Vacaciones con mis primos (11)

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(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

“¡Buenos días! ¿Qué tal todo por aquí?”, dijo Alicia a modo de saludo.

“Te lo dije, se ha quedado mudo”, respondió Tania. “¿No vas a decir nada?”

“Errrr… ¡claro! ¡Hola! ¿Qué hacéis aquí? No os esperaba hasta dentro de… bueno, mucho”, atiné a responder.

“Ha sido una sorpresa también para nosotras…”, continuó Alicia. “¿Os hemos pillado dormidos?”

“Pues sí… anoche estuvimos despiertos hasta tarde”.

“Oh, lo siento. Volveremos más tarde”.

“No, por favor, entrad. ¿Café?”

“Gracias”.

Entraron en la casa y nos fuimos para el comedor. Yo me puse a hacer café, esperando que el número de preguntas aquel día fuera el mínimo. Si aparecían mis primas desnudas, o en ropa interior… bueno, siempre podía decir que yo había dormido en el sofá.

“¡Anda! ¡Hola!”

La inconfundible voz de Rocío me puso en tensión. Había saludado jovial al ver a Alicia y Tania, pero me pregunté cuánta alegría real sentía. No era precisamente un secreto que me quería follar a la rubia.

Era un sentimiento que se juntaba con la culpa, ya que me sentía muy unido emocionalmente a mis primas, pero el sexo era el sexo.

“Buenos días, primas. ¿Qué tal habéis dormido?”, pregunté, ya que en ese momento entró también Yolanda.

“De maravilla. Algo tiene ese colchón que se descansa mucho”, afirmó ella, e intenté disimular. Encontré un segundo sentido en su frase.

“¿Y qué tal el carné?”, preguntó Rocío, sirviéndose azúcar en su taza.

“Para matarlos”, respondió Tania. “Nos presentamos al examen teórico. Se nos dio bien, Ali no tuvo ni un fallo, y yo aprobé con un error”.

“Y al poco, cuando íbamos a presentarnos al práctico, nos dijeron que había huelga”, siguió Alicia, con amargura, “y entre eso y el cierre, hasta septiembre no podemos presentarnos”.

“Y por eso hemos vuelto antes de lo previsto”.

“Vaya, qué mala suerte… pero bueno, en unas semanas podréis sacároslo”, dijo Yolanda. De alguna forma, si seguía resentida con Alicia, lo disimulaba muy bien. Hablaba en su dulce tono habitual.

En ese momento apareció Enrique, luciendo calzoncillos (unos muy caros que tenía, diseñados para marcar todo el pene), seguido de una risueña Irene con el pelo totalmente alborotado. Aunque hubieran querido negarlo, habían pasado una noche muy “entretenida”.

“¿Hoy qué plan hay?”, preguntó ella. “¿Playa? ¿Fiesta? ¿Playa y fiesta?”, quiso saber.

“Si a todos nos parece bien, playa y fiesta”, sugirió Enrique, mientras bebía café para volver al mundo de los vivos.

“Guay”

Así que quedamos en vestirnos, pillar las toallas, acompañar a Alicia y Tania a su piso para que también pillasen las suyas e ir a la playa. Irene contactaría con los demás para que se nos unieran allí.

Como había que hacer por disimular un poco, yo me cambié en el baño, mientras mis primas lo hacían en el dormitorio. Me dió pena perderme las vistas, aunque algo me decía que aquella noche iba a ser más entretenida.

Caminamos hacia el piso de las chicas. Durante el paseo, tuve la ocasión de hablar tranquilamente con Alicia y Yolanda. Mi prima parecía haber aparcado su hostilidad hacia Alicia, lo cual no estaba mal.

Por alguna razón, además, se ofreció a subir también al piso. “Por si necesitáis ayuda para llevar algo”, dijo. Así que subimos los cuatro, mientras Rocío, Enrique e Irene esperaban en el fresquito del portal.

