En el lugar justo en el momento justo

Por encontrarme, por pura casualidad, en el lugar justo en el momento justo pude disfrutar de Mariela, una muy bonita mujer, de buena estatura (1,75 mts), cuerpo con todo armonioso y en su justa medida, facciones agraciadas, ojos color caramelo y cabello rubio largo atado a modo de cola de caballo.

Paquete bajo el brazo llamé a la puerta de la casa de Mariela y Pedro, socio del mismo club que el mío y marido de ella. Fui para llevarle una herramienta que me había prestado y pedido que le devolviera ese sábado porqué necesitaba usarla para lo que estaba haciendo.
-Julio, ayudame por favooooor……Pedro está desmayado y sangrando….se lastimó….No puedo reanimarlo ni moverlo….- me gritó Mariela ni bien abrió la puerta.

Para no extenderme en detalles, en apretada síntesis, lo que había ocurrido era: Pedro, nunca explicó como, se hirió la muñeca del brazo izquierdo con una amoladora, seccionándose venas y nervios. Por la impresión, dolor o lo que fuese perdió el conocimiento. Sólo le quedó margen para avisar a la esposa sobre el percance.
Precipitadamente le hice un vendaje apretado con dos fundas de almohada que manoteé del tendedero, lo cargué en el auto y lo llevé a la clínica más cercana. Afortunadamente, curaciones, transfusiones y posterior cirugía mediante, se restableció salvo una merma en la funcionalidad de la mano (con el tiempo fue mejorando con rehabilitación y se reintegró al trabajo.
Hasta el episodio mencionado, no había frecuentado al matrimonio, sobran los dedos de una mano para contar los encuentros que habíamos tenido pero las primeras dos semanas, posteriores al accidente, los visité en la clínica y luego en la casa varias veces. Pedro, estimo que debilitado por la convalecencia, se quedaba dormido a toda hora. En consecuencia Mariela y yo nos quedábamos charlando solos o a lo sumo, con su hijita de escasos 3 años. Ya en la tercer semana la mandíbula se me caía y el entrepiernas se me abultaba, por sus ojazos si coincidían con los míos, por sus labios pintados de rojo suave, las mejillas realzadas con maquillaje delicado, la blusa o el pulóver lleno, no desmedidamente, si generosamente por el delicioso par de tetas que tenía, las piernas torneadas y largas o por el formidable culo cuando, al caminar, me daba la espalda.
El lunes de la cuarta semana, estando ambos en la cocina (para preparar café), Mariela, una vez más, manifestó sentirse en deuda conmigo. Esta vez no respondí con frases socialmente correctas:
-Podrías hacer un primer pago.-
-¿C…omo?-
- Con un beso…para empezar. – y me situé muy cerca, frente a ella.
Se ruborizó, callada y apoyada en la mesada me miraba, de tanto en tanto, como si estuviera pintándose las uñas y de repente levantase la mirada.
-¿Qué decíssss?, vos casado y yo lo mismo…..y propones que…te de un…-
Hizo una pausa, en procura de las palabras adecuadas. ¿Para la reprimenda? No.
-…..en todo caso eso no se le pide a una….- murmuró.
Nada más necesité para acortar la distancia, mejor dicho para anularla e intentar besarla en la boca. Ella giró la cabeza y aceptó, inmóvil mis labios en la mejilla. Se estremeció toda, con los dedos en U tomó mi mandíbula y me besó largamente. Estaba toda agitada y con voz enronquecida, atravesada susurró.
-No debemos hacer esto....¿entendes?... -
Entendí pero reanudamos el boca a boca. Minutos después no alcanzó: recorrí las curvas de sus pechos y metí la mano debajo de la pollera para acariciarle piernas, culo y concha.
- Julio…..por favor no me lo pidas ahora…-
Volvió a pegar su boca en la mía y, al separarla, agregó
-Talvez lo haga…..pero no aquí en casa….no voy a poder con Pedro en el dormitorio y Lucía en la cuna. – agregó.
No encontré la manera de convencerla, se mantuvo intransigente. El día Prometió, convocar a la suegra, el día siguiente, para que cuidara unas horas del marido y la nena. No se atrevía a dejarlos sin compañía. Me llamaría por teléfono para confirmar el encuentro.
Tuve que esperar un día más. A última hora del martes, la recepcionista, me anunció que estaba al teléfono una señorita Mariela, cuando ya tenía asumido que no saldría conmigo:
-¿Julio ¿Podes pasarme a buscar mañana a la tarde, a las 3? –
-¡Por supuesto!! ¿Cómo no voy a poder? –
-Te espero en el bar de Vicente López y …… -
Llegué al bar con unos 15 minutos de anticipación. Mariela me estaba esperando. Un puñado de minutos más tarde ella argumentaba, sin convicción, lo inconveniente que era trasladarse del bar a un hotel:
-Vamos a complicar nuestras vidas...Julio. –
Me levanté de la mesa y la tomé de la mano:
-¿Vamos? No sigamos simulando perplejidad, vos, tanto como yo deseas unos minutos a solas, los dos, sin fingirle a la naturaleza. Además ¿No querés dejar de sentirte en deuda conmigo? –
-¿Ahhh,,,la deuda? – Sonrió. Se dejó llevar tomados de las manos..

