Más que la lealtad, pudo el ayuno.

A Pilar (Pili) la vi como nunca la había visto ni me imaginé que la vería, esa tarde en que abrí, sigiloso, para no despertarlos, la puerta del cuarto de los chicos, con la idea de recuperar mi llavero. Se lo había “prestado” a Tomasito a quien le fascinaba la pequeña linterna MagLite, que era parte de mi manojo de llaves, para que aceptara ir a acostarse junto con su hermanita Laura para la siesta. Habíamos terminado de almorzar y Pili, después de limpiar la cocina, había querido aprovechar el tiempo que demandaba la cafetera eléctrica para hacer la infusión, y llevar los hijos a la cama. Minutos después regresó y, servido el café, al sentarse para la sobremesa con un movimiento involuntario derramó la casi totalidad del contenido de su taza sobre su blusa y pantalón.
-…..¡uuhhyyy! que torpe….mirá como me puse….- se disculpó. Dudó unos segundos y agregó:
-…..disculpame Julito,…tengo toda la ropa manchada y hecha sopa…..me voy a cambiar…tomá tu café que después tomamos otro juntos..-
-….andá que yo seco la mesa y el piso…-
Después de protestar que no correspondía que me tomase el trabajo, me dejó un mantelito para reemplazar el mojado, me indicó donde encontrar el trapo de piso, y fue a cambiarse.

Gustavo, alrededor de unas dos semanas antes de ese día, al viajar al exterior por trabajo (era la primera vez en los seis años de casado que se ausentaba por tiempo prolongado), me había recomendado que “cuidara de” su esposa Pili y de los chicos durante su ausencia. No me dio mucho trabajo el encargo: algunos trámites, cambio de una llave de luz, llevé los chicos al circo y otras menudencias, poca cosa y además, los domingos tuve la “compensación” de almorzar con ella y los pequeños. Vivía solo y me resultaba placentero ese evento dominguero: buena comida, juegos con los nenes y charla amena con Pilar.
Además de inteligente, simpática y conversadora ingeniosa, Pili es una mujer muy linda. Con ella la naturaleza no fue avara, la dotó de todos los atributos femeninos de gran factura: alta, de cabello castaño claro, ojos increíbles, rasgos faciales delicados, pecho, cola y piernas impecables. Disparaba fantasías pero era la mujer de un amigo y eso para mi era excluyente.
Lo fue hasta que, ese día, abrí la puerta del cuarto de los chicos.