“En seguida estamos”, dijo Tania, antes de entrar a su dormitorio.

Fue desaparecer las chicas tras sendas puertas y abalanzarse Yolanda a por mi. Me besó hasta que me dejó contra la pared, cortó mi respiración, presionó sus labios y su lengua inundó mi boca. Sentí todo su cuerpo contra el mío.

“Nos podrían pillar…” susurré.

“Lo sé… es que me ha dado morbo. Pero tranquilo, no quiero estropear tu oportunidad con ella”.

Antes de que pudiera responder, escuché la voz de Alicia llamándome para pedirme ayuda. Yoli me dejó pasar, y aguardó.

“Dime, Ali… ci… a”

La rubia me estaba esperando desnuda, con un bikini en cada mano. El azul era más tradicional, mientras que el rojo era más bien atrevido. Estaba seguro de que la tela no sería suficiente para tapar todas sus tetas.

“¿Cuál me recomiendas?”, preguntó, intentando sonar inocente.

“E-el azul”

“¿Cómo puedes opinar sin vérmelos puestos?”, preguntó traviesa.

“Pues…”

“Voy a ponerme el azul, con una condición”, dijo mientras se acercaba a mi, tanto que podía oler su embriagador perfume. “Quédate esta noche. A dormir, ya sabes. Que la otra vez me quedé con las ganas”.

Acepté sin dudarlo, algo que más tarde me replantearía. Pero en ese momento la sangre de mi cuerpo no estaba en mi cabeza, sino en la cabeza de mi pene.

“Bueno, pues esto es un adelanto de esta noche”, dijo mientras se daba la vuelta y se agachaba para ponerse el tanga del bikini, permitiéndome una vista perfecta de su culo y su chocho, perfectamente rasurados. Tuve que resistir mucho el impulso para no sacarmela ahí mismo y empezar a frotarme contra ella. “Espero que te haya gustado”, dijo, al ponerse de pie.

Lo que no pude controlar fue el llevar las manos a sus tetas desde atrás. Las masajeé, disfrutando de su suave tacto. Intentó no gemir. Nos estábamos calentando mucho, de forma que me apartó las manos muy suavemente, así que no era que no le apeteciera jugar, sino que nos iba a tocar esperar.

Se me va a hacer larga la espera hasta esta noche[/i]”, me susurró.

Probé el sabor de sus labios, y salimos de allí como si no hubiera ocurrido nada. Tania salió también de su habitación. Yolanda ayudó a llevar la sombrilla mientras Alicia y yo cargábamos con una pesada nevera de playa.

Encontramos ese día un buen sitio al lado de unas rocas. Plantamos las sombrillas y las toallas. A mi me apetecía darme un buen remojón, pero antes…

“No llego a echarme crema por la espalda…”, dijo Alicia, tendiéndome el bote.

Intenté no prestar atención a las miradas suspicaces que mis primas me lanzaron, y unté el mejunje por la espalda de aquella chica que parecía dispuesta a provocarme a cualquier precio. Me di cuenta de que tenía toda la piel especialmente suave.

“¿Me haces el favor a mi también?”, me pidió Tania.

No recuerdo si a Alicia le pareció bien aquello, pero teniendo en cuenta que en ese momento Enrique estaba haciendo lo mismo con Irene, y que Rocío estaba echando la crema a Yolanda, me pareció feo decir que no. Tengo que reconocerlo, era también una chica muy bonita, pero mi conexión había sido con Alicia.

Y aún así, algo tenía ella. En cualquier caso, me quitó el bote de la mano y me echó la crema por la espalda a mí. Me pregunté si alguien terminaría muriendo por los celos ese día, ya que a lo lejos vi cómo se acercaba el resto del grupo de Irene.

