarse en lo que quería decir, y así, a la vez que temblaba sin control, balbuceaba palabras inconexas pidiendo perdón para que le quitaran las pinzas porque no las soportaba más.

Mientras les quitaban las pinzas del cuerpo le recordaron que de aquí en adelante debía cumplir su promesa de obedecer y que no había marcha atrás y que el hierro para marcarla se estaba calentando.

Angie, casi a grito pelado le respondió que sí, que lo iba a recordar y al mismo tiempo suplicando por favor que ya no la castigaran más porque a esas alturas era insoportable el dolor que sentía en todo el cuerpo. Pero como respuesta recibió una bofetada al mismo tiempo que le espetaban que las putas como ella no suplicaban, sino que se vendían y toleraban todo. Además, le advirtieron que la habían comprado y por eso podían hacer con ella lo que quisieran.

Para confirmar que ella había comprendido, el interrogatorio comenzó de nuevo, si le gustaba mucho el dolor y el castigo, si estaba aquí por su gusto y voluntad, si deseaba ser castigada, penetrada y torturada, si le gustaba el sexo anal, vaginal y oral, las descargas eléctricas, la electroestimulación en pezones, ano y vagina, en los dedos de los pies y en las nalgas, si quería consoladores donde sea, juegos de asfixia, siendo la respuesta de Angie un fervoroso “sí, sí, sí, lo que usted ordene”.

También le preguntaron si todo esto lo hacía por dinero y por placer, a lo que Angie respondió que sí y que no tenía ningún motivo para demandarlo, y que le gustaría todo lo que le hicieran.

Luego de inquirirle por su nombre, edad, domicilio y otras generalidades, le preguntaron: “¿Sabes y estás consciente de que vas a estar en una sesión masoquista, sometida por cuarto hombres, más los que se agreguen por espacio de cuatro días, que en este tiempo se te va a tratar de una manera especial, castigar, torturar y penetrar a nuestro gusto y que si opones resistencia a alguna de las prácticas vas a ser convencida a llevarla a cabo como lo hemos venido platicando, que todo el evento va a ser filmado bajo tu aprobación, y si es comercializado esa parte depende de nosotros y no tienes derecho de regalías o cualquier otra compensación o reclamo? ¿Según el contrato que firmaste y que con el cheque que se te entrega por la suma estipulada por ambas partes estamos de acuerdo en respetar al pie de la letra el mismo?”.

Angie no puso ninguna objeción –¿cómo hubiera podido?– y asintió reiterando varias veces que estaba completamente de acuerdo con todo lo mencionado, agregando que le gustaba porque era masoquista.

Varias veces le preguntaron lo mismo, de modo que no quedara ninguna duda de que prestaba “libremente” el consentimiento para todo lo que le harían: “¿Estás de acuerdo en realizar la práctica conocida y llamada Bondage, en la cual estarás sometida casi todo el tiempo, en que se te castigue, torture y penetre de todas formas que deseen tus clientes?”.

– Sí, sí, sí, estoy de acuerdo.

– “Escucha y lee con atención. Todo lo anteriormente mencionado a cambio de la suma económica que fue pactada antes del inicio de la sesión, la cual será cubierta en su totalidad al finalizar la práctica que durará cuatro días que abarcan de jueves 19 de agosto del 2001 a domingo 22 de agosto del 2001. En este tiempo serás sometida a toda clase de castigos los cuales se pactaron con anterioridad, mismos que tú avalas y que se plasman y describen uno a uno a detalle en el contrato escrito avalándolos con tu firma, credencial de elector y huellas. Además, eres libre de parar esto cuando tú así lo decidas. ¿Estás totalmente de acuerdo?”.

– Sí, sí, estoy totalmente de acuerdo.

– “¿Estás siendo obligada por alguien o algo a firmar el siguiente contrato? Contesta explícitamente?”.

– No, no soy obligada por nadie ni nada a realizar el evento anteriormente mencionado.

Así continuaron preguntándole por más de una hora todo tipo de cuestiones, dirección, teléfonos de familiares, etc., etc. La tenían totalmente investigada. Al final, Angie se dio cuenta de que todo lo estaban grabando en audio: Le hicieron firmar una serie de documentos el día domingo –¡y de qué manera!–, y le pagaron muy bien para que no los denunciara. Además, la amenazaron con su familia, le enseñaron fotos de su casa, familiares, con hacerle daño a sus hermanas y madre si los denunciaba.

Cuando todo hubo terminado le volvieron a poner en la boca el aro de acero que le impedía gritar, los tapones en los oídos y ya estaba como en un principio, sin ver, oír, hablar o moverse, y menos oponer resistencia alguna.

Luego dos personas le empezaron a morder los pezones, a la vez que con sus dedos empezaron a penetrarla por su ano y vagina, cada vez más salvajemente, hasta que uno de ellos logró alcanzar su punto G y la obligó a excitarse como loca.