Limpié el café derramado en el piso pero al levantarme enganché un botón de mi camisa con el borde de la mesa. Debido a que estaba ya a punto de desprenderse (siempre postergaba el reforzar la costura) cayó al piso y, rodando, fue a dar bajo la cocina a gas. Me arrodillé en el piso pero no pude localizarlo y quería recuperarlo por ser un botón metálico estampado que difícilmente podría comprar en el comercio. Pretendía evitar el cambio de todos los botones, por eso fui en búsqueda de mi linterna, adherida al llavero, para iluminar el bajo cocina. Al abrir la puerta, entreabierta, me encontré con Pili inclinada sobre la cama de Laurita vestida sólo con una blusa corta y tanga cola-less. Quedé “petrificado” con el picaporte en la mano, los ojos clavados en el hermoso cuerpo semi-desnudo (y en el culito vuelto hacia mi) y una tormenta en la sangre.
Ocurrió que mientras se estaba cambiando la ropa, Pili escuchó, por el intercomunicador con la pieza de los hijos, que la nena se quejaba por haber extraviado el chupete y se apresuró a auxiliar, así a medio vestir, a la hija por temor a que se desvelase y no volviera a dormirse. No era de esperar que yo irrumpiera, estaba en la cocina y no podía verla desde allí. Sin embargo, por la singular secuencia de hechos fortuitos (el llavero que le di a Tomasito, el café derramado en su ropa, la caída de mi botón en lugar insólito, el despertar de la nena durante el cambio de prendas) nos encontramos frente a frente con ella casi sin ropa. Al escuchar el ruidito de la puerta y verme Pili, se incorporó e hizo la señal de silencio con su dedo índice en la nariz, se llevó a la cintura, a modo de escudo, el vestidito de la hija y vino hacia mi, que seguía inmóvil:
-….¿que haces aquí?...¿que pasó?....cerrá la puerta que se despiertan los chicos…- tenía las mejillas en llamas por lo incómodo de la situación.
-…..vine por mi llavero….no imaginé que vos….- balbuceé sin poder dejar de mirarla.
Apoyó su espalda en la pared y trató de explicar su presencia en el cuarto de los nenes.
-…..escuché llorar a Laurita y diciendo “petee” corrí porque si se despierta no hay quien la haga dormir……..voy a terminar de cambiarme- completó la aclaración e hizo el ademán de volver al dormitorio.
El deseo por esa hembra me cruzó el pecho como un golpe, mi autocontrol se desvaneció, el miembro se irguió rígido, con el brazo izquierdo le impedí avanzar y con el restante la tomé de la cintura para atraerla a mi.
-¡Julito!!!...¿Qué vas aaaa hacerrrrr?...soy Pili, …-
Tuve un momento de lucidez, la solté, me separé un poco y murmuré:
-Tenés razón….me voy….busco el llavero que tiene Tomasito, si no, no puedo entrar en casa y me voy….disculpame…por favor…-
Se mantuvo quieta y callada unos instantes, luego:
-¡no es eso Julito!....no te vayas….no me gustaría que te fueras ahora……quedate por favooor- sus ojos, la expresión y colores de su rostro la traicionaban en su esfuerzo de disimular que su tensión erótica no iba a la zaga de la mía. Fue más de lo que podía manejar: volví a apretarla contra mi y nos besamos brevemente pero apasionadamente. Ella separó su boca de la mía, giró la cabeza y la apoyó en mi pecho:
- ¡esto es de locos, Julito!!...¿que nos está ocurriendo? –
- lo que sucede desde el origen de los tiempos: cuando una mujer y un hombre se gustan y las circunstancias los ponen frente a frente y sin testigos, Pili…-
-..siii, pero…- no hubo pero que valiese y reanudamos los besos.
Mientras el “labio a labio” se prolongaba, mi mano comenzó a recorrer el cuerpo de Pili, que suspiró complacida con las caricias en sus tetas y gimió cuando alcancé la concha:
-¡..qué buenaaa está tu cotorrita!!!...¿me la das, ¿Si?- le suspiré en el oído.
-¡no me preguntes eso!...por favorrrrr…..eso no se pregunta…-
Dócilmente dejó que, tomada de una mano, la llevara al dormitorio. Nos besamos y la acaricié en el entrepiernas nuevamente al borde de la cama. Lo sentí húmedo. Pili estaba tan excitada como yo.
-…¡ahhhyy Julito….no se que me pasa….se que es una locura esto..…una traición….pero…me..me…no se como …no quiero frenarte…- musitó con un hilo de voz.
-….tranquila Pili, está todo bien…y si no, no tenemos como pararlo…-
Le saqué la blusa y el corpiño, bajé la bombacha, ella maniobró las piernas para dejarla en el piso. Con su ayuda me deshice de camisa y pantalón y la acosté de espaldas, transversal a la cama.
-…¿tenes preservativos, Pili? –
- no…pero no importa….tomo la pastilla -
Me encantó la noticia. Me quité el slip, subí de rodillas entre sus piernas, y me acomodé encima de ella que me recibió con los labios entreabiertos, le pegué los míos y mientras mi tararira le iba invadiendo la conchita, ella disparó su lengua dentro de mi boca. La cogí con delicadeza, bombeando sin pausas, disfrutando lo indecible de su “respuesta” complementando con sus movimientos los míos al penetrarla. Se mantuvo al principio callada, escuchando mis halagos en su oído, hasta que comenzó a exteriorizar, con suspiros y gemidos suaves, monosílabos, frases truncas, su placer: “¡Siiiiiii….asiiiii Julitoooo!…” “¡Ahhhh como te sientoooo!..” “¡Uhhhyyyy Julitooo no pares…dameeee!....” ”¡Diosss que ricooooo!!…” “¿asiii te gustaaaa?..”
Con “¡siiiii siiiiii siiiiiiiiiii dameeee, seguiiiiii, por favor dameeeeeeeeeee….asíiii ….asiii!!!!..” Pili anunció que le sobrevenía el climax. Nuestros orgasmos, fueron casi al unísono. Del éxtasis que experimentábamos, se lo “informamos” a quien había hecho el mérito, en voz alta.
Caí demolido a su lado, para regresar a este mundo. Ya distendidos aludimos nuestras deslealtades. Pili, se sintió en parte justificada, por la extraña cadena de eventos que la dejaron, con sólo ropa íntima, expuesta a mi “ataque”, que no supo repeler tal vez debido a la prolongada ausencia del marido y el resentimiento que sentía hacia él por dejarla por tanto tiempo y talvez por algo más.
-Gustavo se fue…. Podría haberse negado a viajar…. No le importó que me quedaba sola con los nenes…soy joven y me pesa no tener a mi hombre….vos, vos estuviste a mi alrededor todo el tiempo…y siempre me inquietaste….-
La abstinencia potenció su humana fragilidad y se entregó a las demandas de su cuerpo. Nadie está obligado al ejercicio heroico de la virtud.
Los “mea culpas” no se prolongaron en demasía. Estábamos solos en el cuarto, desnudos y en la cama. Transcurridos algunos minutos, un beso, 2 besos-….besos varios y caricias en su entrepiernas. Mi rigidez recargada fue en procura de la cueva ardiente de Pili. El segundo plato los disfrutamos tanto o más que el primero. Eso si, menos sonoro: nos besamos tanto mientras cogíamos que sólo hubo lugar para esporádicos gemidos y exclamaciones “¡Ahhhhh!!!, ¡Uhhhyyyyy!!.
Nos vestimos, casi precipitadamente. Se aproximaba la hora de que los nenes despertaran.