Yo opté por no quedarme muy cerca del tumulto y me fui a nadar. Me alejé bastante hast que llegué a una roca que sobresalía del mar. Era plana, ideal para tumbarse, y trepé por ella. Sentí que se me quemaba un poco el culo por lo caliente de la piedra. Pero casi me caigo.

“¿Esquivando a tu novia?”

Rocío me había seguido hasta allí, y con el mismo ruido que yo hacía al nadar, no me había enterado.

“Pensaba que iba a estar aquí sólo”, le dije.

“¿Para no calentarte viendo a Alicia?”, bromeó ella. “Estabais tan excitados que no os fijasteis en que Yolanda lo vio todo por el resquicio de la puerta”.

Se me cayó el alma a los pies.

“Sabe que no puede detenerte. Ni tú a ella. Tenéis que tener experiencia con más gente. Espero que no te moleste que la intente convencer…”

“¿De que pase la noche con alguno de ellos?”

“Sí. Y es más, si duermes fuera, quiero que Silvia se quede conmigo”.

Me senté al lado de Rocío a contemplar el océano. Pero ella no parecía querer observar el paisaje, así que se subió a horcajadas encima de mí, y apoyó la cabeza en mi hombro.

“¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?”

“¿Por qué lo preguntas?”

“Por tener que escondernos”, le dije. “No me gusta nada… todo lo que tenemos que hacer para disimular me hace pensar que os estoy traicionando o algo”.

“Y eso te honra, primo. Pero somos jóvenes. Es normal querer probar”, dijo Rocío. “No te preocupes. Sé que nos quieres.”

Se abrazó a mí, y empezó a pasar las yemas de sus dedos por mi espalda.

“Estoy pensando que igual te convendría correrte ahora… así tendrías más aguante esta noche”, me sugirió inocentemente.

“¿Crees que de aquí a la noche me va a influir?”, pregunté riendo.

“Tal vez no, ¿pero no te apetece follar un poquito?”

Me gustó que fuera así de directa. Por no perder mucho el tiempo, se sacó las tetas de la tela del bikini, sin desabrochárselo. Los chupeteé con ganas. Adoraba el sabor de mi prima. Rocío echó hacia atrás la cabeza, con los ojos cerrados, suspirando.

Su naturaleza no era precisamente estarse quieta, así que empezó a manosearme el rabo, metiendo la mano por dentro de mi bañador. Se me endureció rápido. Rocío se bajó de mi, y dejó caer una generosa cantidad de saliva sobre mi pene.

“Prefiero que no me la metas con la sal del mar”, dijo mientras me masturbaba, dejándolo bien limpio. “Quiero que sólo tú seas lo que tengo dentro”.

Me excitaban mucho esas frases. Cuando pareció satisfecha con cómo la tenía, se puso en cuatro apoyada en la roca, ofreciéndome continuar. Yo aparté suavemente la tela de su tanga de bikini, sin llegárselo a quitar por completo. Solo lo suficiente para poder meter mi polla dentro de su coñito.

“No seas tan delicado, primo. Ya me has follado más duro”, me dijo. “No conviene que tardemos mucho más”.

De forma que me dejé de delicadezas y empecé a metérsela con ganas. La embestía con ganas, y sus gemidos inundaban el aire. Menos mal que estábamos solos, como me molesté en comprobar cada pocos minutos. Me detuve un momento, cuando ella quiso darse la vuelta y ofrecerse a mi con las piernas levantadas y bien separadas.

De esa forma pudimos besarnos mientras se aproximaba el momento de eyacular. Mi cuerpo fue tensándose según me acercaba. Rocío gimió largamente. Había acabado.

“Es-espera un momento”, me pidió.

Me detuve casi de inmediato. Ella se incorporó y empezó a chupármela. Succionaba como sólo ella sabía hacer, acompañada por un masaje a mis pelotas. Me corrí largamente en su boquita, y no dejó escapar ni una gota de mi semen.