En el auto ensayó una última objeción a la indignidad que íbamos a cometer.
-….es una guachada….no le fui infiel a Pedro,….es cierto que él no puede, de momento, pero .-
-No sigas dándole vueltas ….. la falta de placer, de deleite sexual te causa aflicción. Relegar tus deseos más profundos, ¿Es justo? No, es una pena y un desperdicio.-
- Voy a sentirme culpable-
Detuve el auto, con el portón del estacionamiento del hotel transitorio, a la vista:
-¿La culpa? La culpa forma parte del placer. No todos pueden ser Gandhi o la Madre Teresa, a los humanos comunes, lo malo, a veces, nos da placer y, por lo tanto, resulta bueno.-
Le puse la mano detrás de la nuca y, mientras la besaba en la boca, con la otra mano le acaricié la pierna, subiendo hasta el calzón.
Ahí se acabó la objeción y entramos al garaje.
En el cuarto nos abrazamos y la besé, largamente, intentando saciar la sed que mis labios tenían de sus labios. Mis manos recorrieron la tibieza de su pasión. Sus manos comenzaron a acariciarme. La “arrastré” a la cama y lentamente comencé a acariciar sus senos por encima de la ropa...¡por fin los volvía tocar! Desabotoné su ajustada blusa, desabroché el corpiño y sus hermosos senos quedaron libres, libres para mis labios que besaron y chuparon hasta que percibí como sus manos comenzaron a tocar mi cachiporra que se encontraba tremendamente erecta a causa de la excitación. Fue su turno de quitarme la camisa y besarme ambos pezones, mientras mis dedos temblorosos recorrían sus piernas hasta alcanzar el sexo húmedo. A ese punto nuestros cuerpos ya no aguantaban más. Nos desvestimos precipitadamente, abrí sus piernas y me inundé en su cuerpo lentamente; y comenzamos a copular con movimientos rítmicos míos complementados con los suyos; su boca no paraba de besarme donde podía, la mía recorría la porción de su ardiente cuerpo, que quedaban al alcance sin parar de entrarle y salirle: sus senos erectos, su cuello de porcelana, sus labios húmedos. Nuestros cuerpos siguieron entrelazados, devorándonos mutuamente.., hasta el orgasmo próximo a estallar. Sentí un tembladeral muy dentro de mí y como inundaba su cuerpo, al mismo tiempo un profundo gemido de su boca fue la antesala de su orgasmo que compartió conmigo en voz alta alternando chilliditos con besos, desaforados, en mi cuello.
La calma llegó para ambos. Conversamos largamente, reconocimos la atracción que experimentamos desde las primeras tertulias a solas en su casa.
Satisfecha la carne sobrevino la culpa, se le humedecieron los ojos:
Rompí con todos los límites éticos, morales, culturales, etc…-
Bueno no te lo reproches, fue una circunstancia no buscada, azarosa, que nos dejó al acecho de los sentidos, la complicidad de las horas a solas y del lugar nos despertaron el deseo….No te condenes –
Yo…no me acosté con ningún otro hombre que Pedro…ni conocí hotel alojamiento antes de hoy….¿te das cuenta de lo que me pasa? –
-Ya lo sé, no es bueno engañar. Pero tampoco son muy buenos para la salud el alcohol ni las tortas de chocolate o de dulce de leche. Entre las bombas de calorías y una pequeña infidelidad ¿Qué placer culpable te va a hacer menos daño? Un revolcón, non santo, no deja secuelas, trastornos ni lesiones en tu cuerpo –
Al cabo de esas y otras argumentaciones, Mariela se calmó y aceptó un intercambio, delicado de mimos y besos, hasta que aseguró que no tenía más tiempo. Nos dimos una ducha, nos recompusimos y nos encaminamos a la salida.
En el auto, a unos 100 metros de su casa (no era prudente que descendiera frente a su puerta) me dio un beso frugal, abrió la puerta y volvió a cerrarla:
-Julio, me avergüenza reconocerlo: disfruté todo el tiempo que estuve contigo. –
-No te imaginás lo bien que la pasé yo – le devolví el cumplido.
-Prometeme que no vas a pretender que lo repitamos -
-Te lo prometo pero,… no voy a honrar la promesa, estoy persuadido –
-Bueno…entonces el escudo voy a tener que ponerlo yo -
Ahí si se despidió, con un efusivo beso que interpreté como una claudicación anticipada en su determinación de no prolongar nuestra relación íntima.

No me equivoqué en mi apreciación: .transcurridos numerosos días (casi tres meses) y un sinnúmero de negativas de ella a mis demandas, volvimos con distintos ardides ya que Pedro estaba recuperado, al hotel XXX... Ahora las inmersiones de mi carne templada en su entrepiernas, pasaron de la única de la primera transa a múltiples (dos o tres) por turno. Nos (me) falta un mojón: coger el alucinante culo de Mariela. Ella dice que no, que es virgen por ahí, que teme que le va doler….la tranquilizo asegurándole que mi útil es de tamaño promedio de la etnia caucásica 15 cm X 3,8 de diámetro, no hay caso hasta hoy…. pero ya se vio que su determinación no es irreductible.

A la fecha nuestra relación continúa a despecho de que, ambos, nos sentimos incómodos con la deslealtad con nuestros cónyuges: puede más el reclamo de la carne que el remordimiento de conciencia.

4 comentarios - En el lugar justo en el momento justo

dantraloco
Buen relato, van ocho puntos.