La depravada - Parte 21

La depravada - Parte 21



relatos


La depravada


Parte 21


Adaptado al español latino por TuttoErotici
 
¡Me sucedió algo fantástico!
Leí en la cartelera que proyectaban una película antigua, que quería ver desde hacía mucho tiempo, en un pequeño cine de barrio.
Así que decidí ir a verla por la tarde, llegando justo cuando empieza la publicidad.
En el descanso, voy al baño y me encierro en el excusado.
Pero antes de levantarme la pollera para orinar, percibo un agujero en la pared. La abertura es lo bastante ancha y distingo muy bien que, atrás de ella, un ojo brillante me observa. Dado que al otro lado están los baños de hombres, no tengo ninguna duda sobre el propietario del ojo curioso: ¡un voyeur!
Como a muchas mujeres, los exhibicionistas me parecen un poco ridículos…, aunque no los detesto en absoluto…, ¡al contrario!… Hasta siento cierta simpatía por los mirones.
Muy excitada pensando que me están observando, y segura de que el hombre ignora que lo descubrí, lo tomo con mucha calma.
En lugar de limitarme a subirme la pollera, me la saco y despliego a la mirada anónima la deslumbrante blancura de mis firmes muslos.
Giro, mostrando el culo, y me bajo muy lentamente la bombacha. Descubriendo mis nalgas, que acerco al agujero.
Inmóvil por un instante, giro una vez más, dejando ver el vello que oculta mi sexo y que deja adivinar la hendidura rosada de mi concha…
Por último, en lugar de sentarme en el inodoro, me subo en él y, con los pies sobre el borde, me agacho de tal forma que el mirón pueda observar a su antojo toda mi viciosa maniobra.
Debo decir también que, tengo que rendir mi tributo a la naturaleza… ¡de las dos maneras!
Segura de que el señor de al lado se sacó la verga del pantalón y se apoderó febrilmente de ella para masturbarla, me quedo un buen rato en esa pose.
Me parece escuchar el jadeo del mirón súper excitado…
Entonces, me concentro…Pujo ligeramente… Las primeras gotas de orín rubio escapan de mi grieta, entreabierta por la posición.
Luego llega el chorro… El hermoso chorro ruidoso, que brota con fuerza y se esparce sobre el inodoro. Cuando cayó la última gota de oro, se produce una pausa… ¡Sonrío pensando en la terrible excitación que debe sentir mi vecino en estos instantes!… Pero no miro hacia el agujero, solo contemplo mi bajo vientre bien expuesto, húmedo todavía.
Y pujo de nuevo…¡Oh!… ¡Lo que hago me parece tan puerco, tan vicioso, que me siento obligada a detener mi empuje!… Hacer esa cosa tan íntima…, tan secreta…, sabiendo que ahí,frente a mí, un ojo puede verlo todo…, y que se complace en mirarlo…
¡Tengo un orgasmo!…Sólo de pensarlo, mi conchita se pone a fluir… Una pequeña sacudida me agita y un violento placer me corta la respiración.
Finalmente, recobro mi ánimo. Mi excitación no disminuyó, pero mi placer se hace más suave…
Pujo tranquilamente…, y siento que llega. Mi ojete se abre poco a poco… ¡Ya llega!…¡Ah!… ¡Qué lindo es!… Pasa por el precioso agujero… Desciende… y, ¡flop!…,¡cae!
Me parece ahora oír grititos de placer al otro lado del tabique.
Entonces, con audacia inusitada, miro fijamente frente a mí y hago una señal con el dedo… Mi índice traduce mi llamada apresurada… Y con la otra mano ¡abro el pestillo de la puerta! El mirón no duda ni medio segundo. Lo escucho  levantarse a toda velocidad, abrir la puerta, cerrarla de nuevo y precipitarse hacia mi excusado.
Así, un segundo más tarde veo abrirse mi puerta y aparecer un jovencito (¡no tiene ni veinte años, el muy cerdo!), que cierra el pestillo al entrar.
Sin decir palabra, se tira a mis pies, acerca su lengua hambrienta hacia mi entrepierna y se pone a succionar todas las gotas que puede encontrar en mis pegajosos vellos.
No se tomó la molestia de cerrarse la bragueta y, mientras me chupa, asoma un espléndido y pequeño instrumento, tieso como un palo.
Después, el muy asqueroso, hunde más la cabeza y su lengua alcanza mi oloroso ojete, marcado aún por lo que acaba de hacer…
Con furiosa codicia, el jovencito me lo limpia.
—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!—no puedo evitar gritar, hasta tal punto me vuelve loca la dulzura de ese toqueteo.
Aquello me excita más violentamente. ¡Hunde la lengüita puntiaguda hasta la raíz y parece querer devorarme viva!
Le veo agarrarse la verguita y empezar un furioso movimiento de tracción. Da pequeños gemidos, gruñidos de placer, ¡como un verdadero cerdito rosado!
De repente, espléndidos chorros de líquido brotan de su pija y se esparcen por los bordes del inodoro. Como un loco, se masturba más todavía.
Entonces, yo enloquezco,¡lo empujo!… ¡Bajo del inodoro y me arrodillo en el suelo!… ¡Agacho la cabeza!…¡Saco la lengua!… ¡Y lamo, en el suelo embaldosado, las abundantes gotitas todavía calientes de su deliciosa leche!… ¡Lamo después, también las del borde del inodoro! ¡Y llego! ¡Ah, que orgasmo!
Más calmada, me incorporo y, agarrando la nuca de mi joven mirón, cubro su boca con la mía. Estamos así largos minutos, pasándonos la lengua, succionándonos los labios en un fogoso beso.
—¡Sos un amor, pequeño! —le digo en un susurro.
—¡Oh, señora!…¡Qué buena es usted!… ¡Cómo le agradezco!… ¡Nunca fui tan feliz, y nunca volveré a serlo igual!… ¡Usted es la primera que cumplió mis sueños!
—Si querés, querido, volvemos a empezar… No habrá tanta sorpresa, no será tan inspirado, pero ya verás, te voy a hacer llegar de nuevo… ¡cumplirás tus deseos más secretos!… ¡Pensá que conmigo todo es posible! Soy muy viciosa, sabés… ¡Y adoro a los muchachos viciosos como vos!
—¡Ah, señora!… ¡Me gustó tanto! —murmura otra vez, y siento que su verguita se endurece de nuevo por mis toqueteos.
—Vení —le digo—, no nos quedemos acá, pueden descubrirnos… Si querés, te llevo a mi casa.
—¡Oh, sí, señora!Me gustaría.
Abandonamos el cine y nos metemos en un taxi.
¡Con qué rapidez subimos la escalera!
Lo llevo a mi habitación y, sin esperar, lo pongo en pelotas para saciarme contemplando su magnífico cuerpo adolescente…
Emergiendo de un vello todavía reciente, su fina pija apunta hacia mí, y la hundo entera en mi boca. ¡Y chupo, chupo, chupo!
Chupo tanto y tan bien que eyacula adentro, y esta vez puedo beber, de la misma fuente, su delicioso jugo.
Luego, para que descanse, lo tumbo en el sofá, boca abajo, y contemplo sus hermosas nalgas.
Tan excitada como si no hubiera tenido un orgasmo desde un mes atrás, me inclino hacia la línea bien dibujada entre sus nalgas, hundo la nariz propinándole una larga y apasionada chupadita.
¡Ah! ¡Qué exquisito agujero el de ese vicioso jovencito!
Hundo a fondo la lengua y saboreo en silencio el maravilloso momento.
¡Ya está de nuevo duro, el sinvergüenza!
Entonces me levanto, me desnudo y tiro mi ropa al suelo; ante sus ojos asombrados, aparezco en toda mi desnudez, con las tetitas orgullosamente erguidas.
Las agarra, como un avaro un tesoro, las palpa, las acaricia, las tritura, las comprime. Su boca se acerca a ellas, se pega a ellas, como una ventosa, contra las puntasrosadas. ¡Ah! ¡Qué bien chupa también!
Lo atraigo sobre mí, palpo su verga y, sin pedirle permiso, la hundo en mi concha.
Aunque sea virgen, lo confesó entre chupada y chupada, comprende enseguida todo lo que hay que hacer, y me penetra con maravillosa regularidad.
Entonces, para excitarlo hasta lo indecible, le susurro palabras obscenas al oído:
—¡Ah!… ¡Seguí!…¡Qué placer me das!… ¡Qué placer le das a mi conchita!… ¡Levanta bien la cadera!… ¡Más rápido!… ¡Más fuerte!… ¡Ah! ¡Qué dura está tu hermosa pija!…¡Cuánto me la hundís!… ¡Siento que se pone más dura!… ¡Ah!… ¡Vas a llegar!… Y yo también…, ¡al mismo tiempo!… Vas a regarme con tu rica leche… ¡Y yo voy a inundarte con mi flujo! ¿Ya llegás? Yo también… Vas a llenarme… Ya viene…,viene… ¡Oh!… ¡Ah!… ¡Uh!… ¡Lleguemos, lleguemos, lleguemos!… ¡Qué delicia, qué bien me ensartas!
 