“Menos mal… sabes que no me importa que te corras dentro, primo, pero si voy a hacerlo con Silvia, prefiero que me note el chochito limpio”, me dijo.

Entiendo, y tuve que quitarme de la cabeza la imagen de mi prima haciendo la tijera con Silvia para no volver a excitarme.

Volvió a guardarse los pechos en el bikini y volvimos nadando hacia las toallas. Me sorprendió ver que había poca gente. Alicia, Tania, mi primo y Pedro jugando al chinchón (un juego de cartas similar al póker).

“¿Y todos los demás?”, pregunté.

“Se habrán ahogado. Parecía que vosotros también”, rio mi primo.

“¿Dónde andábais?”, preguntó Alicia, preocupada.

“Una ola se me llevó el bikini, me estaba ayudando a buscarlo”, respondió Rocío hábilmente. “¿Puedo jugar?”

Se animó a echar una partida mientras yo iba a buscar a los demás por el agua. Nadé un rato, y localicé a Yolanda a lo lejos. Su peinado y su bikini me eran inconfundibles. Fui a acercarme, pero me detuve al ver que se estaba besando con alguien. Con Juan concretamente.

Volvió a inundarme aquella sensación de rabia, de descontrol. Nunca me había considerado una persona celosa, pero en aquella situación, controlarlos era bastante complicado. Fui a darme la vuelta y en ese momento, me choqué contra alguien. Sentí mi nariz contra una frente.

“¡Au!”

“¡Ay, qué daño!”

Supe quién hablaba antes de abrir los ojos, que los había cerrado por el dolor. Era Ainhoa, que se había acercado a mi. Con ella iba Tania.

“Qué daño… ¿por qué te has girado tan de repente?”, preguntó Ainhoa.

“Porque no me esperaba que hubiera nadie detrás, tal vez”, dije. “¿Me buscábais?”

“Sí, es que a lo tonto nos hemos separado mucho y va siendo la hora de comer algo”, dijo Tania. “¿Aquella es tu prima?”

“Sí…”

“Voy a buscarla”, se ofreció Ainhoa, y fue hacia allí.

“Ten cuidado, pichabrava”, me soltó de pronto Tania, en cuanto nos quedamos sólos.

“¿Cuidado con qué?”

“Bueno, ya ves que nos conocíamos ya con Ainhoa y los demás… hemos coincidido algún verano con ellos, y hemos quedado…”

“Ve al grano, están volviendo ya”, dije.

“Entre Alicia y Ainhoa hay rivalidad. Por ver quién es más atractiva para los chicos y eso.”

“¿Y con eso qué me quieres decir?”

“Que Ainhoa está detrás de ti, cegato, y cómo Alicia se huela algo, se puede enfadar, con ella y contigo”.

“Pues se puede estar tranquila. Ainhoa es maja, me cae bien, pero no me interesa de ese modo”

“Mejor”.

Yolanda, Juan y Ainhoa llegaron. Yo sonreí forzadamente y volvimos a las toallas. Hay que reconocer que con todos los que éramos ocupábamos un buen trozo de playa, pero estuvo entretenida la cosa. Bueno, o eso creo recordar, hace años de aquello y tampoco os interesan tanto esos detalles.

Sí puedo decir que ciertamente, noté cierta crispación en el ambiente entre Alicia y Ainhoa. Parecía como si ambas reclamasen mi atención, sutilmente, pero no había duda de que, en cierto modo, intentaban quedar una por encima de la otra. Tengo que reconocer que sentirme acosado no fue una experiencia agradable.

Cuando nos aburrimos de playa fuimos para la casa, en grand comité. No sé ni cómo pudimos pasar sin problemas hasta la piscina, donde pusimos la música.

En cierto punto de la noche, en vista de que las reservas de cerveza mermaban, fui a la cocina a buscar más. Aproveché de paso para servirme un vaso de agua, ya que yo no era muy amigo de beber alcohol (ni siquiera ahora lo soy). Y cuando fui a abrir la nevera, alguien me estaba esperando.