Protestó cuando, antes de irme a casa, le prometí volver al anochecer (no lo dije en voz alta pero estaba implícito que era para pasar la noche con ella):
-…mejor no…destrozamos todas las reglas…de fidelidad, de lealtad y vos de amistad….-
Regresé cuando los chicos ya dormían otra vez. Pilar me franqueó la entrada y me recibió con un beso apasionado.
-Que bueno que no me hiciste caso….y volviste…Después que te fuiste, con lo que te dije y con la mente fría, pensé que por escrúpulos o lealtad decidieras no venir……me alegro que estés aquí…..aunque es lo último que debería revelarte…me da vergüenza pero estoy “chocha” de estar otra vez con vos… –
- ¿Sabes que Julito? Estoy feliz de haber roto las cadenas de lo formal contigo. Cuando te abrías paso dentro de mi experimenté sensaciones de placer que ni imaginaba. Me sentí con la sangre en llamas, cuando ibas más y más adentro. ¡Que calentura, que deseos indescriptibles al estar haciendo algo prohibido, hacer el amor con otro! –
-¿Y vos que sentiste al poseer la mujer de otro? -
- ¡Loco de contento! No recuerdo nada que se asemeje al placer que me diste. -
Tomamos café, algunas copas de licor, bailamos música lenta, nos acariciamos hasta que desbordados por la urgencia de la carne hicimos el amor ella sentada en el respaldo del sofá yo parado entre sus piernas. Calmados un poco gracias a ese primer desahogo, buscamos la cama. La noche fue intensamente erótica, literalmente nos devoramos, compitiendo para satisfacernos mutuamente. Sin el empacho del estreno Pili no se negó a nada, si bien yo fui prudente en las demandas.
Hasta el regreso de Gustavo, hubo otras noches y un par de nuevas siestas de domingo con llamas en el dormitorio. Después, de tanto en tanto y por bastante tiempo, pergeñamos refugiarnos en algún hotel, para calmar lo que ya era fiebre del uno por el otro.
Desleales los dos.
Pero que bien que la pasamos juntos, mientras duró.

3 comentarios - Más que la lealtad, pudo el ayuno.

Chronoskm
Muy muy bueno bien escrito y un erotismo bien contado 10 puntos