Apenas terminaba de eyacular, cuando se produjo un acontecimiento inesperado: ¡mi marido!
Entró como un tornado en la habitación, nos miró un momento y salió inmediatamente, diciendo:
—¡Oh, perdón!
Mi joven amante, asustado, ¡se había escondido abajo de las sábanas!… Lo tranquilicé enseguida explicándole que nada le gustaba más a mi esposo que lo que estábamos haciendo.¡No podía creerlo!
—Lo entenderás más adelante —le dije.
—Me ayudará a hacerlo… —contestó.
—¡Claro!…Pero ahora tenés que irte, mi marido está sin dudarlo terriblemente excitado por lo que vió, ¡y debe estar impaciente por hacerme el amor él también!
—¡Oh! Sí, señora, me voy… Mil gracias… ¿Puedo verla de nuevo?
—¡Por supuesto!…Te espero acá mañana sin falta, a la misma hora.
—¡Acá estaré!
En cuanto el muchacho se fue, el cerdo de mi marido se precipita a la habitación.
Me tumba, me separa los muslos y hunde el rostro en mi concha…
Con una fuerza increíble, succiona, lo chupa todo, devora todo el espléndido semen del joven y el flujo que desborda de mi concha. ¡Encima se relame, el muy cerdo!
—¡Ah, querido!¡Qué vicioso sos!
—¡Casi tanto como vos, Véronique!
—¡Estoy de acuerdo, somos tal para cual!
—¡Por eso somos la pareja más feliz del mundo!
¡Y sin decir palabra, me abraza como una bestia y me coge entre rugidos de alegría!


CONTINUARÁ...

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