“¿Piensas esquivarme toda la noche?”

Ainhoa estaba plantada ante el electrodoméstico, con un aspecto bastante espectacular. En el jardín las chicas habían decidido enrollarse una toalla a modo de falda, pero ella seguía expuesta. Bueno, con el bikini.

“¿Esquivarte?”

“Si ya sabía yo… mira, te he notado que no eres muy experto en señales, pero es que llevo dos días tirándote los tejos y no me estás haciendo caso”.

“Oh, bueno… sí, no se me da bien, no…”, dije, un poco cortado.

“¿Y ahora que lo sabes?”

“¿Y ahora que lo sé… qué?”

“Que si me vas a echar un polvo o te lo voy a echar yo a ti”.

Me dejó tan anonadado aquella frase tan directa que no pude responderle de buenas a primeras.

“Ayer no miraste mucho… ¿te gustan?”, preguntó, desabrochándose el bikini, y mostrándome las tetas.

“Esto está un poco fuera de lugar…”

“Qué tontería…”

Se acercó tanto a mi que no pude impedir que pusiera la mano sobre mi entrepierna. Manoseó y masajeó con cuidado, pero el cuidado no impidió que me empalmase. Sonrió y silbó con admiración.

“Vaya… me interesa lo que tenemos por aquí…”

Antes de sacármela, bajó un poco sus braguitas, mostrándome su pubis. Al igual que yo, tenía poco pelo, y estoy bastante seguro de que también le crecía poco, no era por depilación.

“Por favor… esto no está bien…”

“Claro que no está bien”, dijo, y tiró hacia abajo de mi bañador. Con tal ímpetu que golpeé con el pene su mejilla de lo cerca que estaba. “Esto está bien”.

“El chico te ha dicho que no. ¿Es que estás sorda?”

Quien había hablado era Alicia, que miraba muy enfadada la escena. Se me cayó el alma a los pies. Detrás de ella estaba Rocío, preocupada. Miré a Ainhoa, que se había quedado pálida.

“Oh… hola…”

“¿Qué le estás haciendo?”

“Nada, yo solo…”

“Mira, puta, le he oído decirte que no. Así que…”

“¿Qué pasa? ¿Que te lo quieres follar tú?”

“Exacto”

Yo quería que me tragase la tierra.

“Pues tendrá que elegir él”.

“Mi primo ya ha elegido. No quiere contigo”, intervino Rocío.

“¿Entonces me vas a rechazar?”, me preguntó indignada.

Sin atreverme a responder, giré la cabeza. Ainhoa estalló en indignación.

“¡Idos a tomar por culo! ¡Pedazo de gilipollas, ya te arrepentirás, ya! ¡Si esta es una frígida!”

Por un momento vi a Alicia a punto de soltarle una ostia a Ainhoa, pero se contuvo. Ella se puso de nuevo su bikini, fue a por su toalla, y se marchó dando un portazo. Miré a Alicia, preocupado.

“Tranquilo… ya pasó…”

Se agachó delante de mí, que seguía paralizado, y me subió el bañador. Salimos a la calle de nuevo, algo que agradecí. Rocío se ocupó de que los demás no preguntasen mucho por lo que había ocurrido, y no tardé mucho en proponer a Alicia que nos fuéramos.

“¿Seguro que te apetece?”

Asentí varias veces. Después de haber pasado aquel mal trago, no podía quedarme sin hacerlo con ella. Al menos, no por mi parte. Pero ella aún parecía dispuesta a hacerlo, así que sonrió y nos despedimos de los demás.

“Pásalo bien esta noche”, me dijo Yolanda, y me robó un beso furtivamente cuando nadie miraba.

“Tened cuidado”, añadió Rocío, quien también me besó.

“Y vosotras disfrutad también”, les dije, y les guiñé el ojo, antes de retirarnos.