Angie, sin quererlo, estaba viviendo una situación de orgasmos inducidos, forzados. Cuando estaba a punto de venirle un orgasmo, en el colmo de la perversidad dejaron de tocarla y ella empezó a tratar de soltarse, a bailar de placer y ansias, a tal punto que le dolieron enormemente los ovarios por falta de estímulo.

Mientras tanto alcanzaba a oír que se reían al ver su desesperación de querer seguir siendo tocada, acariciada, penetrada, de forma involuntaria.

Así la dejaron por espacio de aproximadamente media hora, con sus ovarios que la doblaban de dolor. Angie deseaba desesperadamente soltarse para penetrarse ella sola con lo que fuera o acariciarse para logar el orgasmo y salir de esas tremendas ansias y deseos.

Cabe señalar que Angie le había dicho a su familia que iba a salir a Can Cun antes del evento, ya que tenía pensado irse de viaje el jueves al finalizar el evento en la quinta, sin saber lo que le esperaba. Sus padres y hermanas, por el tipo de vida que ella llevaba, no la echaron de menos. Ella siempre tuvo muchas libertades.

Para el evento, quien la contrató le envió su chofer. El día que la liberaron, ya pasadas las 11:00 de la noche, la arreglaron con la ropa que usó en dicho evento y no la dejaron bañarse. Ellos se quedaron con todo el contenido de su bolso e incluso su agenda y sus documentos, en garantía de que no los iba a denunciar.

Angie solo conservó el cheque y una copia del contrato. La dejaron en un lugar sobre la carretera nacional, y se encontraba tan débil que ni siquiera pudo recordar cómo tuvo fuerzas para llegar a tomar en taxi. Se fue a la casa de una amiga, quien al verla cómo iba vestida se rió, pero al comprobar las deplorables condiciones en que se encontraba pensó que había sufrido una simple violación.

Para reponerse le refirió lo sucedido aunque sin lujo de detalles. De inicio su amiga le sugirió que los demandara, pero luego que Angie le diera algunos pormenores concluyó en que no debía hacer nada porque se iba a quemar socialmente, pues ellos tenían su testimonio de autorización grabado en audio y firmado en papel. En cuanto a los padres de Angie, a la fecha solo creen que fue violada.

En esta experiencia Angie aprendió de todo. Se hizo multiorgásmica, si es que ya no lo era, y muy fanática del sexo, siendo una de sus fantasías más recurrentes la de volver a revivir la experiencia, pero esta vez en forma consensuada y con hombres a su gusto.

A consecuencia de lo vivido, Angie le perdió el miedo a lo más malo que le pudiera ocurrir.

En esa experiencia aprendió y conoció innumerables aparatos para someter, castigar y torturar sin dejar rastros, todo tipo de castigos, humillaciones y posiciones incómodas o vergonzosas que dejan totalmente expuesto el sexo. Le dejaron marcas que duraron casi tres semanas y una semana permaneció rosada.

Durante las sesiones Angie se desmayó varias veces, y pudo resistir todo lo que le hicieron gracias a su buena condición física y a un cuerpo sin grasa por la buena alimentación.

En el tiempo que duraron las torturas solo tomó sueros y líquidos, alcohol o suero vía intravenosa, con el cual la mantenían permanentemente drogada, además de comportarse en forma muy accesible a la par que excitada.

Aun hoy Angie ignora que fue lo que le inyectaron. Le hicieron a diario enemas anal y vaginal para evitar el embarazo, ya que en ningún momento quienes la penetraron utilizaron condones.

Lo que Angie pasó mientras estuvo en manos de sus captores fue indescriptible. Nunca había vivido algo similar ni imaginó que algo así pudiera existir. De lo que sí está completamente segura es de que el video obtenido debe ser muy estimulante y que con solo verlo provocará una intensa excitación.

Angie buscó el video incluso en el mercado negro, pero no ha tenido éxito, y lo que se exhibe actualmente en la Red no se asemeja en lo más mínimo a su experiencia, máxime que todo fue real y para nada actuado.

Para concluir, quiero dejar aclarado que cuando decidí contactarme con Angie para pedirle que relatara su experiencia ampliando los detalles ya brindados por ella en la Red, tenía mis dudas de que aceptara por los riesgos que ello presuponía.

Sin embargo, para mi sorpresa, accedió a hacerlo aun sabiendo que ello la expondría a las iras de sus captores.

Sea, entonces, esta página Web, por una lado un homenaje a su valentía, y por el otro una prudente advertencia a aquellas mujeres que tienen vocación de modelos, porque no es siempre oro lo que les ofrecerán.

LA HISTORIA COMPLETA ACA

FUENTE:

poner en el buscador "Angiekitana"

http://grupoelron.org/index.htm

7 comentarios - Relato de una victima de violacion

ReneLeXXX
excelente relato capo, estremezedora historia 😃
Relato de una victima de violacion
juansoisa
muy buen relato... un ejemplo para los demas ESCRITORES/as de la pagina 😀 te felicito si conseguis el video avisa no me dejes afuera ehhh 😀