Tania vino con nosotros, pero Alicia estaba cómoda delante de ella, de forma que pudimos ir por el camino metiéndonos mano sin problema. Yo tenía el brazo pasado por detrás de su espalda, con mi mano en su culo, y ella me presionaba un poco el pene cuando verificaba que no había nadie por la calle.

Llegamos al piso, y Tania se ofreció a retirarse.

“Tenéis la casa entera para vosotros. Menos mi cuarto”, nos dijo. “Por cierto, aunque pareces un tío genial… cuidado con ella, ¿vale?”, me advirtió.

“Lo tendré”, aseguré.

Nos dejó sólos, y Alicia se desprendió de toda su ropa en un momento. Me empujó hacia el sofá, se me subió encima, y devoró mis labios. Podía sentir cómo frotaba su coño contra mi polla, que se endureció deprisa. Se separó un momento, pero no detuvo aquel movimiento tan rico de caderas.

“¿De verdad estás bien?”, me preguntó.

“Claro”

“Me daba miedo que con lo de antes no te apeteciera follar…”

“¿Cómo no me iba a apetecer? Tengo muchísimas ganas…”

Volvió a besarme, y esta vez detuvo sus caderas. Sin separar sus labios de los míos, me fue quitando el bañador, hasta que estuvimos perfectamente desnudos sobre el sofá.

“He dejado los condones a mano”, me dijo con una sonrisa.

Se bajó de mi. Los había metido entre los cojines del sofá. Se puso en cuatro para buscarlos. Y aquel plano que tuve fue mi perdición. Podía ver desde su culo hasta su vagina completamente ofrecidos hacia mi. Abiertos. Aguardándome. Me abalancé a por ella perdiendo la cabeza. Puse las manos sobre sus nalgas, y empecé a chuparle el coño.

Le fallaron las fuerzas y su pecho cayó al sofá. Pero las piernas las mantuvo erguidas a lo alto, y pude darme un verdadero festín con sus jugos. Tenía un sabor muy diferente al de mis primas cuando les hacía comido el chochito.

“Malo… no tenías que hacer eso…”

Ignoré su frase y seguí dándole placer con mi lengua, que se movía libre por su sexo. Era genial tenerla así de sometida. Acaricié más puntos de su espalda y sus caderas. No tardó en demandar que iba a culminar. Como si aquello me fuese a detener. Me lo estaba pasando muy bien haciéndolo con ella. Gimió más y más hasta que conseguí lo que quería. Su orgasmo. Esta vez me detuve cuando me lo pidió.

“Hijo de mi vida… ¿dónde has estado todo este tiempo?”

La respuesta sincera hubiera sido “matándome a pajas”, pero era incorrecto decirlo ahí. Me di cuenta de que tenía el envoltorio brillante de una ristra de preservativos en la mano. Se los quité, separé uno, y me lo fui colocando.

“Espera… no te la he chupado aún”

“No hace falta. ¿No quieres que te la meta?”, pregunté, en un alarde de valor.

Claro que quería. Me aguardó bocarriba con las piernas separadas, y aguardó a que estuviera frente a ella. Estaba tan mojada, y con el lubricante de la gomita, mi polla se deslizó muy suavemente dentro de ella.

“Oh… sí… así me gusta…”

Empecé a follarla. No podía sentir la calidez de su coño por el condón, pero no encontré mucha resistencia por su cuerpo. No lo tenía especialmente apretado, pero aún así se sentía genial el hacerlo con ella. Poco a poco ella también fue moviendo sus caderas, mejorando la sensación que tenía al metérsela.

“Córrete cuando quieras…”, me dijo.

No iba a contenerme. Estaba demasiado excitado por tantos calentones en un sólo día, de forma que aceleré el ritmo según lo necesitaba, y me corrí dentro de la goma. Cuando me la quité, y lo até para impedir manchar nada, ella lo sostuvo en la mano.

“Joder… sí que te has corrido”.


“¿Te parece mal?”

“Me encanta. Porque ahora no te vas a resistir a mi boca”.

Se abalanzó sobre mi polla y se la tragó de una vez. Cierto era que después del orgasmo, no estaba completamente endurecida, pero había mucha sangre aún circulando ahí, y no tardó en volver a estar tiesa. Pero Alicia me demostró en muy poco tiempo que había follado muchas veces antes que conmigo. Me estaba haciendo muchas gargantas profundas. Y ver su boca pegada a mi cuerpo porque toda mi polla estaba dentro de ella era jodidamente estimulante.

“Ten cuidado… no te hagas daño…”, le dije.

“Se me ocurre algo mejor entonces…”

Se quedó en cuatro nuevamente, permitiendo que fuera yo quien follara ssu boquita. Aquello no estaba tan mal, podía controlar hasta dónde se la metía, y sentía placer cuando su lengua iba al encuentro de mi glande… y aún así, no pude evitar que alguna vez, se echase hacia adelante y volviera a hacer la profunda.

“¿Me avisas cuando te vayas a correr?”

Por supuesto que la avisé. Terminé eyaculando sobre su lengua, varias veces. Alicia iba tragándose mi semen al tiempo que yo me corría. Algún chorrito cayó sobre la comisura de sus labios, pero se los limpió tranquilamente.

Pensaba que por aquella noche sería suficiente. Pero parecía que quería compensar la noche que no pudimos follar, y me contó una fantasía que tenía.

Fuimos a la cocina a realizarla. Se apoyó en la encimera, con las piernas separadas, y empecé a dilatar su culo. Con cuidado, con paciencia, sin romper el encanto. No hice nada más hasta que ella misma me lo pidió. Sentía que su ano estaba preparado.

“No te pongas condón… no voy a quedarme satisfecha si no acabas dentro…”

Y de esa forma empecé a follarme su culo contra el mueble de la cocina. Ella gemía. Yo empecé despacio, pero era imposible resistir la tentación mucho tiempo de aumentar el ritmo. Y sin embargo se lo pasaba bien. Lo estábamos disfrutando ambos. Yo había oído rumores del “orgasmo anal”, y me pregunté si lograríamos alcanzarlo.

“Dame más… sí, así… me gusta, me gusta… oh, sííííí… más duro… mmmmmm, síiiiiiiii…”

Escucharla gemir como si fuera una película porno no me ayudó a controlar la eyaculación. Sin ser consciente, azoté su culo. Y lejos de enfadarse, parecía aún más excitada. Me pidió que volviera a hacerlo, y de ese modo fui dándole un azote cada pocas acometidas. Me corrí como un bendito dentro de su culo, el cual estaba bastante rojo por el juego del azote.

“Ha sido maravilloso…”

Nos aseguramos de que todo estaba limpio antes de irnos a dormir. Su cama era cómoda. Se acurrucó conmigo, y me dio un beso con lengua.

Cerré los ojos. Por un lado, lo había disfrutado muchísimo. Pero por otro lado, me preguntaba si mis primas (que seguían siendo mis novias) también habrían follado esa noche.

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5 comentarios - Vacaciones con mis primos (11)

Aguss269911 +1
Tardó pero valió la pena +10
PepeluRui
Ha sido una serie de eventos desafortunados 😞 No volverá a ocurrir, espero
barillas456 +1
No se como lo haces pero cada vez te superas muchísimo. Sigue así. Estoy deseando que hagan una película de esto Jajajaja
PepeluRui +1
Estoy negociando hacer una miniserie uniendo varios capítulos para la HBO 😂
guidin1992 +2
Que lo pario, digno de un pullitzer! Ya me imagino que Ainhoa no se va a quedar de brazos cruzados... Esto se pone peligroso... Admito que estoy intrigado, exitado, pero intrigado.. jajaja